Por Sofía Durand Fernández
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En la década de los 80, Michael Jackson y Paul McCartney realizaron colaboraciones como "Say Say Say" y "The Girl Is Mine". La amistad entre los dos gigantes de la música se rompió en 1985, cuando Jackson adquirió los derechos de autor del catálogo de los Beatles —con colaboraciones de la dupla McCartney-Lennon— por 47,5 millones de dólares.
A McCartney le molestó que las canciones de los Fab Four comenzaran a ser utilizadas para spots publicitarios luego de la adquisición del Rey del Pop.
Sin necesidad de irse tan lejos, en Uruguay esto también es un problema. Recién en 2019 se extendió el plazo de derechos de autor a 70 años post mortem. Antes, regía durante 50 años.
No todo es arte. Cuando se trata de industria musical, se está hablando de creatividad e innovación, pero también de dinero.
En la actualidad, es probable que no haya artista masiva que recaude tanto como Taylor Swift. Su última gira, The Eras Tour, fue la más exitosa de la historia, con 149 fechas en cinco continentes y más de dos mil millones de dólares ganados en venta de entradas.
El grado de fidelidad por parte de sus seguidores (Swifties) se encuentra ahora mismo en su auge y tiene que ver con la percepción de épica en el recorrido de Swift. Desde esa perspectiva, la artista cumple con los pasos del viaje del héroe de Joseph Campbell.
En 2019, y tras ser "cancelada" por gran parte de la opinión pública, su discográfica (Big Machine) le vendió a Scooter Braun las grabaciones de sus primeros seis álbumes: Taylor Swift (2006), Fearless (2008), Speak Now (2010), Red (2012), 1989 (2014) y Reputation (2017).
Esto implicó la pérdida del control de la explotación y distribución de su música. Por ejemplo, no tenía poder de decisión en el uso de sus canciones en películas, series, videojuegos.
El repudio público que sufrió y el acuerdo comercial estaban ligados, ya que el primero surgió luego de que la cantante fuera acusada de mentirosa por Kanye West. Scooter Braun, quien ahora era dueño de su música, fue mánager del rapero desde 2016 a 2018.
Algo que tanto sus fanáticos como ella sostienen de manera constante es la composición casi que exclusiva de la artista. Es decir, no hay 20 compositores implicados en los créditos, como suele ocurrir en gran parte de los productos musicales mainstream.
Por lo que para Swift, esta venta no solo significaba ser despojada de su trabajo profesional, sino que también era un ataque personal.
Según ella, no pudo presentar sus canciones durante la premiación de los American Music Awards en 2019, como tampoco pudo utilizarlas en su documental Miss Americana (2020). "Quiero que mi música continúe viviendo. Quiero que esté en películas y comerciales. Pero solo lo quiero si yo soy la dueña", dijo en una entrevista a Billboard en 2019.
Se puede discutir largo y tendido sobre el valor y la calidad del trabajo artístico de Taylor Swift. Pero no hay duda de que sabe manejar su marca personal. Aunque haya tenido que aprender a los golpes.
El anuncio de la regrabación de sus primeros seis álbumes trajo suspicacia. ¿Qué tanto éxito puede volver a tener un álbum que ya se lanzó? ¿Cuál es la gracia?
Hubo varios factores que aportaron a que funcione. Nuevamente, una base de fanáticos fiel. Por otro lado, el valor agregado de "vault tracks": canciones inéditas que grabó inicialmente para el álbum original, pero que no fueron lanzadas. Además, el merchandising que ofrecía desde llaveros hasta variaciones en colores del álbum físico, sea CD o vinilo.
¿Podría haber salido mal? Absolutamente. Pero fue un éxito en ventas. El término Taylor's Version —referente a las regrabaciones— trascendió en redes sociales y también contó con el apoyo del público. Grandes radios norteamericanas, como iHeart, solo utiliza las regrabaciones y todo producto audiovisual que utilice la música de la artista se rige por esta ley.
A su vez, que esto ocurriera con una artista masiva solo amplificó la discusión. Hoy hay más recursos para que artistas independientes puedan producir su música desde su propia casa. Cada vez es más común que los artistas tengan su propio sello discográfico. En la cadena trófica de la industria musical, el artista es el último eslabón en términos monetarios. Por más que en el caso particular de Taylor Swift esto no signifique un problema trascendente.
La consagración de esta etapa llegó con The Eras Tour, cuyo leitmotiv fue el repaso de su trayectoria. Para ese entonces, era claro que las Taylor´s Version no solo enmendaron el daño. También aumentaron el potencial legado de Swift de cara al futuro.
"Decir que este es mi mayor sueño hecho realidad es ser bastante reservada al respecto", escribió hoy en su página web, en el marco del comunicado que anunciaba la compra de sus grabaciones originales.
Contrario a lo que se podría pensar, no fue en vano que haya decidido regrabar su catálogo. De no haberlo hecho, las originales no se habrían devaluado y otros seguirían llevándose el rédito por su trabajo. Ni que hablar de que vio el caos como una oportunidad. Una crisis derivó en consagración.
En una época en la que todo es branding y comunicación, si se trata de Taylor Swift se puede hablar casi tanto de música como de negocios. Si la segunda le quita validez a la primera es una discusión que no viene al caso hoy.
Por Sofía Durand Fernández
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