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Contenido creado por Manuel Serra
Música
Abarajame en la bañera

Dante Spinetta: “Cuando el primer disco de rap nos trataban de cipayos. Nos querían pegar”

El músico, compositor y productor argentino presenta su nuevo álbum, “Mesa Dulce”, y el funky promete apoderarse de las pistas.

18.01.2023 11:48

Lectura: 19'

2023-01-18T11:48:00-03:00
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Por Carlos Dopico
Carlos Dopico

Dante Spinetta enseña su retorno al más puro funky sudaka y celebra el que, para él, es el mejor momento musical de su vida. Mesa dulce es una bailable combinación de funk y soul upbeat que destella no solo lo que aprendió como socio de los Kuryaki, sino lo que incorporó junto a leyendas como Bootsy Collins, Stevie Wonder, Earth, Wind & Fire, y allegados a Prince.

Tiene 46 años, lleva más de tres décadas de carrera artística, acumula 14 álbumes con su firma (9 con Illya Kuryaki and the Valderramas y 5 como solista) y es portador de una de las más ricas herencias musicales del Río de la Plata.

Con solo 14 años, junto a Emmanuelle Horvilleur fundó uno de los proyectos más fermentales de la escena musical urbana de Argentina, y con apenas 18 había ya “abarajado” los oídos del continente.

Mesa dulce es un disco en estado de felicidad, pero atravesado por la tragedia, para el que convidó a dos exponentes enormes del trap argento que crecieron escuchándolo a él: Trueno y Ca7riel.

En esta charla para LatidoBEAT se habla de todo: del funk, el rap y la música urbana; del autotune y los acoples de guitarra; del miedo, la muerte y la confirmación del camino; de sus progenitores, Luis Alberto Spinetta y Patricia Salazar; de la identidad de Villa Urquiza y las eternas mudanzas de su infancia; del lado oscuro y las enseñanzas de Yoda, y hasta de la comida rápida versus la cocina instantánea con amor de su padre.

Un viernes, a pleno mediodía de enero, del otro lado de la línea nos atiende el músico, compositor, arreglador y productor argentino Dante Spinetta. Acusa estar algo dormido, pero responde rápidamente, con la claridad de quien está sobradamente despierto. Su voz es profunda, clara y contundente. Su mensaje es conciliador, generoso y estimulante.

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Con Mesa dulce volvés decididamente a la impronta funky y los vientos onda Sly and The Family Stone. Te escuché decir que para vos “era muy importante hacer un disco que redefina tu camino”. ¿En qué sentido creés que lo hace esta quinta producción?

Es como una cosa más interna, sentir que estoy en el camino de la música después de todos los paisajes que visité musicalmente. En el funk, sobre todo el funk-post-hip-hop, encuentro un lugar donde puedo fluir muy cómodamente entre todo lo que me gusta: el ritmo, la armonía, rapear, tocar la viola… Es un lugar en el que, de a poco, con el paso de los años, fui ganando más afinidad. Aunque sea un estilo que tuvo su apogeo en los 70 y 80, fue mutando; hay un nuevo funk en la calle, en todos lados, y que nace después del hip hop. El hip hop reivindicó mucho al funk.

Mesa dulce es un concepto que evoca eso: el postre, las tortas, la antesala del final, pero, al mismo tiempo, uno de los momentos más esperados.

Sí, por eso le puse Mesa dulce, porque es el mejor momento de la fiesta; siento que es el mejor momento musical en vida. Me siento muy cómodo y siempre quise sonar como sueno en este disco, con ese nivel de funkeo que me deja orgulloso. Y, además, estoy con la monada correcta, los músicos que me acompañan son los mismos con los que estoy de gira y con los que vamos a tocar en Uruguay (jueves 19 de enero, 22:30 en Medio y Medio, Punta Ballena).

Se dieron muchas cosas para que sucediera y es un punto bisagra en mi carrera.

Tu usina de creación es La Diosa Salvaje, el estudio que tu viejo montó en Villa Urquiza. ¿Sentís un desafío particular por hacerlo en ese mismo templo musical?

