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Contenido creado por Federica Bordaberry
Literatura
La paz nunca llega

El culo lleno de preguntas (parte IV): nunca se termina la broma infinita

Alguien, otro alguien, concatena pensamientos que cree que tienen sentido. Se ríe. La vida sigue. Todos nos vamos a morir.

28.07.2022 11:04

Lectura: 5'

2022-07-28T11:04:00-03:00
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La piedra vuelve a caer por el risco. Una actriz se acomoda la ropa y decide no volver a pisar un escenario. El amigo de un amigo toma todas las pastillas que encuentra en sus cajones. Alguien se desmaya entre sus libros. Una gurisa le escribe una canción a su novia. Un guacho amanece cagado a patadas en una seccional. Una vieja se da cuenta de que nunca se masturbó. Cuatro desgraciados, en distintas partes del mundo, pierden la fe a la mismo tiempo.

Mi mejor amigo de la infancia toma litio antes de desayunar. Una treintañera vomita en el baño de un antro que no conoce. Un viejo verde trata a los poetas de promiscuos, putos y faloperos. Un payaso eructa en un cumpleaños infantil. Mi primo y su novio nunca vieron un porro. Una quinceañera le dedica una vela a su abuela muerta. A alguien le descubren una vena obstruida por el tabaquismo. Tres tristes trasnochados despotrican contra un trans. Mi ex toma alprazolam para conciliar el sueño.

Una persona en un hotel tiembla por el miedo a los fantasmas. Un tipo con un traje que parece que le queda grande da una charla TED sobre sí mismo. A mí me cambia el humor saber que Suárez viene a Nacional. Un hombre detrás de un troll se hace el piola en los comentarios. Alguien pronuncia mal la palabra “podcast”. Mi madre vacía su ropero. Un adolescente corre y se imagina en un videoclip. Una escritora deja su novela por la mitad. Ninguno de mis tíos sabe lo que es un “trending topic”. Un pendejo que quiere ser youtuber le corta el pasto a los vecinos para comprarse un micrófono.

Un hombre con cara de cansado se sienta frente a la computadora y, como puede, intenta poner final a preguntas inútiles e imposibles de responder. Alguien se enoja por sus anacolutos. La piedra suena como un relámpago contra un container de basura. La policía encuentra un cuerpo que tardarán en reconocer. Alguien, otro alguien, concatena pensamientos que cree que tienen sentido. Se ríe. La vida sigue. Todos nos vamos a morir.

La paz nunca llega por estas latitudes.

La poesía, en sus expresiones más potentes y lúcidas, tiene siempre una conexión con lo salvaje. Es retrato del conflicto de lo apolino y lo dionisíaco. Del exceso en cualquiera de sus formas, incluso de la pasión por sí misma.

Fernando Peña, en un gran momento de coherencia, dijo que “la vida se trata de dosis”, algo en lo que no necesito pensar dos veces para suscribir.

“La noche es el espejo de los deformes”, dijo José Sbarra, y yo creo que la gracia es encontrar noche hasta en un vaso con agua, en la mugre iluminada por el sol del mediodía. La luz no siempre es agradable, muestra lo que escondemos.

El arte no es tan importante, me dije, solo que sí es importante. En alguna medida ha salvado a los artistas y, en esa exacta medida, es que nos hacemos eco con los gritos que provienen de los psiquiátricos. Intentamos replicarlos para que finalmente se escuchen. Los hacemos rebotar en todos los comité de base de una generación tildada de quemada y frágil. La misma que con dos fósforos hace del carbón un combustible.

Lo que escribimos, en algún punto, es un intento romántico por encontrar padecimientos parecidos. Un respiro de solemnidad ante un mundo que, de tan sesgado, se vuelve delirante, como una broma infinita a todos nuestros anhelos de posteridad y de coherencia. Si nada quedará tras nuestro paso, es momento de tomar las armas de la retórica, que ya fueron cargadas por nuestros antecesores.

Si el trajín de existir es representado por la labor de Sísifo, entonces el quéhacer artístico se parece al de Ícaro, pero un Ícaro quizás consciente de las consecuencias de su osadía. Uno que no se pone, ni siquiera, protector solar para salir disparado.

No digo con esto que uno tenga que sufrir para ser artista, al contrario, es algo de lo más gozoso y el estigma, ya muy derruido, flaco favor le hace a el arte. Sin embargo sé que la complejidad trae consigo ciertos tragos no del todo agradables. Para escribir hay que saber vivir a fondo (en el sentido alegórico y casi literal) y para pensar también.

La piedra es cargada por el risco. Unos duermen y otros se despiertan. No es el mismo día en todos lados. Un mozo le escupe la sopa a un terraplanista vestido con pamperos. El delivery se atrasa. Alguien de pocas luces putea a los pobres que tienen DirecTV. El culo nunca se vacía de preguntas. La broma infinita no terminará. Pero esta serie sí, porque el resto de las dudas que me atormentan son más de lo que puedo pronunciar.