Por Nicolás Medina
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Las adaptaciones literarias en el cine son casi tan viejas como el cine mismo, pero en las últimas décadas han tomado un giro particular, especialmente en Hollywood. Lo que antes podía considerarse un homenaje al material original, ahora se ha convertido en una fórmula segura para la taquilla: las franquicias pre-vendidas. Adaptaciones de libros, cómics y hasta videojuegos se han transformado en un modelo de negocio infalible, pero también repetitivo. Lo que resulta inquietante es que esta “enfermedad” —como no se puede evitar llamarla— no se quedó de este lado del Atlántico. Como todo virus bien adaptado, ha mutado y colonizado otros mercados, incluidos los europeos, con Francia como uno de los casos más recientes y llamativos.
Más allá de las adaptaciones, lo que define esta era es la obsesión por convertir cualquier obra en una megaproducción. Si se puede inflar, inflémosla. Si puede incluir efectos especiales de última generación, una banda sonora épica y una promoción multimillonaria, es un éxito asegurado antes de que alguien siquiera haya visto el tráiler. Y aunque este fenómeno no es nuevo (ya en los años cincuenta veíamos esto con películas como Ben-Hur o Cleopatra), lo que impresiona es la magnitud y la frecuencia con la que ocurre hoy.
En Francia, los últimos años han visto sus propios experimentos con esta fórmula, especialmente con el éxito de Los Tres Mosqueteros: D´Artagnan, y su continuación Los Tres Mosqueteros: Milady, ambas de 2023, escritas por Matthieu Delaporte y Alexandre de La Patellière. En ambos casos, se tomó el clásico de Alejandro Dumas y se le inyectó una buena dosis de espectacularidad para atraer al público contemporáneo. Ahora, los mismos guionistas dan un paso más allá, colocándose detrás de la cámara para adaptar otra obra emblemática de Dumas, El conde de Montecristo (1846). La película homónima se estrenó el pasado mayo fuera de competencia en el Festival de Cannes, con todos los ingredientes de una superproducción destinada a hacer ruido dentro y fuera de Europa.
El conde de Montecristo es uno de esos textos que parecen escritos para ser adaptados una y otra vez. Desde los comienzos del cine mudo hasta hoy, la novela ha inspirado versiones en múltiples formatos, géneros y en diferentes latitudes. Hemos tenido películas clásicas como la dirigida por Rowland V. Lee en 1934, la versión épica y algo kitsch de 2002 con Jim Caviezel y Guy Pearce, y hasta telenovelas, como la recordada “Montecristo” que fue un fenómeno en Uruguay y Argentina en los años 2000, protagonizada por Pablo Echarri, Paola Krum y Joaquín Furriel. La universalidad de la historia —con venganza, traiciones y redención como ejes centrales— hace que nunca pase de moda.
Este nuevo El conde de Montecristo, sin embargo, llega con un enfoque que combina fidelidad al espíritu de Dumas y un evidente guiño a las sensibilidades modernas.
Al igual que la obra original, esta adaptación sigue la vida de Edmond Dantès, un joven marino con un futuro prometedor, que ve su vida destrozada cuando es traicionado por su mejor amigo y encarcelado injustamente en el castillo de If. Durante años en prisión, descubre la verdad detrás de la conspiración y, con la ayuda del abate Faria, escapa para regresar como el misterioso conde de Montecristo. Con una inmensa fortuna y un plan meticuloso, busca vengarse de quienes lo arruinaron, mientras enfrenta el costo moral y emocional de su obsesión.
Decir que El conde de Montecristo es una megaproducción no es exagerado; es casi un acto de precisión contable. Con un presupuesto estimado en 42,9 millones de euros, la película se posiciona como el filme francés más caro de 2024. Un dato que, por sí solo, revela las intenciones de Matthieu Delaporte y Alexandre de La Patellière: no querían solo adaptar a Dumas, querían hacerlo a lo grande. Con más de 9 millones de entradas vendidas en Francia, donde se convirtió en la segunda película más taquillera del año, y una recaudación global que supera los 100 millones de dólares, está claro que la apuesta funcionó.
Detrás de este gigante se encuentran los pesos pesados de la producción francesa: Chapter 2 y Pathé Films lideraron el proyecto, con el respaldo de M6 Films, Fargo Films, Logical Content Ventures y Umedia. No fue un capricho, sino una maquinaria bien aceitada que comenzó a gestarse en noviembre de 2020, cuando Delaporte y de La Patellière anunciaron sus intenciones de llevar la obra al cine.