Es un templo de música muy importante y me encanta. Fue fundado con mucho amor. Ahí hice mi primer disco; Fabrico Cuero lo grabamos ahí. Se llamaba Cinta Calma, era otro estudio. Al principio era una sala que alquilaba mi viejo. Grabamos Chaco con Kuryaki también, y grabé mis discos solistas. Que siga en la familia es re importante. Es un lugar donde nos encontramos los hermanos para mantener ciertas coordenadas familiares. Yo crecí con una infancia muy movida: fui a diez colegios, me mudé 250 veces, y no me quedaron relaciones de amistad con pibes de la primaria ni secundaria. Mi amigo de la vida era Emmanuel, y después no podía generar relaciones. Algunos años no teníamos plata y me mandaban a uno del estado donde vivíamos, y luego me mandaban a otro privado; así cambié todos los grados, cada año. En Villa Urquiza encontré un lugar de pertenencia. Yo vivo en mi casa hace mucho y es mi barrio. Eso fue algo que modifiqué yo como padre; mis hijos van al mismo colegio y tienen cierta estabilidad. Yo quería darle eso a mis hijos en el barrio que defiendo.

En varios temas de Mesa dulce, la exploración de la voz es bien distinta a trabajos anteriores, quizá más próxima a lo esbozado en Puñal. Acá hay una búsqueda clara del canto más allá del rapeo. ¿Es un terreno en el que estás decidido a transitar?

En Puñal estaba ya cantando bastante, más que rapeando. Y me fui encontrando más cómodamente ahí. Creo mucho en la libertad, que me permite sentir el fuego. Pero hoy ya no me imagino haciendo temas solo de rapeo como hacía antes. Me gusta rapear un poco, pero más cantar. Pero está bueno generar distintos timbres y casi distintas personalidades, con dinámicas diferentes.

Mesa dulce es un disco grabado en el encierro, durante la pandemia. Es un disco que nace del estado de felicidad, pero que también está atravesado por la tragedia. Tu mamá falleció en ese contexto… ¿Cómo viviste ese proceso de impulso, creación, y también de interrupción para atender esa necesidad inmediatamente importante?

Sí, fue terrible. Te cuento desde el principio, porque nace en la pandemia, en ese momento de encierro que hizo que todos tuviésemos conversaciones existenciales consigo mismo. Yo estaba en mi casa, con mis dos hijos, escuchando muchísima música. Y me metí en ese mundo en el que me siento protegido, me siento a salvo, que es el de las melodías, la rítmica, la música en sí. Me sentí muy agradecido de tener el don de la música y de estar bien, de tener comida en la mesa, y no ser parte del counter de muertos televisados. En ese momento encontré como un rincón de felicidad y agradecimiento, y empecé con el álbum. Pero luego surgió la noticia de que mi mamá estaba enferma terminalmente y eso cambió los planes: dejé el disco y estuve con ella, con mis hermanos, haciendo todo ese duelo. Durante todo ese tiempo no pude escribir una sola canción nueva. ¡Nunca me había pasado! Estaba poniendo todas mis fuerzas en ella. Tuve la posibilidad de despedirme muy bien, de hablar todo, y una vez que falleció volví a recuperar la vitalidad, el motion. El disco estaba casi armado, faltaba escribir algunas letras y cantarlo, y de golpe recibí ese impulso vital. Lo terminé con mis ángeles guardianes, mis viejos acompañándome; tratando de digerir la vida, pero como me enseñaron ellos. Fue una travesía, salimos del encierro y recorrí todo esto. Yo, apenas se liberó el confinamiento, me pude juntar con Saga, y más tarde grabamos la música en dos días. Yo ya había grabado las guitarras y los beats. Los pibes vinieron con una energía increíble.

“Tengo tanto amor que no tengo miedo”, cantás en “Sudaka”, el tema en el que invitás a Trueno. ¿Transitaste el miedo a la muerte o sentiste ganas de agradecer el amor que tenías?

Sí, sentí miedo; me costó internalizar eso de perder amigos, perder gente. Hubo un momento en que perdí mucha gente. Eso hizo que empezara a tener una relación con la muerte y entender que es una fase de la vida, que es un cambio, que la energía y el amor siempre están. Fue una mezcla de eso. El dolor del desapego físico, de no poder tener la conversación o el abrazo, es terrible. Estoy muy agradecido de haber tenido los padres que tuve, el tiempo que los tuve y la relación de intensidad que tuve. Hay relaciones que duran años, pero no tiene los mismos niveles de amor, de entrega, de calidad del tiempo. Eso me llevó a madurar. Me siento bancado en la tierra y en el cielo, y eso me hace sentir tranquilo. Las cosas son como tienen que ser y uno tiene que estar agradecido de estar, y encima estar haciendo lo que ama, la música. Y, además, sentir que avanzo, porque la verdad que podría haberme quedado retrabado. Siempre fluyeron melodías, caminos. Me gusta armar equipo y mezclar, por ejemplo, a [Oscar] Saga Herrera —a quien convoqué para grabar y mezclar todo el disco— con Mariano López, que es un argentino que fue ingeniero de mi viejo, y hasta de Fito, alguien que redefinió el audio argentino y que es una bestia. Su aporte a nivel artístico fue súper importante, sumando texturas, con cámaras de reberb y delay reales que no podríamos haber evocado con plugins.

