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Contenido creado por Valentina Temesio
Literatura
Los libros y sus autores

Gabriel Peveroni: la literatura es “conocimiento colectivo, intercambio de experiencias”

El escritor publicó la novela “Viajar no lleva a ningún sitio”, que es parte del Proyecto Shanghai, por Casa Editorial HUM.

23.11.2023 10:55

Lectura: 11'

2023-11-23T10:55:00-03:00
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Gabriel Peveroni es escritor y periodista. Es, también, autor de las novelas La cura, El exilio según Nicolás, Tobogán blanco, Los ojos de una ciudad china y Viajar no lleva a ningún sitio. Entre sus publicaciones periodísticas destacan el libro Tango que me hiciste mal (sobre el primer disco del grupo pospunk Los Estómagos) y el documental Así es mi barrio (historia del rap en Uruguay, con producción de TV Ciudad).

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Estoy leyendo Demasiado no es suficiente, la historia de amor de Mariana Enriquez por la banda británica Suede, que es también una de mis bandas preferidas y coincido con Mariana en destacar la sensualidad y la desaforada energía sexual que desprenden las canciones de la dupla Anderson-Butler. También estoy leyendo un libro sobre los pioneros alemanes que fundaron el pueblo cordobés Villa Belgrano y disfrutando —despacio, como debe ser— de los perturbadores y perfectos relatos de Tamara Silva reunidos en el libro Desastres naturales.

El primer verso que te viene a la mente.

“Every day is like sunday”. Hace meses que tengo pegado ese verso de Morrissey y no se me va. Y tampoco sé por qué, más allá de que sea una hermosa melodía. Hay otros versos de canciones que tampoco se me despegan fácilmente, “Love is a stranger” de Warhaus, “Everything now” de Arcade Fire, y muchos son de los mantras repetitivos de Santiago Motorizado. Del tipo “Jenny, algún día, Jenny… todo lo que ves, todo lo que ves será nuestro, nena”.

¿Preferirías viajar al futuro o al pasado?

Así planteado el dilema preferiría viajar al pasado. Haría viajes al mismo sitio, pero en diferentes épocas. Uno de esos sería el lugar de la casa de mi infancia y sus alrededores, o sea la ciudad y sus bordes. Sería una investigación personal, minuciosa, de las cosas que están y las que no están, de lo que va mutando. Sería un viaje para entender, o dejar de entender, que es exactamente lo mismo. Pero dejarían de ser viajes al pasado. Cada viaje sería a diferentes presentes. Y la escritura, en mi caso, es la que me permite este tipo de distorsiones temporales.

Si pudieras cambiar el final de cualquier libro famoso, ¿cuál elegirías y cómo sería el nuevo final?

No soy de recordar finales y me suelen gustar los libros que terminan cuando algo empieza (y definitivamente no lo sabremos porque el libro terminó). Esto significa que no me gustan los finales que clausuran. Lo que haría con muchos libros es eliminarles algunas páginas antes de que algo se resuelva con demasiadas certezas.

¿Para qué literatura en el tiempo del desamparo?

Primero que nada me preguntaría cuándo no fue un “tiempo del desamparo”. Aunque sí, tal vez estemos en un extremo en la disociación entre lo virtual y lo real, en los diferentes avatares que habitamos, eso es innegable. Y bueno, en todo caso la literatura mantiene el sentido que ha tenido siempre, el de conocimiento colectivo, el del intercambio de experiencias, el de reflejar el lenguaje y sus mutaciones. El gran problema lo veo, también como siempre, en la inutilidad, en que se considere obsoleto un objeto mágico (el libro físico), y también en la crisis de la ficción, pero esto ya es un problema filosófico y que —volviendo a la pregunta— aumenta la percepción de desamparo.

¿Qué cinco cosas guardarías en una cápsula del tiempo?

