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Música
Death or glory

Editorial | Nuestro vía crucis: somos la generación que los va a ver morir a todos

Difícil asumir el triste papel de ser testigos de la muerte de las glorias del rock. Pero también hay que celebrar que los pudimos vivir.

01.02.2023 13:10

Lectura: 8'

2023-02-01T13:10:00-03:00
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Por Manuel Serra

Esta editorial la tendría que haber escrito hace tiempo. Sin embargo, hasta ahora no había tenido la valentía. Y tampoco es que en este momento la tenga, pero siento un deber que me obliga a hacerlo. También una certeza cada vez más patente de que el tema que nos compete va a ser –lamentablemente– parte cotidiana de nuestra existencia más próxima. Aparte de que las últimas semanas fueron la demostración palpable de esto.

Estoy hablando de los pasajes a mejor vida –o no, porque qué existencias que llevaron– de los grandes íconos de esa religión que compartimos muchos llamada rock and roll. No es casualidad el uso del término clerical: porque así lo vivimos. Quienes somos iniciados en el culto lo sentimos de esa forma. Y creo que es parte de la naturaleza humana: poner en un panteón de adoración a ciertas personas es un símil a lo que hacían los griegos con sus dioses. Siempre de un punto de visto antropomórfico, claro está: a nuestra imagen y semejanza, con virtudes y defectos. Pero siempre muchos metros por arriba; en este caso, en el Olimpo de la música.

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19 de enero de 2023, 20:15, Montevideo.

Llego a mi casa después de una extensa jornada laboral, exhausto. Me tiro en el sillón dispuesto a mirar el techo y no pensar en nada. Me suena el celular, miro, es un mensaje de mi amigo Felipe Reyes. Observo mejor, un link a una nota de NME. Leo y no puedo creer: “David Crosby, a co-founding member of The Byrds and Crosby, Stills & Nash, has died at the age of 81”, dice el titular. Hago lo que cualquiera: le ruego a los dioses que sea una fake news, pero no. No solo era fehaciente, sino confirmado por otros medios. Desolación.

Si hay un artista que encarnó el alma del Laurel Canyon, ese fue Croz. No solo eso, el Washington Post escribió en su obituario –con mucho tino, creo– que fue quién “encarnó el espíritu de Woodstock”. Pero más que eso, su nombre, si uno se fija, aparece en todos los créditos de los discos cumbres de la década de los sesenta/setenta en las armonías. Es un lindo ejercicio para hacer. Y, por otro lado, su vida: adicto a la heroína, alcohólico, pendenciero, escapó de la policía en un jet privado desde Nueva York a San Francisco y después se refugió en un yate, se entregó, estuvo preso, amante de las armas. Es decir, una contradicción andante. Al menos, fisonómicamente, nadie diría que es un “hippie”. Y, sin embargo, lo era. Y quizá el que más.

Esa muerte me partió al medio. Armé la nota en su honor, para cumplir con la causa, y luego, cabizbajo, solo atiné a irme al bar amigo a tomarme un bourbon en su memoria. Qué golpe.

 28 de enero de 2023, 20:00, Cabo Polonio.

Día de playa, de escuchar música y de charlas con amigos. También de disfrutar el sol y de observar cómo la lluvia pasaba de largo. ¿Hasta cuándo? Pero ese ya es otro tema. Empieza a bajar el sol y me acogoto en el deck del rancho. Me dispongo a mirar el celular. ¿Para qué? Nuevamente, un mensaje anunciando otra muerte. Otra vez, una muerte de un rockero. Esta la de Tom Verlaine, más joven que Crosby. Más difícil de justificar en términos etarios. Pero sí: el legendario guitarrista, compositor y líder de Television no estaba más entre nosotros. Nuevamente, inesperado, y qué difícil de tragar.

Me armé un Bloody Mary a la carrera, la luna ya asomaba en el horizonte, como un paralelismo psicocósmico para la canción que iba a sonar. La eterna “Marque Moon” era de rigor y ya en la oscuridad fue el homenaje que había que hacer. No pude evitar pensar en Patti Smith tampoco. Una vez más la confirmación que los vamos a ver morir a todos. ¡A tu memoria, Tom!

11 de enero de 2023, 20:30, Montevideo.