Siempre fuiste muy estudioso del sonido y las múltiples formas de grabación. Este disco es una clara prueba…

Me sigo sintiendo un alumno del audio, del sonido, de aprender técnicas y mandarme a producir un disco como este, solo, además de componer y arreglar. Es como el chef que sabe de los ingredientes, condimentos, cocciones y temperaturas. Eso viene con los años, con la experiencia. No hay que tener miedo, hay que mandarse. Siempre me mandé, desde la época de Kuryaki. He ido aprendiendo a los golpes, y está bueno, pero después de más de 30 años haciendo música, siento que estoy en un lugar muy lindo musicalmente. Tengo ideas y melodías…

Uno de los puntos altos del disco —supongo que además fue un enorme gusto personal— es la participación de Michael B. Nelson, el mismo que trabajó muchos años con Prince. ¿Cómo fue ese trabajo? ¿Qué le pedías en concreto?

Quería esa sal extra picante que el tiene. Le mandé a él algunas cosas para empezar y me respondió: “This shit it’s funky may let’s do it”, tipo “vamos para adelante”, y cuando me mandó los arreglos, ya estaba… Solo tuve que pedirle un par de cositas que quería específicamente. La partió, viste. Todo se dio de manera muy linda. Iba a estar también Shila E., una música que acompañó a Prince toda la vida y que, de hecho, tocó la batería en “Sign O’ The Times”, pero cuando le mandé la letra traducida de “Rebelión” le dio miedo todo el contexto lírico (risas). Me dijo que le re gustaba la música. Ella es evangelista y se tiró para atrás. Le voy a mandar una canción más clean… (risas).

Foto: Milos Nasio

Foto: Milos Nasio

Has tenido otros grandes gustos en vida, como cantar con Stevie Wonder o encontrarte con Prince. Contame detalles de esos momentos…

Con Prince no me encontré (risas). Cuando fuimos a Minneapolis estaba grabando en el momento en que fuimos a los estudios, pero no lo conocí. Nunca salió (risas). Pero lo de Stevie Wonder sí pasó, él es la voz del alma. Haber estado con él, compartir el escenario, que diga mi nombre y haber hablado un rato fue un sueño; no lo olvido jamás. Del mismo modo fue grabar con Bootsy Collins o Earth, Wind & Fire. Son cosas increíbles. Estoy muy agradecido porque Latinoamérica es muy funky también. Bueno, en Uruguay están Opa, Fattoruso, Rada, incluso mi viejo con Jade tiene cosas muy funkeras; Fito, Charly, Willy Crook, Kuryaki, obvio… En Chile, Los Tetas. Siento que el funk ya es también sudaca, hay una aceptación del concepto del funk. En la época que pegaba el funk no se le daba bola acá, era medio discriminado. En el momento cuando la música disco arrebata el funk, el funk era mirado medio como disco y quedó mal visto. Nosotros ya con los Kuryaki peleamos para recuperar el groove.

Era también una época muy compleja en esta zona del mundo, atravesábamos las dictaduras y sus consecuencias a todo nivel.

Sí, totalmente. Había como una especie de racismo sistemático, donde la música negra no prosperaba. Hoy lo urbano ya está instalado. Cuando sacamos el primer disco de rap en Argentina, Fabrico Cuero, la gente nos trataba de cipayos, y peor cuando salió No way José y todos aquellos break beats. Era heavy, de que nos putearan o que corriésemos peligro físico… Teníamos amenazas, nos querían pegar solo por hacer rap, por hacer aquella palabra. Ahora, en cualquier barrio está la música urbana sonando. Ser parte de esa ruptura, de esa revolución, es re grosso y me pone muy feliz que muchos de los referentes de ahora —llevando la música urbana a niveles impensados— me expresen su amor.

