Por Sebastián Chittadini
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Empezaban los años 70, conocidos como “la década del yo” por el apogeo del individualismo que imperaba en el mundo. Cuatro músicos ingleses anunciaban su separación como banda para seguir adelante como solistas. Unos meses antes, el mundo los había visto tocar juntos por última vez sobre una azotea londinense.
Por esos días, un fino futbolista argentino acababa de colgar los botines en Brasil y comenzaba su carrera como entrenador. Tres años antes, Los Beatles habían grabado el Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (1967), su obra más vanguardista. Tres años más tarde, César Luis Menotti, "El Flaco", plasmaría sobre una cancha al Huracán campeón del Metropolitano, la primera de sus obras cumbres.
Para el entrenador nacido en Rosario, un buen equipo era como una orquesta afinada. Eso era aquella representación romántica del fútbol a la que llevó a lo más alto del fútbol argentino en 1973. Posesión, toque, cuidado de la pelota y una permanente vocación ofensiva. Una sinfónica, según cuenta cualquiera que lo haya visto.
Menotti —nacido dos años antes que Lennon y Starr, cuatro antes que McCartney y cinco antes que Harrison— agrupó en Huracán a Miguel Brindisi, Carlos Babington, René Houseman y Omar Larrosa como abanderados de una revolución. Era una época propicia para romper paradigmas, en el ámbito que fuera. En tiempos en los que la influencia de Paul, John, George y Ringo todavía estaba fresca; el Flaco era un Beatle en toda regla. Por su influencia innovadora y creativa, incluso por la forma de vestir, la melena y las patillas, se convirtió en un elemento disruptivo en otra de las grandes pasiones populares del siglo veinte.
"El fútbol, como decía Borges de la literatura, es orden y aventura. Si sos demasiado ordenado, el equipo es aburrido, como la música misma. Si en una orquesta salís con un violín a jugar una aventura, que sería el solo, y no retornás al sonido de la orquesta, esa aventura perturba, molesta". No eran muchos los entrenadores capaces de definir al fútbol de una manera tan sensible, ni de convertirlo en una invitación constante a la imaginación y la fantasía. En plena era de la individualidad, hizo de la expresión colectiva una bandera. El fútbol se basaba en pequeñas sociedades, como la vida solo podía entenderse por medio de la charla, la amistad y la discusión sobre las formas y el contenido. Para Menotti, el fútbol era cultura y era un fenómeno social. Era un hecho político y también era arte.
La foto de época que fue portada de disco
En mayo de 1967, los Fab Four lanzaron mucho más que un LP. El Sgt. Pepper’s es un manifiesto de época, una pieza de arte moderno que retrató el clima que se vivía en el momento. La creatividad de los cuatro de Liverpool, la que acostumbran a mostrar los genios, los llevó a crear una banda alter ego. Algo parecido a lo que haría Menotti, creando a uno de los mejores equipos de la historia del fútbol argentino, el que implantó para siempre las famosas “Tres G”: ganar, gustar y golear.
La portada del Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band fue una idea original de Paul McCartney, que los Beatles encargaron a los artistas pop Peter Blake y Jann Haworth. Ahí aparecen los héroes de la banda, las figuras sin las que no se podría entender el siglo veinte, además de objetos y otros íconos. Cada uno de esos personajes fue tan importante para el grupo como para la cultura y contracultura de su tiempo. Un cambalache, como dice el tango.
Cada miembro del grupo sugirió a sus ídolos. Entre otros personajes que cambiaron la forma de ver el mundo; Harrison incluyó a algún gurú indio, Lennon a Oscar Wilde y Karl Marx, McCartney a Fred Astaire y William Burroughs, Starr solo dijo que lo que los otros eligieran estaría bien para él. La portada muestra a todos esos personajes alrededor de una tumba recién cavada. Un evento multitudinario en el que también estaban Marilyn Monroe, Muhammad Ali, Albert Einstein o Bob Dylan.
Ese mundo creado por Los Beatles era un reflejo de la realidad sociocultural de su tiempo. Como dijo el historiador Tony Judt, la banda estaba haciendo la revolución en directo. Su influencia abarcaba a la música, pero también a la cultura y a la sociedad en constante cambio.
