Documento sin título
Contenido creado por Valentina Temesio
Música
La identidad que no se pierde

Fue un baño público en una era de riqueza y ahora guarda la historia del punk islandés

El Museo Punk Islandés, en Reikiavik, documenta la historia e influencia del género inglés que Islandia también supo hacer suyo.

20.11.2023 12:00

Lectura: 10'

2023-11-20T12:00:00-03:00
Compartir en

Por Valentina Temesio

Islandia es inhóspita y silenciosa. Islandia está casi vacía. Duerme poco en verano y mucho en invierno.

En Islandia hay días en los que no se ve el sol. Otros, en los que el cielo explota y se tiñe de verde, rosado, violeta.

En Islandia todo pasa lento, menos cuando la naturaleza suena: el agua recorre sus cascadas y cae; el granizo choca con los vidrios de los autos, también la nieve; los glaciares desprenden hielo, los géiseres crecen; el agua del mar suena cuando choca con las piedras, que parecen talladas y lo rodean. Pero Islandia también se mueve cuando de una escalera subterránea en el centro de su capital Reikiavik resuenan gritos, voces, fuzz.

Cuando un baño se convierte en un museo, uno que cuenta la historia del punk del país.

***

De lejos podría perderse. Es una escalera más, aunque se diferencia por un cartel redondo, blanco, rojo y negro, que la ubica, que la define. El museo que ahora registra y congela lo que algún día fue el punk en Islandia también fue un baño público que se creó en 1930, cuando Islandia celebró el milenio de la primera sesión de parlamento del mundo, que tuvo lugar en Alþingi, a 45 kilómetros de Reikiavik.

Ahora, en 2023, esas paredes que son más viejas que el punk narran, en desorden, la historia de un género. Lo mantienen. Mientras, hay tres piletas, tres waters, tres cubículos. La historia del punk está encerrada en un edificio sanitario y para el pueblo.

Museo Punk Islandés. Foto: Valentina Temesio

Museo Punk Islandés. Foto: Valentina Temesio

Sobre un papel cortado a mano y pegado con cinta scotch se lee: “¿874? Islandia se estableció en el siglo 9. Los noruegos navegaron hasta aquí para escapar de los impuestos en Noruega. Algunos monjes irlandeses también andaban por acá. No había punk”.

La bisagra que marca el tiempo en este museo es la aparición del punk, ese momento en el que el género entró a la historia e impactó a la juventud islandesa. Y sigue marcando a algunos cuantos.

***

La música sigue sonando, más fuerte de lo que se escuchaba afuera. Hay turistas que miran, que caminan en ese baño restaurado que es apretado, que tiene papeles en las puertas, en las paredes; plantas, camperas. Que tiene pantallas con videos, fotos de bandas, de artistas, fotos del pasado.  Las paredes del museo recuerdan cuando la Beatlemanía llegó al país, entre 1963 y 1968, y se fundaron las bandas Hljómar, The Kinks, Dátar, Flowers, entre varias otras influenciadas por los ingleses. También muestran imágenes de la juventud islandesa: qué hacían, cómo se vestían, cómo disfrutaban, vivían.

En 1970, dicen las paredes, Led Zeppelin se presentó por primera vez en Islandia. En aquel entonces, Trúbrot, Mánar, Náttúra, Icecross eran las bandas que ahondaban, que tocaban y vivían el rock progresivo. Quizá, ese día para esos jóvenes fue un hito, una proximidad a una gran banda.

Pero, dicen las paredes del museo, aún no había punk. 

Quizá, el primer indicio del género inglés en Islandia sea el 8 de agosto de 1974, cuando los estudiantes de una escuela crearon la banda Hall6 & Heilasletturnar y tocaron música punk. Si bien llamó la atención, la agrupación se desarmó ese mismo día después de tocar. Por eso, se dice y afirma que el punk llegó a Islandia en 1978, dos años después de que comenzara a escucharse en York y Londres. El 3 de mayo de ese año la banda The Stranglers se presentó ante 4.000 personas, que equivalía al 2% de la población en ese entonces, y tocaron. Así, se gestó el primer set punk islandés. 

