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Contenido creado por Federica Bordaberry
Historias
Fotografía preppy

Flor Crosta: de la foto minimalista y natural al juego sátiro de los 80 en Nueva York

La fotógrafa uruguaya realizó una muestra inspirado en los 80 norteamericanos, jugando con la sátira y la realidad del pasado y el presente.

22.02.2024 16:23

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2024-02-22T16:23:00-03:00
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Por Federica Bordaberry

Preppy. Un término en inglés que, cuando se usa como sustantivo, se refiere a un estudiante o graduado de una escuela preparatoria costosa o una persona que se parezca a dicho estudiante en vestimenta o apariencia. Cuando se lo usa como adjetivo, que también se hace (y bastante), se trata de un típico de un estudiante o graduado de una escuela preparatoria costosa, especialmente en referencia a su estilo de vestir. Eso, según el diccionario de Oxford. 

Después de la formulación de ese término, y porque comenzó a usarse de forma más bien callejera, o entre la gente, para hablar de cierta parte de la sociedad, llegó en 1980 The Official Preppy Handbook. Se trata de una guía, o una biblia satírica, que analiza a los norteamericanos de clase media alta con dinero. The rich, the pompous, the higher class. Los chetos, diríamos nosotros. 

Ese libro, escrito por Jonathan Roberts, Carol McD. Wallace, Mason Wiley y Birnbach, y editado por Workman Publishing, llegó a manos de la fotógrafa uruguaya Flor Crosta. Se lo dio una profesora suya, otra fotógrafa, el año pasado mientras estudiaba en el ICP (International Center of Photography) en Nueva York. 

Entonces, entendió: el proyecto fotográfico que estaba planeando tenía que ir sobre eso, sobre ser un preppy en los 80 en Nueva York, visto desde los ojos de una uruguaya del 2023 en esa misma ciudad. Así es como hizo uso de técnicas analógicas para reflexionar sobre la ironía de lo socialmente aceptable. Y lo hizo a través de la estética, el color y la simetría en las imágenes.

Trajo al presente, entonces, la guía de cómo comportarse y cuáles son los pasos a seguir, para lograr ser un clásico preppy en los Estados Unidos durante los años 80. Desde lugares a dónde ir hasta cómo hablar y actuar en público. Pasó del pasado escrito al presente fotográfico.

En una ciudad como Nueva York, donde predomina el consumo y el aparentar, la fotógrafa retrató a sus amigos creando una nueva realidad. Una que incluye juego, diversión y un guiño a esos años 80.

Todo aquello se exhibió en el Estudio Las Estrellas el pasado sábado 3 de febrero en La Barra, en Punta del Este, ciudad que fue su hogar durante los años más recientes de su vida, previo a su partida a Estados Unidos.

Nueva York "es un ritmo bastante intenso, más que nada en comparación con Punta del Este, que era donde estaba viviendo hacía 4 años. Pero, al mismo tiempo, me impresionó lo rápido que me fui adaptando", explica la fotógrafa en entrevista con LatidoBEAT.

Flor Crosta

Flor Crosta

¿Por qué la fotografía en tu vida, dentro de todos los medios artísticos para elegir?

La fotografía siempre estuvo ahí. Nunca fui muy buena pintando, ni dibujando. Crecí creyendo que el arte no era parte de mí, hasta que descubrí la fotografía. Desde muy chica sacaba fotos y empecé robando la cámara familiar a mis padres hasta que me regalaron una cámara que no me olvido más. Una cámara de Pokemon para mi cumpleaños número 8 o 9. Hace poco la busqué y, aunque soy una gran acumuladora de recuerdos que me son muy difíciles dejar ir, la cámara no estaba. Seguramente en alguna de las tantas mudanzas mi madre logró deshacerse de ella.

Volviendo a la fotografía como arte, desde chica sacaba fotos, pero nunca le daba la importancia que para mí tenía, quizás por miedo o inseguridades, no lo sé. No era como pintar, que lo hacías vos con tus manos. Era un aparato que capturaba lo que veías y me costaba aceptar que ese parecía ser mi arte. Es un medio un poco confuso, por el alcance que tiene. Si uno piensa, la fotografía está en todos lados.

