Por Jimena Bulgarelli | @jimebulgarelli
No hay mucha información sobre la vida de la enigmática Sibylle Baier. Nació en Alemania, supuestamente entre 1945 o 1955. Desde muy chica aprendió a tocar el piano y la guitarra, también le interesaba la pintura. Era más alborotada que tranquila, y antes de los 15 años sufrió un fuerte periodo de desánimo o depresión del que una amiga quiso sacarla, invitándola a recorrer Europa con ella. Así, juntas iniciaron un viaje propio de carretera haciendo autostop, llegando a Italia a través de Francia, pasando por Estrasburgo y Génova para volver a Alemania.
Este viaje liberador significó para Sibylle un fuerte cambio e impacto emocional, a tal punto que al llegar a su casa, inflamada de toda esa experiencia, compone una primera canción: "Remember The Day". En ella, cuenta una experiencia positiva que se mezcla con experiencias dolorosas. Lo hace de una manera tan melancólica que nos da la pauta de que la intérprete es realmente alguien desolada, que mira hacia atrás con anhelo y nostalgia.
Desde esta canción partirían todas las características que marcarían la escasa creación musical de Baier: una espontaneidad creativa envidiable, melodías que se tuercen inesperadamente como un árbol y rupturas quebradas de tiempos, compases y tonos. Fluye con naturalidad, como una poesía nata a lo Circe Maia, donde la sencillez es la regla. Con su voz suave mezclada con esas melodías entrecortadas, la canción llega al oyente como una daga, conectando con algo tan profundo como sencillo, el simple dolor de la existencia humana.
Todo iba muy rápido. Se casó y tuvo hijos apenas cumplidos sus 20 años. En la vida hogareña radicada en Stuttgart, encontró refugio escribiendo y componiendo por las noches, grabando en cintas de casetes mientras la familia dormía. Estas mismas circunstancias de grabación explican el sonido de las mismas: su canto bajo, quizá para no despertar a los niños, y la grabación en cinta, logran un ambiente cálido e íntimo, casi como un susurro al oído.
Esta intimidad no significa que resguardara sus composiciones de su círculo íntimo. También cantaba durante el día, en medio de sus obligaciones caseras. Pero sabemos que no han salido de ese círculo, no hasta mucho después, ya sea por falta de ambición, miedo, o simplemente desinterés por esa parte de la creación. Rechazó una oferta para grabarlas negándose a romper la intimidad que prodigaba. Ocurrió en el seno de la casa, mientras el marido de Sibylle, Hans Geißendörfer, hablaba por teléfono con un amigo, una preciosa casualidad.
El amigo escuchó una guitarra y una voz detrás de la conversación, preguntó a Hans sobre quién estaba cantando, y este le respondió que era su esposa. El amigo con quien Hans hablaba era, supuestamente, un personaje de cierta importancia en la industria musical, con contactos en sellos discográficos. La voz de Sibylle llegó a intrigarlo, y preguntó si sería posible desplazarse a Stuttgart para escucharla tocar. La respuesta fue afirmativa, y al día siguiente Sibylle Baier realizó lo más parecido a una audición que hizo en su vida. Al amigo del marido le intrigó tanto su música que le propuso grabar las canciones en un sello recién formado, Virgin Records, e incluso realizar una pequeña gira para promocionarlas. Pero como dije, la oferta fue rechazada por Baier.
Se refleja en su música esa intención de querer vivir una vida íntima y tranquila. Prefirió la vida hogareña y sacar adelante a la familia de otra manera. Una más convencional y sencilla como también más tranquila, para no convertir su música en otra cosa de lo que ya era: una forma de sobrellevar una existencia ya demasiado asfixiante y convulsa.
Poco después se mudo a Estados Unidos con su familia, en 1973. Se sabe que transportó las cintas en cajas, pero nunca más grabó nuevas canciones. Antes de irse repartió algunas grabaciones entre familiares y amigos. Entre esas amistades se encontraba el cineasta Wim Wenders, que por aquel momento ya había realizado algún que otro corto y alguna película. Sibylle, que antes de abandonar Alemania tuvo la oportunidad de hacer un pequeño papel en su película Alicia en las ciudades (1974), le entregó una de las cintas a Wenders.
Comenzó una nueva vida. Sin grabar composiciones, se dedicó a la vida familiar. Entre sus hijos estaba el mayor, Robby, nacido en Alemania. Alejado por sus padres de su país natal siendo muy pequeño, creció en Estados Unidos, sin recuerdos de Alemania, mientras las décadas pasaban y las cintas traídas de aquel lugar lejano juntaban polvo en un desván.
