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Contenido creado por Agustina Lombardi
Entrevistas
Mucho tiempo esperando este momento

Gabriel Peluffo en el Teatro de Verano: “Acá viví de los momentos más felices de mi vida”

En vísperas de su doble presentación, el cantante de Buitres recuerda las historias emblemáticas que vivió en el escenario Ramón Collazo.

04.10.2023 12:47

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2023-10-04T12:47:00-03:00
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Por Carlos Dopico
Carlos Dopico

Luego de 12 años, Buitres, la banda que lidera desde los vocales Gabriel Peluffo, regresa al Teatro de Verano en el marco de su relanzamiento. Su último concierto en este emblemático escenario había tenido lugar en diciembre de 2011, tras la presentación de Bailemos, su onceavo trabajo discográfico. Sin embargo, el recorrido artístico por este lugar envuelve anécdotas desde mediados de los 80, durante la época de Los Estómagos, y atraviesa la memoria emotiva de su historia con Buitres. “Quizá uno de los días más felices de mi vida fue el recital de los 10 años”, recuerda Gabriel Peluffo, con quien caminamos por la platea y recorrimos el escenario. “La primera vez que subí acá fue como cantante de Los Estómagos, en la presentación de la ensalada Graffiti”.

En esta entrevista hablamos de las distintas oportunidades en las que la banda llegó hasta este recinto y los vericuetos que tuvo que atravesar para lograrlo. Desde la epopéyica presentación de Maraviya en el 93 y los destrozos que acabaron con sus honorarios, el renacimiento del proyecto artístico con Buitres 10 años, en el 99, o el retorno de la gira 20 años fue que conversamos sobre la trascendencia que ha tenido para Buitres el Teatro de Verano. “He venido muchas veces, no solo a cantar. He venido a ver carnaval, a Chico Buarque, a Jack White o a Nick Cave & The Bad Seeds”, puntualiza Peluffo cuando rememora distintas visitas al Ramón Collazo.

Pero no solo fue una charla retrospectiva, sino también sobre los planes a futuro: el 40 aniversario de Los Estómagos, celebrado este año; el próximo álbum de Buitres, que grabarán el año entrante; y la nueva dinámica de ensayo y composición en Costa Azul con sus socios emblemáticos. Como si fuera poco, hicimos un repaso por algunas de las canciones de la banda que nacieron con un riff de armónica, el instrumento que Peluffo toca hace más de 30 años.

Gabriel Peluffo en el Teatro de Verano. Foto: Javier Noceti

Gabriel Peluffo en el Teatro de Verano. Foto: Javier Noceti

Hace 12 años que no tocan en el Teatro de Verano. ¿Por qué tanta distancia en las presentaciones en este emblemático recinto?

Son cosas que se dan. Me parece que es un escenario grande, y cuando planificás tocar acá es todo un acontecimiento. Obviamente, además, durante esos años pensamos en otros lugares para hacer los shows emblemáticos o masivos. Pero fue circunstancial.

Ahora, particularmente, no fue que nos fueron a buscar. Cuando vimos que había un relanzamiento del teatro, con obras, dijimos “queremos estar, nos gustaría estar”. Hablamos entre la banda como para no tocar inmediatamente antes ni después y hacer una laguna para poder tocar en el Teatro de Verano. Fue idea nuestra venir acá.

Imagino que has venido en muchas oportunidades, pero también que hay algunas difíciles de olvidar. ¿Cuándo fue la primera vez que subiste como cantante a este escenario?

Fue a fines de 1985, en el lanzamiento de la ensalada Graffiti; tocábamos con Los Tontos, Los Traidores, Neoh 23, ADN, Zero, todos los que participaron de aquel disco tocamos en el Teatro. Fue un show que se llenó “hasta las manos”. Fue el debut de Los Tontos, y abrían el show porque eran los menos conocidos, pero fueron los que hicieron bailar a todo el Teatro de Verano. [Risas.] Me acuerdo de eso.

Al año entrante, en el 86, aquel concierto del que participaban Los Estómagos, Los Traidores y Los Tontos terminó en gresca, tras la irrupción policial.

Bueno, sí, fue complicado. Esa vez vinieron a detener a Los Traidores. Cuando estaban por terminar su show, ya había venido el grupo GEO a buscarlos por el back. Todo el resto de los músicos nos pusimos al frente de aquella puerta K [señala el portón de fondo del Teatro], agarrados de los brazos, convencidos de que nos iban a matar. [Risas.] Mientras tanto, Los Traidores se escapaban por allá adelante [señala el acceso lateral al escenario], y la gente les hacía como un cordón de salida.