Foto: Flor Crosta

Foto: Flor Crosta

¿Cómo se deja de ser un amateur de la fotografía? Es decir, ¿en qué momento uno se vuelve profesional?

Qué difícil. Hasta el día de hoy sigo aprendiendo. Principalmente creo que es cómo uno se percibe. Los logros personales que suman a esa confianza. Sin duda que, en mi caso, me ayudó mucho haber estudiado. Creo que me dio el empujón final para sentirme fotógrafa, pero, como dije antes, es algo muy personal.

Hay fotógrafos increíbles que no estudiaron o se formaron en una institución y son profesionales. Al mismo tiempo, está el factor “vivir de lo que uno hace” que suma a ese profesionalismo. La fotografía como freelance, por ejemplo. Hace poco veía a un fotógrafo que sigo desde hace un tiempo, un retratista que ha fotografiado estrellas de Hollywood para The New York Times, entre otros, y hablaba de lo difícil que es, cómo pasás de tener esos trabajos, portadas para importantes medios y después quizás pasar tres meses sin trabajar. Muchas veces uno tiene que conseguir un trabajo paralelo, ¿eso quiere decir que ya no somos profesionales?

Foto: Flor Crosta

Foto: Flor Crosta

Tomaste la decisión de ir a estudiar fotografía en Nueva York. Viniendo de una vida en Montevideo y Punta del Este, ¿con qué ritmo citadino te encontraste?

La verdad que es un ritmo bastante intenso, más que nada en comparación con Punta del Este, que era donde estaba viviendo hacía 4 años. Pero, al mismo tiempo, me impresionó lo rápido que me fui adaptando.

Había venido a Nueva York antes y me había encantado, pero realmente nunca me imaginé viviendo. Si me decías, hace unos años, que iba a terminar acá no te creía.

Creo que encontré un buen balance viviendo en Brooklyn y yendo a la facultad en Manhattan. En Brooklyn encontraba un poco más de tranquilidad que en el Lower East Side, donde está ubicada la facultad, que no lo tenía pero terminó siendo uno de mis barrios favoritos, lleno de bares, restaurantes, gente, movimiento.

Antes de venir, lo que más me preocupaba era el ruido porque estoy muy acostumbrada al silencio, y lo tuve alejándome un poco de Manhattan. La sensación de volver a mi casa en bicicleta cuando no hacía frío, cruzar el Williamsburg Bridge de noche, ir al parque a tres cuadras a leer un libro, ver el atardecer poniéndose sobre los edificios, fueron momentos sagrados para volver un poco a Uruguay y su tranquilidad.

Foto: Flor Crosta

Foto: Flor Crosta

¿Qué tiene, a nivel visual, Nueva York que no tenga Montevideo o Punta del Este? Es decir, ¿qué ves y qué no ves allá y acá?

Visualmente es muy diferente, te diría que casi opuesto. Mi sensación es que todo está cargado: calles, carteles, gente, autos, vidrieras. En Uruguay, mi fotografía estaba más relacionada con la naturaleza. Minimalista, diría. Cuando vine acá, sin darme cuenta, me empecé a interesar más en las personas. De a poco iba venciendo mis miedos de acercarme a extraños y practicar un poco de street photography. Después fui cambiando y ya coordinaba con gente para hacer retratos, ideas que tenía en mi cabeza para crear junto a la persona que estaba siendo fotografiada.  

Foto: Flor Crosta

Foto: Flor Crosta

¿Cuál fue el germen, o el origen, de las ideas detrás de esta muestra?

