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Entrevistas
Un día de aquellos

Es hoy: a 41 años del Río de Libertad, un pormenorizado libro salda una deuda histórica

El 27 de noviembre de 1983 se produjo un hito crucial en la lucha contra la dictadura. Hablamos con la autora de la única obra que lo narra.

27.11.2024 10:57

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2024-11-27T10:57:00-03:00
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Por Gerardo Carrasco
  gcarrasco@m.uy

27 de noviembre de 1983:

María Noel tiene apenas 11 años, y desde el balcón de su casa en la esquina de Rivera y Ponce asiste a un espectáculo inédito: cientos de personas en incesante desfile marchan rumbo al parque Batlle. En ese momento, María Noel no puede saber que en esa jornada se está haciendo historia, y que cuatro décadas después ella será quien la cuente.

Una pieza faltante en el puzle

En Uruguay, la expresión “historia reciente” hace referencia a los hechos ocurridos desde los primeros alzamientos guerrilleros de mediados de los años 60, hasta la primera parte de la posdictadura, veinte años más tarde. Acerca de esas dos décadas del país han corrido ríos de tinta y se han publicado crónicas, testimonios, análisis y también novelas, cuentos y hasta historietas.

Cada episodio de ese período parecería estar debida y hasta sobradamente abordado. Sin embargo, en esa profusa bibliografía había un hueco: el multitudinario acto del 27 de noviembre de 1983 en el Obelisco, una conjunción social que trascendió todas las banderas con el fin de transmitir a la dictadura un reclamo por democracia.

Esa deuda histórica acaba de ser saldada merced al libro Acto del Obelisco 1983. Aquel Río de Libertad, obra de la periodista y escritora María Noel Domínguez.

La semilla de la obra apareció hace cosa de dos años, gracias a una curiosa constatación.

“Estaba trabajando con la editorial Banda Oriental y analizando varios proyectos posibles para un libro, y me llamó la atención que no había nada escrito sobre ese tema”, explica Domínguez a Montevideo Portal, medio del que fue editora entre los años 2003 y 2022.

“Me di cuenta de que estaba ante una linda oportunidad. Yo tengo la manía de ordenar todo, y noté que el Obelisco estaba ‘desordenado’. Entonces supe que quería ordenar todo ese tema que se encontraba como desperdigado, y sobre el que había versiones que no coincidían”, relata.

Foto: Armando Sartorotti

Foto: Armando Sartorotti

Sin embargo, lo que comenzó como un intento de reunir una historia dispersa entre viejas crónicas periodísticas se transformó en algo mucho más complejo y ambicioso. En su labor de reconstrucción, Domínguez se sumergió en la hemeroteca y rescató hasta el último documento sobre el tema, pero también fue más lejos.

Para lograr su cometido, la autora contactó a la decena escasa de “sobrevivientes” de aquellas 130 personas que subieron al estrado aquel día, entre quienes se encontraban, por ejemplo, Julio María Sanguinetti, Pablo Mieres y Ope Pasquet. También, y a partir de los aportes de ese reducido grupo, dio con otros protagonistas que habían actuado tras bambalinas y recogió sus testimonios.

Todo ese material, sumado a editoriales escritos exprofeso para el libro por varios periodistas que vivieron aquella jornada, permitió a Domínguez separar el grano de la paja y —como ella misma dijera— poner orden donde había caos.

“Todo lo referente al tema estaba disperso, presentado de maneras a veces contradictorias, y muy anclado en el relato de cada uno. Cierto es que la historia se construye también con relatos, pero si le sacás los sesgos y buscás construir algo más centrado y con varios aportes, conseguís otras visiones. En el caso del acto del Obelisco, tiene tantas visiones como personas participaron, y también unas definiciones políticas”, expresa la escritora.

Esas definiciones políticas están plasmadas en las páginas del libro, que aborda en profundidad los antecedentes del episodio y el modo en que se gestó. Y al analizar la prensa de la época, la escritora se topó —lógicamente— con informes redactados para lectores contemporáneos de los hechos y que poseían un contexto.

