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Contenido creado por Federica Bordaberry
Beat
It can never die

Dinamita Pereda y El Pionero: un romance con el rock and roll que tomó forma de santuario

El bar musical en Santa Mónica, cerca de José Ignacio, se convirtió en uno de los faros que afirman que el rock and roll no ha muerto.

04.01.2024 16:46

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2024-01-04T16:46:00-03:00
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Escriben Sofía Durand Fernández y Federica Bordaberry I @sofdurfer y @federicaborda

El primer pie se coloca sobre la arena. El segundo, también. Se camina unos pocos metros, en los que no se ve más que una pared de tablas de madera, que parece contener poco. El camino, o las huellas de quienes pasaron antes, indican una escalera también de madera, amplia, ancha.

Arriba de aquello y sobre pilotes aparece una terraza y una barra al aire libre. Un comienzo del lugar, entre José Ignacio y su laguna, a la altura de Santa Mónica en Punta del Este, que todavía no dice mucho. Se convertirá, en el correr de la noche, en un área que transitan los que fuman, los que conversan, los que buscan mover el cuello para ver estrellas en el cielo oscuro, casi negro.

En toda esa estructura de madera, de tablas de madera sin barnizar, hay una abertura. La preludia una mesa con una persona que mira las entradas o que, por el contrario, las vende. Se ingresa sin saber lo que hay del otro lado. Sin saber que espera, a quien entre, una de las pocas cuevas de rock and roll que permanecen como faro no solo del género musical, sino también del estilo de vida que eso implica, en Uruguay. Sí, en el Uruguay entero.

Aunque cueva tiene, por lo general, connotaciones distintas: bajo tierra, o underground, con paredes de cemento o de ladrillos, desprolijo, oscuro. El Pionero, un bar que no es de copas, pero sí de música y de cultura rockandrollera, es entonces un templo.

A la izquierda, una bolsa de boxeo y una imagen de Elvis Presley. Al fondo, una barra preparada para codear y mirar hacia adelante, donde se encuentra el escenario donde, en los últimos dos veranos, pasaron grandes como Bernard Fowler y el Zorrito Von Quintiero.

Foto: @pionerouy

Foto: @pionerouy

En el espacio, muchísimas mesas, también de madera. En las paredes, marcos con negativos de fotos famosísimas. El Pionero, por segunda vez, cuenta con una exhibición fotográfica de The Music Photo Gallery, una muestra de imágenes vintage y originales de fotógrafos del rock de la talla de Bob Gruen, Ebert Roberts, Chris Stein y Roberta Bayley.

Arriba, una especie de balcón que rodea todo el bar con más fotos, con más mesas, con más personas. Entre las pocas personas que están ahí presentes recién a las diez de la noche, en un país que acostumbra a salir tarde y más aún en verano, están el personal del bar, algunos asistentes, Matías Rada (hijo de Ruben Rada, guitarrista feroz, ahora selector musical) pasando música esa noche y Federico Pereda, “el Dinamita”.

El Dinamita, la persona que armó ese santuario que parece haber crecido, de pronto, de la arena. Como si lo hubieran regado con riffs, en vez de agua.

El Dinamita, el líder de la banda llamada El Dinamita y La Swing Factory. El que se sacó las ganas de tocar con Juanse, Charly García, Pity Álvarez, el Zorrito von Quinteiro, Bernard Fowler, entre decenas más. El que también tocó con uruguayos como Rada, los Fattoruso, Esteban Hirshfield, de Los Mockers, o Daniel Bertolone, de Días de Blues.

El que pisó lugares sagrados del rock and roll como Nueva York, Chicago o Nashville y tocó con locales de ahí. El que tocó en The House of Blue, un mítico recinto de Chicago, con Jimy Johnson, guitarrista de Albert King, Otis Rush o Eddie Clearwater.

El que, en 2016, ofició de traductor en la reunión que se dio en la casa de “Lobo” Núñez cuando Mick Jagger llegó de invitado a conocer la música uruguaya y sentir, desde muy adentro, el candombe.