Pero Los Estómagos era parte de la grilla de aquel festival, ¿verdad?

Sí, claro. Había sido un grupo de un colegio que estaba juntando dinero para el viaje de fin de año. Quiso repetir el modelo del show Graffiti y contrató a Los Traidores, Los Tontos y Los Estómagos.

O sea, cuando irrumpen los coraceros, Los Estómagos aún no había tocado.

Puede ser, sí. [Risas.] No recuerdo tan claramente. Con Buitres también hubo gresca después, por eso se me mezclan las historias.

Claro, pero eso fue la presentación de Maraviya, en el 93. Lo recuerdo como una de las más gloriosas presentaciones de la banda en este lugar. Con final apoteósico.

[Risas.] Fue increíble. Nosotros habíamos sido muy populares con Los Estómagos y toda la historia, pero lo que pasó en el Teatro de Verano se salió de contexto. No esperábamos que viniera tanta gente, mucho menos que se llenara. Lo que venía pasando como focos ígneos a lo largo de todo el país, con shows en La Factoría, los del Garaje de Pando, los de Ferrocarril de Las Piedras, todos shows muy intensos, para 800 o mil personas, explotó acá. Lo que pasaba en los shows chicos, con unos pogos enormes por toda la pista, se reprodujo acá y la invasión del escenario se dio masivamente.

Fue una de las primeras veces que vi caer la torre de cajas de sonido (la otra fue en el último festejo de La Vela, un 24 de diciembre, con entrada libre).

Sí, tiraron las cajas y tuvo sus consecuencias.

¿Y qué hicieron? No recuerdo el final.

Después del show quedamos muy preocupados. Sabíamos que no era grave, pero que alguna persona se había lastimado, y también ansiábamos que nos pasaran la cuenta. [Risas.]

Aún no estaban en el trayecto de autogestión. Todavía trabajaban con Orfeo y Palacio de la Música.

Sí, estaba la gente de Palacio, pero pagamos el costo. Nosotros no cobramos caché por tocar. Hubo cero ganancias, tuvimos que pagar las roturas.

Otro gran momento de la banda en este lugar fue en los 10 años —show del que se editó un doble registro en vivo—. ¿Cómo recordás aquellos momentos? ¿Qué significaba aquella cifra redonda del siglo pasado y el comienzo de la independencia artística?

Recuerdo que fue un momento de gran intensidad. Fue un renacimiento de la banda, además. Veníamos de dos años bastante complejos, porque no habíamos grabado, nos habíamos peleado con la discográfica [Orfeo]. Nos habían trancado la salida del material.

Venían del Rantifusa (1998).

Claro, justamente, veníamos de sacar nuestro primer disco independiente. Rantifusa lo presentamos en el Lobizón, donde vendían el revuelto gramajo, para no más de cien personas. Volvíamos a tocar para muy poca gente. Sacar el disco independiente nos hizo muy bien, de todas formas, porque allí comenzó nuestra independencia; hacernos cargo nosotros mismos y de nuestra carrera. La estábamos remando de vuelta y habíamos comenzado a tener otra vez respuesta en los shows. En aquel momento, nuestro mánager de entonces, Claudio Piccerno, había diseñado toda una estrategia para revivir los distintos lugares del interior donde habíamos ido, y hablar con la red de radios para difundir un compilado de Buitres que se llamaba Buitres 10 años. Contenía las canciones que habíamos hecho en los últimos diez años. Lo mandamos a todas las radios del interior y, de alguna manera, eso terminó generando aquel show y el renacimiento de la banda. Pero tampoco esperábamos esa convocatoria. Se sobrevendió y agotó totalmente. Habíamos decidido no hacer otra fecha, por motivos extraartísticos.

Recuerdo que el papá de Parodi estaba muy mal, razón por la cual hasta último momento había incluso hasta peligrado la concreción del show.

Sí, el papá de Gustavo estaba muy mal y habíamos estado por suspender. Sin embargo, toda la gente que quedó afuera colgó cientos de banderas en el alambrado que circundaba el Teatro. Afuera había mucha gente, el paisaje desde el escenario era maravilloso.

De hecho, grabaron aquella presentación. Luego de eso salieron de gira y regresaron en noviembre nuevamente para festejar, entre otras cosas los discos de oro y platino de aquellos volúmenes (I y II) en vivo, editados por Bizarro.

Sí, es verdad. Terminamos al año siguiente volviendo a llenar el Teatro.