“Se daba por sentado lo que estaba pasando, pero para contar el Obelisco hoy tenés que pasar primero por el plebiscito de 1980, las elecciones internas de 1982, las conversaciones del Parque Hotel y otros hechos que jalonaron el camino hacia ese acto”, señala.

Foto: Armando Sartorotti

Foto: Armando Sartorotti

Sin ello, “a las nuevas generaciones, que no lo vivieron, se les hace difícil entender qué hacía esa cantidad de personas en el Obelisco reclamando un Uruguay sin exclusiones”, afirma.

Esas páginas amarillentas

Para la autora, investigar para la redacción de la presente obra tuvo también una dosis de nostalgia y la llevó a tomar nota de las diferencias entre lo que se escribía en la prensa hace cuarenta años y lo que se publica hoy.

“Mi padre era periodista y trabajó en los periódicos La Mañana y El Diario, yo me crie en el diario”, recuerda. Por ello, al investigar sintió “una curiosidad antológica” y surgieron las comparaciones.

“Me enganché un montón en esa reconstrucción, en ver la manera de escribir, la forma de expresarse, lo cargado del lenguaje, y también el respeto y la distancia que había en la relación entre los periodistas y la clase política, que no es lo que vemos ahora”, cuenta.

A modo de ejemplo del barroquismo al uso por entonces, basta citar un pasaje del discurso que el dictador Gregorio Álvarez pronunció el 1º de diciembre, en claro rechazo a la convocatoria, que fue un éxito a despecho de los deseos de la tiranía.

“Los patricios laureles de Rivera y Oribe, el poncho de Saravia y el sobretodo de Batlle con todas sus sacrosantas evocaciones han sido revolcados en el más nauseabundo de los barros”, dijo el autócrata entonces.

Por otra parte, en su inmersión en los archivos, Domínguez rescata del olvido las concentraciones que ese 27 de noviembre se llevaron a cabo en el interior del país, algunas de las cuales llegaron a reunir cerca de 10.000 personas. Estas cifras podrían considerarse bajas en Montevideo, pero resultan relevantes si se tiene en cuenta la demografía de las localidades en las que se llevaron a cabo y su idiosincrasia.

“Las manifestaciones en el interior casi que no quedaron consignadas en ninguna parte, como si no se tuviera en cuenta que allí también había voceros, discursos, manifestaciones. En todo el interior pasaban cosas, pero en los lugares chicos, donde toda la gente se conoce, la resistencia a la dictadura se manejaba de manera más discreta y cuidadosa, y no se hacían actos demasiado seguido”, explica Domínguez.

El Río de Libertad

El nombre con el que el acto entró en la historia es fruto de la feliz conjunción del talento de dos personas. Américo José Pla, por entonces un joven fotógrafo, y Antonio Dabezies, editor del semanario Aquí.

La icónica imagen fue tomada desde lo alto de un edificio en la esquina de 18 de Julio y bulevar Artigas, donde se encontraba —y se encuentra— la sede de Unicef en Uruguay. Autorizados por dicha institución, numerosos fotógrafos hicieron tomas cenitales de la multitud. En la redacción de Aquí, Dabezies vio esa imagen entre muchas otras y le pareció que en ella la muchedumbre se asemejaba a un río en el que en vez de agua circularan personas, y a partir de allí se hizo historia.

Foto: Armando Sartorotti

Foto: Armando Sartorotti

El fotógrafo Armando Sartorotti, cuyas imágenes ilustran el libro, contó en la presentación de la obra que estuvo también en ese edificio y que, al igual que todos sus colegas, también hizo tomas de ese “río humano”. Sin embargo, los editores de todos los medios, salvo Dabezies, eligieron para sus portadas y contraportadas fotos del estrado y los protagonistas.

“Sin duda la foto icónica es la de Plá, cuya historia es bien conocida y también figura en el libro. Pero otros fotógrafos tenían otras miradas, y me pareció bueno ir a buscar en otro lado, y ahí surgió el aporte de Armando, que estuvo en otros lugares durante el acto y, como todos los fotógrafos, lo vio desde su particular punto de vista”, resume la comunicadora.

