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Entrevistas
Lado B

Emiliano Brancciari sobre EMI, su proyecto solista: “Es un gusto que me estoy dando”

La voz de No Te Va Gustar publicó “Cada segundo dura una eternidad”, su primer disco después de 28 años con la banda.

16.12.2022 17:00

Lectura: 9'

2022-12-16T17:00:00-03:00
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Por Agustina Lombardi

En enero de 2022, Emiliano Brancciari se fue al frío y la nieve de Nueva York para encerrase 21 días a grabar canciones que había escrito un par de meses atrás en Montevideo, en su apartamento, en plena pandemia. Se fue para ahí porque tenía claro cómo quería que se gestara su proyecto personal, que es también el primero. El plan involucraba a Héctor Castillo, su productor de confianza que ya había cocinado Suenan las alarmas (2017), Otras canciones (2020) y Luz (2021), los tres últimos discos de No Te Va Gustar. Y el plan también estaba motivado por las ganas de tocar con otros músicos, que terminaron siendo Gerry Leonard, Dan Mintseris, Jeff Hill, Aaron Steele, Chris Bruce y Glenn Patcha. Todos recomendados por Castillo, que puso sobre la mesa currículums pesados; músicos con la experiencia de haber tocado con David Bowie, David Byrne y Bruce Springsteen, por mencionar algunos.

Tal vez por eso Brancciari dice que hacer un disco solista, mientras No Te Va Gustar sigue activa y en el ruedo, sea, para él, un gusto.

Los 28 años de giras y conciertos con la banda le dejaron a Brancciari alrededor de 1.000 vinilos, además de 11 discos de estudio, varias nominaciones a los premios Grammy y un grupo de músicos amigos. Durante los viajes, entre concierto y concierto, cuenta, su hobby era pasar por alguna disquería en la que terminaba de llenar el carry on: “Es un gusto que pesa mucho. Pero ya no compro más”. Dice que tiene cubiertos todos los géneros y los artistas que le gustan, lo que suele compartir en su perfil de Instagram. Además, cuenta que piensa los discos “con lado A y lado B”, como si fuesen vinilos: “Algo que escuchás de principio a fin”. Entonces, con Cada segundo dura una eternidad, Brancciari se da ese gusto también. El de materializar sus canciones en un disco de pasta que se escucha en dos partes.

Foto: Cortesía de la producción

Foto: Cortesía de la producción

Este proyecto surge en la pandemia, pero, mirando hacia atrás, ¿cuándo tomaste la decisión de comenzar una carrera solista?

Ya en algún momento, antes, había pensado qué hacer con las canciones que la banda había desestimado. Una infinidad de canciones que quedaban afuera por diferentes motivos; o porque no les gustaban a los compañeros o porque encontramos otras que nos motivaban más. Había pensado en grabarlas, pero bueno, siempre fue quedando para más adelante.

Lo que ocurrió fue que terminamos de grabar Luz en octubre de 2020 y todavía faltaba un año para volver a tocar. Con el envión creativo del disco, seguí en mi casa, dedicándome a mi hijo, a mí, a preparar el show de NTVG y a seguir componiendo y grabando. Pero la banda ya estaba satisfecha y recién grabada, entonces me despojé de tener que componer pensando en que mis compañeros tuvieran que tocar. Y me salieron canciones más introspectivas, autorreferenciales, con otra instrumentación. Cuando me di cuenta, tenía un montón de canciones y me decidí a grabarlas.

La principal diferencia entre tener una banda y un proyecto solista es tomar decisiones por uno mismo y ser totalmente responsable por eso. ¿Te costó? 

No me costó porque yo me siento súper respetado con NTVG. Si yo les digo a mis compañeros algo de lo que estoy convencido, se encolumnan y lo potencian. Obviamente me pasa a mí también, pero me siento súper libre. Al grabar un disco solo se va ese colchón de los compas de siempre; si nos va mal, nos va mal a todos. Pero tampoco lo pienso mucho.

¿Cómo fue comunicar este mensaje al resto de la banda?

Fácil, claro y con la verdad. Les comenté que tenía canciones que quería grabar y tocar. Pero no corre peligro nuestro proyecto porque estamos en un momento increíble a nivel de relacionamiento, de energía, de proyecto, de apoyo popular, y soy el último que quiere perderse de eso. Solamente quiero hacer otras cosas. Y qué mejor momento para hacerlo que estando bien con tu proyecto principal, no porque querés escaparle a algo. Tenemos una relación abierta, sana. Fui hablando con cada uno y, cuando volvimos a la gira, hicimos una reunión. Tomé la palabra y les conté.

¿Por qué Cada segundo dura una eternidad se grabó en Nueva York?