Recuerdo que aquel concierto lo transmitimos en vivo para XFM-100.3 con Varo Coll y Nicolás Fervenza (quien hace dos décadas y media es mánager de NTVG).

Sí, recuerdo. Y hubo una semblanza de Eyherabide, me acuerdo también. Fue increíble.

Lo siguiente que grabaron en vivo fue el 17 años, en el Velódromo.

Claro, en 2006 volvíamos a recoger todo lo que había sido la salida del Buena suerte… Hasta siempre (2001), Mientras (2003) y Periplo (2004). Creo que ahí hay buena parte de los hits de la banda, o los temas más populares. Después vinieron los recitales de Durazno, pero el que ancla eso es el Velódromo.

Y después volvimos con Las canciones son verdad (2012) en el Teatro de Verano, donde hicimos dos fechas.

Pero antes, en 2010, cerraron la gira por los 20 años de la banda. Y poco más tarde presentaron Bailemos, el onceavo disco, ¡también en este lugar!

Claro, es verdad. Exactamente. Recuerdo las angustias de siempre de estar a la expectativa y ver cuánta gente venía. Siempre fuimos una banda que nunca dio nada por descontado. Teníamos la piel bastante raspada. Ya habíamos tocado el cielo, y habíamos caído. Conocíamos el terreno. Y más o menos, siempre tenés la misma expectativa. Ahora, por suerte, estamos más tranquilos porque cada vez que tiramos una, la gente responde. Es muy bueno, es un privilegio. Con esta fecha estábamos muy tranquilos.

Gabriel Peluffo. Foto: Javier Noceti

Gabriel Peluffo. Foto: Javier Noceti

¿Sabían de antemano que iban por dos Teatros? (7 y 8 de octubre.)

No, no lo dábamos por descontado, porque ahora hay varios factores que influyen en la venta de entrada de espectáculos. Si durante la pandemia la gente compraba mucho antes, ahora compran las entradas un rato antes. Sumado a eso, hay mucha oferta artística, mucha visita de argentinos que vienen a tocar acá porque no les rinde hacerlo allá. Y hay muchos shows internacionales.

Gabriel, ¿qué implica para vos este escenario? Es realmente un espacio emblemático, cuyo destino fue siempre artístico.

Es un lugar maravilloso. Lo tengo súper presente en distintas etapas de mi vida: con Los Estómagos, con Buitres. Quizá uno de los días más felices de mi vida fue ese recital de los 10 años, por todo el contenido emotivo que tuvo. Saber que éramos responsables y dueños de nuestro destino. Pero, aparte de eso, también como espectador he disfrutado mucho. Me gusta venir acá.

Y, sin ser a tocar, ¿en qué otras oportunidades viniste? ¿Recordás algún concierto particular al que hayas venido como espectador?

He venido a ver carnaval, Chico Buarque, Jack White, Nick Cave & The Bad Seeds, de todo. Siempre ha sido una experiencia maravillosa. Creo que tiene que ver con eso de sentir el viento del sur, la presencia del río, esta zona hermosa. Es uno de los paisajes más hermosos del mundo y característico de esta ciudad. Es claramente un escenario emblemático para la sociedad uruguaya.

Pasaron ya casi cuatro años desde el último trabajo de la banda, Mecánica popular. En el promedio histórico de sus publicaciones, estamos ya a tiempo de un nuevo álbum. ¿Hay nuevas canciones?

Estamos componiendo aún, pero sí, se viene un disco nuevo. Está buenísimo tener este tipo de shows, que te dan cierto nervio, porque tenés que estar pendiente… Pero, al mismo tiempo, estamos sacando temas nuevos. Ya estamos en el barco de un disco nuevo, al que le falta todavía parte de la producción. Aún no llegamos a las maquetas, pero ya estamos componiendo, y eso es alucinante.

Mecánica popular iban a grabarlo en tandas de tres o cuatro temas, pero finalmente grabaron y publicaron un disco completo. ¿Retomarían aquella idea de grabar por segmentos?

No, va a ser un disco entero. El diseño de producción ya lo tenemos bastante definido, y coincidimos en algunas cosas básicas: que va a tener maqueta, que vamos a trabajar con un productor y sabemos cuál va a ser la línea. Ahí ya está jugado el partido. Por el momento, va a ser un disco de ocho canciones. Ese es el proyecto. Aún no tenemos definido dónde grabar.

Ahora ya están todos instalados en el balneario. Sé que han compuesto cosas en Costa Azul, tanto de Los Estómagos como en Buitres, pero ahora viven a cuadras uno de otro. ¿Cómo es hoy la dinámica?

