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Música
Psicósis sonora

Eros White, "la bestia pop" uruguaya o el niño que iba a los cumpleaños con un discman

Uno de los pocos referentes del pop a nivel local, contó su historia y cómo internet lo transformó en el artista digital que es hoy.

26.12.2023 18:32

Lectura: 26'

2023-12-26T18:32:00-03:00
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Por Federica Bordaberry

Un niño que pasaba escuchando música. Que se llevaba el discman que le prestaron sus primas a los cumpleaños, porque no le gustaba lo que allí sonaba. Un niño al que no le gustaban los dibujitos, a pesar de haber crecido en los años de explosión de Nickelodeon, Cartoon Network, Discovery Kids, Fox Kids. Un niño al que, en vez, le gustaban los videos musicales que pasaba MTV de forma constante (aquel canal previo a los reality shows). 

"Parte de lo que soy yo es eso, tener un pie adentro y un pie afuera. Soy más de estar ahí callado mirando", dice Eros White, nacido en Vigo, España, en 1996. De sus dos primeros años, allí, recuerda poco. Prácticamente nada. Volvió a Montevideo e ingresó en un mundo donde comenzaba la conexión masiva digital en Uruguay. 

Los blogs, los comentarios, los emojis caseros como "<3" o ":3". Tumblr, Facebook, Fotolog, Msn, videoclips de baja calidad, selfies con flequillos, uñas mal pintadas, flashes frontales. Los floggers, los emos, los blings. Cámaras digitales pequeñas, de mano. La descarga de plataformas de música ilegales, posiblemente Ares, de archivos .mp3 para dirigirse a un reproductor de música también llamado MP3. Transmisores infrarrojos de archivos en los celulares. La llegada del bluetooth como tecnología moderna. Los ringtones. Los CDs truchos, las ensaladas musicales, los juegos de computadora y los DVDs piratas de las ferias. 

Un internet muchísimo más vintage que el de hoy. 

"Iba a Tristán Narvaja a comprar CDs truchos o, en una ocasión especial, compraba alguno usado. Los tengo hasta el día de hoy y están bárbaros. Los agarraba con guantes para que no se rallaran. Pasaba así, todo el tiempo escuchando música de Britney, Kylie, Madonna. Después mucho Eminem y 50 Cent, y el Cuarteto de Nos. Hubo mucha mezcla", dice Eros. 

Aunque no fue solo un niño que escuchaba, que consumía, que masticaba, de forma pasiva. Más bien, quiso aprender. "Quería saber cómo se hacía, leía libritos con el poco inglés que entendía, porque recién aprendí de adolescente, para preguntarme qué es un productor, qué es un mixer", cuenta. 

Uno de los recuerdos fuertes de su infancia es cuando llegó a Uruguay el American Life (2003) de Madonna. "Lo escuchaba y decía qué esto, necesitaba entender cómo ese sonido existía. Veía videoclips, conciertos, qué es un coreógrafo, un director creativo, quería entenderlo", acota. La obsesión y el hambre por entender se vincularon, en gran medida, con el consumo de música pop de los 2000. Esos años muy Britney y muy Madonna. 

"Arranqué como fan, con clubes de fans. Llegué a tener diez fotologs", dice Eros White. La lista empieza con el suyo personal y sigue con el fanatismo por personajes del pop como Madonna, Michael Jackson, Lady Gaga. Dentro de lo uruguayo, llegó a ser parte del club de fans de Gia Love, uno de los pocos faros del pop local. "Disfruto ser fan", confiesa, siendo partícipe de un género musical que tiene, como gran característica, el fanatismo extremo por parte de sus escuchas. 

La adolescencia lo agarró más conflictivo, hasta que se abrió al teatro y a la manifestación artística. Ese niño, entonces, que escuchaba música, pasó a hacerla. Aprendió solo, en una época donde los tutoriales en YouTube todavía no eran tan comunes. Pasó de ser fan (aunque todavía lo es) a estar sobre el escenario, haciendo actings, coreografías, cantando con un micrófono y con pistas detrás. 

Ese niño ya lleva cuatro discos hechos, colaboraciones con artistas muy variados, produce su música y la de otros, genera su propio marketing y lucha por hacer existir un género en un medio donde el pop uruguayo es escaso. 