Una vez más volvés a colaborar con exponentes de la escena trapera: Trueno, Ca7riel. En buena medida, es un reconocimiento a tu influencia. ¿Cómo lo sentís?

Muy orgulloso. Son pibes que son súper talentosos; son artistas y hacen lo que tienen que hacer. No lo hacen por sumar números; colaboran con la gente con la que tienen ganas. Son pibes muy jóvenes, tienen 22, 23 años. Trueno es una bestia rapeando, su viejo Peligro ya era tremendo. Cato también me venía a ver… Hoy, verlos con su style, me encanta.

En “Gambito” cantás junto a Ca7riel y leí por ahí que es la primera colaboración de otras que tienen pensadas. ¿De qué se trata lo que viene?

Es una promesa entre nosotros, de seguir haciendo cosas. Seguramente, si Dios quiere y el tiempo cuadra, haremos más canciones juntos. Vive en Villa Urquiza también, estamos a diez cuadras, así que es más que probable.

Dijiste en entrevista con La Nación: “Los que critican el autotune son como cuando los viejos de antes que criticaban a la gente que usaba distorsión en la guitarra”.

¡Claro! Yo uso autotune en algunos temas y sé cantar. Ahora todos usan computadora, pero antes nos pegaban también por hacer música con máquinas. También toco la viola y es una elección artística. Entiendo que el autotune puede corregir todo y por eso es diferente, pero muchas veces se usa por elección, para generar una textura robótica y ya fue… No hay mucho más… Así como cuando nosotros comenzamos con Kuryaki, hoy veo pibes pasando por lo mismo. Se da esa cosa de “al final te convertirte en eso que no querías ser”. Dejá que avance, aunque no lo entiendas, está bueno que las trates de comprender. También te digo que hay cosas que me gustan y cosas que no; hay cosas que me parecen una porquería de hoy y de antes. Pero las cosas que están hechas con amor se notan. Las herramientas van a cambiar; el mundo cambió y te tenés que aggiornar… Yo sigo haciendo discos como si los hubiese sacado en 1989 porque me gusta como suena.

Que sea una herramienta accesible no la hace una peor herramienta. ¿A eso apuntás?

¡Exacto! Genera una democratización. Un pibe en su casa con una computadora puede hacer un discazo. No necesita ni sello ni nada, solo ponerse creativo y hacer. La cuestión es no parar la creatividad. Hay que escuchar y no ponerse a juzgar todo. No es que banco todo lo que hay, no, hay cosas muy feas. Hay muchos proyectos que están guiados solo por la plata, que son plata sonando. Traban de buscar engagement, colaboraciones que les abran mercados y es solo plata. Ya no hay admiración ni nada, solo es plata y ambición de llenar la cuenta bancaria. Pero hay otro montón de pibes que tienen algo para decir, ahí voy… Estoy viendo cosas muy lindas. El otro día estuve en el concierto de Usted Señálemelo. Y no es porque sea mi cuñado, el padre de mi sobrino, el hijo de Vera; Usted Señálemelo es posiblemente la mejor banda de rock hoy en Argentina, es letal. Son todos pendejos y la rompen. Otro es el pibe León Cordero; tiene 20 años y hace todo. Es muy bueno el disco, muy creativo y un as de la programación.

Me hablás de pendejos creativos, pero junto Emmanuelle vos fundaste Illya Kuryaki con apenas 14 años. Con menos de 20 y un tercer disco, Chaco, se consagraron en toda América Latina y vendieron más de 250 mil copias. ¿Qué valoración hacés en perspectiva de aquella conquista?

