Escribe Juan Gabriel López | @galopezjuan
“Amo la selva, mi alma le pertenece a Perú”, ha dicho públicamente Werner Herzog (Alemania, 1942).
Herzog, que es uno de los cineastas más distinguidos y de mayor reconocimiento en la historia moderna. Herzog, cuya filmografía ha inspirado y guiado a generaciones enteras. Herzog, que colecciona en su haber muchísimos premios, pero que cree que estos “solo te bajan el precio”.
Herzog, que nació en pleno apogeo de la Alemania Nazi hace 81 años (en setiembre cumple sus 82). Herzog, cuya crianza sucedió en un pueblo de las colinas bávaras que, probablemente, le valió una relación especial con las montañas. Herzog, que ha dejado ese vínculo de forma clara en su filmografía.
Pero el amor de Herzog con la selva peruana es bastante más exagerado y lo ha llevado a hacer varias películas ahí: Aguirre, La Cólera de Dios (1972), Fitzcarraldo (1982), parte de My Son My Son What Have Ye Done (2009), y el documental My Best Fiend (1999) que trata sobre el vínculo con su actor fetiche, Klaus Kinski (1926 - 1991).
Y, de hecho, un primero de mayo, pero de hace seis años, se llevó a cabo un encuentro llamado “Filmando en Perú con Herzog”. Ahí, 48 cineastas de todo el mundo se sumergieron en el Amazonas seis días con el director. El objetivo final era la realización de un cortometraje en tres días, pero, dicen, se convirtió en una clase de cine.
La ciudad de Puerto Maldonado fue el escenario para que Herzog se moviera como pez en el agua y recorriera de a pie, junto a un surtido contingente, la yunga a la que le vendió el alma. Los más de 160 km de altura de los bosques lluviosos fueron el segundo escenario en el que Herzog se propuso dar este tipo de charlas. Vale recordar que el director alemán detesta las escuelas de cine.
El proyecto, que tuvo como intención el intercambio entre las nuevas generaciones y los grandes del cine fue creado por dos catalanas, Liliana Diaz y Estephania Bonnett, a cargo de Black Factory Cinema. El modelo se repitió en Cuba, Colombia y Barcelona y el histórico director iraní, Abbas Kiarostami (1940 - 2016) fue el primero en prenderse.
Si bien Herzog rechazó una primera invitación, la muerte de Kiarostami lo obligó éticamente a dar el sí. “Es el momento de tomar la posta de Abbas”, había dicho.
Así, llegó a Cuba en 2017 y el éxito que cosechó “Filmando con Herzog en Cuba” lo impulsó a repetir el taller un año más tarde. Esa vez el lugar elegido no podía ser otro que su querido Perú.
El evento fue promocionado como "un recorrido que lo llevará a mostrar su universo creativo, desde sus técnicas de escritura, de dirección de actores, experiencias de rodaje y montaje, el tratamiento de realidad-ficción y todos los detalles de su obra”.
Según los testigos, los paisajes de la Reserva Nacional de Tambopata (uno de los últimos bosques lluviosos tropicales vírgenes del mundo), le encendían a Herzog una energía particular. La melancolía de aquellos años tenía mucho que ver, y la añoranza de las hazañas, la comunión y la guerra con la selva amazónica durante la década del 70 fue volcada en consejos y recomendaciones sobre el cine. pero también sobre la vida.
Obviamente, hubo más de uno que le preguntó por Kinski y es que, más allá de la curiosidad o la pasión por los detalles, dirigir a un actor con semejantes características no es para cualquiera.
El nombre de Klaus Kinski no es un dato menor en el berenjenal que significa la selva amazónica para la vida y obra de Werner Herzog. En este lugar comenzaron sus trabajos juntos, pero también forjaron su amor-odio para siempre. Los hechos que surgieron a partir de esta relación atestiguan la fragilidad mental de Kinski, pero también de Herzog. Esto se debe a que, si bien hay posiciones contrapuestas, en la carrera del director es una característica fehaciente el riesgo y el querer correr los límites para lograr un largometraje.
La primera colaboración entre ambos fue Aguirre, La Cólera De Dios, realizada en 5 semanas con muy bajo presupuesto. Es una de las mejores en la filmografía de Werner y Klaus y un clásico moderno muy aclamado. La trama refleja la historia de Lope De Aguirre, un conquistador español cruel y sanguinario, embarcado en la proeza por encontrar El Dorado, la mítica ciudad incaica.