Sí, estamos viviendo en Costa Azul. Lo hemos vivido por separado, es verdad. Yo he escrito muchas canciones en Costa Azul y me he juntado a componer con Pepe muchas veces allá; Los Estómagos han compuesto canciones en Costa Azul y hemos estado en la casa de Gustavo, el Pepe y yo haciendo canciones para Buitres. La verdad que lo extraño es el lugar nuevo. La sala de ensayo es en la casa de Gustavo, un lugar precioso que arregló él. Es muy íntimo. Igual, aunque haya una distancia de metros entre la casa de los tres, nos seguimos mandando los temas por WhatsApp. [Risas.]

En Mecánica popular le dedican un tema a “Las musas”: “Al fin vinieron las musas a visitarme y en vez de hacer los deberes salí a pasear / cerramos varios lugares, volvimos tarde, / hojas en blanco al despertar”. Después de tantos años en el ejercicio, ¿cómo te llevás con la hoja en blanco y la persecución del texto?

La verdad que no es una preocupación. Sí sé que hay un plano de concentración necesario para la composición, y que requiere de espacio y tiempo. Te tenés que desprender de un montón de cosas. Yo antes tenía la habilidad de abstraerme e incluso componer en el mismo lugar donde estaba trabajando.

Por ejemplo, de guardia en el hospital.

Sí, eso no lo quiero ya hacer.

O terminar los textos en la propia sala de grabación.

Bueno, sí. Eso es un poco inevitable. [Risas.] Pero trato de generar el espacio. Aprendí que la cabeza sigue trabajando; quizá dejás la idea, pero la cabeza nunca la suelta. Los temas, aunque sean cancioncitas grabadas al aire en un teléfono, los podés llegar a escuchar mil veces, de verdad. Después está la construcción de la melodía, la adaptación del texto, las palabras… Pero la cabeza va haciendo esa selección solita. [Risas.] El otro día le dije a Gustavo: “Para esa música que me pasaste tengo una letra, no está ordenada en octosílabos, pero puede andar”. Y me dice: “Pero ¿eso que tenés escrito se va a adaptar a la melodía?”. Y le respondo: “Estoy seguro, mi cabeza lo va a hacer sola”. [Risas.] Es algo increíble, pero es cierto. Hay que darle músculo a la composición, los escritores dicen algo similar: hay que sentarse a escribir.

De todas formas, a mí me parece algo fundamental la experiencia vital para la escritura. No está todo en la imaginación; hay una conexión con el espacio en el que te desenvolvés y en el que interactuás con otras personas. El espacio político es fundamental para generar texto. Por eso, la pandemia, al contrario de lo que a muchos artistas les pasó que escribieron un montón, para mí fue un tiempo muerto. Fue tiempo de angustia y no de experiencias vitales que me permitieran escribir.

Pero seguramente leíste o viste cosas que pueden ser insumo involuntario de nuevas imágenes sonoras.

Bueno, sí. La lectura la redirigí a otros aspectos. El cine siempre fue insumo fundamental, pero en los últimos tiempos lo es más la literatura. Estoy leyendo mucho y escribiendo bastante. Lo que no me tiene que angustiar es esa idea de superarme o mejorar, o ir un paso más y ser más complejo. Todo eso hay que sacarlo de lado. Y quedarte con qué es lo que querés decir. Y tiene que conectar con la gente, porque esto son canciones. El lado de la conexión tiene que estar presente.

Hace ya mucho tiempo, desde los primeros años con Buitres, incorporaste una armónica como instrumento. ¿Es cierto que comenzaste a llevarla en el auto y tocar manejando?

Sí, es verdad. Está bueno tenerla. Me gusta manejar y hago distancias largas. Ahora vivo lejos de Montevideo, pero trabajo también en otros lugares. En el auto es uno de los lugares donde uno compone, sin dudas. Lo que me ha pasado es tener que parar para escribir ideas, frases. Y sí, la armónica está ahí por si tengo que pensar algún arreglo.

Hablame de alguno de los himnos de la banda que tienen arreglos con esa instrumentación: “Buitres”, “No te puedo matar”, “Mincho Bar”, “Soy un perro”.

La melodía de “Buitres” es de Parodi, y nace ya desde la armónica. La hizo cuando estábamos en Los Estómagos, y dijo “algún día vamos a usar esto”. Y fue así: un día la trajo y se hizo un tema con eso. El único aporte que hice yo —que no es menor— fue decir: “Hagamos una melodía distinta al tema”. Ya tenemos un gancho, busquemos a la ‘ene’”. Con el método de escucharla mil veces que te contaba, con un casete en el auto, salió la melodía. Es muy básica, pero tiene esa capacidad… Me explicó el Pepe [risas] que la secuencia de notas le otorga la cualidad de ser hipnótica.