En la salida de Chaco yo tenía 18 años y fue un disco en el que nos mandamos con Emma a producir. No teníamos sello y lo hicimos independiente con Gigoló Productions. Grabamos ese álbum y fue un boom mundial, una locura y el comienzo de lo que estoy viviendo ahora. Nos dimos cuenta del mestizaje, de dónde veníamos y de que teníamos esa mezcla de culturas, multiétnicos, que podíamos mezclar idiomas porque justamente teníamos eso. Todos los viajes fueron una influencia constante, sobre todo para entender que no iba a ser un nunca un rapero del todo rapero, ni un rockero del todo rockero. Hubo que aceptarlo y luchar por la libertad. Más allá del éxito… Chaco fue quizá la semilla más fuerte que hemos plantado con Illya Kuryaki, porque fue un disco que revolucionó el momento. Pasamos de ser una banda under a ser una banda que llenaba todos los lugares en Latinoamérica, de EE. UU. para abajo. De golpe, el mismo año estábamos en New York y pasan unos puertorriqueños en un auto escuchando “Abarajame”. Éramos muy pendejos. ¡Increíble! En Versus yo tenía 19 y Emma 21. En ese disco ya nos mandamos a hacerlo de una manera muy grande, con una producción tremenda. Grabamos en Los Ángeles con un montón de músicos que admirábamos. Siempre fue empujar… Y quizá la gente no lo entendió en ese momento porque querían el Chaco II. Pero con el paso del tiempo la cosa cambió. En el último show (La Trastienda de Buenos Aires, 2001) había menos de mil personas, y luego, volvimos diez años después y el primer show lo hicimos para más de 25 mil. No habíamos hecho nada más en el camino que nuestras carreras solistas. El tiempo nos dio la razón, porque hicimos las cosas con amor. ¡No todo instantáneo! ¡No es fast food esto! Eso es algo a mentalizarse. Está bien comerse una comidita rápida de vez en cuando, pero no se compara cuando hacés las cosas bien. Esa es mi visión en todo, y más habiendo tenido que despedir a mis papas.

La perspectiva ya es otra…

Cuando despedís a la gente que se va no importa la plata ni un carajo eso, importan las sonrisas, los momentos lindos, estar orgulloso de quién sos. Esa es mi plata en el banco, por eso hago lo que se me canta artísticamente. Esa es mi vida y es mi legado.

Foto: Milos Nasio

Foto: Milos Nasio

El pasado febrero se cumplió una década de la muerte de tu viejo, Luis Alberto Spinetta, el padre del rock argentino para muchos. ¿Qué es lo que más extrañás del padre y del artista?

Me imagino todos los discos que hubiese sacado, increíbles, porque era una usina interminable de música y composición hermosa. Lo extraño como cualquier hijo extraña a su padre… Pero toda la música que dejó es una locura; es una obra inmensa y atemporal.

¿Pero qué gesto de padre extrañás?

Lo mismo que cualquier hijo… tener a tu viejo cerca. Nosotros vivíamos a diez cuadras y nos veíamos muy seguido; extraño las cosas cotidianas. Teníamos una relación súper simple. La gente flashea en que estábamos tocando la viola todo el día, pero no, era juntarnos a comer una pizzita o comentar un toque… Estar juntos.

Tu viejo es famoso por la milanesa, me lo han dicho varios comensales uruguayos.

Claro, Argentina. Mi viejo era gran cocinero. Si llegabas con hambre te sacaba una comida increíble en minutos. Mortal (risas).

¿Almendra, Pescado Rabioso, Invisible o Los Socios del Desierto?

Mi banda favorita de rock hispano de toda la historia es Invisible. Me parece una locura a otro nivel… Pescado Rabioso también… Los Socios… y Almendra también. Depende el día, pero Invisible es mi favorita.

Leí por ahí que sos un nerd coleccionista de Star Wars y He man. ¿Cuántas piezas has logrado reunir y cuál es tu preferida de la colección?

(Risas). ¡Buena info! Sí, Star Wars y He Man son parte de mi universo mental, una especie de hobby. Son pequeñas piezas de arte plástico, de arte pop contemporáneo. Posiblemente mi pieza favorita de He Man es el Kobra Khan camuflado; y de Star Wars hay muchas cosas, pero linkeadas siempre a la serie de películas viejas. Son cosas que tienen que ver con el imaginario y otras varias que me enseñó Yoda de la vida, con el camino del bien. Sus enseñanzas tenían que ver con muchas cosas que se hablaban en casa, de cómo te tomás las cosas y no torcerte frente a la ambición y el poder negativo sino generar las cosas que querés desde otro lado. Todas esas cosas que tira Star Wars me re marcaron en mi filosofía de vida, así que me considero un jedi.

El disco es flamante. ¿Qué vas a presentar en el set de Medio y Medio?

Va a haber bastante del disco, pero es gira intermedia, así que hay bastante de antes también de mi carrera solista y algo de los Kuryaki. No te voy a decir cuál, pero hay.

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El 19 de enero se presenta en el festival Medio y Medio en Punta Ballena. Desde las 22:30. Por entradas, aquí.

Por Carlos Dopico
Carlos Dopico