Documento sin título
Contenido creado por Federica Bordaberry
Literatura
Tiempo de improvisar

El diván en el boliche: un jam que mezcla a Lacán con Tarantino y a la Academia con el pop

El "Jam de psicoanálisis, cine y literatura", una actividad que mezcla lo académico con la noche, vuelve en marzo a seguir creando.

28.02.2024 17:03

Lectura: 11'

2024-02-28T17:03:00-03:00
Compartir en

Por Rodrigo Bacigalupe 

Ooh, yeah

Well, alright

We're jammin'

I wanna jam it with you

We're jammin', jammin'

And I hope you like jammin' too”.

Bob Marley

Bruno Cancio. Uruguayo. En términos clásicos: un retor, un maestro de la retórica y la oratoria.

Es también psicólogo, profesor universitario, escritor y una suerte de performer del pensamiento que conjuga su faceta más académica con la deconstrucción de la misma.

En un ámbito de música y palabras, da rienda suelta a su saber y conocimiento, que no son la misma cosa, pero en él ramales de una carretera amplia.

Y, así, junto a la poeta uruguaya Regina Ramos, domadora del torrente de palabras que Cancio deja fluir, ponen en marcha —y en escena— un espacio que fascina a la gente y parece dejarla en trance.

Esta dupla, como dice el bolero, “cualquier día, cualquier hora y en cualquier lugar” puede llegar a juntarse para crear una suerte de cuerpo colectivo (muchas veces con un tercer integrante) que, emulando el discurrir del jazz, recuperan la esencia de la improvisación para crear su propia obra: un jam session de palabras.

Con su creación han logrado sacar el diván al boliche. Eso es el Jam de literatura, psicoanálisis y cine, una sesión de improvisación donde el público es partícipe, que lideran tanto Cancio como Ramos, con algunos poetas invitados.

Ese espacio en el que tiene lugar el espectáculo (sesión o la función), a priori, está abierto a la mudanza, a desplazarse hacia donde haga falta. Pero también tiene, sin embargo, un recinto físico habitual que no deja de ser simbólico, por ubicarse puertas afuera de la academia.

Literalmente, es afuera de la Facultad de Psicología, enfrente a dicha institución, en la otra vereda, en el Verde Bar, en la mítica calle Tristán Narvaja 1679.

Allí, generalmente los días jueves, en las primeras horas de la noche, estos dos profesores y escritores (Ramos es docente de Literatura) convocan, con una frecuencia que ronda lo mensual, a un público que, en un comienzo fue mayoritariamente universitario y hoy por hoy ya se ha expandido a miembros de todas las tribus de la sociedad montevideana.

¿En qué consiste este Jam de psicoanálisis, cine y literatura? En ocasiones, acompañados de la más que pertinente música de jazz, se toman recursos inspirados en diversas formas de improvisación popular combinadas con técnicas psicoanalíticas y literarias, como el célebre cadáver exquisito, por ejemplo.

Estos recursos, que dieron a conocer los poetas surrealistas, pero también los más virtuosos raperos de allá y de aquí, permiten que el público inaugure el acto performativo que el jam representa, proponiendo a los protagonistas tres palabras dichas al azar que ofician de bautismo del evento.

Esas palabras, en principio sin una conexión evidente, como si se tratase de una escritura automática llevada a la oralidad, permiten crear un espacio de reflexión y comunicación que no deja de tener un sustento teórico.

“La base de la escritura automática es la asociación libre, también característica del método psicoanalítico, que es la que utilizo para jamear. A partir de una de las palabras propuestas por el público comienzo a escuchar las asociaciones que me vienen a la mente, priorizando, obviamente, las que tengan que ver con el cine, la literatura y, por supuesto, el psicoanálisis”, explica Cancio a LatidoBEAT.

Pero, ¿cuándo y cómo surge la idea? Escenario de muchos comienzos, tiene su origen en ese lugar emblemático de la geografía costera del Este de nuestro país: la Barra de Valizas.

