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Contenido creado por Agustina Lombardi
Cine
Adapt or die

Del “found footage” al “screenlife”: la evolución tecnológica del lenguaje cinematográfico

La película “Desconectada” recurre a las interfaces, pantallas y celulares como técnica narrativa para contar una historia de suspenso.

27.02.2023 14:37

Lectura: 7'

2023-02-27T14:37:00-03:00
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Por Nicolás Medina
nicomedav

En 1999 se estrenaba una de las mejores películas de terror jamás hechas —según quien suscribe—, que revolucionaría no solo el género, sino al cine per se por acompañar el cambio de siglo con un cambio en la forma de contar una historia. El proyecto Blair Witch recuperó algo que ya había sido propuesto en otras películas poco conocidas —como fue el caso de The McPherson Tape, de 1989— y explotó las posibilidades de las innovaciones tecnológicas en la industria audiovisual. Además, puso sobre la mesa un asunto no menor: cómo el espectador se relaciona con la historia al proponerle un punto de vista que lo posiciona en un lugar extremadamente incómodo, que dificulta que se sienta interpelado. Todo esto formalizaría la técnica —en muchos casos mal llamada “género”— conocida como metraje encontrado o found footage: la película se plantea a partir de material fílmico o digital que, teóricamente dentro de la ficción que propone el relato, no ha sido intervenido.

La técnica se popularizó y se estrenaron otras películas de found footage: la española REC (2007), que incorporaba zombies; Cloverfield (2008), para los amantes de los monstruos y la ciencia ficción; Creep (2014), que propuso un terror más psicológico; la primera entrega de Actividad paranormal (2007), que terminó siendo la gallina de los huevos de oro de la productora Blumhouse.

Los años pasaron y esto nunca volvió a tener el mismo efecto que en el 99. La técnica se agotó, el espectador comenzó a entender sus códigos y se acostumbró. El found footage perdió interés y, además, una de sus mayores fortalezas: la verosimilitud.

Hace unos pocos años, a algunos cineastas se les ocurrió dar una vuelta de tuerca que mantuviera la esencia del found footage, pero adaptando la técnica a la realidad de la era digital o postdigital. Así comenzaron a llegar las películas como Desconectada, que sustituyen el uso de cámaras movedizas manipuladas por un personaje dentro de la historia por el uso de interfaces, pantallas y ventanas de todo tipo, que se sienten contemporáneas, y, por ende, logran captar la atención de los espectadores de una manera más acorde a la época que vivimos. Open Windows (2014), del español nominado al Óscar Nacho Vigalondo, y protagonizada por Elijah Wood y Sasha Gray, fue de las primeras. Pero pasó sin pena ni gloria. En 2018 llegó Buscando…, de la mano de Aneesh Chaganty, quien, desde sus primeros trabajos en publicidades y cortometrajes, mostró cierto interés por explorar un storytelling que propusiera un punto de vista alternativo y un interés por las nuevas tecnologías y sus posibilidades narrativas. Formalizó la técnica conocida como screenlife, que se popularizaría aún más con la llegada de la película de terror Host (2020), concebida y filmada gracias a la pandemia, en la que un grupo de amigas realizan una sesión espiritista a través de una reunión de Zoom.

Google Glass: Seeds – Publicidad de Google dirigida por Aneesh Chaganty

Así llegamos a Desconectada, una película en la que June (Storm Reid), una joven de 18 años, deberá buscar a su madre que ha desaparecido durante un viaje a Colombia. Limitada por la distancia, las burocracias legales, con las horas contadas y muchas incógnitas, June recurrirá a una búsqueda cibernética, como buena hija de la generación Z. Aunque cada vez que la joven parece conseguir alguna pista, más secretos salen a la luz, y la harán cuestionarse su rol como hija y cuánto conoce a su madre realmente.

Foto: Desconectada

Foto: Desconectada

Cabe mencionar que, aunque no es condicionante, Desconectada es una secuela directa de Buscando…, o al menos un spin-off. Los acontecimientos de su predecesora realmente ocurrieron dentro del universo de la nueva película, pero se introducen de una manera metatextual. Por lo que sería interesante revisitar o encontrarse por primera vez con la película de 2018 antes de ir a la sala de cine a ver esta “secuela espiritual”. Sin embargo, esta película no la dirige Aneesh Chaganty, sino la dupla de Nicholas D. Johnson y Will Merrick.

Esencialmente, la puesta en escena de Desaparecida es igual a la de su predecesora. Recurre al screenlife pero actualiza los recursos de una manera que asusta, ya que expone todo lo que podemos llegar a hacer si realmente dimensionáramos las posibilidades que tienen Google, nuestros celulares y smartwatches. Aunque, es posible que esta afirmación esté hecha desde un lugar totalmente tercermundista, el mismo que la película se encarga de destacar en el momento en que la protagonista debe descargar una extraña aplicación, que se llama WhatsApp, para comunicarse con Colombia. O también puede ser que, al igual que en Buscando…, los personajes del universo cinematográfico del aficionado por las pantallas y los giros de tuerca hayan desbloqueado toda su capacidad cerebral para usar todos los gadgets que, convenientemente, son puestos en el guion y en la pantalla (en todo sentido).

La búsqueda de June y la exposición sobreestimulada que recibimos a la cantidad de información que se encuentra a simple vista en los monitores —también en pestañas en segundo plano o incluso fuera de campo, oculta por una segunda o tercera ventana— no es colocada de manera aleatoria. Mientras más se explora el cuadro de la película, más teorías surgen. Por momentos, el thriller se volverá un clásico caso de whodunit, en el que el espectador intentará buscar al culpable con las mismas ventajas y desventajas que la protagonista. Y, además, todo esto se da de una manera orgánica que, aunque por momentos roza lo inverosímil, llevará a la película a situaciones ridículamente divertidas. A problemas de batería, generaciones adultas intentando entender cómo funciona Instagram o a completar un captcha —esos en los que hay que reconocer una imagen para confirmar que no somos un robot—.

Foto: Desconectada

Foto: Desconectada

Hay un uso del lenguaje cinematográfico clásico que hace que Desconectada no busque inventar la pólvora, sino consolidar una técnica que, seguramente, abra paso a unas cuantas franquicias o secuelas olvidables. A pesar de que la película sea contada mediante pantallas e interfaces —convenientemente siempre encendidas—, se utilizan distintos valores de planos, hay un gran énfasis en los detalles, para centrar la atención donde es necesaria, o cambios en el montaje, que acompañan los momentos más intensos de la película de una manera acertada y logra crear personajes con conflictos reales, que realmente importan.

Habrá quien vea Desconectada como una publicidad de Google, Apple, Netflix o Meta. También estará quien se sienta sobreestimulado por la cantidad agobiante de información. Pero, a fin de cuentas, se trata de una experiencia realmente disfrutable para quien esté buscando una película que lo haga pensar teorías, debatir, o simplemente quedarse boquiabierto ante puntos de giro intensos y absurdos. Si de generar reacciones se habla, esta película entregará muchas.

Desconectada se acaba de estrenar en cines (podés chequear todas las funciones en nuestra cartelera) y compite por la taquilla de la semana con otros estrenos importantes como son La ballena, el regreso a la pantalla de Brandan Fraser, o Tár, protagonizada por Cate Blanchett, ambos nominados a los Premios Óscar.

Por Nicolás Medina
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