Siempre me interesaron los años 60, 80, 90. Si bien no soy pesimista de haber nacido en la época que nací, me encanta la libertad que tenemos para ciertas cosas. Sí está el desafío de la tecnología, que somos esclavos del smartphone, pero tenemos unas posibilidades que durante esos años no eran accesibles. Viajar, conocer otras culturas, lo negativo y positivo de la globalización. En fin, siempre me interesó y viviendo acá aún más, conociendo fotógrafos que registraron esas décadas. Desde tener de profesor a Allen Frame, fotógrafo y amigo de Nan Goldin, hasta ir a tiendas de segunda mano.

La idea arrancó como diversión, jugar a vivir en los 80. Se suma a que cuando estaba con esas ideas en la cabeza y empezando a fotografiar, Marina Berio, otra profesora y gran fotógrafa, me muestra en internet el libro The Official Preppy Handbook. Ahí como que se cerró el ciclo. Lo busqué por todas partes y, al final, di con un vendedor en ebay a un precio bastante accesible. En esa búsqueda, me enteré que era un libro casi que de colección. Después de leerlo, más entusiasmada e inspirada, seguí haciendo más fotos, yendo a tiendas de segunda mano en busca de ropa para después devolverla o quedarme con un vale que todavía conservo.

Foto: Flor Crosta

Foto: Flor Crosta

Sacar fotos también es tomar decisiones. En este caso, por ejemplo, optaste por el formato analógico. ¿Qué te llevó a ese formato, en un 2024 tan repleto de posibilidades digitales?

Antes de venir a Nueva York, mi experiencia con el formato analógico era casi nulo. Mi tío Pingo que era periodista me había regalado una Nikon 35mm que él había usado durante años y ahí empecé a experimentar, pero en paralelo estaba feliz que me compraba mi primera cámara DSRL.

Cuando llegué a Nueva York, casi no volví a tocar una cámara digital. Descubrí un mundo del cual no tenía idea. Me acuerdo el primer día que vi una cámara formato medio, era la de unos amigos, Pablo Argüelles y María Prieto, que tienen un proyecto de fotografía analógica y yo no entendía nada, ese rollo gigante, cómo se cargaba. Durante ese año tuve acceso a muchísimos equipos y experimenté, probé diferentes cámaras, formatos y finalmente me compré mi Hasselblad formato medio.

Personalmente, la fotografía analógica me hace frenar, el no sacar por sacar. Acostumbrada a una era digital, donde con el celular sacas diez fotos por segundo, conecté con la fotografía desde ese lado. Pidiéndole a la gente que me espere, que estaba tratando de enfocar o medir la luz. Y entendí mejor a la fotografía, cómo funciona con la luz, cómo es imprimir en un cuarto oscuro, la relación del material fotosensible, la luz que entra.

Foto: Flor Crosta

Foto: Flor Crosta

¿Cómo fue sacar esas fotos en Nueva York? ¿Cómo fue el proceso de producción?

Lo más importante para mi eran las locaciones, poder encontrar lugares en Nueva York donde fotografiar sin gente termina siendo un gran desafío. Y también eran importantes las locaciones, quería lugares icónicos de la ciudad pero no muy cliché o evidente. Entonces, estaba con una idea en la cabeza y recorrí hasta encontrarla. Entonces terminé con: Mccarren Park en Williamsburg, Brooklyn; la playa de Rockaway a una hora en ferry desde Wall Street, Central Park y un pier en Brooklyn Heights.

Después venía la vestimenta. Estaba con un concepto, por ejemplo, tal deporte y tal amigo que iba a fotografiar. Entonces, buscaba referencias y me iba de compras. Al otro día de las fotos, devolvía todo. Y, al momento de fotografiar, muchas imágenes las tenía en la cabeza, pero otras se iban dando en conjunto, ¿y qué si hago esto? ¿por qué no probamos ahí? Y así llegábamos.

Foto: Flor Crosta

Foto: Flor Crosta

Siendo Nueva York una ciudad con tanta gente, casi que un hormiguero, eso no se encuentra para nada en las fotos. ¿Fue difícil aislar las fotos del exceso de gente?

Claro, busqué las locaciones y también horarios donde no estuvieran muy repletas.

Foto: Flor Crosta

Foto: Flor Crosta

Por Federica Bordaberry