Un asalto brutal. Un botín millonario. Y a continuación, una red de mentiras más profundas que salen a la luz a través de un intento de robo. Y en esta red de misterio, tanto la Policía como la prensa y los propios criminales intentan descifrar qué sucedió.
El misterio y la intriga condimentan esta historia de principio a fin, y esta gira en torno a temas trascendentales como la dignidad y la verdad. Temáticas que preocupan a su autor.
Edh Rodríguez es licenciado en Ciencias de la Educación, y transitó una niñez atravesada por los libros de aventuras. Nacido en Mercedes, pero radicado en Montevideo, vuelve al interior de manera constante a través de sus publicaciones. Escribe, asiduamente, relatos para el sitio web La Máquina de Contar. Además, colabora con reseñas de recitales, discos y libros en Cooltivarte.
¿Qué libro de otro autor/a te afectó de tal manera que te gustaría generar ese mismo efecto en tus lectores?
Al terminar el liceo di con El amor en los tiempos de cólera (1985) y no pude parar de leerlo. Lo terminé y volví a comenzarlo. Sencillamente no quería salir de ese mundo: así cinco veces seguidas en plenas vacaciones. Ese efecto de armar un mundo que los lectores puedan habitar es maravilloso.
Top 3 de libros que más regalaste/recomendaste.
Rayuela (1963) de Cortázar, El Quijote de Cervantes y Cuentos completos (1975), de Onetti.
¿Cuál es el sueño que más recordás?
Una vez, siendo niño, soñé que caía en una boca de tormenta a la que le faltaba la tapa. Terminaba en algo así como el centro de la Tierra, muy a lo Julio Verne. Ahí ocurrían un montón de aventuras, pero lo que recuerdo es el susto de la caída y el encanto con lo que encontraba. Más las sensaciones que lo visto.
Si pudieras coescribir un libro con cualquier autor/a, vivo o muerto, ¿con quién sería y por qué?
Con Cortázar. Básicamente porque me gustaría encontrar un lenguaje que incorpore músicas y sonoridades que me han marcado, y que van desde Sex Pistols a Led Zeppelin; sin olvidar el blues inglés, el jazz posterior al bebop y cierto ruido urbano contemporáneo. Me gustaría averiguar si puedo conjugar esa cadencia con la de cuentos como él.
¿Qué cosas nunca pueden estar separadas?
El chocolate y la menta, el jazz y el vino, el rock y la noche, el asado y la familia.

Foto: Federica Porciúncula
Si estuvieras en la Biblioteca Nacional de Uruguay y te pudieras robar un libro sin que nadie lo supiera, ¿cuál sería?
Una edición original de Cuentos de amor de locura y de muerte (1917). O de La casa inundada (1960), de Felisberto.
Contanos qué estás leyendo ahora.
Larvas (2025), de Tamara Silva Bernaschina, Caza y pesca (2025), de Santullo y La vida breve (1950), de Onetti.
¿En qué te gustaría reencarnar?
En un gato, sin duda.
El primer verso que te viene a la mente.
"Ya no quedan héroes, ya no se puede soñar", de la canción "Avril" de Los Estómagos, o
"If I could through myself / Set your spirit free, I'd lead your heart away / See you break, break away/ Into the light / And to the day", de la canción "Bad", de U2.
¿Qué libro prestaste de tu biblioteca y hasta el día de hoy no fue devuelto? ¿Y al revés??
Uno de Henry Giroux, Teoría y resistencia en educación (1983), y uno de Gary Larson, The Far Side Gallery (1982). Una belleza de sentido del humor y del absurdo. Y al revés, La guerra del fin del mundo (1981), de Vargas Llosa.
Como lector, ¿qué te gusta encontrar en un cuento?
Un mundo donde habitar. Que me meta dentro y no me suelte. Que me tenga atento.
Nacido para...
Viajar, leer, escuchar música.
Obligado a...
Laburar, para poder comprar libros y discos. A veces, pagar viajes.
Imaginá que tenés la oportunidad de escribir una secuela para cualquier libro clásico. ¿Qué libro elegirías continuar y qué dirección tomaría la historia en tu secuela?
El Quijote. Alonso Quijano, o tal vez Quesada, no muere. Ingresa en una jaula que es una máquina del tiempo y visita el siglo XX. Seguro se hace adicto a las grabaciones de Charlie Parker, los blues de Charley Patton y entiende la furia de Johnny Rotten. Aunque se ríe de los punkies de fotografía. Quiere retornar, pero no puede. Termina vagando por las calles empedradas de Montevideo, susurrando letras de Discépolo.
¿Qué escribirías en un muro? ¿Y en la pared de un baño??
En un muro, "la esperanza es lo último que perdimos". En un baño, "acá no está (la esperanza esa del muro frente al bar)".
¿Qué libro nunca te aburrís de releer?
Los partes de Don Menchaca (1985).
¿Por qué Un robo perfecto?
Porque como robo es una especie de comedia de Woody Allen, o de los hermanos Cohen. Fallido a más no poder. Y porque como siempre, lo que importa está en otra parte.