Una bicicleta; un mazo de cartas del Tarot de Marsella; un reloj analógico a cuerda; una caja de fósforos; una edición ilustrada del Kama-Sutra.

Lo último que comiste va a ser el menú para toda tu vida ¿qué es?

Un tiramisú. Me siento afortunado. Es uno de mis postres favoritos. Y lo comí mientras escuchaba una canción de Princess Chelsea.

¿Por qué Viajar no lleva a ningún sitio?

Tenía un título que no me gustaba. Y quería poner un título que estuviera a la altura de los ojos de una ciudad china, que me gustó como quedó, y aprovecho para agradecer una vez más a Mario Delgado Aparaín por ayudarme a encontrarlo. Y bueno, ya había terminado la segunda novela, no le encontraba la vuelta y apareció ese verso, que es también el nombre de una canción que estaba escuchando en esos días. “Viajar no lleva a ningún sitio”, del grupo español Los Lagos de Hinault. “Viajar no lleva a ningún sitio es mi aforismo favorito/ Lo digo en reuniones sociales y parece que sé lo que digo/ ¿Ese es tu vaso o es el mío?, pregunto como distraído/ y así me evito que me cuentes tus proyectos y tus viajecitos/ Quieres montar una empresa y hacer fuentes de interior/ emprendedora de mierda. ¡Qué hija de puta! ¡Qué horror!”. Me encanta esa canción y me encanta ese aforismo que no deja nada muy claro, que de alguna manera es lo que sucede con las cosas que ocurren en las novelas del Proyecto Shanghai. Ahora estoy terminando la escritura de la tercera novela y tengo el mismo problema. ¿Se llamará “Every day is like sunday”? El editor no me va a dejar..., y nos vamos a tener que pelear un poco, porque entre otras cosas se perdió la oportunidad de reeditar La cura en el año que viene The Cure por primera vez a Uruguay, y no se lo perdono.

Gabriel Peveroni. Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

Gabriel Peveroni. Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

¿Cuánto tiempo te llevó escribir este libro, desde la concepción de la idea hasta la publicación final?

Viajar no lleva a ningún sitio forma parte, como dije, de Proyecto Shanghai, que es una serie de novelas que empecé a escribir en 2010. O sea que llevo trece años de idas y vueltas con esto. En el medio escribí el libro sobre el disco Tango que me hiciste mal, un par de obras de teatro El gimnasio y El accidente, escribí la historia oral del FAC y también otras cosas que están a mitad de camino más auto ficcionales. En el caso de Viajar, hay partes que escribí en el 2010 y la terminé en el 2019. Es un largo proceso. Espero que Every like is sunday, o como se llame, esté terminada y publicada en el 2024. Estoy ahí.

Tu autobiografía en una frase

No lo sé, pero quiero ver qué pasa si junto esta cosa con la otra y me voy moviendo para allá.

Contanos sobre esa vez que un lector te reconoció en la vía pública

Hace unos cuantos años. Recién había publicado La cura, o sea que debe haber sido 1998 o 1999. Iba caminando por 18 de Julio y un flaco se me acerca y se me pone a hablar de la novela, así, sin anestesia. Me sentí raro. No estuvo bueno. Me dio miedo. No exagero, porque ya había tenido con esa misma novela un episodio de acoso de una mujer que me mandaba cartas anónimas a mi trabajo. Es la primera vez que cuento de esto. Fueron mis primeras experiencias con lectores y no fueron positivas. Me costó mucho naturalizar encuentros más normales y menos obsesivos, que cada tanto ocurren, y por supuesto que están buenos… Pero ahora que pienso me reconocen más como periodista, y eso también tuvo sus malentendidos, como cuando escribí una reseña negativa sobre el show de los Redondos en el Centenario y más de un ricotero se puso pesado.

Contanos sobre una lectura que haya tenido un impacto significativo en tu vida. ¿Qué libro fue y por qué fue tan importante para vos?

