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Contenido creado por Federica Bordaberry
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La alta cultura

El arte es prescindible (o me cago en el arte)

“No puedo enojarme con mis pares por querer escapar a la marginalidad. No tengo la respuesta”.

10.05.2022 10:49

Lectura: 4'

2022-05-10T10:49:00-03:00
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Por Bruno Guerra
brunogdarriulat

El título que había pensado dista un poco del que finalmente es. Más que nada porque todavía quiero conservar, al menos por ahora, un perfil algo conciliador y mesurado, y por cuestiones obvias: no creo que mis editores aceptaran el título que pensé inicialmente. Con estas palabras ya podrán distinguir (al menos los más audaces), con qué titular pretendía iniciar mi irrupción en este medio, pero por si les quedaran dudas lo diré en el cuerpo con la esperanza de que, al no ser tan alevoso, pase el filo de la edición.

Estaba decidiendo entre dos: Me cago en el arte, para generar un impacto contundente en el lector (o un rechazo instantáneo) o Me cago en la poesía (y probablemente en el resto del arte). Este fue descartado de inmediato porque me recuerda a varias obras de teatro con nombres y subtítulos pretenciosos que parecen quedar en el aire, distando de su contenido y generando una ruptura incongruente entre título y la obra en sí. Todo me tiene, sinceramente, asqueado.

El arte es prescindible en un mundo bombardeado (en el amplio espectro de la palabra, literal y metafórico), y me refiero al arte para cultos (en el sentido antropológico y no clásico del término), con fines cultos y hecho para los cultos, mintiendo (y esta creo que es, en mí no tan humilde opinión, la peor parte) que es de libre acceso a todos y que se posa por todo lo alto, como si la poesía, la música y el arte plástico estuviera por encima de quién sabe qué deidad mundana.

En Montevideo (y esto se da solo en la capital salvo honrosísimas excepciones) el teatro es un acorazado, una endogamia de artistas para artistas.

Los músicos en general, esclavizados por algunos bares, pubs o como quieran llamarles, pagan para tocar o tocan cobrando al sobre, sin recibir un cubierto artístico. El hecho artístico aquí no es más que un atractivo, una vitrina para atraer consumidores para el bar de turno.

Ahora que lo pienso podría haber jugado con El arte del consumo o El consumo del arte en el título, pero estoy algo indignado y prefiero no perder el foco a medida que avanzo en mi escritura, por lo que no voy a cambiar el título.

Jean Cocteau dijo: la poesía es imprescindible, pero no sé para qué. Esa duda, al final de la frase, es la que refuta en sí misma la primera aseveración: lo imprescindible de la poesía, de la literatura y del arte en general. Los artistas estamos al borde de la resistencia (si es que lo estamos) ante un mercado voraz. Olvidamos dar voz a los que no la tienen para expropiar movimientos de minorías, hacerlos nuestros y colaborar arrojando todo eso al agujero negro de este sistema que configura la rebeldía a su favor.

Y, cuando se les da voz a dichos movimientos, es desde el panfleto y la bajada de línea, lo cual se aleja completamente del arte y de un espectador que podría estar en búsqueda del pleno goce o la maravilla, y solo encuentra contenidos que se le parezcan sin interpretarlos. No hay ritual, ni transformación, solo una especie de regodeo en el barro de un morbo o una miseria conocida y repetida por doquier.

Nos volvemos creativos y peleamos contra un enemigo que nos gana al absorbernos, nos ponemos de su lado sin que lo sepamos porque de algo hay que vivir, ¿no?

Yo opino que vivir de producir como máquinas para poder comer, pagar el alquiler y tomar cerveza los fines de semana puede destruir el canon artístico por completo; pero, por otra parte, no puedo enojarme con mis pares por querer escapar a la marginalidad. No tengo la respuesta.

Quizá, esta fase del arte ha existido siempre.

Quizá, tengamos una oportunidad al volver a los movimientos más salvajes y que sacudan el tablero. Volver, no como plagio, sino casi como sátira, bajar del pedestal de lo que concebimos como “lo cultural”.

Una especie de apropiación de los medios de producción artísticos, de forma colaborativa. Escuchar y ser escuchados, sobre todo en un ambiente pos-pandemia donde estamos saliendo a recuperar el pan que no comimos.

Me invitaron a este medio a escribir narrativa y poemas, pero hoy, que veo mentes brillantes al borde del delirio prefiero darnos un cachetazo y me incluyo porque escribir aquí, fuera de una subversión, es un derecho de cultos para cultos.

Por Bruno Guerra
brunogdarriulat