Tras la llegada del siglo XXI, Robby encuentra las cintas, las desempolva y las escucha. Cada cinta que pasaba, incrementaba su emoción. Arregla el sonido de las cintas y las pasa a CD. Espera al cumpleaños número 60 de su madre, convoca a una cantidad de amigos y familiares, y reparte entre ellos varias copias. Cuenta Robby que en un principio, su madre no pareció muy contenta por divulgar su intimidad entre conocidos.
Pero no eran sólo conocidos, también lo había escuchado un amigo de Robby, J. Mascis, famoso por ser miembro fundador, guitarrista, cantante y principal compositor del grupo Dinosaur Jr. quién, al escuchar el CD, queda sacudido emocionalmente. El músico se lleva el CD a las oficinas de Orange Twin, que tuvo un trabajo de restauración muy pequeño. En 2006 lanza las catorce canciones, en un álbum titulado Colour Green. Una foto color sepia de Sibylle joven en medio de un pastizal, agarrándose los codos y de ojos cerrados, aparece de portada.
Son canciones cotidianas acompañadas por una guitarra sencilla y una voz que, lejos de errante, es dulcísima. Convierte la cotidianeidad en toda una imagen melancólica, desde la llegada a su casa desde el trabajo, manejar el auto, llevar a los hijos al zoológico y dar de comer a los animales. Las canciones parecen ser recortes de una vida, contados con tanta humildad y nostalgia que esa ternura se vuelve apenas cortante. Ya no es como en la primera canción, "Remember That Day", en que la melancolía se basa en un tiempo perdido, sino que son pedazos de un presente real e inmediato.
El disco abre con "Tonight", de gran marca hogareña: ella llegando triste, del trabajo. Él le sirve una tostada con manteca, se sienta a su lado y le pregunta qué le pasa. Ella dice que su compañero la comprenderá. Termina la canción diciendo: “Me tomó suavemente del brazo, estuvo escuchando mis lágrimas hasta el amanecer”. No parece autocompadecerse, es una tristeza existencial humana que nace de una inmensa sensibilidad. Habla de un amor sencillo, que se basa en la empatía y en la convivencia.
Un dolor más intenso y sofocante aparece en "I Lost Something In The Hills", punteos de guitarra, letra cotidiana y una suave voz. En "The End" y "Softly", canciones que le siguen a las dos primeras, podemos alertar la repetición en los motivos poéticos y estribillos poco convencionales. En "Softly" repite la frase "my daughter my son” reiteradas veces, dejando que la voz cobre inflexiones que aumentan la emotividad.
"Remember The Day", canción inspirada en el ya mencionado viaje por Europa, que aunque hable de llegar a su casa cansada después del trabajo, lo menciona. Parece no tener estructura aparente ni sencilla como en los primeros títulos anteriores, sino que es una música sin carretera, como al aire, dejándose llevar en momentos de quietud. "Forget About", parece ser otra canción de amor cotidiano, así como en su vida lo quiso. Las canciones pasan y los chicos tristes, los amigos y el pensamiento de la tristeza como algo bello se acumulan. Las letras de las canciones están colmadas de nombres propios: Elliot, William, o Wim, sus amigos, y que nombran las canciones.
El disco tiene forma plácida, la melancolía es apacible, casi familiar. Canta del pasado agradeciendo, o sobre lo que ocurre en ese momento, y disfruta en calma.
El disco termina con "Give Me A Smile", parece ser su forma de entender el mundo: "No digas ni una palabra, solo dame tu sonrisa… deja lo mejor por decir", dice en algún confortable verso. Es un sonido que se deja hamacar solo, monótono, pero suave y envolvente.
¿Cómo serían estas canciones si todo hubiera ocurrido de otra manera, pero grabadas de una manera rústica, mínimamente editadas tiempo después, y luego publicadas? Tienen un sonido sincero, auténtico, y una fragilidad que no tiene como obstáculo el miedo. Sibylle tiene una emoción contenida en su voz que despierta y adormece.
Luego de este disco, la única canción publicada es "Let us Know", para la película Palermo Shooting, de Wim Wenders, en 2008. Además, su hijo le abrió un sitio web oficial, donde hay fotografías, videos, documentos de prensa, recortes de entrevistas de personajes que la nombraron como Kim Gordon, noticias, y un espacio para escribirle a Baier.
Sibylle apostó por su familia, con ambiciones, quizá dirán, más bien modestas. Nos deja la sensación de que todo tesoro será en algún momento descubierto, pero supongo que sería injusto por todo aquello que aún no conocemos.
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