Ese niño, hoy, es una bestia pop. 

Fotos: Javier Noceti

Fotos: Javier Noceti

Aprendiste a hacer música vos solo. Eso, de niño, empezó consumiendo conocimiento. ¿Cómo empezaste a hacer sonar las cosas?

Fue un proceso largo. Cuando empecé posta fue a los once, o un poco antes. Me habían regalado un MP4 y yo tenía la chance de poder grabar cosas. Era golpear mesas, o me juntaba con mis primos y con instrumentos de juguete hacer cosas. Después, con la computadora lo rompía todo. Alguna de esas grabaciones que hacía con eso terminaron en algún álbum mío, porque las rescaté.

¿Qué programas usabas?

El mismo que ahora. A los once, mi primo me dijo que me bajara FL Studio, que es el que usaba David Guetta. Era 2008 y David Guetta era lo mejor que le había pasado al mundo para mí. Yo necesitaba saber todo sobre eso. Arranqué con ese programa y sigo al día de hoy. En esa época no sabía ni que existían los tutoriales. 

Era otro internet.

Sí, era otro internet. No me pasó ni por la mente que alguien me podía explicar eso. Yo toqué los botones hasta que un día pasó algo. Las primeras canciones que hice con este programa no sabía que podía guardar los archivos. Lo hacía en tiempo real y lo grababa con algo. Un día vi que decía “Save” y mi prima me dice, “Save es guardar”. 

Estabas obsesionado con el pop, ¿hasta dónde llegó esa obsesión?

Llegó a muchas cosas. Se mezcla con mi carrera, se mezcla con mi lado fan. Te doy un ejemplo de ayer. En una cuenta débito extra que tengo era tipo ¿me tomo un taxi o me compro este single de Dua Lipa que sale dos dólares? Me compré el single y caminé. Es ese plan. Con mi carrera también. Es, ¿hago este show, llevo bailarinas, llevo la banda y a quien yo quiero en luces y en visuales, o me pago la mutualista? No, me voy a hacer el show. Por eso digo obsesión, porque no es bueno a veces. Leo un blog de pop todos los días, que tiene noticias de todo el mundo y necesito saber. Como quien lee un diario, yo también leo esas cosas. 

Es una obsesión vinculada, en gran parte, a lo extranjero. Creciste en un país donde hay poca tradición de pop uruguayo.

Siempre estuvo Natalia Oreiro, que también es de acá, pero mismo uno siendo chico lo sentía de afuera, porque se sentía hasta argentino, a veces. No es como ahora que está, cada dos semanas, viniendo gente a tocar. Tampoco me pasaba por la mente, de chico, pedir para ir a ver un concierto. No me parecía posible, pero sí me crié con las brit y las madonna.

Por momentos era una frustración. En la época en la que arranque a tener internet, veía los CDs que se vendían y acá no. Los conciertos que no llegaban. Mucha bronca, pero también fue arrancar a descubrir cosas acá. Fue como descubrí a Dani Umpi, que tiene algo pop. Y tiene algo distinto y alternativo que siempre me encantó. También está el momento en que alguien me pasa el CD de Gia y yo digo “esto es de Europa” y me dicen, “no, es de acá”. Ahí fue pirar. Ahora ya es completamente distinto. Ya hay toda una movida. Pero, sí, de chico se sentía como una frustración, como que tenía esta energía que no podía gastar. Ir a fiestas y que no pasaran la música que me gustaba, festivales del colegio, esas cosas. 

Empezaste a hacer música y la empezaste a subir a plataformas de forma anónima. ¿Por qué?

Porque quería saber que estaba bueno lo que hacía. No quería que mi familia y mis amigos me dijeran que estaba bueno porque soy yo. Veía gente que conozco que se tiraban a hacer cosas y les decían “está buenísimo”, y no estaba bueno.

Yo no quería pasar vergüenza. Arranqué probando subir cosas, fui pasando por muchos nombres. En Facebook tenía tres perfiles dentro del mismo. Tenía blogs, estaba en SoundCloud. Quería, realmente, llegar a un punto en el que me diera cuenta que estaba bueno, que gente que no me conocía me dijera que le gustaba. Fue por eso.

