Por Little Butterfly Records
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Escribe Andrés Torrón (@AndresTorron) | Fotos: Mario Marotta
Hay algo que comparten discos como Siempre son las cuatro y Mediocampo de Jaime Roos, Tango que me hiciste mal de Los Estómagos, Nieblas y neblinas de Eduardo Darnauchans, Ni un minuto más de dolor de Travesía, Segundos afuera de Jorge Galemire, o Mujer de sal junto a un hombre vuelto carbón de Estela Magnone y Roos; además de ser obras fundamentales de la música uruguaya de la década del 80. Todos esos álbumes fueron grabados por Darío Ribeiro, alguien que hizo bastante más que registrar sonidos en una cinta magnética. Su visión musical, artística y técnica contribuyó enormemente a la personalidad de la música uruguaya de los 80.
Ribeiro hizo sus primeras armas como ingeniero de sonido en los estudios Sondor a fines de los años 70. Su firma aparece en algunos discos clave como el debut del dúo Larbanois-Carrero, el primer disco de estudio de Canciones Para No Dormir La Siesta, el simple de Jorge Graf Dis-Ka-Ndombe (hoy un objeto de culto) o el ineludible Hoy canto de Gastón Ciarlo “Dino”, todos editados en 1979.
Ya en aquel entonces sus aportes no pasaban desapercibidos: Horacio “Corto” Buscaglia dejó constancia de su contribución al álbum de Canciones en el propio audio de la canción “La orquesta de Manolo”; Eduardo Larbanois y Mario Carrero le agradecen especialmente en la contratapa de su disco; Dino recordaría muchos años más tarde como Darío estaba en todos los detalles musicales y técnicos, hasta en la manera en cómo utilizaba la púa para pulsar las cuerdas de su guitarra.
Dos discos imprescindibles
A inicios de los 80, comenzó a trabajar en el estudio Gente de Jingles. Como su nombre lo indica el estudio estaba pensado para grabar publicidad y locuciones, no discos de música popular. Sin embargo, él se las ingeniaría para registrar allí dos de los trabajos más importantes de la música uruguaya de comienzos de la década.
Ribeiro había hecho amistad con Jorge Galemire, productor artístico no acreditado de los álbumes ya citados de Dino y Larbanois-Carrero. Juntos se lanzaron a la aventura de grabar el primer álbum solista de Galemire.
Presentación es un disco fundamental de la música uruguaya, donde se combinan de manera única el candombe-beat y el jazz fusión eléctrico al estilo Opa con la veta cancionística más acústica, surgida en la segunda mitad de los setenta. Es difícil imaginar como hizo Ribeiro para hacer sonar los complejos y cargados arreglos de teclados, guitarras eléctricas, vientos y percusiones con un grabador de 8 canales en cinta de media pulgada pensado para hacer demos, no grabaciones profesionales.
En ese álbum participó Jaime Roos, que estaba de paso en Montevideo, como bajista en una canción. Jaime quedó muy impresionado con el trabajo de Ribeiro. Lo mismo le había pasado a Darío, al escuchar los discos europeos del artista, especialmente Aquello, que había sido editado en el mismo año que Presentación (1981).
Como Jaime se había propuesto retornar a Uruguay para grabar su cuarto disco, Ribeiro, que tenía la posibilidad de usar el estudio para hacer sus propias producciones, le ofreció grabarlo allí. Lo que hicieron fue nuevamente un milagro. Siempre son las cuatro es una superproducción a la uruguaya, donde las limitaciones del estudio se usaron como armas creativas. El sonido del disco crudo y agresivo, pero a la vez muy sofisticado, es parte fundamental de su personalidad y le da una unidad conceptual a todas las canciones.
Ese fue el inicio de una fluida relación entre Darío y Jaime que abarcaría tres discos del artista producidos a dúo (las únicas veces que la labor de Darío como productor fue debidamente acreditada).