***

El '78 marcó la bisagra de este baño que ahora es museo, de bandas que aparecieron, que desaparecieron, de sed, de un lenguaje antisistema, de una identidad, de intercambio musical y visita de gente de otros países a la Islandia remota. 

Museo Punk Islandés. Foto: Valentina Temesio

Museo Punk Islandés. Foto: Valentina Temesio

Entonces existieron bandas que comenzaron como “una broma” y tocaban donde podían, al estilo de Frabblarnir, la primera banda en grabar un disco punk (False Death,1996); Megas que indignó a su público por sus letra intelectuales; Bubbi and the Outsiders, que desapareció e intentó volver a los escenarios en los 2000, pero no pudo.

***

El 21 de junio de 1980, The Clash, ícono de la primera ola del punk, tocó en Reikiavik. En ese entonces, el mundo ya conocía London Calling, el disco que los terminó de plasmar en la historia de la música. Ese día, Bubbi and The Outsiders fueron los encargados de abrir el show, que era organizado por el festival de arte de la capital. Dicen las paredes del museo punk que ese día los islandeses sintieron que había sido el mejor concierto en la historia de su país desde la presentación de The Stranglers en el '78.

El punk llegó, pero el mundo se seguía moviendo. A fines de los '80, comenzó a llegar otro sonido: el new wave. Entonces, varias de las bandas comenzaron a mutar, a hacer covers de Joy Division. Algunas, cambiaron.

***

Durante 1981 las bandas nuevas eran moneda corriente, y abundaban. Los conciertos de las ya instauradas The Outsiders, Fræbbblarnir and Þeyr held eran, de alguna manera, el calentamiento para las nuevas que vendrían. La mayoría de los shows se hacían en el Hotel Borg, que al contrario de cualquier estética punk, era blanco, elegante, acaparador. Pero también las bandas tocaban en las escuelas, en centros comunitarios. No estaban aisladas de la sociedad. 

Museo Punk Islandés. Foto: Valentina Temesio

Museo Punk Islandés. Foto: Valentina Temesio

En 1982, sonarían bandas como Jonee Jonee y los surrealistas Medusa. Algunas bandas lograron viajar y presentarse fuera de la isla, otras se disolvieron. De algunas, como Oxsmá, que existió hasta 1985, solo quedan biografías en islandés y un raconto de sus discos en Discogs, fotografías en blanco y negro y sonidos perdidos.

***

Cuando el punk irrumpió en Islandia, cambió, de alguna forma, aquella identidad clásica y cerrada y la llevó a lo que pasaba en otros lugares del mundo. El 1° de diciembre del '93, una emisora de radio “rompió el maullido sinfónico de más de medio siglo de la radio islandesa”, dicen las paredes del museo. Sin embargo, los punk no colmaron sus expectativas: había cambiado la sinfonía por pop. De todas maneras, los sellos seguían produciendo punk y, cada tanto, lograban que las radios amplifiquen ese sonido. 

Museo Punk Islandés. Foto: Valentina Temesio

Museo Punk Islandés. Foto: Valentina Temesio

***

Como en todas partes del mundo, en Islandia, ese país serio y solemne, también había niños rebeldes. Un grupo de adolescentes “descarriados”, que faltaban a la escuela para hablar de punk y drogarse se consolidó como un sonido nuevo. Los Hlemmur-punks se juntaban en la terminal de ómnibus de Reikiavik y existió hasta la década de los '90. 

Pero en esa escena local, comenzaba también a resonar un nombre, uno que sigue latente hasta el día de hoy por su música, su activismo y porque una vez un uruguayo le envió una carta bomba: Björk. 