“No te puedo matar”.

También, lo mismo exactamente, Parodi. Yo me di cuenta de que era un hit. Creo que hasta lo llegamos a maquetear. Desde un comienzo le dije: “Tenés que cantarlo vos, es para vos”. ¡Resignar cantar un hit es todo un mérito! [Risas.]

“Mincho Bar”.

El arreglo de armónica de ese tema es de Michel Peyronel. El fue el productor de Mientras. Un dí, pidió la armónica en Sol y de la nada se metió a grabar. Quedamos de cara porque es un arreglo hermoso.

Y hay un arreglo nuevo con armónica en “Soy un perro”.

Ese arreglo lo hice yo.

Ya tenés set de armónica multitono.

Sí, he hecho algunas cosas lindas. La versión de “Una vez más” del clásico “One more time”, que es de aquellos discos de la Sun Records y su búsqueda de talento para sustituir a Elvis Presley, apareció un tipo que grabó este tema y tocó un solo de saxo. El arreglo de armónica remeda el solo de saxo, pero tienen un par de vueltitas que le hice yo, y es de lo más lindo que he hecho en la armónica. No es una composición, es un arreglo sobre un arreglo, pero me parece hermoso.

Gabriel Peluffo. Foto: Javier Noceti

Gabriel Peluffo. Foto: Javier Noceti

En este 2023 que se celebran los 40 años de la fundación de Los Estómagos comentaron en varias oportunidades el minucioso trabajo sobre un libro compilatorio, e incluso el visionado de material audiovisual. ¿Cómo viene eso?

Bueno, yo creo que ahora es un proyecto que quedó para 2024, pero tuvimos un encuentro con Gustavo y el Hueso [Fabián Hernández]. Gustavo quiere cerrar los proyectos vinculados a una entrevista libro que hay, y a hacer algo con los registros. Él es el dueño y curador del archivo audiovisual de Los Estómagos, y que tiene el 80% de cosas que son completamente inéditas.

Pero ¿se han juntado a ver ese material?

No, eso no. Lo más lógico sería hacer un documental con ese material. Después está la posibilidad de… Por ahora la decisión tomada es de no recrear ni volver a grabar nada de Estómagos; no resignificar sino dejar con ese sentido lo que hay. Yo sigo insistiendo y veo alguna posibilidad de hacer algún registro sonoro, al menos para recuperar algunas cosas.

¿Sobre todo lo no editado?

Hay un tema en particular, del que pedí permiso a ellos para hacerlo; un tema que se grabó, pero nunca se editó. Yo les dije que lo quería hacer y ellos me dijeron por ahora que sí. Capaz que lo hago, se los muestro y no les rinde. Veremos.

¿Sería para tu proyecto tanguero?

No, sería una versión del tema, no el tema en sí. Pero sería rock.

Te escuché decir en una entrevista: “Tengo un acceso privilegiado al archivo de Pepe, pero no al de Parodi”. ¿Qué contenido alberga uno y otro?

No creo que difieran tanto. [Risas.] El de Parodi puede no estar muy aggiornado desde el punto de vista tecnológico, pero existe, con mil cosas. Sobre todo, cajas de casetes. El Pepe tiene también cosas y me muestra. Ellos coinciden también en que cuando me mandan cosas, yo les arruino un poco lo que tenían pensado. [Risas.] Pero ojo que ahora estamos componiendo juntos, cambió un poquito la cosas. [Risas.] Pero dos por tres Gustavo me reclama… Me dice: “Yo ya te mandé un montón de cosas, con eso te tendría que alcanzar para manejarte. ¡No me pidas más!”. [Risas.] O de repente, me dice: “De aquel tema que te mandé aún no me trajiste nada. ¿No te gustó?”.

Te escuché últimamente decir que es probable que dejes la medicina a los 60 para dedicarte full time a la música, un camino que tus socios de banda recorren desde hace algunos meses. ¿Qué sensación te transmiten?

¡No seas tan drástico! [Risas.] No, no pretendo dejar mi actividad como médico o la parte de gestión, pero sí ir dejando una parte para tener espacio para los proyectos artísticos. La idea es adaptar la vida para estar más lejos de Montevideo y tener más libertad para inclusive ir a espectáculos, teatro, cine, bandas. Quiero poder viajar a ver artistas que me gustan. Es el momento ahora, después sí va a estar más complicado.

Por Carlos Dopico
Carlos Dopico