El rodaje fue conflictivo a límites insospechados, deviniendo en intentos de asesinato, heridas con arma blanca y disparos de armas de fuego. Las personalidades del director y del actor principal eran un cocktail amargo que tenían que ingerir en el resto del set.
El resultado es una película exquisita con tomas hipnotizantes y profundidad reflexiva, tanto sobre la naturaleza peruana como la del humano mismo. Pues Kinski, además de ser un endiablado personaje, alcanzaba un esplendor en desatar con su rostro y su mirada las sensaciones más profundas y oscuras. Mientras que Herzog lograba exprimir y explotar los gestos y rasgos personales del actor nacido en Polonia.
Algunos hechos durante el rodaje funcionaron como antesala de lo que sería la película más polémica, larga, costosa y brillante de la historia de Herzog. Por ejemplo, uno de los métodos que comenzó a emplear antes de rodar era el de no encender la cámara hasta lograr enfurecer a Kinski lo suficiente.
Al igual que el personaje, el actor perdía la cordura y la racionalidad y se sumergía en un sinfín de iracundas broncas. Detrás de cámara y delante de esta, su comportamiento fue conflictivo y errático, interpretando a Aguirre y a Fitzgarraldo de forma brillante. En la primera, agredió a un extra que salvó su vida gracias al casco (años después le muestra la cicatriz de la espada al mismísimo Herzog en la grabación del documental My Best Friend). Otra anécdota es que muchos de los 45 extras pasaban las noches de la filmación jugando a las cartas y bebiendo en tiendas. Kinski, apartado, se cansó en una de las veladas amazónicas y arremetió con 3 tiros que hirieron a un nativo en la mano.
Según narra Herzog, luego de una de las discusiones más furiosas, el actor se iba a retirar para siempre en una lancha con destino a Iquitos y a romper el contrato. El director, no menos irascible, lo apuntó con un rifle cargado con nueve balas, amenazándolo con que si embarcaba iba a tener 8 balas en su cuerpo, siendo la novena para su propio suicidio.
Entre Aguirre… y Fitzcarraldo, el dúo trabajó junto en otros films. Fue la piel del Conde Drácula en Nosferatu (1979), un hermoso homenaje al conde del expresionismo alemán. Otra vez el bajo presupuesto aquejó al film y, para ahorrarse la inversión en doblaje, el largometraje tuvo que ser filmado dos veces, la primera en alemán y la segunda en inglés.
A cinco días de terminar la película, se juntaron nuevamente e hicieron Woyzeck (1979). Aquí Kinski interpreta a un soldado pobre, casado y desgraciado que se somete a experimentos para ganar dinero y se sumerge en la desdicha de su matrimonio. El cansancio de haber rodado dos films en pocos días, el sufrimiento y los problemas mentales de Kinski hicieron que su carne toda esté puesta en la teatralidad de la película. Con muchas escenas de corrido y diálogos existencialistas el film fue uno de los más aclamados por la crítica ese año. La actriz principal, Eva Mattes (1954), obtuvo el máximo galardón de Cannes.
Y así llegaron a Fitzcarraldo. Los documentales y las ficciones del director tienen un estilo único y, entre otras cosas, se caracterizan por prestarse elementos los unos de las otras. Es decir, Herzog es un maestro a la hora de mezclar realidad con ficción. Es la historia de Fitzcarraldo la mejor a la hora de reflejar esto.
Trata sobre un magnate del caucho empeñado en construir una ópera en plena jungla, para lo cual deberá hacer pasar un barco por encima de una montaña. Carlos Fermín Fitzcarrald, en quien está basado el personaje principal Brian Sweeney Fitzgerald ("Fitzcarraldo"), el rey del caucho, peruano e hijo de un irlandés, existió en verdad.
En 1985, tras tres años de exploración, descubrió lo que hoy se conoce como el Istmo de Fitzcarrald, un paso de unos once kilómetros por tierra que unía el río Cashpajali con el Manu y el Madre de Dios, facilitando con ello el comercio del caucho. Y casi como en la película de Herzog, arrastró una barca a lo largo de esos once kilómetros que separaban las dos cuencas.
Lo del alemán fue aún más osado. Herzog se encargó de retratar esa megalomanía en su obra, que tiene dos lecturas: la de aquel que no se rinde jamás ante las dificultades (como el propio Herzog durante el rodaje) o la del que, por conseguir lo que quiere, está dispuesto a inmolar todo cuanto hay a su paso.
