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Teatro
Inconsciente colectivo

Fernanda Muslera: “Estamos constituidos por la ficción de una forma muy importante”

Entre la imaginación y la realidad, la dramaturga presenta “Para siempre la nada”, que estará en el teatro Stella D’Italia durante agosto.

03.08.2023 15:12

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2023-08-03T15:12:00-03:00
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Por Agustina Lombardi

Fernanda Muslera se acercó al teatro porque, en realidad, es periodista. Pasó de la realidad a la ficción. Pero también hace que ambos géneros, mundos, convivan. 

Siempre escribió, “desde los ocho años” con poesías y en la adolescencia en sus diarios íntimos. Pero Muslera se dedicó y entrenó primero con el periodismo. Después de haber estudiado Comunicación en Argentina y un máster de Periodismo en España, se instaló en El Observador para cubrir cultura en la sección O2. Y conectó con el teatro. 

“Descubrí otra forma de escribir y, dentro de la ficción, me sentí como mucho más identificada con el teatro que con la narrativa”, dice. 

Empezó a dejarse escribir porque un día sintió la necesidad creativa; tuvo una idea y comenzó a desarrollarla. Así fue que surgieron El amigo fantasmaLuz negra, Rescate a la dama con tutú y su última obra, Para siempre la nada que se pregunta: ¿el amor se sublima en el arte o el arte se sublima en el amor? 

La obra, que la dramaturga también dirige, se pasea entre el siglo XIX y el siglo XXI, con dos personajes que preparan una obra de teatro sobre la relación entre los pintores franceses Édouard Manet y Berthe Morisot, una historia que Muslera toma de la realidad. Se trata de un drama romántico protagonizado por Patricia Porzio y Sebastián Serantes en una atmósfera cargada de erotismo, que reúne el cine, la pintura, el teatro y la música.

Las funciones de Para siempre la nada serán en el teatro Stella D’Italia (Mercedes y Tristán Narvaja) los domingos a las 18:30 hasta el 27 de agosto. Las entradas están a la venta en RedTickets o en la boletería de la sala.

Fernanda Muslera. Foto: Javier Noceti

Fernanda Muslera. Foto: Javier Noceti

¿El periodismo influye en tu forma de escribir teatro? 

Sí, seguramente y creo que también el teatro influye en mi forma de escribir periodismo. Para siempre la nada, por ejemplo, es parte de una investigación periodística. Descubrí la historia en El arte de la rivalidad, un libro de Sebastian Smee, que hablaba sobre Édouard Manet, Edgar Degas y muy brevemente de Berthe Morisot. Entonces empecé a investigar; descubrí unas biografías, libros de correspondencia de Morisot, de hecho, tomé frases verdaderas y las incorporé al texto para que puedan hablar los verdaderos personajes a través de esta obra. Ahí hay una clara influencia del periodismo. El año pasado publiqué una biografía de Roberto Jones, que es un libro periodístico pero escrito casi como si fuera una obra teatral, un unipersonal, en primera persona, como si fuera él quien contase su historia desde un escenario. 

¿Cómo catalogás ese libro? 

Es periodismo, es periodismo puro y duro. No hay nada de ficción. Lo que yo utilizo son las técnicas del periodismo narrativo —el procedimiento de escritura por el que digo que parece una obra de teatro— pero yo no inventé nada. Parte de un trabajo documentado y periodístico. Lo mismo en el libro que hice de la Comedia Nacional [Sin maquillaje]; tenía menos de lo teatral desde la estructura, pero influyó en la manera de narrar. 

¿Qué te genera el limbo entre la realidad y la ficción? 

De hecho, en Para siempre la nada es uno de los temas que se plantea. Para mí, mucha gente vive en un limbo entre la realidad y la ficción. Estamos constituidos por la ficción de forma muy importante. Es un tema que me interesa: cómo lo ficcional influye en la realidad. “Estoy construida por todas las ficciones. Soy Emma Bovary, Ana Karenina”, dice el personaje en la obra, que nombra a figuras de la literatura y el cine que han influido en la construcción de lo que es el amor romántico. También hay una reflexión sobre cómo afecta nuestra vida, buscando algo que, por ahí, nos viene desde una construcción de lo ficcional. En ese sentido, los dos mundos me interesan; poder contar historias de la realidad para que otros se sientan reflejados, pero también las cosas más íntimas, la escritura más creativa desde la intimidad a través de la ficción.  