Tu primer contacto con una artista pop local fue con Gia Love, ¿cómo sucedió eso?

Ella había sacado el álbum Soulpurifier. Una persona me lo mandó y yo piré. En esa época tenía un Tumblr donde subía mis demos espantosos y alguien se los mostró a Gia. A ella le gustaron y me escribió por Facebook. Me dijo, “hagamos música, hagamos algo juntos”.  Ella me contó que estaba buscando a alguien para tocar música en fiestas y como que piré. Y me dice, “pará, ¿cuántos años tenés?” Yo le digo que 14 y ahí me dice de hablar dentro de unos años. Después seguí fan de ella, me gané un CD en un concurso en su página de Facebook.

¿Cuándo llegaste a colaborar con ella?

2015. Ella había sacado un EP y no me acuerdo bien cómo nos volvimos a cruzar. Siempre nos tuvimos en Facebook y se ve que ella vio que yo estaba en algo. Quedamos en juntarnos un día con una amiga mía, que es su sobrina. Tengo muchos vínculos con su familia, de casualidad. Me acuerdo que nos pasó a buscar Gia en el auto y yo le mostré todo mi primer EP. Ahí me habló para hacer un remix de un tema y, cuando nos dimos cuenta, teníamos un EP. Así fue que arrancamos a laburar, de una.

¿Cómo es presentar cosas en vivo con ella? Son dos artistas que traen una forma de ser y de estar en el escenario distinta.

Sí, toqué varias veces y siento que fue mutando. Cuando recién arranqué a hacer música y tocaba con Gia, no podía cantar en vivo, no me animaba, me daba pánico. Estaba atrás de una mesa tapándome, atrás de una laptop con un launch pad y le pasaba las pistas. Llegó un punto en que Gia me obligó a que arranque a hacer una canción y como que se dio así. Después mutó a que, las veces que compartíamos fecha, hacer nuestros shows separados, pero potenciarnos mutuamente. Fue ella quien me impulsó a salir de ahí atrás.

En el mundo del pop, como en cualquier género, pero sobre todo en pop donde hay mucha subida a plataformas, hay un tema con los derechos de autor. ¿Eso lo aprendiste con Gia?

Sí, lo aprendí con Gia. La primera experiencia que tuve con la música no es una que pueda contar mucho por una cuestión legal. Fue a una persona que le vendí una canción sin saber cómo funcionaba. Yo no sabía que existía AGADU, no sabía que existían los derechos de la música. Yo era menor todavía, esa persona era mayor. Fue un proceso raro, un proceso que sentí muy falseado. Me vendieron una amistad que no existía y una posibilidad de mudarme a Estados Unidos a grabar en estudios carísimos. Fue todo un mundo de fantasías y no fue así.

Esta persona llegó a mandarme videos de personas famosas de Estados Unidos, que conocía, criticando mi trabajo, diciendo que mi canción no estaba buena por esto o por aquello. Tuve esa primera experiencia, hasta que después conocí a Gia y le conté todo. Me explicó qué era AGADU, me llevó a que me haga socio, me explicó por qué tenía que registrar todo. De esa experiencia aprendí muchísimo. Y quise aprender.

Hasta el día de hoy, un montón de colegas, amigos, me hablan para pedirme consejos de la legalidad de la música. Es algo que he averiguado mucho, ya como un hobbie, pero fue todo a partir de esa primera experiencia. Recién ahora estoy contando esto.

Yo soy una persona que no averigua, yo me tiro a hacer. Entonces, arranqué a hacer música y no averigué que tenía que registrarme. Tampoco estaba en un círculo en el que había muchos músicos. Después, muchos amigos míos arrancaron a hacer música, con el tiempo, y todos fuimos dándonos cuenta al mismo tiempo, pero no tenía a alguien más grande hasta que apareció Gia. 

Fotos: Javier Noceti

Fotos: Javier Noceti

De a poco te fuiste metiendo en una escena de pop uruguayo, que no es popular. Es decir, el pop se escucha en todos lados, pero no es tan común escuchar pop uruguayo, ¿cómo decidiste que ibas a poder triunfar en una industria que, en principio, no habilita?

