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Contenido creado por Federica Bordaberry
Beat
Vive y lucha

Editorial | El perfil periodístico, ese género insuficiente

El perfil periodístico es un género insuficiente. Sin embargo, vale la pena su tarea por su calidad informativa.

09.05.2022 13:32

Lectura: 6'

2022-05-09T13:32:00-03:00
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Hace unas semanas, apareció en Beat una entrevista en profundidad que recorre la vida de un personaje de relevancia cultural para el Uruguay. Este tipo de notas se hacen semanalmente en Beat. Incluso, antes de que este existiera. Llevan casi dos años.

Lo que sucedió, luego, fue que el entrevistado no se sintió identificado con el titular (generoso, por cierto) y lo dejó declarado en sus redes sociales cuando compartió la nota. Y está bien y es lógico. Es imposible resumir a una persona en 80 caracteres de titular. Ya, imagínese, es imposible resumirla en dos horas de preguntas.

A estas entrevistas, que tienen la intención de dejar en claro quién es una persona y cómo ha llegado hasta el lugar en el que está, les llamamos Personas. ¿Por qué? Porque no llegan a ser un perfil periodístico (aunque contamos con ese género también). Lo que sucede es que se trata de una visión entre lo que el personaje sabe, o cree que sabe, de sí mismo y el periodista que hace las preguntas.

El perfil periodístico es, por esencia, un género insuficiente. Lo es. Nunca cumplirá con su cometido que es entender quién, cómo y por qué alguien es como es. Aunque el valor detrás de todo esto es que, este mismo género, es una forma de comunicación y como tal refleja una manera de conocer el mundo, tanto para el lector como para el periodista.

En un libro llamado “Perfil periodístico, claves para caracterizar a las personas en la prensa”, de Belén de Rosendo Klecker, de 2010, aparece brevemente la historia de los perfiles periodísticos como género en la prensa.

Ella escribe:

“El perfil periodístico es una fórmula de éxito en la prensa ya desde la segunda mitad del Siglo XX: en el mundo latino como resultado de la natural evolución de la biografía periodística en prensa, que ya empezó a cultivarse en el XIX; en el mundo anglosajón a consecuencia de los perfiles escritos para la revista The New Yorker desde 1920, y cultivados intensamente en el contexto del Nuevo Periodismo. Un formato que se ha ido desarrollando y se ha utilizado en mayor o menor medida, también dependiendo de los recursos económicos de cada momento y publicación (el buen perfil es un género caro). Pero que se ha consolidado como una manera específica de informar. Y es que el lector encuentra en el periodismo biográfico pistas para entender su mundo, la vida y el comportamiento. Por eso el perfil le atrapa. Porque leer sobre personas es un deseo, casi una necesidad. Sale de lo más hondo”.

Eso: el lector encuentra en el periodismo biográfico pistas para entender su mundo. Un mundo, una realidad, que es fragmentada y que es completamente subjetiva (por lo menos cuando no hablamos de ciencia). Entonces, el género de perfil periodístico nos da pistas subjetivas para entender un mundo subjetivo.

Lo es, es un género insuficiente. Sin embargo, necesario, placentero y universal. Lo es, es universal siempre y cuando hable de la naturaleza humana, de eso que somos todos, desde lo particular.

Es que el perfil es eso, un texto donde se juntan, por lo menos, dos subjetividades. Eso, de forma explícita. Después están todas las subjetividades implícitas de cada lado. Según la Real Academia Española, de hecho, la palabra perfil se define como “postura en que no se deja ver sino una sola de las dos mitades laterales del cuerpo”.

El problema del perfil es, en realidad, un problema filosófico. Un problema que plantea la historia de la filosofía desde Platón hasta Kant y que se resume en el problema de ¿cómo conectar lo ideal y lo real?

Para el propio Immanuel Kant, el conocimiento proviene de nuestra construcción del mundo como un lugar sensible. Gracias a eso es que que podemos hacer predicciones y podemos construir puentes que no se caen. Podemos hacer que los relojes marquen la hora que es.

Después, vienen algunas personas y se preguntan (con toda razón), pero ¿es ese el mundo real?, ¿es ese el mundo más profundo? Kant responde (también con toda razón) que no puede responder a eso porque no puede quitarse los lentes. No puede conseguir ver el mundo sin su mente. No puede cortar con su subjetividad.

Entonces, el perfil escrito debe cumplir con la única misión que le queda: informar lectores y mostrarles a los protagonistas de la vida pública, para que los conozcan y puedan entender cómo moldearon el mundo en que ellos habitan.

Por definición académica de Rosendo Klecker, el perfil “es un tipo de texto en el que se cuenta quién es alguien de actualidad desde un enfoque periodístico”. El perfilista, en ese sentido, tiene el trabajo de acercarse a la persona y mirarla desde todos los ángulos que pueda. Debe tantearla, escucharla, preguntarle, contextualizarla. Debe disecarla y, luego, plasmar todo eso en un texto que justifique su interés informativo.

Lo que lo hace periodístico, lo que lo hace tener un lugar entre noticias que hablan sobre la realidad que nos rodea, es que represente a la persona tal y como es, no como él quiere ser o como el periodista quiere que sea. Si el personaje se siente identificado o no con el titular, es una cuestión secundaria. En última instancia, debería preguntársele por qué y agregarlo en el perfil. O en el Personas, como es el caso.

Sin embargo, ese titular (y la nota en su totalidad), no puede carecer de sensibilidad y profundidad. Debe conocer a la persona y respetarla, al mismo tiempo. Este titular, y todos los que hemos incorporado en Personas, lo hacen. O lo intentan.

Es que el escritor de perfiles (o de textos como Personas) tiene entre sus manos una materia tan delicada, que es la intimidad y la reputación de otro, que solo se puede esperar de él un poco más de exigencia en sus estrategias de escritura que a cualquier otro escritor.