Venía de vacaciones, me estaba reintegrando al trabajo de redacción y esperaba volver a un Montevideo en paz, estático. Luego del segundo día nuevamente en mi escritorio –qué placer estar entre los petates de uno–, estaba visitando a unos amigos que hacía tiempo que no nos veíamos. Estábamos de asado, tomando una cerveza, y poniéndonos al día. También escuchando música, claro está. No recuerdo qué. Me suena el celular. Llamada de mi padre. Ilusamente, respondí no esperando ninguna información de relevancia. Era nada más ni nada menos que la muerte de Jeff Beck. Okey…  

Le comento a mis compañeros de velada. Silencio. Rellenamos los vasos y brindamos. ¿Qué otra cosa se podía hacer? Bueno, poner su música, obviamente. A algunos les dolió más, a otros menos. Pero a todos nos golpeó. No sabíamos que iba a anteceder a la muerte como moscas de este primer mes del año 2023. Pero podemos ir al pasado.

28 de octubre de 2022, 15:00, redacción de Montevideo Portal y LatidoBEAT.

Un día normal de trabajo, incluso el ambiente estaba más distendido y alegre que de costumbre. Lo que no quiere decir que no siempre haya jolgorio laboral, pero esta vez lo recuerdo más exagerado. Veo que mi compañero Gerardo frunce el ceño. No es algo común. Me mira y me dice: “Tengo una mala noticia”. “Dispare”, respondo. Y ahí me cuenta que había fallecido “The Killer”. O, por llamarlo por su eminente nombre, Jerry Lee Lewis.

Foto: Klaus Hiltscher

Foto: Klaus Hiltscher

Ese sí, que era un golpe duro para el rock and roll. El último de sus creadores primigenios no estaba más con nosotros. El genio del piano y la escena de Memphis había subido al cielo. O bajado al infierno. Qué más da, seguro sus notas estarán rebotando por la eternidad contra las nubes o rebotando contra el azufre de la “parrilla perpetua” –este término se lo robamos a Sacheri, de su hermoso cuento “Me van a tener que disculpar”– del averno. En ese momento, no sabíamos lo que se venía, pero ya fue un golpe en el pecho, en la cara, en la vida. Sin dudas, se podría afirmar sin tapujo alguno: el fin de una era. Aunque con todas las anteriores, quizá se pueda asegurar lo mismo.

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Esta fue una selección arbitraria de fallecimientos. Podrían haberse elegido otras, pero una cuestión de cercanía temporal pudo ser el criterio a la hora de escribirlas. También de la importancia de estos nombres para el mundo de la música. El poner el día, la hora y el lugar donde un servidor se encontraba es, simplemente, una forma de dejar en claro que son de esas fechas… de las que implican eventos que uno recuerda toda su vida dónde se enteró. Por ejemplo, cuando las Torres Gemelas estaba en la escuela. Pero, volvamos a la música: evidentemente, a cada persona, algunas de estas muertes los puede haber sacudido de una forma diferente. Por los gustos personales, por las vivencias junto a la música de los artistas, por una identificación personal con alguno de ellos. Sin embargo, creo que la sumatoria también genera el dolor de la consciencia del via crucis que nos va a tocar vivir.

“Somos la generación que los va a ver morir a todos”, me repitió hasta el cansancio más de una vez mi amigo Markitos Motosierra en diferentes circunstancias. Y tiene toda la razón del mundo. Esa es la mochila que debemos cargar.

El día –más bien, la noche– de la muerte de Crosby estaba muy dolorido y la querida Laura de La Hacienda (Plaza Viejo Pancho) –le tengo un agradecimiento eterno– fue quién me consoló y desde la barra acompañó el dolor y entendió el proceso de duelo personal. También reflexionó una pregunta que no sé si tiene respuesta: “¿Qué vamos a hacer el día que se muera Keith Richards?”. La réplica fácil y complaciente es decir que Keef nunca va a morir. Pero todos sabemos que, lamentablemente, no va a ser así.

Mi conclusión es que sí, somos la generación que los va a ver morir a todos. Hay que prepararse. No obstante, también hay que celebrar que pudimos ser contemporáneos, de cierta forma, y que tuvimos la suerte de ver a algunos de ellos. Y cuando dejen este plano no queda otra que rendirles pleitesía y homenaje: tomarnos una copa en su honor y escucharlos. Y seguir poniendo sus discos. Por siempre. Para que sigan existiendo por la eternidad. ¡Dios los tenga en su gloria!

Por Manuel Serra