Porque sé que soy pesado. Sé que soy pesado y que no aprendo. Porque me han pasado cosas fuertes haciendo música acá. Personas que son, a veces, referentes de la escena y te cierran puertas, te tratan horrible. Uno no sale a contar porque sabe que el que cuenta pierde, lamentablemente. O tener respuestas rarísimas de productores, de radios. Yo sé que sigo igual.

He tenido la tentación de irme a Argentina, a Europa, o lo que sea. Sé que voy a Berlín y voy a encontrar a 500 locos que van a, de una, aceptarme. Pero también siento que es dejarlos ganar. Cuando salí, me sentía una topadora. Iba llevarme boludos por delante.

A veces siento que está menos aceitada la máquina, porque a veces hay semanas de piñas nomás. Lo que me pasa acá es que, si fuera que la gente no quiere escuchar la música, es otra historia. Capaz que ya me hubiese ido o estaría en otra movida. Pero, hace un par de años, abrí un show de Niña Lobo, una banda re popera, se pasan hablando de Hilary Duff, pero por ahí su público es más rockero. La gente pasó bomba. Bailaban, agitaban. No es problema del público, porque acá la gente está escuchando.

Hace unos años escuchaban a Lady Gaga, a Katy Perry. Ahora están escuchando Lali, Emilia, y están haciendo esa música. Es cuestión de que se abran más mentes del lado business acá.

¿Hay que alcanzar ese publico, tocarle el hombro y decirles “estoy acá”?

Es difícil porque todo es plata. Lo que tiene el pop es que, de por sí, es una movida que requiere mucha plata. Una cosa que he sacrificado, que me da un poco de lástima porque es algo que me encanta, es el tema videoclips. Casi que no he hecho.

Siempre he preferido gastar la plata en el show o en otras cosas. Si siempre tenés que estar pagando una puesta en escena, y un montón de cosas, es difícil guardar plata para estar haciendo redes, haciendo un pack lindo para mandar a las radios. En otras movidas también es caro porque el rockero tiene que pagar ensayos, los instrumentos, pero si yo toco tres veces con las mismas botas, la gente me arranca a comentar y me pone en Instagram.

Una forma de llegar al público, obviamente, es a través de las redes sociales. Vos tenes pila de presencia en las redes. De hecho, muchas veces buscás hacer colaboraciones con gente que te sigue. ¿Qué tipo de proyectos se te han acercado a través de las redes?

Un montón. Instagram es una gran red para mí. Por ejemplo, estoy trabajando con una artista que es argentina, pero que vive en el Reino Unido. Ella me conoció a mí porque yo por redes conocí a Gaba, que es una cantante, DJ, performer de Córdoba. A partir de que yo trabajé, gracias a Instagram, con una persona de Córdoba, conocí a una artista de Rosario que vive en Reino Unido. He llegado a trabjar con gente en Suecia y también de acá.

Un artista con el que estoy trabajando ahora es Gabbo Ibarra, que es de acá. También lo conocí por redes. Ahora se está dando mucho una red con Buenos Aires. Se está empezando a mezclar un poco la escena de acá con la de allá. Siempre estoy abierto a que la gente me escriba, me proponga cosas.

La gente que toca un poco mas de oído el género, muchas veces, cree que el pop es pura estética. Sobre todo, porque las referentes del pop son súper histriónicas. ¿Cuál es el espíritu del pop?

Para mí es una estética, pero no solo una estética visual. Puedo escuchar cosas que son hip hop y te puedo decir que es pop, porque es un tipo de producción, un tipo de mezcla. Puede ser un género, pero, en realidad, el pop no existe como género. Si vos comparás el el pop de Ariana Grande de hace unos años, que era tipo trap, con el más reciente, que era disco, con los otros años, está siempre mutando.

