Por Manuel Serra
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Dice el sociólogo argentino Ernesto Laclau que la identidad necesita usualmente de un “ellos” para construir el “nosotros”. Y, sin embargo, este no es el caso de Los Otros, el nuevo proyecto musical de Fede Graña, que respira con vida propia y no necesita de ajenos para existir.
Junto a Nicolás Negro Román al bajo y Esteban Chicu López en la batería, el guitarrista y cantante vuelve al ruedo musical —aunque, por momentos, convivieron— tras la disolución de su banda insignia, Los Prolijos. Y, unidos, como power trio —un tipo de formación, lamentablemente, un poco en desuso en estos tiempos—, suenan como una locomotora que se lleva todo por delante. Pero sin perder la sensibilidad en temas menos “pesados”.
Ellos mismos se denominan como “un proyecto con un sonido áspero y filoso, con un contenido lírico renovado y comprometido, con pinceladas de grunge de los 90 y de rock progresivo setentero”, una definición que no falla a la verdad y se puede sentir en sus canciones.
Con el estudio de Chicu López a disposición —Del Reducto Records—, se pudieron entregar a la prolífica tarea de grabar dieciséis temas, un número para nada desdeñable, por no decir enorme, para tener menos de un año de vida. Por el momento, tienen un EP ya completo con cinco piezas, e irán largando videoclips como dictan los cánones de distribución musical actual.
A su vez, Los Otros presentarán su nuevo material este 18 de noviembre en el Auditorio Adela Reta del Sodre. Antes, desde LatidoBEAT hablamos con Fede Graña, que nos contó de la génesis del proyecto, qué hay detrás, de dónde vienen y hacia dónde van.
Se llaman Los Otros, eso implica una definición en contraposición a algo. ¿Quiénes serían “ellos”?
Los Otros surge inicialmente de la pronunciación plancha o barrial de “nosotros”. Y el múltiple juego de palabras que sale de ahí, como en un sótano en que tocamos en el que un integrante de otra banda dijo: “Después vienen ‘Los Otros’”, y hubo gente que pensó que el tipo no sabía el nombre de la banda que venía luego.
Hay, sin duda, un paralelismo con Los Prolijos, proyecto con el que se convivió durante unos meses. “Ellos” vendrían a ser Los Prolijos, y Los Otros son “los otros” (risas). Esa fue la picardía inicial del nombre.
¿Cuál fue el impulso que los llevó a conformar esta banda?
Las ganas de juntarnos tres personas que están bastante en la misma sintonía musical y de filosofía de vida. O para con el encare de un proyecto musical. Eso, sumado al efecto pandémico-apocalíptico que nos llevó a ensayar como unos animales, sin tener siquiera donde tocar en aquel momento. Pero esa locura inicial, sin duda, sirvió para conocernos mejor con el Chicu.
No siendo una conformación tan típica de estos tiempos, ¿qué los llevó a decantarse por un power trío?
La falta de gente con tiempo para dedicarle a la música, básicamente (risas). Yo quería de pique meter otro guitarrista para poder cantar más suelto y el Chicu me lo prohibió. Me dijo: “Venimos fluyendo bárbaro porque somos pocos”. Al cabo de un tiempo, acomodamos el cuerpo y ahora el hecho de ser tres es como parte de la identidad de la banda.
Al escuchar sus canciones, uno escucha —al menos yo— un tipo de música bastante particular. Setentera, quizá. Se nota que trae mucha data atrás. ¿Cómo se definirían? ¿Y cuáles dirían que son sus influencias más importantes?
En mi caso, pondría a Charly García, Los Beatles o Queen como principales influencias. Pero a la hora de componer, las melodías y letras vienen de otro lado… Como que ya están hechas… Yo lo que hago es captarlas. Eso va muy de la mano de las vivencias de cada cual y de tener el tiempo para crear, ¡que no es menor! La creación surge en el aburrimiento, es así…
En cuanto al sonido de la banda, hace una vida que toco con el Negro, estamos estaqueados en espíritu y tocada, y el Chicu se amoldó desde el primer ensayo. El tipo le pone a las canciones lo que a nosotros nos suena en la cabeza y, prácticamente, ¡no le tenemos que pedir nada! Y cuando le pedimos es re obediente (risas).
También sucede que, al escucharlos, uno nota que tienen una química importante, que se traduce en las canciones. ¿Esto es por conocerse de antes? ¿Por una afinidad musical particular? ¿Simplemente se dio así?
Me parece que la afinidad, además de lo musical y similares influencias, parte también de lo humano. Tener una banda es también bancar cabeza, acompañar. Si fuera solo la música, un montón de bandas no se hubieran separado (risas).
Crearon veinte canciones a lo largo de un año, ¿de dónde surge esa inspiración para componer tanto?
Hay un dicho que dice que la inspiración te agarre laburando… Y, la verdad, que la etapa inicial de ensayar y ensayar para encontrarnos, inventar riffs demoledores, manijearnos, sirvió de material bien contundente sobre el que las letras decantaron solas.
Igual he de confesar que un tanto de canciones ya venía precocinado, pero en la sala surgen partes nuevas, arreglos, o mismo encarar las canciones para lugares diametralmente opuestos de donde vinieron.
¿Qué canción que no es de ustedes les hubiera gustado componer? O sienten que, perfectamente, podría ser de ustedes.
Podría enumerar una lista de mil canciones que me hubiera gustado componer, soy melómano desde la cuna… Y me crie con esa sensación de que estoy en otra época y otro lugar. Capaz por mi infancia, siempre mirando al rock del pasado y de otro continente.
Un ejemplo podría ser “Mother”, de John Lennon. O “Tango en segunda” de Charly. O “Save me” de Queen. Son genialidades que desearía que se me hubieran ocurrido a mí, pero, a su vez, son fruto de otro momento y otro lugar. Es como que añoro haber estado ahí…
Pero capaz es un tema de la película que nos metieron para no estar presentes, a mucha gente le debe pasar supongo…
Se juntaron, compusieron las canciones, tocaron en vivo, ahora salen con el EP, ¿cuál sería el próximo paso en el que están enfrascados?
En este momento estamos cocinando el próximo material. Nos embarcamos a grabar dieciséis canciones, las que irán saliendo en forma de disco, EP o simple, según el requerimiento del mercado (risas).
La onda de esto es que se abrió la ventana temporal para poder hacerlo y no queremos que las canciones envejezcan. Corremos con la ventaja de tener un técnico de sonido en la banda con estudio propio. La verdad que es un lujo laburar así… El tipo toca como los dioses, sabe de sonido, graba, produce. ¡Un lujo!
Además de la música, y su valor en sí mismo, ¿hay algún otro mensaje que quieran dejar con lo que hacen?
El mensaje principal de la banda intenta ser alegría y luz. Es que podamos cantar para conectarnos con algo superior que no es nuestro, pero está ahí para disfrutar y elevarse. La música es magia… y, entre tanta información mareadora, un simple momento de catarsis puede cambiarle el estado de ánimo a alguien. Empezando por nosotros mismos.
Las letras están teñidas de un choque frontal contra la cruda realidad. Somos gente sensible, nos tocó ver las cosas con otro lente. Es un karma, pero a la vez nuestro deber compartir lo que vemos desde nuestra perspectiva.
Por Manuel Serra
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