Y por supuesto, en un contexto donde la calidad de un blockbuster también se mide por su impacto en la temporada de premios, El conde de Montecristo no se quedó atrás. La película fue una de las cuatro preseleccionadas por el comité francés para competir como candidata a los Oscar en la categoría de Mejor Película Internacional por Francia. Puesto que finalmente ocupó Emilia Pérez, de Jacques Audiard.

El conde de Montecristo (2024)
El Montecristo que nos traen Delaporte y De La Patellière en esta nueva adaptación tiene mucho de la Francia de antaño, pero también de un cine que busca desesperadamente impresionar, como quien decora una torta hasta hacerla incomible. Sí, hay que admitir que es un espectáculo visual desbordante, lleno de suntuosos decorados, trajes que parecen bordados con hilos de oro y una partitura que se escucha más grande que la pantalla misma. Pero la pregunta queda flotando: ¿cuánto de esto realmente conecta con el corazón del relato de Dumas?
Lo que sí funciona, y hay que reconocerlo, es el motor de la venganza. Pierre Niney se mete en la piel de Edmond Dantès con una intensidad que desarma. Desde los primeros minutos, su ingenuidad juvenil cala hondo, lo suficiente para que el espectador sienta como propio cada revés que sufre. Encarcelado por traición (aunque, en realidad, traicionado por su mejor amigo), la transformación de Dantès en el cínico y calculador conde de Montecristo es el alma de esta versión. Niney maneja esa transición con una precisión casi quirúrgica: del joven idealista al hombre frío y calculador que nunca pierde del todo su humanidad.
Pero lo que termina por opacar esta historia de traiciones y redenciones es justamente su intento de ser más grande de lo necesario. Las casi tres horas de duración están repletas de momentos que parecen más pensados para el tráiler, que para la historia misma. Claro, es difícil no quedar boquiabierto ante las fastuosas fiestas del conde, con domos resplandecientes y mansiones que parecen templos al exceso. Pero entre tanto brillo, lo humano a veces se pierde.
La dirección de arte, eso sí, merece todos los elogios. Cada rincón, desde la húmeda celda de Château d’If hasta el salón más opulento de París, está diseñado con un detalle que raya en lo obsesivo. Es, en ese sentido, un festín para los ojos. La música, compuesta por Jérôme Rebotier, acompaña en la imagen.
En cuanto al reparto, además de Niney, destacan Anaïs Demoustier como Mercedes, atrapada entre su lealtad al hombre que creía muerto y su presente construido sobre mentiras.
Lo que queda, al final, es un Montecristo que deslumbra, pero no siempre conmueve. Una película que parece más interesada en construir un espectáculo que en entrar a las complejidades de una historia que, en el fondo, habla de justicia, de amor perdido y de redención. ¿Es disfrutable? Sin duda. ¿Es memorable? Quizás, pero no por las razones correctas.
En el Festival de Cannes, el pasado mayo, LatidoBEAT accedió a una entrevista exclusiva con la dupla detrás de la película.

Matthieu Delaporte y Alexandre de La Patellière
Obviamente el libro es un clásico, y ha sido adaptado muchas veces, ¿Qué pensaron que podían traer de nuevo o diferente y por qué hacerlo ahora en el 2024?
Matthieu Delaporte (M.P.): Primero creo que nosotros dos teníamos una relación muy personal con la obra, con el libro. Es una obra maestra y en ese sentido creo que es una novela que combina muchos géneros. No es un libro precisamente clásico, justamente porque tiene esta mezcla temática. Y creímos que sería posible hacer una película que fuera, justamente, una combinación de diferentes géneros cinematográficos. Cuando hablamos de esto sabíamos que este personaje, el personaje de Dantès, es también único, porque va de la luz a la oscuridad, de una manera muy fuerte. Y sentíamos que este tipo de evolución de personaje no había sido tratada en el cine tan radicalmente como lo es tratada en el libro de Dumas.
Entonces queríamos lograr hacer eso y llevar al espectador a través de esta travesía épica, para que quien vea la película pueda identificarse con el personaje y que también quiera tomar venganza al igual que Montecristo. Y entonces, que el espectador, cuando llegue tan lejos, se de cuenta de lo oscuro que es realmente el personaje una vez que se mire a sí mismo en el espejo.