En un principio, estuvo más de un año en la selva buscando la locación. Fue en noviembre de 1979 cuando levantó campamento para comenzar a rodar cerca de la frontera amazónica con Ecuador, pero allí acontecía una guerra. La zona estaba llena de soldados nativos que veían a los extranjeros como una amenaza. Los logró convencer, pero esto duró poco y recibió amenazas y hasta secuestros de un nuevo consejo tribal.
El amarillismo también lo aquejaba y, en la prensa internacional, se lo trataba de traficante de esclavos, armas y drogas. El descontento fue tal que les incendiaron el campamento y se tuvieron que retirar. Nuevamente, Herzog pasó 13 meses buscando nueva locación.
Llegó enero de 1981 y comenzaron la filmación en la ciudad de Iquitos. Si bien la película se terminó con Klaus Kinski, el director no quería saber nada con este. Los actores principales fueron, en un comienzo, Jason Roberts (1922- 2000) y nada más y nada menos que Mick Jagger (1943).
Cuentan las anécdotas que al primero no gustaba nada de estar en Perú, mientras que el segundo era uno más, se mezclaba con los extras y hasta se ofrecía de chófer y para actividades mínimas en el set. Lo cierto es que ninguno terminó la película.
Con el 40% del rodaje completo, Roberts contrajo una enfermedad gravísima y tuvo que abandonar el film, mientras que a Jagger se le superpuso la gira con The Rolling Stones. Los auspiciantes huían y la película parecía no llegar a realizarse, hasta que Klaus Kinski apareció y los atrajo nuevamente.
La película de por sí era una locura, un desafío a lo imposible. La salud y la economía de Herzog se pusieron en juego con tan ambicioso proyecto. Durante el rodaje tuvieron que mover tres navíos de 300 toneladas, ya que el director no quería usar ni efectos, ni maquetas.
Uno fue filmado en Iquitos, el otro en el río y, el tercero, el más dificultoso, fue para recrear la escena de la montaña.
La famosa escena recrea con más dificultad lo que el rey del caucho intentó. En la historia real es por el llano donde los nativos tienen que atravesar 40 km para conquistar el istmo, además de que el barco estaba seccionado en 3 partes. En el film, los extras funcionan como la mano de obra y, a partir de un sistema de poleas, deben conquistar la difícil proeza de subir el barco por 500 metros de altura, en una pieza. El primer ingeniero abandonó el proyecto porque los números no le daban y creía que todo terminaría en catástrofe, algo que estuvo cerca de ocurrir.
Klaus Kinski, encarnado en Fitzcarraldo, fue el alter ego perfecto para el director, por la proeza misma de filmar allí. Un magnate del caucho irlandés, apasionado por la ópera, que quiere construir un anfiteatro en la selva es bastante parecido a un director de cine que corre los límites de lo posible para filmar una película en la selva. Ambos tenían el problema del financiamiento, ya que el peruano se internó pobre en la selva hasta descubrir el caucho y al alemán lo dejó solo FOX, la empresa que le financiaba, hasta ese momento, las películas.
Igualmente, el director tenía un escollo más: su propio vínculo con Kinski.
Amputaciones por envenenamiento en el medio del rodaje, accidentes de avionetas y enfermedades de todo tipo hicieron que Kinski dejara de ser el centro de atención, lo cual lo volvía irascible. Las escenas en los rápidos del río Pongo y el posterior encallamiento del barco producto de la bajada de los afluentes y una de las sequías más largas de la historia del Amazonas, hicieron que la vida de medio set corriera peligro.
Sin embargo, la escena es espectacular y después de meses de trabajo junto a otros ingenieros y con un sistema alternativo de poleas, lograron elevar el navío enlodado por los 500 metros de colina. En noviembre de 1981, a casi 4 años de que comenzara la preproducción, fue terminada la última escena de Fitzcarraldo.
La película fue nominada al oro en Cannes, también a los Globos de Oro, y Herzog, merecidamente, recibió el premio al mejor director. El dúo volvió a trabajar junto en Cobra Verde (1987) y allí se terminaría de romper el vínculo, con golpes de puño incluídos. Kinski fallecería en 1991 y, 8 años más tarde, Herzog le dedicaría el documental Mein Beste Feind (1999), en el que lo recuerda con cariño y honestidad. En este, se puede ver cómo las enseñanzas y las proezas que dejaron semejantes rodajes cambiaron la vida de todos los allí presentes.
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