El pop es como una combinación de muchas cosas. Una mezcla de elementos de una imagen que resalta, que tiene algo que ver, pero no es todo lo principal. Porque ,si quiero ver gente linda, abro Instagram y ya está. Cuánta gente agarra influencers hoy en día que son interesantes visualmente, o son hegemónicos, e intentan hacer pop y fracasan. Es que es todo una combinación de eso, con un tipo de composición que te queda en la mente siempre. No sé bien cómo definirlo, realmente, pero hay algo que me pasa que es que yo me doy cuenta. Me pasa que, a veces, uno arranca a ver gente acá que ya está cambiando. Antes, nadie quería asociarse con el pop. Gente que estaba haciendo pop no quería que les dijeran que hacen pop. Ahora hay gente diciendo que hace pop y no es pop. A los meses están diciendo que no era. Me sé dar cuenta. No sé bien qué es. Viste que reconocemos cuando una cara no es del todo humana, es eso lo que me pasa con el pop.

Tus primeros shows empezaron con actings, ¿con qué intención incorporaste el acting tan al principio?

Nació en el teatro. Yo era un niño tímido. De adolescente, también. Como muy para adentro. Combativo, pero igual siempre me guardaba todo. Cuando arranqué a hacer teatro fue como que descubrí todo un mundo de cosas que podía hacer. Mismo mi familia me iba a ver actuar y piraban. Yo no hablaba mucho y estaba haciendo una cosa re bizarra. Entonces, siempre me sentí mucho más libre en eso. Me pasa como que me tengo que tirar a hacer cosas para también animarme, porque al principio de mi carrera el show era estar un poco más escondido, no querer que me vean mucho. Después fue realmente tirarme a hacer un show, estar adelante, estar con bailarinas.

Estudiaste teatro e incorporaste el baile, ¿sentís que eso es una tradición del pop?

No sé, me gustaría creer que sí. Soy buen estudiante pero todavía no soy maestro. Me faltan cosas como un buen video. Yo sé que el show lo tengo. No tengo el show de mega nivel porque falta plata, pero sé que si me subo al escenario la gente me mira a mí. Confío en esas cosas y sé que la música que hago a la gente le gusta. Está en un nivel en que me siento cómodo, pero no me siento en mi forma completa. No sé si soy el pokemón evolucionado del todo. Todavía estoy ahí.

¿Vos creés que eso es una tradición del pop como género?

Sí. Yo estoy basándome en el dogma del pop y a mí me gusta jugar mucho. No tengo los recursos de una mega discográfica, pero yo juego a que los tengo. Hago el anuncio del álbum, después te hago piezas visuales y de audio, te creo toda una fantasía de toda una era y todo un mundo dentro del lanzamiento, que perfectamente lo podría subir y listo, pero no me interesa eso. En el show, también, cada show es distinto, es visual, me baso en eso. 

Estás acostumbrado a producir, mezclar y arreglar tu propia música, lo cual te da mucha soltura a la hora de tomar decisiones, pero también es un riesgo porque podés cegarte con tus propias ideas, ¿sentís que eso te ha pasado?

Me pasaba antes. Ahora ya agarré un ritmo donde sé cuándo darme cuenta cuando estoy siendo pesado. Y sé cuándo darme cuenta que me estoy enroscando. Soy de Virgo y la gente me dice, "sos de virgo, debés estar años terminando una canción" y no, yo puedo soltarlas. Busco un perfeccionismo en todo, obvio, pero ahora me sé dar cuenta que me estoy pasando. Sé soltar esas cosas y puede ser complejo. También me tuve que entrenar. Trabajo cosas mías, así que me entrené a no pensar que soy yo. Hay una cosa típica que pasa a quien se mezcla su propia música, se va a poner la voz bajito, porque le da vergüenza, o no sabés si lo cantaste bien. Yo tengo que pensar que soy un cliente. La voz al máximo porque la gente quiere escuchar lo que decís y cosas así. Uno va aprendiendo en el camino y a las piñas. Me ha pasado, pero ahora lo tengo entrenado eso. 

Tambien producís música de otros artistas, ¿cómo es producir a otro?

Me encanta. Yo en mi proyecto solista tengo mi mundo. Son reglas. Cada lanzamiento es como un país nuevo y nunca me gustó el plan de productor que escuchás lo que hace para otra persona y de una te das cuenta que es otra persona. Acá te podes dar cuenta que soy yo porque no hay mucha gente que esté haciendo pop. Es una estética, pero no tengo como una muletilla. Me encanta entrar al mundo de otra persona y jugar a que no estoy ahí, soy básicamente el camarógrafo en su película. 

