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Contenido creado por Sofia Durand
Literatura
La reina oscura

El universo de Mariana Enríquez: entre obsesiones, talismanes, poetas malditos y música

Desde Nick Cave a San La Muerte, la escritora argentina convierte su obra en un altar que alberga sus más profundas obsesiones.

16.01.2024 13:48

Lectura: 7'

2024-01-16T13:48:00-03:00
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Por Sofía Durand Fernández
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Una niña que escucha los relatos de terror que le cuenta su abuela oriunda de Corrientes, Argentina. Fantasmas, santos paganos, historias de suicidios en la familia. Macabro y siniestro. Luego, no podría conciliar el sueño repasando esos relatos. La pasaba mal. La pasaba bien. Se convertía en una cómplice de ese mundo.  

Una adolescente que tomaba cocaína mal cortada contra un espejo, que vivía noches enteras recorriendo las calles de La Plata, también Argentina. Que eligió su carrera universitaria y ser periodista de rock porque quería entrar a recitales gratis. La misma que comenzó a escribir porque no encontraba en los libros que leía algo que tuviera que ver con su realidad.  

Una joven de 20 años en el despacho del escritor argentino Juan Forn (1959). Según él, usaba el uniforme de colegio así: pollera escocesa y borcegos negros. Fumaba como un vampiro. Ella, años después, desmentiría ese recuerdo de su vestimenta. Lo asociaría, más bien, a una libertad artística del escritor. En ese despacho corregirían Bajar es lo peor (1995), su primera novela.  

Eso la llevaría a convertirse en la promesa de la literatura juvenil argentina. Algo que lejos, de reconfortarla, le pondría presión. Entonces, hizo giras por programas de televisión usando camisetas de bandas de rock y contestando preguntas incómodas con respuestas deshonestas.  

Una mujer en un escenario, vestida de negro, con los labios pintados de rojo y collares que, más que accesorios, son talismanes. En sus manos tiene Nuestra parte de noche, novela ganadora del famosísimo Premio Herralde en 2019.  

La historia de cómo Mariana Enríquez (1973) llegó a convertirse en Mariana Enríquez tiene sentido, es coherente. La fanática que tiene fanáticos, la que lee mucho más de lo que escribe, la creadora de un universo con historias y personajes que son parte de sus obsesiones. Mariana Enríquez podría ser un personaje de sus propios libros.  

 Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Fotos: Kaloian/ Ministerio de Cultura de la Nación.

 Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Fotos: Kaloian/ Ministerio de Cultura de la Nación.

Sexo gay, vampiros, ocultismo y creencias paganas. Un altar con la foto de Rimbaud en su estudio. “Me fascinan las víctimas y los asesinos”, afirmó en el Teatro Argentino de La Plata, en la presentación de Mis obsesiones extraordinarias (2023).   

Porque demasiado no es suficiente (2023), el último libro que publicó, es una carta de amor hacia su fanatismo con Suede. La banda de su vida. Con los años se hizo amiga del bajista. Su trayectoria le permitió conocer y ser conocida por algunos de sus ídolos. 

"Esto es lo que estoy leyendo, historias cortas por la talentosa escritora argentina y periodista Mariana Enríquez. Su trabajo: ríos contaminados, corruptas calles, carne consentida, niños asesinados, registra profundamente el horror de un lugar común conocido. Ella escribe sus historias, basadas en la atmósfera de la verdad, con un giro poético oscuramente descriptivo. ¿Y qué estamos perdiendo todos en los fuegos? Vida humana, especie, bosques, un zapato de niños pobres. La muñeca querida de un niño".

Esto es lo que escribió Patti Smith sobre Las cosas que perdimos en el fuego (2016). "Me enseñaste más sobre libros que la escuela. Tomé a Rimbaud de los estantes de mi madre cuando lo mencionaste y me enamoré por primera vez de un poeta muerto. Gracias por eso", le contestó la escritora. 

"Todo lo que escribo está relacionado con la música. La música me gusta más que la literatura, me interesa más que la literatura, me obsesiona más que la literatura", declaró en una entrevista con Página 12.

