Documento sin título
Contenido creado por Federica Bordaberry
Literatura
¿Escribimos?

El culo lleno de preguntas (parte II)

No somos tan importantes y nada de lo que hacemos interesa, a priori.

14.07.2022 11:51

Lectura: 5'

2022-07-14T11:51:00-03:00
Compartir en

Por Bruno Guerra
brunogdarriulat

¿Para qué escribimos?

Creo que esta pregunta no requiere demasiada vuelta de tuerca para ser contestada. La respuesta debería ser un enorme “porque sí”. Resaltado, subrayado y con todos los chirimbolos que crean necesarios. Si bien esto puede sonar algo perezoso, es un buen punto de partida para el tema de esta irrupción.

Hace tiempo que (primero como un chiste y, después, como deporte extremo), intento detectar algunas similitudes que nos construyan como grupo. Quiero dilucidar las inquietudes que nos atraviesan como generación y, aunque no he encontrado muchas, tengo la enorme sospecha de que hay algo más allá de lo que el don de mi ignorancia puede clasificar.

Cada tanto converso con el amigo de un amigo y, en su estupidez cotidiana, encuentro algunos terroríficos puntos en común. Este tipo me habla de fantasmas que lo atormentan, de exigencias imposibles de saciar, de catálogos e instrucciones de padecimientos conocidos, de una miseria, banal y solipsista, con la que aún no se ha amigado, pero que usa como carta de presentación, o como fetiche, escondiéndose tras un escudo de ironía inútil, pesado y fácil de destruir.

Este tipo, a veces, resulta demasiado denso, está claro, pero también es un recordatorio, una especie de ancla, al momento que nos toca atravesar.

Es imposible negar que en medio de una pandemia mundial nuestra forma de vincularnos (con la otredad y con nosotros mismos) ha sido modificada de manera brusca y que deja una huella de llantas en un recorrido arenoso hacía el autoconocimiento, hacia las inmensas preguntas que nos esperan en el mar de nuestras contradicciones y que solo a fuerza de pausa y reflexión podemos empezar a ordenar. En un mundo que parecía quieto, creo que es el aburrimiento, la repetición, la necesidad de desmesura y los gritos de alguien en un hospital psiquiátrico, que se hacen eco en todas partes, lo que nos presenta una “nueva” (entre comillas o entre unos enormes signos de interrogación), hoja en blanco donde empezar a dibujar palabras. Creo que más que deconstrucción, podemos alcanzar la propia destrucción y hacer borrón y cuenta nueva.

El mundo no necesita escritores. No se necesitan, tampoco, más actores, más directores, ni más películas, y aquí creo que se puede hallar un gran alivio: no somos tan importantes y nada de lo que hacemos interesa, a priori. Es decir, nadie debería leernos o prestarnos atención por el simple hecho de pensarnos artistas. Esto, al menos para el adolescente militante mercenario anti-pancartas que fui, significa la sepultura de todos los anhelos, pero para el adulto tardío que soy, es un nuevo panorama para la honestidad y la libertad de escribir lo que quiera sin esperar demasiado.

Para los que hacen esto para que su nombre aparezca en todas partes, para que lo reconozcan de manera individual, para los que quieren sacarse el cartel de cabecillas y hacer algo de plata, el camino está claro (y lo he tocado no tan lateralmente en la irrupción anterior), acaparar movimientos y voz de contestatarios. Para los que busquen hacerse lugar con algo más sensato, solo quedan las patadas y los alaridos simbólicos, intentando no caer en alguna de las mil trampas de la retórica o el autoengaño.

Aquello de que no somos nada ante la eternidad, era cierto, y creo que está en nosotros tomar la resignificación que nos han dejado y completarla, quiero decir, hacer de esto algo más digno. En esto encuentro la pregunta que a lo mejor nos atraviesa, ¿qué hacer cuando se es nada? La respuesta, una vez más, va a sonar vaga, pero no he encontrado otra posible. Cuando se es nada se puede hacer lo que se nos cante, puesto que nadie va a esperar demasiado.

Esto puede ser el preámbulo a la muerte de las expectativas que tanto nos agotan, y que hacen de nosotros una generación supuestamente quemada. Entonces como cenizas nos tocará quemar la iglesia socrática dominante, entregarnos al hedonismo y la ataraxia, al placer de uno por el mero placer del otro (parafraseando a Michel Onfray, a quien recomiendo leer), y hacer de nosotros no algo nuevo, sino algo reinventado.

De alguna manera, es cierto que todo está escrito, que poco hay que agregar. Probablemente, sea verdad que bastaba con Poe y con Kafka y hasta diría que también ha sido todo reescrito. Creo, mezclando el lamento y el cansancio con unas ganas tremenda de luchar que, ahora, en nuestro turno, podemos hacer de las palabras caminos más certeros entre las islas desiertas que somos.

Quería seguir haciendo chistes y cagándome en todo, pero encontré bastante triste a este amigo de un amigo y me di cuenta (de una forma terrible) que mis miserias no eran la gran cosa, y así pasé de nuevo a mi estado natural y al terreno de lo insignificante, que es donde mejor me las apaño. Él se quedó un rato charlando con nosotros y cuándo todos, pasados de noradrenalina, empezamos a hablar de nuestros logros y a relucir nuestras espantosas medallas, se aburrió y se fue, sin que nadie lo note.

Ojalá que por sentirnos aparte no nos creamos incomprendidos y especiales. Yo prefiero compartir mis dudas y mi pan con gente consciente de su fragilidad, de la nimiedad que nos rodea. De ellos es que aprendo todos los días.

Por Bruno Guerra
brunogdarriulat