Eso es lo que debería hacer un productor.

Sí, es lo que me gustaría que hiciera si yo trabajase con un productor. Antes de arrancar a producir mi propia música testeo con otros, pero me pasaba que querían imponerme sus ideas. A mí me gusta trabajar con gente que tiene visión, que saben quiénes son. Uno puede dudar y decir este loco no tiene camino, pero hay quien sabe qué quiere, que yo pueda entrar y solo tenga que refinar lo que ellos realmente quieren hacer y darles ideas y elevarlo. A veces, pienso en un plan malévolo que tengo, que es hacer una especie de boy band, porque sé que puedo destruir el mundo haciendo eso, pero eso también me embola.

Fotos: Javier Noceti

Fotos: Javier Noceti

Vamos a ir recorriendo tu discografía, y quiero que me cuentes por qué existe cada uno de los discos. Glitch (2016):

Es mi hijo feo. Con los años, aprendí a quererlo. A veces, en los cumpleaños, no lo dejamos salir y está en la cocina limpiando. Glitch es prueba y error, es todos los álbumes que yo intenté hacer porque, antes de eso, descarté como siete álbumes, porque sentía que me faltaba algo. Ese es el álbum en el que sentí eso. Del anonimato pude pasar a ponerle un nombre y decirle a la gente que me conoce.

Lo que tiene ese álbum es que yo no estaba seguro de quién soy. Porque en esa época, más que ahora, estaba vinculado con gente del medio y de la música mas en plan management. No estaba firmado, pero me aconsejaban. Siempre eran consejos raros, tipo "no podés ser muy raro, no podés mostrar mucha personalidad, tenés que, al principio, ser bastante tibio en todo, que la gente pueda proyectar en vos cosas".

En aquella época te daban una idea de videoclip y todos terminaban con una fogata en la playa. Llegué a filmar uno y lo eliminé porque eso no puede existir y no puede filtrarse, pero en esa época todavía estaba muy cegado por esas cosas. Saqué ese EP, estuvo ahí un tiempo. Esa fue la época que yo tocaba con Gia, había estado escondido. Ahí me tomé un año sabático de redes y dije, "tengo que revaluar mi vida", y ahí fue que pasé a otro disco. Pero ese disco es eso, un rejunte de otros que no salieron. Es un EP. Mi canon musical no lo considero álbum, y la gente lo critica a eso. 

Fórmula (2020).

Es una demencia, ese sí considero que es mi álbum debut. Es un álbum que, muchas cosas que digo ahí, las sigo pensando. Es conceptual, pero es conceptual del punto de vista real. Es un álbum que está contado desde la industria musical, con un pie adentro y con un pie afuera. Digo que es conceptual porque, a veces, me imagino situaciones que no son las mías. Hay canciones en las que paso de ser un artista mega famoso y hay momentos en los que canto estando en el fondo de todo. Un álbum que lo escribí con la frustración de lo que sentía en ese momento de mi carrera, puertas que no se abrían, o puertas que se cerraban, y en ese álbum siento que arranqué a encontrar un sonido. Siento que es lo que la gente vincula conmigo ahora y como que los temas arrancan a tener cosas mas pegadizas, algo coreable. Fue la vez en la que pensé en todo un mundo visual, dentro de eso.

Psicósis (2022).

Ese es mi bebé. Es el favorito, por ahora. Es mi segundo álbum, pero en cierta forma lo siento como un debut, porque Fórmula fue todo en ingles. No por ningún motivo, pero yo me había criado con música en inglés y, cuando arrancaba a crear música, me salía en ese idioma. Me pasó que, cuando estaba arrancando a tocar, haciendo un show, tipo 2019, veía a la gente y no entendía mucho quién era yo.

Había hecho una canción con una banda amiga, donde yo tenía un verso en español, y empecé a ver cómo la gente reaccionaba distinto. Nunca lo busqué pasar al español. Pasó que de un día al otro, arrancaron a venir ideas en español nomás. Como que no entendía. Cuando arranqué Psicósis a finales de 2019, dije, "voy a hacer un álbum re divertido", porque también estaba terminando Fórmula, que era como denso y dark. 

