Por Valentina Temesio
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Hace calor, mucho calor. El afuera y el adentro son un abismo marcado por el control del aire acondicionado. Estela Magnone está sentada en el sillón de una oficina donde pasa desapercibida, como si no hubiese marcado la historia de la música del país. Llegó temprano. Viste un saco con matices naranjas que podría ser la paleta de colores del atardecer, de la tierra, de las montañas. Está sentada y en su bolso trae Lazos, su último disco.
De fondo negro, con dos tazas que emanan vapor y se entrelazan. Así es la portada de Lazos, un disco que surgió, según Magnone, gracias a Fabián Marquisio, quien lo produjo. Un día el músico y productor le dijo: “Tenés que hacer un álbum de dúos”.
Sin embargo, Marquisio también propuso otra idea: grabar un disco en un solo día. La primera vez que editaron un álbum juntos —Pies pequeños (2012)— demoraron un año, el segundo —Telón (2016)— les llevó un mes y el tercero —Siestas de Mar de Fondo (2019)—, una semana. Entonces, para Marquisio este tenía que ser el broche de oro: un disco en 24 horas. Eso, para Magnone, era “un delirio”. Se quedó con la otra opción: cantar de a dos.
Lazos demoró más de un año en editarse. Primero, Magnone comenzó a armar los temas en su casa. Después, cambió de departamento, se fue a Maldonado, donde vive Marquisio, y comenzaron a crear en conjunto. El disco revisita la obra de Magnone, aquellos temas del “lado B”.
“Son canciones mías que a mí me gustan más que otras más conocidas. Entonces, esa fue la idea: versionar temas que estuvieran más escondidos. También, para cada uno busqué un intérprete que estuviera acorde con eso”, explica Magnone. Para cada una de las 16 personas hay una canción elegida, una que tiene un cómo y un por qué. Detrás de cada una existe un lazo: con algunas es afectivo, con otras artístico. De este modo, se fusionan géneros, edades, vínculos y vivencias. Historias de años con otras que son nuevas.
Así, aparecen Lucas Sugo, Malena Muyala, Ana Prada, Sandra Mihanovich, Pitufo Lombardo, Shyra Panzardo, Florencia Núñez, Cristina Fernández. Además, están Kung-Fú OmBijam, Sofía Martínez, Diego Matturro, Fabián Marquisio, Melaní Luraschi y Laura Canoura. Y también su hermano, Daniel Magnone, quien falleció un mes después de grabar “Llama”, una canción “coral” que, para la música, “es medio como la familia” y, como su padre era director de coro, tiene un “formato familiar”.
Pero su hermano no es la única persona de la familia que dejó su voz en Lazos. También canta su nieta, Sofía Martínez, con quien versiona una canción familiar: “Zambita Linda”.
Cuando Magnone era una niña y tenía cuatro años, su madre quiso hacerle un regalo a su padre por su cumpleaños. Entonces, llevó a los tres más grandes de los hermanos a grabar un disco a los estudios Sondor, “el viejo, no como el de ahora”, dice la artista. Magnone se acuerda “clarito” de ese día. Se quedó con el disco, pero por mucho tiempo no sabía dónde estaba. Hasta que un día abrió el Magical Mistery Tour de los Beatles y se encontró con ese recuerdo. “Zambita Linda” es una de esas canciones en la que ella y sus hermanos cantaron, y su madre tocó el piano.
A la hora de pensar Lazos, Marquisio —quien la “tortura con sus ideas”, dice entre risas— propuso que Estela adulta cante con Estela niña. Pero a Magnone se le ocurrió otra cosa: que la voz sea la de su nieta de diez años, quien también heredó ese amor por la música, canta en un coro y toca el violín.
Para volver a grabar canciones que ya existen hay que mirar para atrás. Aunque la artista nunca se planteó cómo sería rever su obra. Por eso, dice: “Yo tengo la felicidad de que no me arrepiento de nada de lo que grabé”. Y el crédito, esta vez, es de ella, de su exigencia, porque hasta que no está conforme con el trabajo final, no para. Y también porque para que Magnone grabe una canción, la tiene que considerar buena. De ese modo, la obra persiste, se vuelve atemporal.
Magnone sueña con que su música que no se pierde en el tiempo viaje, que el disco físico llegue a otros lares, a otras manos, a otros oídos y a otras voces.
Las nuevas formas de producir un disco
Antes, cuando para producir un disco se necesitaban humanos en un mismo lugar, las grabaciones eran de encuentros, de reencuentros y de charlas. Era todo “más intenso”, recuerda. Ahora, en 2022, cada persona produce por su lado. Por ejemplo, en Lazos, Diego Maturro y Lucas Sugo grabaron sus voces y las enviaron. La tecnología dispersa esa intimidad que antes se gestaba en el estudio, esa que se perdió.