Corría el año 2018. Cuenta Cancio que “un tanto hastiado del ambiente psicoanalítico, en ocasiones con demasiada pompa y acartonamiento académico” sentía la necesidad de que algo cambiase a nivel de la comunicación en ese ámbito.

Sumado a eso, y considerando la devoción que Bruno tiene por el jazz, fue que se le ocurrió, aquel verano, la esencia del formato del Jam. A esto podemos agregar la participación que los protagonistas han tenido en algunas de las ediciones del slam de poesía organizado por Pabloski Pedrazzi, actividad que también ha ganado su lugar en la agenda cultural nacional.

La virtud de Cancio está en entretejer un discurso que, de forma casi chamánica, imanta (en un sentido místico como el de la propia etimología del término) a los espectadores, priorizando la construcción del relato que engancha, a la vez que hace pensar, seleccionando y reordenando esa trinidad de palabras de manera tal que trabajen en beneficio de su propia retórica hipnótica, la que en ocasiones suele hacer entrar en trance al propio orador.

Es allí cuando Ramos, su compañera y moderadora, que funciona también como báscula y termómetro del jam, interviene dando armonía y pausa al intenso ritmo de Cancio, quien sostiene, no obstante, que, a pesar de tener una participación mayoritaria a nivel de discurso, sin su partenaire “la jam no sería lo que es”.

Con respecto a la dinámica, uno de los ‘trucos’ que el protagonista revela es el siguiente:

“De las tres palabras iniciales (que tendrán que usarse en su totalidad), respondo utilizando la primera con la que tuve una asociación, mientras que, al mismo tiempo, hablando en freudiano, mi psiquismo tiene presente las otras dos y va trabajando, de manera que cuando termino con una continúo con las otras, lo que me ha permitido, hasta ahora, no haberme quedado nunca en blanco”.

Esas asociaciones libres que tienen lugar en el jam o, más bien, son el jam, se componen generalmente del amplio bagaje de erudición que los participantes poseen.

Cancio profundizó en relación a ese grupo de referentes y referencias, más o menos habituales, que están presentes en su puesta en movimiento: personajes convocados con asiduidad a ese acto de espiritismo cultural que combina lo académico con lo popular.

“Las referencias que más aparecen en mí a nivel de literatura podrían ser, por ejemplo, (Jorge Luis) Borges, que me gusta mucho y, además, es extremadamente rico. Últimamente ha aparecido bastante Irvine Welsh, el autor de Trainspoting (1993), (Julio) Cortázar —soy muy fan de la literatura argentina— y, dentro de la literatura uruguaya, los que han sido las vedettes son (Mario) Levrero y Felisberto Hernández. De hecho, en el caso de Levrero, él se analizaba y trabajaba a partir de sueños y de la propia concepción de inconsciente, por lo que muy fácilmente se entronca con una referencia útil para el jam. Luego, a nivel psicoanalítico, sin dudas el autor que más presencia tiene es (Jaques) Lacan, pero (Sigmund) Freud también aparece muchísimo, así como (Wilfred) Bion, Melanie Klein, Donald Winnicott, y también tienen lugar algunos psicoanalistas contemporáneos como Jean Alouch y Guy Le Gaufey, que son de los que a mí más me interesan. A nivel del cine, existen directores como Lars von Trier, (Michael) Haneke, (Quentin) Tarantino, Ingmar Bergman, (Pier Paolo) Pasolini. Todos estos nombres en sí, como referencias, también tienen que ver con lo psicoanalítico en tanto que si aparecen hay que escucharlos. Sin embargo, como hay un público fiel que asiste a casi todos los jams, trato de que no se repitan constantemente las alusiones a estos ‘amigos de la casa’. Siento la obligación de darles algo distinto, aun repitiéndose los mismos nombres, ya que es ese el objetivo de cada encuentro, que las personas se vayan con algo distinto en qué pensar”, dice.