Foto: Federica Porciúncula
¿Cuánto tiempo te llevó escribir este libro, desde la concepción de la idea hasta la publicación final?
Un año entre la escritura, el armado de la estructura (donde Paola Menta fue crucial), la corrección que hizo Rodolfo Santullo y el llamado de Marce avisando que lo publicarían. Un año y medio extra entre ese llamado y la publicación.
¿En qué momento te sentiste más vivo?
Cada vez que me enamoré. Y cuando nacieron mis hijos.
Si tuvieras que describir tu libro en una sola frase, ¿cómo la formularías?
La dignidad, como la gramilla, nunca es exterminada. Porfía en nacer una y mil veces donde no la esperamos. La verdad es dada a quienes saben desconfiar y no temen preguntar. Y, como siempre, la vida continúa, sin aspavientos, un día a la vez.
Si de la noche a la mañana pudieras hablar de manera fluida cualquier idioma, ¿cuál sería y a qué lugar viajarías para probarlo?
Alemán, sin duda. Para recorrer la tierra de donde —dicen— llegó uno de mis bisabuelos.
Contanos sobre una lectura que haya tenido un impacto significativo en tu vida. ¿Qué libro fue y por qué fue tan importante para vos?
El Quijote. Me lo regalaron mis padrinos cuando cumplí 11. Recuerdo lo que me costó entrarle; ese español del siglo XVI era impenetrable. Recién a los 14 logré mandarme a pura disciplina, y lo disfruté todo el viaje. La segunda parte, con ellos mismos llegando a sitios donde su fama ya viajó a través de la novela. La amistad de Sansón Carrasco, que va dos veces a batirse a duelo con Don Quijote para hacerlo volver a la cordura. Sancho analfabeto llevando una carta escrita para una mujer analfabeta y componiendo una respuesta. Esas cosas me encantan. Durante años, cada vez que tuve que cuidar a mis viejos en sus internaciones, Don Quijote acompañó mi vigilia en el sillón de los acompañantes. Le tengo cariño.
Escribir para...
Salir de la hostilidad del mundo. Para zafar de la mediocridad y la repetición. Para seguir un personaje en su peripecia. Para experimentar el calor de Macondo, los fríos de Klondike, el desquicio de Horacio sentado en una tabla entre dos ventanas, la miseria de Linacero en su pensión. Cualquier mundo en el que te metas. Cuando pienso en que esos mundos están hechos de palabras, siento que estoy frente a algo tan grande como la humanidad.
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Fragmento de Un robo perfecto
El hard rock de la vieja escuela lo ayudaba a pensar. Nunca entendió una palabra de aquel griterío, pero sentía que la vida vibraba en sus venas cuando la distorsión y el machaque de la batería golpeaba en sus oídos.
La cabeza del Vasco intuía que algo parecido al folklore latía en aquel pulso intenso. Con dos vinos encima era capaz de argumentar que don Atahualpa era un metalero que acariciaba las cuerdas con dulzura porque para duro y heavy ya estaban las historias que relataban sus versos. Y que Zitarrosa, dueño de una voz de tierra, había necesitado cuatro guitarreros para arrimarse a la maestría del más argentino de los folkloristas. «Los dioses nunca lo dan todo a uno solo», solía repetirse.
«Las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas —pensó, revisando por enésima vez la lista de rechazos firmados por Aristimuño—. Las penas son de nosotros». Una centella atravesó su cerebro. Irigoytía se levantó como impulsado por una descarga eléctrica, tanto que cruzó la rambla sin mirar. Quince minutos después, ingresó a la oficina comercial y redacción de El Rionegrense:
—¿Las mortuorias desde 1980 a 1990? (90 - 91).

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