El que, esa noche como cualquier otra, tiene puesto un jean negro, una camisa colorida o de leopardo, el que tiene el pelo que lo envuelve como un casco contra accidentes. El que tiene 25 guitarras.

El que, a pesar de tener música hecha en estudio, es un animal de escenario. De los solos de guitarra. Del rock de los 60 y los 70.

Se pide algo de beber, se toma asiento. Se espera entre charlas. Se escucha la prueba de sonido, si es temprano. Se espera a que vayan llegando varios personajes que subirán al escenario a detonar batería, guitarra, bajo, micrófonos. Esa noche, el primer sábado de enero, se verá tocar a eso de las dos de la mañana a la Masterband, la banda fija que reside en el Pionero, y al Zorrito y Los Gustocks.

Se vive, se respira, se llora rock and roll. Suena épico, falso, publicitario, pero es cierto.

Se entiende para algunos, se confirma para otros, que el rock and roll no es lo mismo que el rock. Que el primero tiene baile, que tiene roll. Que lo segundo es sensual, desfachatado, divertido. Que no es solo batería, guitarra eléctrica y bajo.

Foto: Javier Noceti

Foto: Javier Noceti

¿Cómo fue evolucionando la escena del rock and roll en Punta del Este? 

Un momento o una parte que no me tocó vivir, eran los 90. Cuando venían acá las estrellas del rock argentino, Pappo, Charly, Fito, Calamaro, todos a tocar en bolichitos y cositas descontracturadas, pero con mucha onda y zapada. Eso es históricamente lo que Punta del Este dio. Reductos, canutos donde pasaban cosas divertidas e interesantes. A mí me tocó vivir la última época de El Viejo Jack, siendo pendejo. Ahí vi un montón de cosas que estaban buenísimas, mucho rock and roll de bar. Gente tocando toda la noche e improvisando clásicos. Eso lo viví en La Punta y en El Viejo Jack de La Barra.

Después, con el tiempo, apareció una escena de electrónica enorme. Para mitad de los 2000, la música en vivo acá murió por un montón de tiempo. Después Medio Y Medio empezó a rescatar el show en vivo, bien producido, en Maldonado. Fuera de lo que podría ser un espectáculo en el Conrad o internacional, tal vez alguna cosa medio jazzera, no había shows que estuvieran bien producidos en Maldonado, había festivales. Supo estar el Punta Rock y cosas así, pero venues de música en vivo no había.

Ahora hace 11 años que vengo a medio y medio, vine invitado a tocar por primera vez con Jorge Drexler, he tocado con Juanse, el Zorrito, Fattoruso, Rada y Bernard Fowler. Se toma al Este de Maldonado como un centro más. Para mí era un circuito que no existía y se fue consolidando. Todo lo que era el rock, que podía ser Montevideo o los festivales del interior, ahora lo tenés en bandas populares que vienen a tocar, como el Cuarteto de Nos y Turf. No es un nicho, como era originariamente lo que podía pasar acá. Hay shows grandes. Ahora todo el mundo quiere venir a ser parte de la temporada. Estaría bueno que fuera más largo y durara más tiempo. Para mí faltan lugares en el Uruguay para música en vivo. La temporada se espera todo el año, pero hay infraestructura para hacer cosas.  

¿Cómo definirías al Pionero, el bar que armaste en Santa Mónica? ¿Qué esperas darle al rock con el Pionero?  
El Pionero intenta recobrar, y recobra con gusto y con ganas, la escena de lo que sería un club de blues, una taberna rockera, pero también incluye la fiesta, el funk y la electrónica. Pionero tiene la estética country, blues, rock, pero la verdad es que no creo que haya tanto público rockero en Punta del Este como para mantener tantos eventos de corrido.

