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Cine
El perfume que lleva

Detrás de “El amor después del amor”, una serie sobre la superación del dolor

La biopic de Fito Páez no solo rememora su historia y éxito, también explora una narrativa humana: sobrellevar sufrimientos con luz y amor.

19.05.2023 14:02

Lectura: 12'

2023-05-19T14:02:00-03:00
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Por Agustina Lombardi

¿Por qué la serie sobre Fito Páez conmueve? Por su música, claro. Porque sus canciones son la banda sonora del Río de la Plata y más. Porque, para algunos, se asocian con la nostalgia del pasado, porque acompañaron el paso del tiempo. Pero también por algo mucho más simple y universal: El amor después del amor es una historia de superación.

En eso coinciden Iván Hochman, protagonista, Gonzalo Tobal y Felipe Gómez, directores de la serie, en la que se trata de una historia que “tiene mucho más que Fito”. Y eso lo lograron al construir una narrativa cinematográfica, una ficción que respetara y les fuera fiel a las memorias de Páez, a su visión de su historia. Esa fue la fórmula, cuentan.

Páez ya lo había escrito en Infancia y juventud, su autobiografía, pero volvió a rememorar el pasado con detalles, como una “ametralladora” de palabras, frente a Tobal y Gómez. Anotaron todo en un cuaderno que después fue la biblia al momento de dirigir y tomar decisiones.

Con esa premisa, los directores se plantearon poner en escena a las figuras del rock argentino en su “época dorada”. Fabiana Cantilo, Charly García, Luis Alberto Spinetta, Juan Carlos Baglietto, los secundarios de esta serie.

Hochman, Tobal, Gómez y también Gaspar Offenhenden, el niño Fito en la serie, cuentan cómo fue construir la historia del músico argentino, su camino al éxito, pero también sobre cómo renacer ante las adversidades.

Gaspar Offenhenden. Foto: cortesía

Gaspar Offenhenden. Foto: cortesía

Detrás de escena

¿Cuál es el desafío de trabajar con personajes tan reconocibles por la audiencia?

Felipe Gómez (director): Era uno de los grandes desafíos de todo esto, un proyecto desde el inicio muy estimulante. Una oportunidad increíble para hacer, pero también muy atemorizante; había bastante presión porque sabíamos que era una responsabilidad grande representar a estos tipos en pantalla desde la ficción, y si no quedaba increíble y la gente no se lo creía de verdad, podía ser un horror. Parte de eso fue trabajar con un casting de caras no muy conocidas, para evitar la sensación de un actor que ya se conoce de varios personajes, para tener la sensación de que era la primera vez que se lo estaba viendo. 

¿Cuál fue la escena que más les costó hacer?

Gaspar Offenhenden (protagonista): La que Fito come el fruto, en Córdoba. Gonzalo y Felipe me dijeron que no podía respirar, que me costaba hablar, que tenía una alergia, entonces intenté llorar. Y justo en la primera toma me salió, pero era muy difícil porque me tenía que concentrar mucho. Esa fue mi última escena, entonces pude conectar con esa tristeza.

¿Cuándo empezaste a actuar? 

Empecé en marzo de 2021 porque me gustaban los actos escolares. Actos históricos, de San Martín o Belgrano. Me acuerdo de que en un acto de fin de año, en tercer grado, yo estaba actuando y tenía un diálogo gracioso, con eso terminaba todo. Y cuando lo dije, las mamás y los papás se morían de risa y ahí me di cuenta: esto está bueno. 

¿Y a vos, Iván, qué escena te desafió?

Iván Hochman (protagonista): Un desafío muy grande fue todo lo que aparece en el capítulo seis, la etapa más oscura, después del crimen. Era muy desafiante entrar en ese estado y sostenerlo, y recuperarlo para darle continuidad en otras escenas. Yo nunca había actuado en cine, entonces para mí era clave traer esa emoción, que fuera verdadera pero que fuera intensa, y que al mismo tiempo fuera sutil, no teatral. Eran muchas cosas para coordinar.

¿Cómo construiste al Fito joven considerando que hoy tiene otra imagen? Se lo ve tímido, aniñado. ¿Vos tenías esa imagen de él?

I.H.: Creo que hubo una apuesta por parte de todo el equipo para que ese Fito más conocido, fuera apareciendo. Al principio trabajamos algo mucho más cercano a mí, a mi esencia. Los chicos me pedían que no agrandara, que no imitara. Hubo un trabajo muy fuerte de no imitar por parte de todo el elenco, y creo que eso se ve. Cuando aparece lo similar, la imagen del artista es muy desde la escena, desde la actuación, desde lo que está sucediendo y las tensiones que se dan en esa escena, y no tanto de poner la forma primero y después decir el texto. Es una apuesta muy interesante porque el personaje se va desplegando frente a los ojos del espectador; Fito va creciendo y se vuelve el Fito que conocemos. Quizás en la vida real él era así cuando era chico, y también hablaba como lo vemos hoy. Pero nosotros apostamos a eso y fue apareciendo. 

