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Contenido creado por Federica Bordaberry
Música
En nombre de Rulfo

Diles que no me maten: los mexicanos que se mueven por el krautrock y el rock psicodélico

Con tres discos ya editados, y un nacimiento en 2017, la banda ha logrado convertirse en una de las más disruptivas de su generación.

26.03.2024 10:59

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2024-03-26T10:59:00-03:00
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Por María Road

¡Diles que no me maten, Justino! Anda, vete a decirles eso. Que por caridad. Así diles. Diles que lo hagan por caridad.

Así comienza el cuento “Diles que no me maten”, del mexicano Juan Rulfo. Un cuento que se publicó, por primera vez en el sexto número de la revista América en agosto de 1951. Un cuento que, posteriormente, se incluiría en el conjunto de cuentos El llano en llamas (1953).

Juvencio Nava, un campesino que asesinó a otro hombre 35 años atrás, es detenido y será sacrificado. Le pide a su hijo, Justino, que interceda por él ante el coronel que lo detuvo, que pida y que ruege su perdón, para que no lo maten. Un cuento sobre la venganza y el arrepentimiento, que se ambienta en el México rural de comienzos del siglo XX.

En el México actual, de comienzos del siglo XXI, existe otro Diles que no me maten. Existe, en realidad, en Ciudad de México, el DF, uno de los tantos universos alternativos de América Latina.

Desde 2017 existe una banda bajo el mismo nombre del cuento de Rulfo. La conforman Jonás Derbez (voz), Gerardo Ponce (guitarra), Andrés Lupone (bajo), Raúl Ponce (batería y percusiones) y Jerónimo García (guitarra).

Diles que no me maten, una de las bandas más prometedoras y disruptivas de su generación: un EP debut que sembró sensación en internet, tres discos de estudio, un live en KEXP e incontables noches de acción y comunión en el submundo underground de su país.

“La banda fue fundada por los hermanos Gerardo y Raúl Ponce y formalmente empezó luego de 2017 cuando ya estábamos los cinco. Anteriormente, se trató de una búsqueda. También de ir encontrando amigos de amigos de amigos, también más del lado de la generación de mi hermano. Jonás era conocido de Raúl y así fue como lo conocimos. Nos fuimos conociendo tanto musicalmente como desde un lado más personal, lo que provocó una fundación bien interesante para el proyecto. Comenzamos a compartir mucho cómo vemos la música, cómo la escuchamos, qué es lo que nos permitía hacer, experimentar y explotar y, poco a poco, fuimos encontrando la dinámica entre los cinco”, señalan a LatidoBEAT, al respecto de los primeros pasos del conjunto en este recorrido.

Luego de la salida de un EP titulado “Cayó de su Gloria el Diablo” (2019), que recorrió exitosamente las profundidades de Bandcamp, en 2020 lanzan su disco debut Edificio. Con él lograron introducirse efectivamente en la escena alternativa mexicana y llamar la atención con su sonido espectral de raíces krautrock, psicodélicas e incluso post-punk.

“Al comenzar a tocar, como pasa con todas las bandas, se trataba de algo más para nuestros amigos. Hacíamos un concierto y rentábamos lugares muy padres e iban todos ellos y se sentía muy bien. Yo creo que los cuatro o cinco conciertos que llegamos a tocar anteriormente a la salida de Edificio llegaron a llamar la atención de la gente, pero no mucho, se trataba de algo de a veces. Una vez salido el disco, tuvimos mucha suerte en muchas cosas que se fueron acomodando de personas que iban corriendo el rumor”, dicen.

Su “productor, Hugo Quezada, era una persona bastante aclamada dentro de la música local, una especie de leyenda del underground. Él le decía a alguien ‘esta banda me gusta mucho’ y eso iba también esparciendo el rumor. Cuando salió el primer disco era realmente muy raro para lo que estaba sonando en ese momento. Tenía un poco de lo que estaba de moda en esa época, como el shoegaze pero era igualmente raro para ser de una banda mexicana en 2020 y eso se esparció muy rápido. El efecto en la gente tal vez era comentarse ‘escuché una banda que es rarísima’. Eso fue muy bonito porque no había mucha gente haciendo música de esa manera en ese momento y fue fácil llamar la atención del público”, comenta Jonás.

Agrega que “el primer disco lo sacamos los primeros meses de la pandemia y eso generó que, por el confinamiento, la gente tuviese más tiempo para escuchar el disco y lograr divulgarlo”.

Foto: Melissa Lunar

Foto: Melissa Lunar

“Muchos artistas que habían grabado sus discos antes del encierro tomaron la decisión de guardarlos y esperar a que acabara la pandemia para lanzarlos. Igualmente, nosotros no teníamos un camino muy claro hacia dónde ir y nos da la sensación de que lanzar ese disco fue una manera de acompañar a la gente en esos momentos de crisis global”, reflexiona, por su parte, Gerardo.

Al igual que ocurrió con el movimiento alternativo en los países de Sudamérica, paradójicamente, el covid-19 terminó trayendo un buen resultado para las bandas mexicanas. El público estaba hambriento de la experiencia de música en vivo luego de un año de encierro, lo que potenció el interés en las bandas locales ni bien se abrieron las puertas de los primeros recintos culturales.

Resaltan haber crecido de la mano de artistas y bandas hermanas como Mabe Fratti, The Americojones Experience, Mengers y Amor Muere, además de Unperro Andaluz y Demencia Infantil, los cuales incluso son de referencia para cualquier oyente que tenga un acercamiento musical al sonido de Diles que no me maten.

