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Música
Un fantasma en la máquina

Eduardo Mateo y “La Mosca”: la vuelta de un disco imprescindible de la música uruguaya

La Máquina del Tiempo fue el proyecto más ambicioso del músico. En él se adentró en el tecno, la ciencia ficción y el transhumanismo.

14.11.2022 12:36

Lectura: 8'

2022-11-14T12:36:00-03:00
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Por Little Butterfly Records
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Escribe Andrés Torrón | @AndresTorron

Los caminos musicales de Eduardo Mateo abrieron varias vetas de lo que hoy consideramos música uruguaya, pero su obra no solo tiene el mérito de ser pionera: sigue dialogando con nosotros de muy diversas formas. Es algo cercano para las nuevas generaciones y está comenzando a ser apreciada por gente muy variada alrededor del mundo.

No hay un tiempo para escuchar a Mateo y tampoco hay un solo camino.

Uno de sus proyectos más ambiciosos y menos comprendidos en su momento, recientemente reeditado, es una buena muestra de esa atemporalidad y su multiplicidad de senderos.

El comienzo de la máquina

Eduardo Mateo comenzó a hablar de un proyecto llamado La Máquina del Tiempo alrededor de 1983. Nunca dio explicaciones claras de qué se trataba; como su conexión con lo que llamamos realidad cotidiana era más bien tenue, muchos lo tomaron como otro más de sus divagues. Pero, en 1984, la máquina se materializó en canciones que se presentaron en vivo.

El mismo año que el músico editó su maravilloso álbum Cuerpo y alma, se abocó a realizar un espectáculo que no tenía una sola canción de ese trabajo, con composiciones nuevas cuya temática letrística giraba en torno a los viajes espaciales, la relación entre humanos y máquinas y las paradojas de tiempo y espacio. Armó para la ocasión una banda soñada integrada por Jaime Roos, el Trío Travesía, Alberto Magnone, Gastón Contenti, Gustavo Echenique y Nego Haedo. Los ensayos fueron extensos y agotadores, según cuentan los participantes, y el espectáculo estaba pensado en detalle. Fue el recital más ambicioso de su carrera solista, pero salvo para los pocos que presenciaron alguna sus cuatro funciones —que vivieron una experiencia inolvidable—, no tuvo ninguna repercusión en el politizado ambiente del Uruguay de fines de la dictadura.

Esa encarnación de La Máquina del Tiempo no continuó viajando. Mateo no volvió a repetir el show y el intento de grabar un disco con esas canciones y esa banda quedó en la nada. Un año después, dio un recital solo con su guitarra (y un televisor encendido) llamado La Máquina del Tiempo 2, con canciones de la misma temática, pero con un repertorio renovado. Repitió ese formato con suerte dispar en boliches y festivales de canto popular (imaginen la reacción del público).

La máquina grabada

En 1987, La Máquina del Tiempo llegó finalmente al álbum, con el subtítulo Mal tiempo sobre Alchemia. Como otras veces, el proyecto fue casi un borrón y cuenta nueva, ya que las canciones eran en su mayoría distintas a las dos Máquinas en vivo. El encare musical fue también muy diferente. Mateo trabajó por primera vez con programaciones en un par de canciones, principalmente en la percusión, usando la máquina de ritmos E-mu Drumulator y metiéndose en búsquedas tímbricas mediante el uso de efectos de sonido como ecos y cámaras de reverberación. Tuvo que moderar mucho sus ambiciones, ya que contaba con poquísimas horas de grabación. El álbum terminó editándose solo en cassette, con menos canciones de las previstas y con temas que consideraba lejos de estar terminados. Al escucharlo hoy, podemos ver los bocetos de una obra inconclusa que tiene igualmente muchos puntos altos. Como en otros casos en la obra de Mateo, su música parece prefigurar movidas que se darían muchos años después: la canción “Romance de la luna”, por ejemplo, no quedaría fuera de lugar en una compilación de vaporwave, el estilo de música electrónica surgido dos décadas después.

Hubo un personaje fundamental en esta nueva etapa creativa de Mateo: el músico e ingeniero de sonido Hugo Jasa, quien grabó ese disco en el estudio La Batuta.

Gracias a su trabajo en publicidad, Jasa estaba familiarizado con los sintetizadores polifónicos y máquinas de ritmo que comenzaban a popularizarse en los años 80. Además, en esa misma época, estaba embarcado en la grabación de un álbum propio, pensado para una obra de danza, que experimentaba mucho con las tímbricas electrónicas, mezcladas con elementos orgánicos.