La esencia y la impronta de Pionero es la música de raíz, estética y conceptualmente. En la mayoría de los shows que se van a producir, siempre es música con raíces fuertes. Música comercial no hay en el Pionero. Pero decidimos abrir la cancha para que pasen cosas de cualquier estilo, independiente del género de música. Tiene que ser buena música. Esa es la curaduría del Pionero. Con la bandera del rock and roll siempre, porque para los otros estilos hay muchos otros circuitos y para el rock and roll ha faltado un reducto así, por eso lo creamos.

Es un poco más descontracturado, se puede bailar la música en vivo, pero no estás en un megaconcierto. Estás en una íntima de 300 personas con un sonido más orgánico y directo. Estás cerca del artista. El ambiente es de bar cultural, no de bar de copas, donde hay arte en vivo todo el tiempo. Tenemos una muestra de fotos de la Music Photo Music Gallery. Este año inauguramos la segunda muestra. Tenemos un montón de fotos originales de fotógrafos de la época dorada del rock y un montón de material de Lennon, los Beatles, Blondie, los Ramones, los Sex Pistols, Tina Turner, Marley, Led Zeppelin. Cuando te hablo de cultura, te hablo de una muestra de fotografía con fotos que, por ahí las ves en internet, pero no ves los negativos originales. Eso le da un contenido al lugar más allá del show en sí que es lo importante.

Pionero es un ambiente donde se respira buena música, cultura, onda y un reducto donde pasan cosas mágicas. No es un lugar frío, ni para mucha gente. Es un ambiente acogedor dentro de lo cultural.  

Si pudieras elegir un show para hacer en Pionero, ¿cuál sería el show de tus sueños? 

Obviamente, Keith Richards solista en el Pionero.  

¿Qué te cambio vivir en Argentina? ¿Cómo se vive el rock allá? ¿Qué deberíamos aprender de ahí? 

Sin duda, Argentina es el país con más rock del mundo. Con el público más rockero del mundo y con uno de los públicos más melómanos del mundo. Por eso pasa lo que pasa en Argentina y están todos esos mega shows agotados. Viene desde Taylor Swift a Coldplay, pasando por la misma escala hacia los Ramones. Le pasó a todo el mundo que fue a Argentina.

Lo que si valoro mucho de Argentina es el gusto que tiene el público argentino por la música en vivo, sobre todo por el rock, la pasión que tiene todo el mundo para consumirlo. El comportamiento que tienen para salir a los bares, a la cultura, a los teatros, al cine, a la cancha. Eso se transmite directamente a la música en vivo. Tienen el mejor rock en español. El rock en español es argentino para mí. Es donde están un montón de los ídolos que yo tengo dentro de la música.

He tenido la posibilidad en ese tiempo en Argentina de tocar con muchos de esos músicos, como el bajista de Charly, que ha participado de esos discos de los que uno es fan. Como el Zorrito, como el Nico Raffetta, que grabó los discos de Pappo, y el Mono Fontana, que grabó todos los discos de Spinetta. Tener la posibilidad de tocar con ellos, de entender un poco más ese lenguaje, del que uno aprendió y se nutre.

El Uruguay tendría que aprender bastante del público, de cómo festejan a los artistas, como los quieren y los consumen. Por lo tanto, hay laburo y hay proyección para una carrera allá porque hay gente y mucho gusto por la música en vivo. Se traslada a todos los géneros, también al rock and roll, porque es un país muy rockero.

En Uruguay es mucho más difícil proyectar en el tiempo por cómo se comporta la gente, es mucho más conservadora. Quizá, no valora tanto a los artistas nacionales o a la música en general. Hay una actitud a la hora de consumir cultura que es salir, ir a los espectáculos. Te puede gustar una banda, pero si te quedas en tu casa y no le comprás una entrada o no los vas a ver ya es distinto que si salís a ver a la banda siempre.

En Argentina está esa costumbre de salir a ver música constantemente. Esa es una de las cosas que más se aprende y se disfruta allá. Es por eso por lo que los artistas crecen. Crecen porque tienen proyección, los consumen y hay mercado. También porque gusta el rock, sin duda.