No obstante, a la hora de definir la representación simbólica de aquella fecha, Domínguez destaca “la combinación de la foto de Plá y la sensibilidad de Dabezies, de ver la imagen y arribar a ese enunciado”.

“Yo creo que esa foto, la voz de Alberto Candeau [actor encargado de leer la proclama del acto] y la frase sobre el río de libertad son las tres patas sobre las que se sostiene el recuerdo del acto del Obelisco”, enfatiza.

Aquí están, estos son

Tal como se lee líneas arriba, 130 personas estuvieron sobre el estrado del acto, lugar desde el que fueron observadas por una multitud cercana al medio millón de personas. El selecto grupo estaba integrado por representantes de todos los partidos políticos, sindicatos y organizaciones sociales.

Al comenzar su pesquisa, Domínguez se encontró con el hecho de que en la prensa de la época figuraban listas muy diversas, en las que aparecían personas diferentes.

De hecho, en el libro se recuerda que la Dirección Nacional de Relaciones Públicas (DINARP), organismo oficial de la dictadura, publicó posteriormente en todos los medios impresos un listado de todos quienes habían subido a aquella tarima, lista a la que ya en aquel entonces se le señalaron enormes gazapos.

Ahora, y mediante una paciente “indagatoria”, Domínguez logró elaborar la lista definitiva.

“Durante esas largas conversaciones con los protagonistas, y con las fotos en la mano, fuimos reconstruyendo quiénes estaban en el estrado y en qué parte”, dice.

“El acto del Obelisco está presente en la vida de todos ellos”, asegura la autora, y pone como ejemplo el caso del diputado Ope Pasquet, quien tiene en su despacho del Palacio Legislativo la histórica foto del evento.

“En todas las casas a las que iba ya me esperaban con material, recortes, fotos”, recuerda la autora, quien no oculta su gratitud hacia la buena disposición de los entrevistados y la oportunidad que le brindaron de mantener “charlas blancas, sin la presión de buscar una información puntual o un titular, como pasa tanto en el periodismo”. Por el contrario, de manera amable y franca “aportaban su material y en especial su tiempo, que es lo más valioso que tenemos hoy”, subraya.

La razón del olvido

En cuanto a la razón por la que el acto del 27 de noviembre de 1983 era hasta ahora un espacio vacío en la historiografía uruguaya, Domínguez reconoce haber hecho algunas conjeturas.

Foto: Armando Sartorotti

Foto: Armando Sartorotti

“Me costó entender cómo gente con muchos trabajos de historia encima no se sentó a escribir sobre el tema”, reconoce.

“Yo tengo una teoría que quizá no es muy simpática acerca de por qué ocurrió eso”, admite, y entiende que se debe a la pluralidad intrínseca que tuvo el acto desde su génesis. Como botón de muestra basta recordar la redacción de la proclama central, que fue escrita al alimón por el nacionalista Gonzalo Aguirre y el colorado Enrique Tarigo, luego de que cada uno elogiara lo escrito por el otro y reconocieran que ambos textos podrían fundirse en uno mejor.

Para Domínguez, esa característica tuvo un efecto inesperado. “Lo que ocurrió fue que nadie se apoderó del acto”, sostiene, abstención que bien puede haberse producido por falta de interés o por mera imposibilidad de hacerlo.

“Si hubiera sido algo hecho exclusivamente por la izquierda, por la derecha, o por los sindicatos, la situación sería distinta”, aventura la autora. Pero, como era de todos, y por eso también de ninguno en particular, nadie pudo reclamar propiedad. En ese sentido, el acto del Obelisco se transformó en una especie de cuerpo celeste en posición equidistante respecto a estrellas de igual magnitud, y que por esa razón no se incorpora a la órbita de ninguna de ellas.

“El acto surgió de una suma de voluntades, de decisiones y de concesiones, de que cada uno dejara algo de lado para permitir que entrara el otro”, enumera Domínguez, quien señala que esa suerte de altruismo político en procura de un bien común, y que no siempre se produce, permitió que ese histórico momento no tuviera dueño. O, mejor dicho, que fuera propiedad de todos los uruguayos.

Por Gerardo Carrasco
  gcarrasco@m.uy