Fotos: Javier Noceti

Fotos: Javier Noceti

"No quiero hacer otro álbum así", dije. Ahí hice "Porfiado", "Intenciones", temas así. Después empezó la pandemia y ahí salió todo el resto del álbum que es dark. Y con ese álbum ahí siento que sí me entendí. Ahí siento que está la base de todo lo que hago yo. El contraste, un ritmo alegre con una letra más ácida, un humor que antes no sentía porque era en inglés. Siento que hay mucha cosa de chiste en mi música, realmente. No me tomo en serio todo lo que digo. Siento también que en la producción y en lo técnico, en ese disco, arranqué llegando a un nivel donde me siento cómodo.

Psicósis reinventada (2023).

Es darle una vuelta más a Psicósis, porque tambien siento que todavía hay mucho más que puedo hacer con el álbum. Lo quiero seguir tocando, no quiero ya pasar a otra cosa. No quería repetirme. Prefiero agarrar lo que ya dije y contarlo de otra forma. Fue agarrar el álbum, desarmarlo y animarme. Porque en el proceso de Psicósis hay mucha cosa más rara, hay synthes fuertes, hay como cortes. Hay cosas extrañas y vi que a la gente le gustó eso. Pensé que capaz era un montón y dije, "lo que es dark, lo puedo hacer más dark, lo que es bailable, lo puedo hacer más pegadizo". Fue animarme a llevarlo todo a los extremos. Es mi disco capricho Psicósis reinventada, porque no lo hice esperando que lo escuche la gente. Lo hice para mí, para jugar. Invité artistas que me gustan, que soy fan. No buscaba el hit. Otras veces no es que busco un hit, porque sé que un hit no sonaría como  suena mi mundo, pero sí busco algo que se sienta como un hit. 

Esto que me contás habla de la rompe con el concepto de que un disco, cuando se termina, se cierra.

Pasa mucho en el rap que el disco siempre muta. El pesado de Kanye West sigue mutando hasta el día de hoy el álbum Yeezus (2013), de repente lo escuchas en Spotify y te das cuenta que tiene otra mezcla. Mover el original no me parecería justo. Me gusta porque los pintores muchas veces hacen variaciones u otros estudios a partir de obras que ya hicieron, ¿por qué no lo puedo hacer con la música? Muchas veces lo que es el arte en la música se trata distinto. Tenés que estar siempre mutando. Yo puedo jugar con los mismos colores y ser otra cosa. Fue como un ejercicio de ver qué puedo hacer y cómo puedo moldear las cosas. Gran parte de lo que soy yo como músico es el remix y el desamarro. No es por agarrarme con los pintores, pero hay pintores que toda su vida pintaron bodegones y nadie les dijo nada. Yo sé que voy a tener algún pire y voy a desarmar más. Hay un montón de cosas que quiero hacer que no he hecho, pero también sé que me gustan esas cosas y no voy a dejar de hacerlas porque ya las hice.

Alguna vez has dicho un poco en serio, un poco en broma, que sos el Satanás del pop, ¿por qué?

No tanto en un nivel mundial, pero acá sí. Por eso, por mi forma de ser de ir en contra de muchas cosas, como que acá la industria mainstream tiene un juego muy claro de qué tenes que hacer y cómo te tenés que portar. A quiénes tener que estar siempre rezándoles, pero a mí no me interesa mucho eso. A mí me gusta construir lo que hago y construir relaciones en base a respeto mutuo, no lamer botas. Es un poco eso y, cuando ya arranqué a tirarme mas al pop acá, era una época de sequía, Gia estaba a punto de irse del país, Dani Umpi ya estaba en Argentina, y me cruzaba con gente que me decía "está mal lo que hacés". Eran  los escépticos y dije "voy a ser como una figura en contra de eso". Era pegadizo el Satanás.

Te han tildado de bestia pop, ¿cómo te hace sentir esa etiqueta?

La apadriné, me gustó. Me pareció pegadiza. Me gusta esa imagen porque me imagino una especie de Godzilla delineado, golpeando los edificios de Montevideo, diciendo "más synthes". Eso siento que me define como persona.

Fotos: Javier Noceti

Fotos: Javier Noceti

Por Federica Bordaberry