Un réquiem para el que tocó con todos
César Luis Menotti y el disco Sgt. Pepper son innovación, impacto cultural y representación del espíritu de su tiempo. Son riqueza y diversidad cultural, custodio de una galería de personajes que influyeron y fueron influidos por ellos. Si se hiciera una portada similar para homenajear al Flaco, aparecería una galería de figuras históricas del fútbol y celebridades de otros ámbitos. Al final, como dice León Gieco en “Ojo con los Orozco”, “tocó con todos”.
Como futbolista, llegó a ser compañero de Alfredo Di Stéfano en un amistoso de la Selección argentina y a jugar con Pelé en el Santos. Como entrenador, cargó durante el resto de su vida con la cruz de haber dejado fuera del plantel campeón mundial de 1978 a Diego Armando Maradona, quien, sin embargo, lo marcaría siempre como su principal referente. También fue amigo de Johan Cruyff e influyó en que Pep Guardiola se decidiese por la dirección técnica. Ninguno de ellos faltaría en esa hipotética portada alrededor de su tumba.
Tampoco podrían faltar sus amigos de la música, Joan Manuel Serrat, Mercedes Sosa u Osvaldo Pugliese. Ni Astor Piazzolla, Aníbal Troilo o Paco de Lucía, quienes también lo subyugaban con su talento. Tal era su vínculo con la escena musical, que llevó a tocar a la concentración de la Selección argentina, a una semana de empezar el Mundial 78, a artistas como Luis Alberto Spinetta o Susana Rinaldi.
La literatura y el boxeo fueron otras disciplinas que lo fascinaron. Fue amigo de Roberto Fontanarrosa, lector de Mario Benedetti y de Jorge Luis Borges, con quien llegó a compartir una breve charla tras consagrarse campeón del mundo. Conoció los rings por tener un padre boxeador, admiró a Nicolino Locche, Carlos Monzón y Julio César Chávez.
Al igual que los Beatles, que duraron diez años, todos los títulos de Menotti llegaron en una década (1973-1983). Sin embargo, la influencia futbolística sobre sus pares se extendió mucho más allá de Guardiola. Antes, otros ex futbolistas argentinos como Jorge Valdano, Daniel Passarella, Guillermo Barros Schelotto, el alemán Jürgen Klinsmann y el colombiano Francisco Maturana, buscaron su bendición y sus consejos cuando se lanzaron a dirigir. También fue tesis para la antítesis de Carlos Salvador Bilardo y la síntesis de Lionel Scaloni. Y no solo fue futbolística su influencia sobre figuras destacadas: en los años noventa, fue uno de los primeros entrevistados de la periodista Marcela Mora y Araujo y marcó su carrera.
Formas de arte y legados que perduran
Como los trece temas que componen el Sgt. Pepper´s y su arte de tapa, Menotti llevó a cabo una revolución que supuso un antes y un después de equipos como el Huracán del 73, la Argentina del Mundial 78 o los juveniles del 79, que también fueron campeones del mundo.
Con los años, la reputación del Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band supo de vaivenes. Las modas, las consideraciones y apreciaciones son cíclicas como casi todo en la vida. Lo mismo le pasó a Menotti, que más allá de su continua influencia, supo de detractores que lo tildaron de charlatán o lo juzgaron solo por el éxito deportivo.
Sin embargo, los legados perduran en la forma en la que son apreciados. Al final, el arte es un elemento distintivo y a Menotti le gustaba decir que hay dos cosas más importantes que los títulos: el reconocimiento y el respeto. Y defendía esto con total pasión en un vestuario, en la mesa de un bar o en un congreso internacional.
Aquel Sargento Pepper alto, fino y pensante no dirige más su banda de corazones solitarios con su oratoria atrapante y su prédica romántica. Pero gozó del mayor privilegio al que pueda aspirar un ser humano: haber definido a su tiempo. En su caso, siempre convencido de que el fútbol es una maravillosa excusa para ser feliz.
Por Sebastián Chittadini
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