“Cuando terminaba el confinamiento estaba aún cerrada la frontera y no traían a muchas bandas de afuera. Y, al menos aquí en México, fue favorable para las bandas porque la gente estaba con muchas ganas de salir adonde sea y no había muchos conciertos internacionales. Eso hizo que fueran a conciertos locales”, explica Jerónimo.

En medio de un tiempo tumultuoso para todo el planeta, allá por octubre de 2021, cuando todavía oscilábamos entre la costumbre de permanecer encerrados y la libertad de salir a vivir nuevamente, la banda lanzó La vida de alguien más, su segundo disco de estudio. Este álbum se dota de aún más energía y densos pasajes experimentales, conformando una pieza única de post-rock y psicodelia que coquetea con la oscuridad.

Si tuviesen que marcar los aspectos que lo distinguen de su antecesor, Gerardo dice que “la diferencia entre ambos discos radica en el darnos cuenta con el segundo álbum de cómo trabajar con un productor y qué profundidad pudimos entonces alcanzar. Reflexionamos diferentes aspectos, como agregar el sintetizador, pensar en un orden mucho más padre del disco desde el principio… eso hizo entender una narrativa diferente para la producción del disco”.

“También algo muy importante con La vida de alguien más es que fue un disco que hicimos sabiendo que la gente lo iba a escuchar desde el primer día que saliera. Con Edificio ni esperábamos que lo escucharan, honestamente. Eso nos hizo comenzar a tomarnos las cosas menos a la ligera”, agrega Andrés.

Este segundo disco les brindó la experiencia de tocar por fuera de la Ciudad de México y notar, poco a poco, el impacto nacional de la banda. “Con La vida de alguien más comenzamos a viajar, no tan lejos de la ciudad, pero igualmente ya era salir a tocar a otros lugares. Nos impresionó mucho ver a gente de todas las ciudades a las que íbamos que se entusiasmaba con el proyecto”, dice.

Foto: Melissa Lunar

Foto: Melissa Lunar

“Fue muy loco ver a la gente que cantaba las canciones completas. Cuando fuimos por primera vez a Guadalajara fue increíble porque había bastante gente”, agrega Gerardo.

“A mí también me marcó mucho ir a Celaya. En esa ciudad estaban todos muy organizados como para hacer un concierto de una manera muy DIY. Fue genial encontrarte con personas que nunca hubieras conocido que estaban dispuestas a que vayas a su ciudad a tocar y te quedes a dormir en sus casas. Me sentía como si fuese de esa ciudad y ya conociera a todo el mundo y eso me cautivó”, recuerda Andrés.

Casi exactamente dos años después de la salida de La vida de alguien más llegó en octubre del 2023 el turno de Obrigaggi su tercer y último álbum de estudio en el que afirman, de alguna forma, volver a sus raíces mientras ahondan aún más las diferentes aristas del art-rock, el ambient e incluso el jazz-rock.

Sin embargo, a pesar de su reciente salida, no sienten que represente en su totalidad el presente de la banda y ya se encuentran pensando en lo que llevarán a cabo de aquí en adelante. “Seguimos impregnados de temas de ese disco, pero ahora ya tenemos varias canciones nuevas”, afirman.

“Siento que estamos en el proceso de seguir tocando esas canciones porque para nosotros ya no son tan nuevas, ya las teníamos hace casi dos años. Ahora estamos en el proceso de componer cosas nuevas, mostrarlas en vivo para ver qué tal funcionan. Ya estamos tratando de cambiar el main set”, explican. “Siempre que componemos cosas tardamos en grabarlas y, por eso, nos aburrimos un poco”, agregan.

Y comentan que, “gracias a la pandemia, se nos volteó el reloj. Siempre tocamos las canciones antes de grabar el disco como una manera de sellarlo. Luego hay canciones que sobreviven, pero a la mayoría siempre las tocamos antes de que salgan en plataformas”.

“En La vida de alguien más estábamos en esa etapa de la juventud de estar comenzando, ser ambicioso y tener ideas locas. En Obrigaggi no tenemos la prisa de buscar hacer algo revolucionario. Siento que es más maduro en todo sentido, tanto en música como letras, además de ser un disco totalmente calmo”, indica Andrés.

Foto: Melissa Lunar

Foto: Melissa Lunar

Edificio fue una especie de postal de como tocábamos en ese momento, La vida de alguien más se trató de jugar más con la producción y Obrigaggi fue una respuesta contraria a lo que hicimos con su antecesor. No abordamos la producción desde las posibilidades infinitas que tiene, sino volver a dar esa postal de lo que está sucediendo con nosotros. En lugar de ir con Hugo a su estudio y producir, nosotros llevamos nuestras máquinas y a un amigo que se llama Mateo y nos fuimos a una casa junto al río y fue mucho más distinto. Esta vez estábamos menos preocupados en que la gente fuera a escuchar el disco. Nos interesó más sacar el contenido sentimental y justo por eso este tercer disco no suena a otras cosas o referencias, sino que suena a sí mismo. A pesar de que técnicamente es más complejo es mucho menos ambicioso que el disco anterior”, concluye Raúl.

Ningún miembro de la banda visitó Argentina o Uruguay todavía, pero explican que les encantaría hacerlo y que tienen una relación especial estrictamente musical con ambas tierras. “Mucha música de esos dos países nos ha marcado mucho”, confiesan.

Al comenzar a enumerar los nombres de artistas de este lado del continente, que les sirven de inspiración, aparece inevitablemente Luis Alberto Spinetta: “En cualquier parte de Latinoamérica, escuchas Artaud y te encanta”.

También mencionan a la banda de culto argentina Dios e indican que es una gran referencia para ellos. En cuanto a actos más contemporáneos mencionan a Luca Bocci y también un gusto por la característica cumbia. “A mí realmente me gusta Nathy Peluso”, agrega Jonás.

Por María Road