Hace calor, mucho calor. El afuera y el adentro son un abismo marcado por el control del aire acondicionado. Estela Magnone está sentada en el sillón de una oficina donde pasa desapercibida, como si no hubiese marcado la historia de la música del país. Llegó temprano. Viste un saco con matices naranjas que podría ser la paleta de colores del atardecer, de la tierra, de las montañas. Está sentada y en su bolso trae Lazos, su último disco.

De fondo negro, con dos tazas que emanan vapor y se entrelazan. Así es la portada de Lazos, un disco que surgió, según Magnone, gracias a Fabián Marquisio, quien lo produjo. Un día el músico y productor le dijo: “Tenés que hacer un álbum de dúos”.

Sin embargo, Marquisio también propuso otra idea: grabar un disco en un solo día. La primera vez que editaron un álbum juntos —Pies pequeños (2012)— demoraron un año, el segundo —Telón (2016)— les llevó un mes y el tercero —Siestas de Mar de Fondo (2019)—, una semana. Entonces, para Marquisio este tenía que ser el broche de oro: un disco en 24 horas. Eso, para Magnone, era “un delirio”. Se quedó con la otra opción: cantar de a dos. 

Cuando comenzó a trabajar con Marquisio, era “todo más precario”. Él aprendió cómo producir un disco y Magnone también. “Ahora el mercado es del sencillo, no es más del disco entero. Entonces la hiperproducción que hay es impresionante y, además, la facilidad que hay. Porque lo grabás, lo subís a YouTube, se hace un video. Con más facilidad que nunca”, opina Magnone. Por eso, a pesar de que es “de escuchar mucho” lo que suena, a veces no le da el tiempo, porque sale mucha música por semana.

Foto: Javier Noceti / LatidoBEAT

“Es la cultura de lo visual y de lo efímero, porque sacás un disco hoy y a los 15 días ya te atravesó otro y te pasó por arriba”, agrega. 

Para Magnone, todo va tan rápido que no sabe qué va a pasar. “Capaz que vuelve todo a lo acústico, ¡ojalá!”, dice, al tiempo que se ríe.

Aunque con Marquisio, en Maldonado, la situación es diferente: trabajan a dúo y producen discos de principio a fin, que salen a la venta en formato físico, en CD. 

Sin embargo, cuando la música comenzó a grabar sus canciones, no las producía ella. Lo hacía Jaime Roos. La excepción a la regla es Ni un minuto más de dolor (1983) de Travesía —la banda que conformó con Mayra Hugo y Mariana Ingold—, el primer álbum de la música popular uruguaya interpretado e integrado únicamente por mujeres. Ellas se encargaron de hacer los arreglos, porque querían que sonara igual que en el vivo. Roos y Carlos da Silveira lo produjeron.