Por Federica Bordaberry
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Este libro se llama Teoría de la gravedad. Este libro se publicó por primera vez en 2019 bajo la editorial Libros del Asteroide. Este libro reúne una sección de columnas publicadas a lo largo de más de cinco años en el diario El País de España. Este libro lo escribió Leila Guerriero (Argentina, 1967), uno de los nombres más feroces del periodismo narrativo de América Latina.
En este libro, esa mujer se coloca a sí misma en el centro y escribe. Lo hace con precisión, con golpes, con belleza. Una vez, en una columna llamada Arbitraria escribió: “Sean suaves como un ala, igual de peligrosos”. Lo fue aquí. Aunque no habla de grandes tragedias, ni de dramas periodísticos, ni de cuestiones sociales injustas. En cambio, todo trata sobre su realidad, la cotidiana, sobre su ser persona en el mundo en el que creció (y aún crece).
En todas estas columnas, los finales son como un gran atardecer que termina de oscurecer todo.
“Vengo aquí. Saqueo mi vida. Ahí la tienen. ¿Para qué la quieren? Yo a veces la prendería fuego”.
“Nadie nos advierte, pero el infierno vive en nosotros bajo la forma de la indiferencia”.
“Habituarse a una hermosa risa humana, a un cuerpo vivo, cuesta muy poco. Dejar partir, en cambio -dominar el arte de perder-, cuesta la vida”.
“… y metí el hocico en la memoria como un caníbal que se devora a sí mismo. Encontré cadáveres”.
En definitiva, se trata de un conjunto de escritos que son un abanico de recuerdos, de reflexiones, se observaciones. Es, en parte, algo que Leila Guerriero dijo también en Arbitraria: “Pasen por las historias sin hacerles daño (sin hacerse daño)”. Pero ella, en varias ocasiones, está dañada. Muy dañada.
Son 96 columnas de casi idéntica extensión, unas 350 palabras cada una, donde Leila escribe sin consigna. Escribe sobre lo que quiere. Podría ser un diario íntimo y podría ser un autorretrato. Podría ser un espejo de ella misma y, hecho libro, de quienes lo lean. De todo aquello, de lo cotidiano, de la pluma de quien escribe, de sus ojos y de su sensibilidad, es que proviene todo este libro.
En todos estos textos, hay referencias constantes a versos que son como perlas.
“La uruguaya Idea Vilariño, dijo, mejor que nadie, peor que nunca: `Alguno de estos días se acabarán las bromas y todo eso / esa farsa / esa juguetería / las marionetas sucias / los payasos / habrán sido la vida´”.
“Este verso de Sharon Olds: ´Qué precisión se hubiera necesitado / para que los cuerpos volaran a toda velocidad por el cielo tanto tiempo sin lastimarse el uno al otro´”.
“Leí estos versos de Stella Díaz Varín, poeta chilena: ´No quiero / que mis muertos descansen en paz / tienen la obligación / de estar presentes´.
Pedro Mairal, también argentino, comenta en el prólogo que este no es un libro para olvidarse de uno mismo y flotar en destinos ajenos, sino un libro “para caer justo en el centro de nuestra propia existencia". En definitiva, es un libro sobre ser humano.
En algunos de los escritos hay referencias a sus padres. A su mamá que se muere, a su padre que lo aguanta, a un escritor con el que aprendió sus primeras armas, incluso a su abuela.
“Yo vi esa bestialidad. Yo sabía que a Dios no había que que agradecerle nada porque la enfermedad iba a enterrar a mi madre a puñetazos en un cuarto de hospital del que no volvería a salir nunca, y me pregunté entonces , y me pregunto ahora, qué clase de hombre hay que ser para ser el hombre que fue mi padre aquella tarde: un hombre que, mirando la soledad de miedo que empezaba a abrirse bajo sus pies, parado al borde de la última ceja del abismo, se tragaba su horror y decía: ´Aquí estoy, yo no te suelto´. ¿A qué dioses se habrá encomendado para no aullar, para no moler a golpes el cuarto, el hospital, el mundo, mientras el cuerpo de mi madre marchaba seguro hacia la muerte?”, escribe.
Leila Guerriero es periodista y editora y, además de escribir columnas como estas, publica en varios medios latinoamericanos y españoles. Recibió premios, decenas, y ya es autora de más de diez libros de no ficción. Ella no escribe ficción o, al menos, no la publica.
Ha escrito sobre la Guerra de las Malvinas, sobre un pianista excéntrico, sobre el festival de malambo en Argentina, sobre lo que vio en Cuba, sobre un pueblo con alto índice de suicidio, sobre Fito Páez, sobre la viuda de Juan Carlos Onetti, sobre Idea Vilariño. Sobre muchos temas y personas más.
En todos los textos escritos, está lo cotidiano de forma frágil.
“Aquí yo, otra vez, arrastrándome en el pantano de los rotos o flotando feliz entre la euforia de los vivos, idéntica a mí”.
“Supongo que creen que siempre tendrán afecto y que lo querrán. Vida y que la querrán. Días por delante y que los querrán. Supongo que creen que siempre sentirán el tirón del deseo, que siempre responderán con la caballería del entusiasmo.”
“Antes de que vacíen las alacenas, de que se lleven las especias, los fideos. Antes de que se terminen los días felices y las tardes de domingo. Antes de la última de las madrugadas. Antes del final de la angustia. Antes de que se acaben el sexo sin amor y el amor sin sexo. Antes de que la ropa se pudra en los placares”.
También hay otras cosas escritas, que podrían ser todas las cosas. Por ejemplo:
“Vivía encerrada dentro de mí como un animal, oculta y silente, aunque a los ojos de todos pareciera un demonio remitido desde su origen, un íncubo peligroso”.
“El olor del jabón y de las flores. La casa navegando como un barco hacia el verano. Y yo, en medio de todo, feliz de una manera perfecta y peligrosa. Con la única clase de felicidad que iba a salvarme. Con la clase de felicidad que iba a matarme cuando me faltara”.
“Las boyas se sumergen apenas tocan la piel del agua y las tanzas hacen un arabesco nervioso, transparente, como un trazo de sal”.
“Me pregunté con cuánta vida se pagan esos golpes que no dejan marca ni los huesos rotos”.
Leila Guerriero es un poco adictiva.
Sus textos lo son.
Quizá, porque esto también trata sobre todos nosotros.
Por Federica Bordaberry
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