Para lograr el acercamiento a Fito hiciste muchos sacrificios. Contás que no tomaste sol por alrededor de un año y que adelgazaste siete kilos. ¿Cómo vivís eso?

I.H.: A mí me encanta. Lo de bajar de peso fue una idea del equipo de dirección. Y cuando me lo dijeron dije: ¿cómo, si yo soy reflaco? ¿Cómo más? [risas].

F.G.: En un momento te dije que pararas porque ibas a desaparecer [risas].

I.H.: Antes de empezar eso fuimos a un nutricionista y vimos una dieta especial. No es que dejé de comer, sino que cambié la alimentación. Dejé de hacer acrobacia, dejé de andar en bici. Entonces también la masa muscular bajó, no es que me consumí. El sacrificio me encanta. No sé si le llamaría sacrificio, pero sí es una entrega, o compromiso con el trabajo. De los actores que más admiro, Joaquin Phoenix, Daniel Day Lewis, hacen transformaciones muy grandes y fuertes y para mí es admirable. No digo que mi transformación haya estado tan al palo, pero fue intentar hacer los mínimos gestos para que la experiencia sea lo más intensa y personal.

El carácter de la biopic

¿Qué pasó en los encuentros con Fito mientras terminaban de definir el guion?

Gonzalo Tobal (director): Estuvimos yendo a su casa casi un mes alrededor de cinco horas por día, sobre todo, con el objetivo de leer juntos los guiones cuando todavía había cosas que estaban en el tintero. Frenábamos cada cinco palabras si era necesario. También se iba todo por las ramas; se pasaba media hora contando algo sobre Charly, pero nos daba un montón de información sobre cómo intentar armar el personaje. Se volvían sesiones muy intensas, por momentos emocionantes, divertidas, donde nos contaban mil anécdotas que a nosotros nos servían mucho para dirigir después.

F.G.: Tuvo mucha generosidad y valentía en abrirse, en exponerse de una manera muy tremenda. Con Gonzalo vivimos momentos que eran de psicomagia, porque Fito nos leía la historia de su vida delante de él. Nosotros a veces le discutimos cosas de su propia vida y él tenía la amabilidad de respondernos y no matarnos [risas]. Pero, además de eso, hubo momentos en los que lloramos; pasamos momentos que después se transmiten en la serie.

G.O.: Fue una vivencia con cierta mística y, en todo el proceso que vino después, fue como nuestra biblia. Ante todos los quilombos, la clave era recordar lo que habíamos charlado con Fito. 

F.G.: Nos ayudó a tener un backstory para no solamente entender lo que se ve en la serie, sino, para saber por qué se ve eso y qué emoción queremos transmitir. 

Foto del rodaje de El amor después del amor. Cortesía.

Foto del rodaje de El amor después del amor. Cortesía.

El guion de la serie se basa en la autobiografía de Fito, en su memoria, que, además de acercar los recuerdos, a veces puede no ser tan fiable. ¿Consideraron este aspecto al momento de diseñar la dirección de la serie? 

F.G.: Por un lado, tuvimos que adaptar cuestiones que tenían que funcionar dentro de un arco narrativo y dramático para que se contara una historia. Pero, al margen de eso, de lo que Fito nos cuenta y escribió, en la serie hay un porcentaje extremadamente grande de cosas que están como sucedieron. Hay mucho diálogo que es real, como cuando se conocieron Fito y Fabi. Hay un nivel de cercanía con la realidad bastante grande. Lo que no está tiene que ver con el formato y la duración, porque hay cosas que están en el libro que me encantan pero que no lográbamos articular dentro del formato que es Netflix. 

G.T.: También teníamos en claro que la serie se contaba desde la memoria de Fito y desde su punto de vista, no hay una pretensión de objetividad. Pero sí tratamos de ser fieles a su recuerdo. Quizás otro protagonista recuerde la misma escena de otra manera, porque es lógico, a todos nos pasa, la memoria es falible. Nos enfrentamos al problema de hacer una serie de ocho capítulos, que tenía que tener una narrativa que pudiera llegar a una audiencia masiva. Todo el mundo sabe lo que estás haciendo cuando hacés una serie de estas características, no estás haciendo una obra experimental sobre la memoria. Y en ese sentido intentamos articular la memoria de Fito, manteniendo esa verdad o la fidelidad de ese recuerdo, con la narrativa. 