Obras maestras en 16 canales
En 1983, Ribeiro comenzó a trabajar en el novel estudio La Batuta, un emprendimiento llevado a cabo por dos grandes ingenieros de sonido, Francisco “Paco” Grillo y Henry Jasa, que habían sido compañeros suyos en Sondor. La Batuta fue el primer estudio en Uruguay en contar con una grabadora de 16 canales, con una consola artesanal hecha por el propio Grillo.
En esas condiciones técnicas mucho más confortables, Darío volvió a juntarse con Galemire para grabar Segundos afuera, uno de los discos más ambiciosos de los 80 y la obra maestra del artista. Ribeiro fue una pieza clave en las experimentaciones sonoras del álbum y en desarrollar y alentar las ideas de Galemire. Las texturas logradas con cintas pasadas al revés, intrincados arreglos corales y varias capas de instrumentación, mostraron búsquedas inusuales hasta ese momento.
Un año después Darío volvería a unirse a Jaime Roos para producir Mediocampo, uno de los discos más emblemáticos del artista y de la música uruguaya. Nuevamente fue fundamental en la personalidad sonora de ese álbum. Los toques new wave, los juegos con los efectos de reverberación, las increíbles tomas de los tambores de candombe en “Tal vez Che Che” y “Pirucho”, las insólitas decisiones en las tomas de sonido y en las mezclas ayudaron a convertir a ese disco en un clásico perenne.
El tándem Ribeiro-Roos volvería a brillar en el maravilloso disco Mujer de sal junto a un hombre vuelto carbón de Jaime y Estela Magnone de 1985, con su aire etéreo y sofisticado y su combinación de sonidos orgánicos y electrónicos. Y Darío trabajaría también con Jaime ese mismo año en el bellísimo disco debut de Laura Canoura Esa tristeza y en la canción que marcaría un antes y un después en la carrera del artista: “Brindis por Pierrot”, interpretada por Washington “Canario” Luna.
Fue en ese mismo 1985 que Darío Ribeiro se cruzaría con cuatro jovencitos que entraban por primera vez a un estudio de grabación para realizar un disco que inauguraría una nueva era en el rock uruguayo.
Los Estómagos eran la cara más visible de la movida roquera surgida tras la caída de la dictadura y ese primer álbum llamado Tango que me hiciste mal, revolucionaría a la música local. Una vez más Darío se involucró a fondo en el trabajo cumpliendo el rol de productor artístico además del de ingeniero. Gustavo Parodi recuerda algunos aportes fundamentales suyos como el sonido del bajo, el uso tan particular del reverb en la batería y algunos experimentos típicos de él como el uso de dos baterías en el final de “Los seres vivientes”, las cintas al revés de “Ídolos” o los efectos de “Vals de mi locura”.
Darío aportaría su sapiencia en otros álbumes fundamentales de la década como Nieblas y Neblinas de Eduardo Darnauchans (1985) o Varios nombres de Hugo Fattoruso (1986) y compartiría créditos de grabación junto a Hugo Jasa en otros grandes trabajos de la década como Todo depende (1987) de Mariana Ingold o Ferrocarriles (1987) de Jorge Galemire. Luego se fue retirando de su trabajo y de lo que consideramos vida “normal”.
Fueron pocos años de actividad, pero su aporte fue enorme y sigue siendo aun poco reconocido.
“Darío Ribeiro era un tipo que sabía toneladas y además un melómano empedernido. Tenía una gran cultura, leía mucho. Era técnico en electrónica y tenía proyectos interesantes por ese lado (…) Aprendí muchos trucos y técnicas con él que luego fueron importantísimos para el resto de mi carrera” –recuerda Luis Restuccia, quien participó junto a Darío y Jaime en el equipo de producción de Siempre son las cuatro y Mediocampo y luego fue ingeniero de varios discos de Roos y su técnico de sonido en vivo hasta los años 90.
Jaime Roos nunca olvidó lo aportes de Ribeiro a su música: “Darío fue mucho más que un ingeniero de sonido, fue un músico. Sin saber tocar un instrumento hizo música. Y yo le estoy tremendamente agradecido”.
[Las citas de Luis Restuccia y Jaime Roos están tomadas del libro Mediocampo, (Estuario, 2019)]
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