Todos tenemos una imagen de Montecristo en nuestra cabeza, ya sea por el libro o por alguna de las películas que hemos visto. ¿Cuáles eran las características principales que querían que el personaje tuviera en esta película?
Alexandre de La Patellière (A.L.P.): Creo que lo más importante de nuestro trabajo y nuestra idea fue que queríamos que la historia pudiera ser vista desde el punto de vista de Edmond Dantès, de principio a fin. Porque incluso en el libro hay momentos donde la información llega de la mano de otros personajes, pero creímos que era mucho más interesante mantener el punto de vista de Edmond Dantès, porque es un personaje que toma varias identidades. Queríamos que Edmond Dantès estuviera presente sin importar que otro personaje estuviera tomando para sí mismo. En otras adaptaciones del libro se nota una segmentación más clara: en la primera parte está Edmond Dantès, y en la segunda está Montecristo. Pero por el contrario, queríamos que Dantès estuviera todo el tiempo detrás de la máscara, casi de una forma esquizofrénica.
M.P.: Porque al final es alguien que es devorado por la propia criatura que ha creado. Y queríamos que esta lucha fuera representada visualmente en la pantalla. Así que el punto clave era mantener a Dantès todo el tiempo.

El conde de Montecristo (2024)
No hay muchas duplas de directores actualmente. ¿Cómo hacen para trabajar juntos en algo tan grande? ¿Comparten visiones, se dividen tareas?
M.P.: En verdad en el set hacemos todo juntos, porque estamos muy acostumbrados a ello, trabajamos juntos hace veinte años y nos vemos todos los días así que hablamos, discutimos y diferimos, y luego nos convencemos el uno al otro. Esa es la manera en la que trabajamos. No creo que llegamos a un compromiso per se, porque no creo que el cine exista a través del compromiso mutuo. Pero nos las arreglamos para convencer al otro para trabajar con una misma voz en el set. Y hasta ahora ha funcionado.
¿Cómo fue el proceso de casting para Edmond Dantès y llegar a Pierre Niney?
M.P.: Pierre es como un camaleón. Puede desaparecer detrás o por debajo de un personaje. Tiene la habilidad de cambiar y ser multifacético, lo cual no es algo típicamente francés. Nosotros teníamos la sensación de que era alguien que podía interpretar a un joven en sus veintes, totalmente inocente, y luego a un hombre de cuarenta años que ha sido devorado por su oscuridad. Y en ese sentido es alguien que puede absorber lo que sea, al margen de la máscara, hay muchos hombres dentro de Pierre Niney, eso es lo que creíamos.
Se habla de la película como un gran blockbuster. ¿Cuál es su idea acerca de la repercusión internacional de la película? ¿Cómo la pensaron en términos de escala?
A.L.P.: Creo que Matthieu y yo entendimos hace mucho tiempo, como mucha gente pero no como toda realmente, que no es posible saber qué es lo que quiere la audiencia. Incluso si algunas personas intentan pensarlo, es muy difícil. No hay un algoritmo mágico. Pero teníamos la sensación de que en Europa, específicamente en Francia, el cine ha bajado los brazos si se trata de lo romanesco. Por mucho tiempo eso se le dejo a los anglosajones, pero incluso ellos se están dando por vencido al momento de hacer obras romanescas.
Como espectadores nosotros querríamos ver nuevamente películas con grandes sentimientos, mucho movimiento y de gran escala. Y aparte tenemos hijos adolescentes y es muy difícil encontrar películas que podamos sentarnos y ver junto con ellos. Así que teníamos este deseo como autores, pero también como espectadores, de ver nuevamente películas de este tipo en la pantalla grande. Respecto a la audiencia internacional, obviamente cuando haces una película esperas que sea vista en todo el mundo. Pero es algo bastante misterioso e impredecible.
Luego de su estreno fuera de competencia en el 77° Festival de Cannes en el pasado mes de mayo, "Le comte de Montecristo" fue estrenada en salas de cine francesas a fines de junio. Recorrió varios festivales de cine y llegó a algunas plataformas de streaming internacionales. Actualmente se encuentra en una difícil carrera a los Globos de Oro habiendo sido enviada para consideración por la distribuidora Samuel Goldwyn Films.
Por Nicolás Medina
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