Björk Guðmundsdóttir se hizo famosa cuando tenía 12 años, corría el año 1977 y lanzó su primer disco, que se llama igual que ella. Para ese entonces, el éxito de la preadolescente no había cruzado fronteras. Era conocida dentro del circuito de su isla. De todas maneras, aquella niña exploraría nuevas escenas, nuevos ritmos, nuevos espacios y se movería en el sonido post-punk, género que sus primeras bandas ahondaron. Aunque, el resto es historia conocida: se convertiría en una de las vocalistas de The Sugarcubes para después abandonarla, mudarse a Londres y convertirse en una referente global, vanguardista, alternativa y experimental.

***

La música de Björk no fue la única que recorrió el mundo. Þeyr, que dio su último concierto en la Catedral de Skálholt en 2006, también tuvo su gira escandinava. Tocó en las radios y televisoras de Dinamarca y, también, grabó su música en un estudio danés. En 1982, un año antes de su primera separación, lanzaron The Fourth Reich, un EP dedicado  “la memoria y la obra de Wilhelm Reich y otros antifascistas”. 

The Fourth Reich. Foto: Þeyr

The Fourth Reich. Foto: Þeyr

La portada generó polémica, porque decían que era propaganda nazi. En Islandia, salió con su tapa original. 

***

El punk, más que un género musical, es un estilo de vida, una elección, una fusión de artes. Desde letras, canciones a publicaciones, a dibujos, a fanzines. En 1982 se estrenó Rokk í Reykjavík, una película que documentó los testimonios de las bandas del momento y que tuvo su propio álbum. Pero fue muy franco, dicen las paredes. Hablaba “demasiado” y “libremente” sobre las drogas, sobre la matanza de aves en un salón. Y ese mensaje, que quizá no buscaba ser tan literal sino solo una memoria, se pasó a los espectadores.

Entonces, el día que fue la presentación del disco encontraron aves decapitadas, cerdos que se paseaban entre los baños. Y, claro, la Policía suspendió lo que estaba sucediendo. Además, La Asociación Islandesa de la Protección Animal cuestionó ese tipo de arte, acusó a los responsables de la película de que la matanza de aves causa “un grave revés psicológico y moral tanto para niños y para adultos”. Al documental no le fue bien y fue cuestionado. Ahora, en 2023, sin embargo, podría ser el testimonio, el recuerdo, la imagen viva de un tiempo que ya no existe. 

***

Hay bandas que llenaron el camino del punk islandés, inspirado en el inglés, que existieron y son parte de este museo, del recuerdo de sus creadores, una banda de amigos que busca preservar ese movimiento con el que se encontraron y construyeron su propia identidad. Así pasó Oxsus, Grafik, Baraflokkurinn, Q4U, Purrkur Pillnikk . Bandas que existieron y que quedaron en la historia, que marcaron una era que ahora está encerrada, guardada, en un baño público.

***

El museo desde afuera parece vacío y la puerta está cerrada. Al tocar timbre, aparece un hombre, con los pelos verdes y parados, que está sentado en una silla giratoria. Habla, sin mucha simpatía, cobra, y dice qué hacer. Pide recorrer en orden, porque hay información en todas las paredes, porque hay muchas cosas para leer. Y se va. 

Después aparecerá en una sala, pegada a los baños, en la que cuelgan auriculares que amplifican esas voces que no son solo un recuerdo, que están ordenados por época y rodeados de instrumentos, de fotos, de caras, de billetes del mundo, incluso de Uruguay.

Museo Punk Islandés. Foto: Valentina Temesio

Museo Punk Islandés. Foto: Valentina Temesio

***

Entonces, Islandia es silenciosa e inhóspita. Pero el punk perdura como una de las atracciones más interesantes de su capital. En las calles se ven disquerías, librerías, bares con música, salas de música.  En Islandia lo clásico, lo sofisticado, sigue existiendo, pero también lo under, que es prolijo, nórdico y diverso; minimalista. 

Por Valentina Temesio