Lo quería hacer con Héctor Castillo como productor y con gente con la que no hubiese tocado nunca, con una formación distinta a la nuestra. Imaginate que nosotros estamos acostumbrados a escuchar música de allá, pero la interpretamos de otra manera. Concebimos la música desde otra realidad. Ese choque iba a estar bueno; gente que ha tocado con un montón de artistas que yo admiro. Cerraba por todos lados.

¿Ya los conocías?

Solo a Jerry Leonard, que tocaba con Bowie en las últimas giras y lo tenía de verlo.

Además, colaborás con Jim Keller en “El rey ha muerto”.

Es un artista que Héctor produce. Estaba por ahí y vino a escuchar al estudio. Se nos ocurrió decirle que se sumara, porque tiene una voz impresionante. Me gusta mucho lo que hace. Tradujimos, la estrofa que canta —más o menos, a lo chimpa— y él adaptó algunas palabras para que le quedara cómoda y estuviera correcta.

Una de las pretensiones del disco era lograr un sonido diferente al de NTVG: ¿qué buscabas musicalmente?

En particular son canciones —y creo que eso lo busqué— que puedo tocar con la guitarra. Obviamente que están potenciadas por estos músicos, pero yo las puedo tocar solo perfectamente. Partieron de un lugar diferente, sin pensar en la instrumentación, en que el show necesita momentos; no estoy pensando en nada más que en que yo toque la canción y me guste a mí y te guste a vos. Listo. No tenía el peso de tener que ser para la banda. Podía pasar cualquier cosa, pero iba a estar bien.

Cada segundo dura una eternidad es uno de los versos que cantás en “De esos días”. ¿Por qué lo elegís para nombrar el disco?

Lo primero es que es una frase fuerte y más común de lo que uno cree. Esas noches en las que uno está agobiado, y pensás y pensás y decís: “Basta, quiero dormir, quiero apagar mi cabeza y que ya sea mañana”. Pero no ocurre. Hay personas a las que le pasa cada tanto, y a otras más seguido. Pero me pareció algo súper general; cuando el tiempo se detiene y vos querés que pase para salir de ahí, de ese lugar donde te encerraste con tu mente. Miles de pensamientos, ansiedad, lo que sea. Me pareció una imagen fuerte, por eso la elegí.

Mucho de eso pasó en la pandemia.

Sí, claro, de acostarme y no saber a qué me iba a dedicar. La incertidumbre fue total, sobre todo en nuestro rubro. Por momentos me pasaba toda la noche pensando. O también cuando te pasa algo con alguna relación, que solamente estás pensando en eso y el tiempo no pasa.

Bueno, en el disco hablás mucho del amor y del desamor también.

Es lo que mueve la aguja. La energía que nos mueve es el amor o el desamor, ya sea a la pareja o a seres queridos, o a tu profesión. Es la gasolina.

Al mismo tiempo te permitís cantar versos como: “Los gustos me los doy en vida” o “Fe en lo que yo quiera”, posiciones no tan usuales en la banda, quizás.

Sí, claro, este es un gusto que me estoy dando, irme a grabar allá, tocar con gente súper zarpada que capaz de otra manera no lo hubiera hecho, tocar en lugares más chicos, armar una banda de cero a esta altura. Son gustos que me estoy dando.

Los músicos con los que vas a tocar este disco no son los mismos que con los que grabaste. ¿Te diste el gusto de tocar con alguien que hace tiempo tenías en mente?

Me di el gusto de volver a tocar con el Chamaco (Pablo Abdala), el primer batero de NTVG; con el Checo, con quien ya toco en Mono Roots, pero que también es un gran amigo. Y también con gente que he visto tocar, como Gonza Vivas en Los Buenos Modales o Piel. Tocar con dos mujeres (Lula Insardi y Lu Romero) también cambia la energía, la sensibilidad del asunto, la sonoridad. En el disco, los coros los grabó Flor Núñez, Federico Lima y Seba Prada.

¿Por qué llamar a tu proyecto EMI y no Emiliano Brancciari?

Como el disco ya era algo súper personal, me pareció que estaba bien llamarlo con el nombre por el que todo el mundo me llama, inclusive la gente del público. Es como todo el mundo me dice. Era un grado más de confianza.

¿Qué aspiraciones tenés con este proyecto?

Divertirme, disfrutar desde otro lugar con shows distintos a los que estoy acostumbrado, donde no existe el pogo, que se puede adaptar a una sala de conciertos, un teatro. Estoy contento con poder tener dos mundos diferentes, extrañar el otro y poder volver. Se enriquece en todo sentido. Me voy a morir de nervios, primero porque es algo nuevo para el público, y, segundo, porque en lugares chicos le ves la expresión a la gente. A mí me pone mucho más nervioso tocar en lugares chicos que en lugares masivos donde solamente sentís la energía y cada tanto es una cara.

Foto: Cortesía de la producción

Foto: Cortesía de la producción

Por Agustina Lombardi