Para la segunda encarnación fonográfica de La máquina del tiempo, Mateo se alió con Jasa desde el inicio. Juntos idearon la tímbrica del álbum, trabajaron muchísimo los sonidos y experimentaron con programaciones y efectos. Tenían a su favor la posibilidad de usar el estudio La Batuta a deshoras, así que utilizaron mucho más tiempo del asignado inicialmente. Jasa además se puso el proyecto en sus hombros. De alguna manera, Estados de ánimo, el álbum que editaría en 1990, y este disco de Mateo están hermanados.

A fines de 1989, se editó finalmente La mosca, subtítulo de la segunda y ultima versión discográfica de La Máquina del Tiempo.

Fue un disco que alienó y fascinó en partes iguales a los entonces escasos incondicionales de Mateo. Era en parte comprensible: el músico admirado por su increíble swing, su talento como melodista, guitarrista rítmico y percusionista editaba un disco dominado por baterías digitales programadas, sintetizadores, sonido tecno, melodías robóticas y letras herméticas. La propia guitarra de Mateo, casi el único elemento “humano” del álbum, aparecía distorsionada por efectos extraños y se hacía muchas veces irreconocible.

Quienes se aventuraron en el viaje propuesto por Mateo tuvieron su recompensa. El álbum tiene canciones increíbles y momentos donde uno se siente realmente transportado a otra dimensión, por ejemplo, los más de diez minutos que duran las canciones “Carolina” y “Somos eras era”, unidas por sonidos marítimos y tic tacs hipnóticos.

La máquina entendida

Este fue el ultimo disco de Mateo, quien falleció cinco meses después de su edición.

La mosca continuó siendo un objeto extraño dentro de su discografía. Aun en medio de la profunda reapreciación local de su obra y de su descubrimiento internacional, era difícil para muchos asociar al autor de “Mejor me voy”, “Quién te viera” o “Cuerpo y alma” con este lado tecno con atisbos de ciencia ficción y poshumanismo.

Sin embargo, La mosca fue ganando su propio sitial de culto con un público que entró al universo mateístico a través de este disco. Tanto en Uruguay como en otras partes del mundo, el álbum despertó la admiración de DJ, gente vinculada a la música electrónica más experimental y productores de trap y hip hop. El interés y la fascinación que viene provocando la música uruguaya de los 80 en cierta audiencia internacional está también muy relacionada con este trabajo.

La mosca es una obra tremendamente original y única, pero conectada a la vez con su época, con el tiempo actual y con el futuro. Mateo habló en esas canciones de temas como las implicancias de la realidad virtual, la inteligencia artificial, la posibilidad de vivir en una simulación o la relatividad de los conceptos tiempo y espacio, ideas que ya eran temas de conversación hace 35 años, pero hoy son casi una realidad.

Las experimentaciones sonoras de La mosca están muy relacionadas con los años 80, pero también suenan totalmente actuales. En una época donde la música más masiva es cada vez menos orgánica en su concepción (manipulación artificial de la voz, diseño de sonido cien por ciento electrónico, beats sintéticos), la apuesta de La mosca puede sonar más cercana que en 1989.

Como es usual con Mateo, y más tratándose de La Máquina del Tiempo, hay conexiones casi sobrenaturales en ese sentido. Escuchen, por ejemplo, la canción “Cellular” de King Krule editada en 2020 y compárenla con “El trompo loco” de Mateo:

Insólitamente, La mosca es el único disco de Eduardo Mateo que no está en lo sitios oficiales de streaming. En Uruguay nunca se editó en CD (sí en Argentina, en 2006) y nunca había tenido una reedición en vinilo. Eso se acaba de subsanar con una bellísima edición de Little Butterfly Records, que cuenta además con un muy completo texto de Guilherme de Alencar Pinto, el autor del libro Razones locas, la biografía de Eduardo Mateo. El vinilo permite apreciar el disco en el formato en el cual fue creado y vuelve a darle un nuevo vuelo a La mosca y a la máquina del tiempo.

Mateo mezcló en forma muy particular elementos filosóficos científicos y espirituales en su proyecto más ambicioso. Nunca fue muy claro respecto a qué era en concreto esa máquina imaginaria o real. Pero en todas las entrevistas o en charlas con amigos siempre dejaba en claro que entre los objetivos de su máquina estaba el trascender el tiempo, descartar la posibilidad de envejecer y lograr cierto tipo de inmortalidad.

Era bastante lógico tomar esas declaraciones como delirios; sin embargo, es claro que esos objetivos se cumplieron: Mateo no está, pero su máquina musical trascendió el tiempo y sigue más joven que nunca.

Por Little Butterfly Records
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