Hay muchos argentinos que emigran a Uruguay en verano, ¿sentís que la movida uruguaya tiene algo para darle a los argentinos que vienen para acá? 

Un lugar como Maldonado, que es impresionante. En Uruguay siempre todo es un poco más boutique, más premium, porque todo es más chico y difícil de hacer, pero cuando sale hay una magia que sin duda gusta y envidia por la costa hermosa que tenemos.

Hay una magia en el aire de Maldonado y en verano, que la gente siempre viene a buscar en temporada. Como uruguayos queremos que ese circuito exista. Vinieron Babasónicos y Chano, viene todo el mundo y un día atrás del otro. Shows para gente que está ávida de ir. Aunque la escala sea un poco más chica que en Argentina, siempre hay un brillo en Maldonado en temporada que la gente busca y quiere estar.

¿Sentís que en Maldonado se está gestando una escena similar a la de San Francisco en los 70? 

Me parece que sí. No sé si San Francisco, pero hay una onda californiana en otra escala. Siento un parecido, salvando las distancias. California fue una usina interminable de música, arte y cultura. Lo siento así. Siento que hay algo en el aire, una pequeña psicodelia en la playa con la cultura, las grutas, el surf. Creo que puede llegar a crecer mucho más. Tengo fe en que se proyecte a algo más grande.

¿Cómo hacés para convivir el rol de músico y de dueño de un bar simultáneamente? 

Son parte de lo mismo. Estar en Uruguay te obliga a aprender de muchos rubros para poder sacar adelante tu propio rollo, tu movida, tu música, producir tus eventos, atender a tu gente. Terminás encontrando un nicho al que le gusta consumir lo que hacés y ese nicho lo estoy llevando hacia un lugar donde está mi visión ideal de mi lugar musical. Eso es el Pionero hoy, más allá de que yo puedo tocar en un montón de lugares, es un lugar donde está cuidada la magia de la música en vivo. Más allá de si el artista es reconocido o no, el lugar tiene una magia.

¿A dónde te gustaría llegar con Pionero? El punto álgido.

Me gustaría ser un motor de toda esa escena. Ser el lugar de referencia cultural en la zona de Maldonado hacia José Ignacio, que es la que creo que tiene más proyección de crecer de acá a 20 años.

¿Sentís que le escapaste a tu destino convirtiéndote en guitarrista?

Esa canción no es autobiográfica, pero, sí. Quizá, me forjé mi propio destino. Era lo que tenía que pasar. Sin duda que una vez que empecé a tocar la guitarra me di cuenta de que no quería hacer más nada. Eso me permite a mí, una persona libre y feliz, poder llevar a cabo lo que me gusta.

¿Cuántas guitarras tenés? 

Veinticinco.

Todo el mundo recuerda el solo que hiciste de “Love In Vain” en Vórterix, Buenos Aires, en el show de Bernard Fowler y muchos te compararon con Mick Taylor. ¿Te sentiste un Rolling Stone? 

Sin duda que invoqué al espíritu de Mick Taylor lo mejor que pude para rendir homenaje en lo que yo creo que es uno de los mejores solos de la historia del rock.

¿Qué se siente haber compartido ambiente con un coloso como Charly García? 

Uno lo tiene como vivencias de donde aprendés de esos ídolos y te quedás con un pedacito de energía, de un chiste, una mirada. Algún código en el escenario o pique en el piano o la guitarra que aprendés. Musicalmente, te puede mostrar algo que no terminabas de aprender y estando ahí ya es un tema, quizás, energético o espiritual, más que técnico. Me quedo con compartir un poco de espiritualidad y mística con esa gente, más allá de no ser miembro oficial de una banda. He tocado con gente grosa y esa gente enseña. Vas aprendiendo lo simple, pero la manera de hacerlo bien, de los que lo hacen hace tanto tiempo y están dispuestos a compartirlo.