Enríquez escribe porque no puede hacer música. Pero se encarga de que ésta esté presente de manera constante en sus narraciones. Es un elemento más. Para ella, que "China Girl" de David Bowie suene en un momento puntual de su ópera prima es un elemento diferencial. 

Mariana, ¿a cuál de tus personajes interpretaría Cillian Murphy?”, se lee en un comentario de uno de los tantos posts en su cuenta de Instagram que le dedicó al actor irlandés.

También hay varios con fotos de Alexander Skarsgård, el actor sueco al que varios lectores eligieron para que represente a Juan, el protagonista de Nuestra parte de noche, en sus imaginaciones. “Caleb de la suerte”, escribe para referirse a Caleb Landry Jones. 

Para Enríquez, estos hombres son amuletos y objetos de inspiración. Hay un canon estético que permite unir puntos y encontrar coincidencias en sus predilecciones. Existen tipos de hombres y mujeres que tienen los requisitos necesarios para pertenecer al universo obsesivo y literario de la escritora.   

Florence Welch de la banda Florence and The Machine aparece en Nuestra Parte de noche. Facundo, el protagonista de Bajar es lo peor, es una mezcla de las obsesiones más profundas de Mariana, entre ellas Nick Cave, que, según ella, “conserva un aura de peligro y de incomodidad a pesar de su consagración”. "Es mi artista y hombre favorito", afirmó en una entrevista de Futurock. 

"Feliz cumpleaños hombre de mi vida, escucharte es como volver a mi casa verdadera, la que nunca tuve. And it's only love with a little bit of rain, out of sorrow entire worlds have being built and I wanna tell you about a girl", escribe en una dedicatoria por cumpleaños del músico australiano. 

No tiene problema en meterse en un barrio de San Pablo, al que sus compañeros de viaje no se atreven, solo para visitar el bar al que iba Nick Cave. Le tiene un cariño especial a los cementerios. En su guía turística de viaje, lo lúgubre siempre está incluido. 

Esta obsesión se convirtió en Alguien camina sobre tu tumba (2014), reeditado recientemente por la editorial uruguaya HUM. Un recopilado de memorias sobre diferentes cementerios que le dedicó a Paul, su marido, "porque los cementerios los caminamos juntos". 

"Es como Springsteen, pero en mujer", así se refiere a Lana del Rey. Cuando Taylor Swift llenó tres noches el Estadio Monumental en Buenos Aires, Enríquez lamentó no estar en el país para asistir. No hay un dejo de pretensión, ni sus gustos y obsesiones representan una expresión de deseo de ser percibida como alguien distinguido. Le gusta lo que le gusta, y lo dice. No hay mucho más. 

Al igual que Baudelaire y sus flores del mal, Mariana busca la belleza corrupta. Lo que está roto, lo que es imperfecto. El universo literario de Mariana alberga espíritus, perversión, el tipo de terror más peligroso porque habita en la cotidianidad.

Pero, como su contradictorio deseo de seguir escuchando las historias que su abuela le contaba, una vez que se comienza a leer algo de ella, sucede una inmersión de la cual es difícil salir.  

"Esto podría ser un cuento de Mariana Enríquez", suele decirse ante ciertos acontecimientos. El género que presenta no abunda en el continente. Traslada principios de las obras de Stephen King y H. P. Lovecraft a situaciones sudamericanas, con sus realidades y contextos históricos.

El fanatismo hacia su figura data de largo tiempo. Con Bajar es lo peor surgió la primera ola. Fanáticas que exigían que la autora dijera dónde estaban las casas de los protagonistas. Otra, la utilizó como regalo para volver con su novia y la llevó a tomar un café con ellas -no funcionó, al menos hasta donde Mariana sabe-. 

Hasta el día de hoy, Mariana recibe dibujos y arte que recrean a sus personajes. Sus lectores le hacen preguntas y la sienten cercana. Llena teatros en los que lee fragmentos de sus libros. 

Porque en una época donde las modas duran aun menos que antes y la identidad se reafirma según lo que es aparente, Mariana Enríquez representa una brisa de frescura. Una bandera de la autenticidad. Es coherente porque es honesta. Es querida porque es popular y no se limita a lo que debería ser. Su terror es efectivo porque no es pretencioso. 

Por Sofía Durand Fernández
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