G.T.: Había una especie de negociación con él. Por ejemplo, pienso en el final del capítulo uno, el diálogo que decía Charly era otro. A Fito no le gustaba y tenía razón porque era pedorro. Él mismo, buscando en su memoria, pensó: Charly no decía una palabra sin ser irónico, sin ser un patafísico, un personaje que siempre tiene una salida inesperada. Y surgió: “El flaquito narigón del teclado, me está copiando”. Eso estuvo buenísimo porque es dramático, narrativo y pudo haber sido real. 

A su vez, el proyecto les llegó a través de Juan Pablo Kolodziej, cuñado de Fito. Que la propuesta se originara desde ese lugar, ¿les hizo sentir presión para tomar decisiones? 

F.G.: El artista vigente podría no haber participado del proceso. Y que el artista esté presente sí genera una presión extra, pero la presión, igualmente, es por la responsabilidad que tenemos todos en contar la vida de estos artistas increíbles. No podíamos quedar mal de ninguna manera.

I.H.: Si fuera otra historia escrita tal cual fue, pero no por el autor ni desde su mirada, cuando llego yo, que no la viví, que no estuve ahí, voy a interpretar de una forma personal. Es imposible que, como artista, como actor, le ponga el cuerpo a algo y no lo haga propio. Y me parece que eso fue lo que hizo el equipo. Aunque los directores estuvieron totalmente en contacto con Fito y con su mirada, también contaron desde su propia forma. Sí estuvimos al servicio de una historia y, sobre todo, de la narrativa de una serie, para que funcione. La presión de interpretar estos personajes es verdad que existió y, en mi caso, era una pregunta casi artística: ¿cómo hago aparecer a Fito sin serlo?

¿Qué piensan sobre Fito después de haber hecho la serie? 

G.T.: No lo conocía mucho, un poco de su música, pero no sabía nada de su historia. No sabía bien cómo era su cara. Después, cuando me enteré de todo lo que le sucedió, vi que era algo impresionante. 

I.H.: Yo intenté acercarme mucho a la figura y a la obra de Fito desde el profesionalismo, intentando dejar afuera el fanatismo. Ni siquiera pude entablar esa idolatría cuando me metí a trabajar porque era un objeto de estudio. Eso me permitió ver y conocer toda la historia de una forma muy laboral. Sin embargo, había un montón de cosas que no sabía de él, que superaron y excedieron lo que sí sabía de su música, lo que sí idolatraba. Es toda la luz de la que se rodeó y que fue capaz de crear a partir de la oscuridad y el dolor. Cuando mataron a sus abuelas él tenía 23 años. Creo que eso es admirable y hermoso y, si fuera la historia de una persona desconocida, este relato se contaría igual: una historia que supera el dolor y la tragedia a través de la luz. Esta historia tiene mucho más que Fito. 

Después de haber participado en este proyecto, ¿qué piensan que significa Fito Páez culturalmente?

F.G.: Fito representa un artista clave en la historia de la música popular latinoamericana, pero con una impronta superpersonal, que tiene una mezcla de influencias increíbles y que, más allá de que surge en Argentina, es muy único. Eso es lo que me queda y me enorgullece: visibilizar lo más posible eso que tenemos que es muy lindo y especial y que une a muchas personas. Unir a tanta gente con este sentimiento en este momento en el que hay tanta polarización, no solo política, me parece que es muy lindo haberlo logrado. Poder contar que existe la posibilidad de salir adelante a través de la relación con personas que iluminan tu vida, me gusta mucho poder transmitirlo. Y también poder devolverles a ellos, a Fito, Charly, Luis, Fabi, Baglietto, todo lo que nos dieron. No existirían la mitad de las cosas que tenemos culturalmente. 

G.T.: Me parece que es un ídolo popular. De alguna manera, este movimiento tomó mucha fuerza por los 30 años de El amor después del amor, la serie le pone la frutilla a la torta. Termina de dejar clarísimo el porqué de sus éxitos. De hecho, por ahí, algo bueno de la serie es que le hace llegar la problemática de su vida a todo el mundo, porque sus hits forman parte de la memoria de casi todos. Canciones que le han puesto música a momentos emotivos en la vida de todos. Y esto termina de poner a Fito en el panteón absoluto de nuestros ídolos. Me sorprende el nivel de conexión popular que tuvo la serie, como algo que bordea lo futbolístico. Y creo que tiene que ver con estar en la memoria de todos, te guste más o menos. Me quedo con la suerte de haber podido ser parte de esto.

Por Agustina Lombardi