Otra de las virtudes que puede mencionarse en relación al Jam session que Cancio, Ramos y compañía llevan adelante, es el hecho de poder ampliar el espectro del público no solo a aquellos que naturalmente por su profesión o vocación, o por sus intereses cotidianos, puedan sentirse atraídos por la temática y la propuesta.

Uno de los objetivos centrales radica en captar y llegar a un público que trascienda al habitual de Humanidades, Cine, Psicología, para romper con su discurso una dinámica en ocasiones elitista que, a priori, pudiera parecer pensada únicamente para dicho foro, ganando adeptos de todo tipo y color.

Para lograr tal fin, Cancio enfatiza la importancia del uso del lenguaje:

“Quiero que el Jam sea más como una cuestión de boliche en la que todo el mundo pueda venir a escuchar, ya que una de las características que tiene esta actividad es la de hablar con una jerga coloquial, explicando un concepto con un lenguaje de bar, y no hacerlo en lacaniano, para así poder romper con ese caretaje. Hay que bajar a tierra esas ideas que en ocasiones tienen una gran elaboración teórica y para eso sirven muchísimo el cine y la literatura. Yo uso esas referencias para ejemplificar una cuestión teórica, pero también el movimiento inverso, logrando que, por ejemplo, una escena de una película o de un libro cuestione o sacuda al psicoanálisis como disciplina, haciéndolo producir algo nuevo: el arte que modifica al psicoanálisis, que también puede enseñarle”.

La improvisación siempre requiere, para que sea efectiva, una gran solvencia y un sustento previo amplísimo a nivel de la propia disciplina que se convoca.

Incluso los artistas del free jazz, acaso el género más libre dentro de la música, también son conocedores, como nos lo explica Cancio, “de un enorme repertorio de progresiones armónicas”.

Así sucede con este Jam. Para poder fluir al momento de la improvisación, los protagonistas han dejado atrás muchísimas horas de estudio, lecturas, visionado de películas, así como han hecho a la música parte de su vida cotidiana. Precisamente es el jazz una de las aficiones más potentes en la vida del orador, quien ha confesado asistir, en ocasiones, a más de una sesión semanal en los distintos puntos de referencia de la capital.

Si bien la puesta en escena del Jam rompe la llamada cuarta pared imaginaria, porque permite participar al público y hacerlo partícipe del espectáculo, esto solo sucede a modo de puntapié inicial.

Según Cancio, “por ahora, nuestra idea es que el público mantenga ese lugar en el que oficia como disparador. Dado que la improvisación resulta más compleja de lo que podría pensarse, se hace difícil considerar la participación de los espectadores sin que esto pueda distorsionar la propia dinámica del Jam”.

Si bien la actividad suele discurrir en espacios cerrados por motivos relacionados con el audio y la amplificación, así como por un reparo ante las eventualidades climatológicas, también ha tenido momentos en los que el encuentro se ha realizado al aire libre, en el marco de actividades como La Noche de las Librerías, cuando la propuesta supo llevarse a espacios públicos como la Plaza del Entrevero (Plaza Fabini) logrando que mucha gente que pasase y se incorporara a la sesión.

Hechos como el anterior han llevado a los creadores del Jam a fantasear con nuevas propuestas, demostrando su intención de que la actividad, en tanto que creación artística e intelectual, funcione como un ser vivo en constante evolución. Una suerte de criatura. O creatura.

Para tal propósito, tanto Cancio como Ramos han debatido sobre diversas variantes o posibles incorporaciones a la estructura actual de su particular performance. Por ejemplo, propiciando, eventualmente, la presencia de un DJ como cuarto integrante (además del invitado de turno) que se sume a la pulsión improvisadora, ambientando la sesión con canciones que respondan a su propia asociación musical en relación a la temática que va surgiendo en el transcurso del encuentro.

De este modo, el Jam podría ser capaz de generar su propia y singular playlist. Su propia banda sonora. 

Y, así como el público es el encargado de proponer las tres palabras que dan la voz de ¡aura! al singular Jam session de psicoanálisis, cine y literatura, también será el encargado de hacer del evento una costumbre montevideana, de cultivar una tradición.