Cuando comenzó a trabajar con Marquisio, era “todo más precario”. Él aprendió cómo producir un disco y Magnone también. “Ahora el mercado es del sencillo, no es más del disco entero. Entonces la hiperproducción que hay es impresionante y, además, la facilidad que hay. Porque lo grabás, lo subís a YouTube, se hace un video. Con más facilidad que nunca”, opina Magnone. Por eso, a pesar de que es “de escuchar mucho” lo que suena, a veces no le da el tiempo, porque sale mucha música por semana.
“Es la cultura de lo visual y de lo efímero, porque sacás un disco hoy y a los 15 días ya te atravesó otro y te pasó por arriba”, agrega.
Para Magnone, todo va tan rápido que no sabe qué va a pasar. “Capaz que vuelve todo a lo acústico, ¡ojalá!”, dice, al tiempo que se ríe.
Aunque con Marquisio, en Maldonado, la situación es diferente: trabajan a dúo y producen discos de principio a fin, que salen a la venta en formato físico, en CD.
Sin embargo, cuando la música comenzó a grabar sus canciones, no las producía ella. Lo hacía Jaime Roos. La excepción a la regla es Ni un minuto más de dolor (1983) de Travesía —la banda que conformó con Mayra Hugo y Mariana Ingold—, el primer álbum de la música popular uruguaya interpretado e integrado únicamente por mujeres. Ellas se encargaron de hacer los arreglos, porque querían que sonara igual que en el vivo. Roos y Carlos da Silveira lo produjeron.
—¿Para vos el disco hizo historia?
—¿Qué disco?
—Ni un minuto más de dolor.
—Me parece que sí, por todas las cosas que me han dicho. Yo creo que es raro ese disco. A nosotras en aquel momento nos parecía de lo más natural. Porque teníamos historia de cantar juntas, armamos ese trío, que era como familia y amigas, y surgió naturalmente el hecho de que fuéramos solo las tres. Incluso, yo tuve que estudiar pila la guitarra. Porque Mariana y yo somos pianistas, no somos guitarristas, aunque ella toca mejor que yo. No había pianos para tocar, en esa época no había sintetizadores, no había teclado, tenías que ir a un lugar donde hubiera un piano. Cuando presentamos el disco en el Teatro Circular había uno, pero, en general, nunca había, entonces tuvimos que hacer todos los arreglos con guitarra. Y así fue, estudiamos un montón y salió eso que a mi me gusta hasta el día de hoy. Es un disco muy original. Un sonido que no existe. Tiene unos arreglos de voces muy sofisticados, no envejeció.
—Si bien nunca sentiste diferencias en tu entorno por ser mujer, este disco abrió una puerta para las que venían...
—Sí. Lo he dimensionado con el paso del tiempo, porque me lo preguntan. También con Las Tres —agrupación con Laura Canoura y Flavia Ripa—. Nosotras lo hicimos muy naturalmente. Teníamos la experiencia coral que es muy importante, porque en un coro todos son iguales: no pueden faltar ni hombres ni mujeres porque, si no, no suena. Un coro es totalmente igualitario. Eso debe haber influido para la forma y la actitud que tuvimos, porque de acuerdo a la actitud que vos tengas, también es cómo repercute o cómo se recibe. Nosotras teníamos una actitud súper segura, no teníamos ningún complejo de nada. Pienso que mucho de eso se deba a la experiencia coral.
La barra y la referente
En la década de los 80, Magnone tocó con Travesía y con Las Tres. En aquel entonces, dice que los músicos eran apenas “20 números”, pocos, y habían solo tres lugares para tocar. Entonces, el vínculo entre artistas era diferente. Se acuerda de MonTresVideo, de Los que Iban Cantando, de Rumbo. Se acuerda de esos músicos con los que compartió escenario, porque los conciertos se compartían y eran eternos. “Cantaba todo el mundo, era todo muy próximo, nos veíamos todo el tiempo”, recuerda.
“Eso era lindo, mismo. Porque ahora te podés encontrar, pero es mucho menos patota, es más individual el vínculo con otros artistas”.
—Tú sos una referente para otras personas, quizá eso intimida.
—Yo que sé. Yo no me siento referente de nada. ¿Vos decís que no se animan conmigo?
—Capaz que no, capaz que sí...
—Espero que sí.
—Tenés un gran vínculo con otras personas jóvenes...
—Sí, a mí me encanta. Yo aprendo pila de ellos, aprendo un montón, me gusta trabajar con todos, porque aprendés cosas.
Por Valentina Temesio
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