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Contenido creado por Federica Bordaberry
Literatura
Revolucionario e implacable

El Gran Cuaderno, la revista en papel que reúne textos inéditos desde el otro lado del río

La revista literaria argentina va por su quinto número y continúa con la tradición de revistas que marcaron una generación.

06.05.2024 14:30

Lectura: 6'

2024-05-06T14:30:00-03:00
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Por Delfina Montagna | @delfi.montagna

“Es muy difícil respirar con la guillotina tan cerca del cuello”, dijo Mariana Enríquez hace poco, refiriéndose a la crisis de los medios de comunicación. Es un momento en el que apostar a la escritura es de locos. Apostar a la escritura en papel, todavía más. 

Había que ser revolucionario e implacable en la época en que Victoria Ocampo fundó la Revista Sur (junto a otros caprichos culturales como ser la primera en colgar una reproducción textil de Picasso en la pared e invitar a pasar unos días a Albert Camus). Hoy, hay que ser implacable para fundar una revista literaria como El Gran Cuaderno. 

“Nos dijeron que no íbamos a llegar ni a la segunda edición”, comentó Adriana Riva, una de las editoras de la revista, a LatidoBEAT, mientras entregaba el quinto número, editado en abril.

“Sur nos inspiró en la medida en que es una revista literaria que trascendió su época y le dio espacio a autores brillantes de su generación. Pero no más que eso. El planteo de El Gran Cuaderno es diferente. Para empezar, no hay grupos y el proyecto no está cruzado por lo ideológico. La idea es otra: es intentar abarcar a los autores contemporáneos, conocidos y desconocidos, de todos los países de Latinoamérica”, desarrolla.

Con el sentimiento de estar donde hay que estar y hacer lo que hay que hacer, las escritoras Natalia Rozenblum, Adriana Riva, Ana Navajas y el diseñador Santiago Goria volcaron todo su amor por la literatura en una revista que viene a cortar de seco el siempre fresco debate sobre el destino de la cultura que abre la aterradora era digital. 

Ana Navajas, Natalia Rozenblum y Adriana Riva. 

Ana Navajas, Natalia Rozenblum y Adriana Riva. 

“Llevábamos mucho tiempo con ganas de hacer algo vinculado a la literatura, pero no encontrábamos el proyecto que nos entusiasmase, hasta que dimos con El Gran Cuaderno. El concepto fue crear algo bello vinculado a la literatura, con lo que se pudiese interactuar. De ahí la necesidad de volver al papel, algo tangible que se puede intervenir, manipular, marcar”, dice Riva.

Entre todas sus concesiones a las manías y obsesiones de sus autores, el n°5 de El Gran Cuaderno tiene un cuento ruso reescrito de memoria por un autor chileno, un ensayo sobre el silencio y otro sobre el color naranja, una colección de fotos sobre violencia sexual superpuesta con dibujos tiernos e infantiles, una reflexión sobre lo inolvidable de Martín Kohan, un diario apócrifo de Truman Capote curado por María Negroni y otro en el que Camila Fabbri cuenta sobre osos que comen humanos, sobre sobrevivir a la infancia y a los padres abandónicos. Pero no se trata de nada de eso. 

Si en la tercera edición hay dos disertaciones sobre la luz (“Luz de apoyo” por Fabio Morábito y “El encierro luminoso” de Emily Dickinson), o en la quinta hay un par de merodeos sobre la memoria, son coincidencias de segundo orden frente al llamado del diálogo cultural. “No hacemos ediciones temáticas”, comentó Riva que, además de editora es autora del libro editado por Odelia, La Sal.

Combinando autores consagrados y desconocidos, ficción y no ficción, ilustración, fotografía y poesía, se cuece el festival químico de una escena literaria latinoamericana. “Es algo muy ambicioso, pero soñamos en que número a número podamos ir armando un gran mapa de la escena literaria y artística contemporánea”, instan sus creadoras. 

El verbo “escribir”, en sus diversas conjugaciones y temporalidades, aparece aproximadamente veintiséis veces. Gonzalo Maier, Nikólai Gógol, Camila Fabbri, Verónica Gerber Bicecci, Emilia Pardo Bazán, María Negroni, Truman Capote, Pablo Anadón, José María Brindisi, Marcelo Cohen, Albert Camus, John Cheever, Julio Verne, Clarice Lispector, Claire Keegan, Rodolfo Walsh, Alejandra Costamagna, Katherine Mansfield, Virginia Woolf, James Joyce, Sylvia Plath, J.D. Salinger, Ana Catania, Henry David Thoreau, Rebeca Solnit, Franz Kafka, Victoria Ocampo, Martín Kohan, Jorge Luis Borges y Ricardo Piglia son el total de nombres que escriben o son escritos.

En esta abundancia literaria objetiva, todas sus narraciones —innovadoras tanto en forma como en contenido—, todas sus excéntricas mezclas de formatos, son hilados por el amor a la escritura. Y, si bien es difícil decir de dónde proviene la magia de ese monstruo sagrado que es la literatura, El gran cuaderno se le acerca bastante. 

Su título, sus grandes márgenes, su testimonio de los autores hispanoamericanos y del mundo hacen a la cuestión de que escribir es siempre reescribir. En esa concesión, esa licencia, se abre el juego de esa moneda de doble cara que es leer y escribir. Ya lo dijo el cineasta Jim Jarmusch: si la autenticidad no tiene valor y la originalidad no existe, el robo de aquello que te hable directo al alma será siempre genuino. 

“Además de ser un guiño a la novela homónima de Agtosta Kristof (porque nos encanta), el nombre también alude a su tamaño de cuaderno escolar, a la transportabilidad, y, por supuesto, es una invitación a intervenirlo. Es lo que nosotras hacemos con los libros en papel y, en este caso, está especialmente diseñado para que se puedan tomar notas, agregar ideas y todo lo que los lectores tengan ganas de escribir”, agregan las creadoras. 

El límite entre la revista en papel y su huella digital está bastante establecido, casi como si no tuvieran más intercambio del estrictamente necesario. En su página web no hay más que los participantes de cada edición y algunas citas sueltas en su cuenta de Instagram. “Ponemos mucho énfasis en el papel, en la materialidad, es decir: lo contrario de la ubicuidad, que es algo que en un punto define a internet, todo está ahí. Nosotras, por el contrario, queremos difundir contenido único. No tanto por el misterio sino para que realmente valga la pena tomarse el trabajo de comprar una revista en papel y llevarla de acá para allá, para ir leyéndola en los ratos libres. Por eso el contenido de la revista es principalmente inédito, no se puede encontrar en otros lados”, desarrollan.

Además de la revista Sur, otras publicaciones culturales como Ciclo o Contraplano sirvieron de referencia para Goria, la mente detrás de este sistema visual conciso.  Un color principal, un primer número con una forma, el segundo con dos, y así sucesivamente. Agudas de intuiciones y sagaces en los resultados, Rozenblum, Riva y Navaja vuelcan su vocación por la belleza en sus diversas formas de plasmación artística y su necesidad de conocer, comprender y compartir sus descubrimientos.