Los personajes de Para siempre la nada son actores que ensayan una obra. El juego metateatral también revuelve sobre el límite entre la realidad y la ficción. 

Está Para siempre la nada, que es la obra que yo escribí, pero también Ramo de violetas, que es la obra que los actores ensayan. Es como un juego de mamushkas, en donde se van superponiendo la realidad del siglo XXI y la realidad del siglo XIX. En la obra aparecen fragmentos de películas que me influyeron, se proyectan cuadros, la música, con canciones que usé para escribir la obra, de Chopin, Tchaikovsky. Son, para mí, elementos que están en el inconsciente colectivo y hacen de lo que es el drama romántico. Elementos que quise tomar como un homenaje al género, pero que también van a activar algo a nivel inconsciente en el espectador. Desde ahí trabajo mucho la escritura, me parece que está bueno ir hacia los arquetipos, como decía Carl Jung. 

Respecto al romance, contás que Fragmentos de un discurso amoroso fue otra de tus influencias. 

Es un libro que me gusta mucho, al que volví siempre. Roland Barthes deconstruye el sentimiento amoroso del enamoramiento, toma fragmentos de novelas y analiza sistemáticamente cada uno de los sentimientos. Habla del imaginario y para mí es central en la obra el concepto del imaginario amoroso: cómo uno construye el amor a través de la ficción. En el proceso del enamoramiento, cuando se termina y tenés que destruir ese sentimiento, a veces es más difícil destruir el imaginario amoroso; expectativas, deseos. 

¿Qué te hace pensar el hecho de que las personas funcionen a partir de un imaginario?

Creo que el ser humano está constantemente en los planos de lo que recuerda, lo que vive y lo que proyecta. Entre el pasado, el presente y el futuro. Es nuestro mecanismo como seres humanos: somos mucho más que la realidad que se vive día a día. Hay una idea que tomé de Sostiene Pereira y utilicé para Roberto Jones, “la confederación de almas”; en cada uno de nosotros habita una multiplicidad de yoes. Además, jugamos distintos roles en distintos contextos.

Pasaron tres obras hasta llegar a Para siempre la nada, ¿encontraste tu voz como dramaturga? 

La voz se va formando, igual sí veo que hay una continuidad en mis obras; los temas sobre los que hablo, el estilo. No sé si la voz es una cosa definida, sino que se va desarrollando. La vida también es transformación constante. No sé sobre qué voy a estar escribiendo en diez años, y está bien.  

El romance es un tema transversal en tu obra.  

Sí, el amor y la reflexión sobre el amor con una mirada desde la generación bisagra de mujeres que vieron cómo era el mundo hace veinte o treinta. Pero, aunque la idea del amor ha ido mutando, la influencia del amor que veíamos cuando éramos chicas también está presente. 

¿Por qué sentís que ese tema te interpeló como para volcarlo en tu obra? 

Yo soy una persona muy romántica e idealista en algún punto. No me conformo solo con la realidad, antes de escribir ficción yo ya consumía muchísima ficción. Soy una persona que vive intensamente los vínculos y relaciones. A mí me importa el amor, de eso se trata vivir. Me acuerdo de todos los productos que consumía cuando era niña; un imaginario romántico muy fuerte. Eso genera consecuencias reales en nuestras formas. Los mundos confluyen. Me parece uno de los grandes temas de la humanidad. 

En ese sentido, ¿te choca el amor contemporáneo?

Para nada. Cada uno tiene que elegir amar como mejor le parezca. Yo no me siento antigua en mi forma de ver el amor, siento que estoy atravesada por todos los discursos, los más actuales y los más antiguos. Me parece hasta lógico que haya otros modelos. Estamos en un tiempo que hace necesario el cambio; Bauman habla de la modernidad líquida, el amor líquido. Y el tener hijos más tarde también es lógico por la entrada laboral de la mujer y la dificultad de los jóvenes, hoy, en comprarse una casa. Es más abarcativo, tiene que ver con lo económico, lo social, lo psicológico, un montón de factores. 

Por Agustina Lombardi