Son muchas… [Fiódor] Dostoievski, [Roberto] Bolaño, [César] Aira, [Emmanuel] Carrère, [Michel] Houellebecq, [Ariana] Harwicz, [João Gilberto] Noll, [Mark] Fisher. Pero entre las lecturas que me provocaron mayor impacto está una biografía de Edie Sedgwick, actriz y performer de la Factory, que leí cuando tenía 15 años. Es un libro que me partió la cabeza por su naturaleza de “historia oral”, de relato polifónico aplicado a una narrativa periodística, y por la demencia que se cuenta ahí adentro. A esa lectura se sumó luego la novela Las leyes de la atracción de Bret Easton Ellis, que me fascinó por ser una ficción coral que me fue envolviendo y me resultó muy adictiva. Bueno, esas estructuras polifónicas son las que pruebo en Proyecto Shanghai, desde lo ficcional, y las que probé en el relato documental de la historia oral del FAC. Bueno, lo de ficcional y documental es bastante relativo, y discutible.

Gabriel Peveroni. Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

Gabriel Peveroni. Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

Si tuvieras que describir tu libro en una sola frase, ¿cómo la formularías?

Viajar no lleva a ningún sitio es posible que sea todo lo contrario a lo que dice el título: te metés ahí adentro y no sabés mucho qué va a pasar ni adónde van a parar las historias que se cuentan.

Si pudieras vivir en el mundo de cualquier libro, ¿cuál elegirías y por qué?

¡Vaya viaje el que proponés! Aunque siento que es lo que hago cuando leo. Me meto en libros de Aira, por ejemplo, porque suceden todo el tiempo cosas absurdas e inspiradoras. Y en ese sentido me dio mucha curiosidad meterme en la mejor novela montevideana del siglo XX, para mi gusto, que es Las orillas del mundo. Me permitió orillar la ciudad de Montevideo en los años 40, sentir lo que se sintió cuando hundieron el Graf Spee, por ejemplo, caminar unos cuantos lugares tan diferentes… es lo que te decía de viajar a otros presentes que ya sucedieron.

¿Qué consejo o frase inspiradora darías a otros escritores que están buscando su voz y estilo literario?

No tener miedo. Bueno, no es tan sencillo como poner cualquier cosa y tener un viaje narcisista sin sentido. Vendría a ser una mezcla de animarse a experimentar con uno mismo y de manejar el pánico de saber que lo que estás escribiendo te va a poner en una situación similar a la de un cantante que siente vergüenza arriba de un escenario (es una idea prestada a [Adrián] Dárgelos de Babasónicos). Pero antes de todo eso… y esto es imprescindible: “Hay que leer una buena cantidad de excelentes novelas”. Y vivir, y viajar, aunque sepamos que no lleva a ningún sitio.

Fragmento de “Viajar no lleva a ningún sitio”

Conexión con la línea 7 / Diario de Rodi 1/4/10

No sé bien por dónde ni cómo empezar. La única certeza es que escribo estas primeras líneas en una laptop negra que compré en una tienda de la Séptima Avenida, a poco más de trescientos dólares. 

Estoy en una cama que ahora tiene las sábanas revueltas, entre las que alcanzo a ver un ejemplar de Entre paréntesis, el libro rojo que recopila los articulitos y columnas más pedantes de Roberto Bolaño. Buena lectura, por cierto. Estoy, si gustan de más detalles, en mi lugar, en mi casa. Acá. Mi punto cero. 

Entiendo que es necesario situar referentes, pactar este momento y lugar como punto de partida. Acá es Nueva York, una ciudad que amo tanto como detesto, a la que acabo de llegar por segunda vez. El momento importa poco. Porque el momento es el que cada lector definirá como propio. El de abrir y cerrar el libro. El de no querer avanzar en un relato de historias apenas interconectadas que posiblemente lo vuelvan caprichoso, caótico, un tanto paranoide. Pero como parto del supuesto de que todos cultivamos, y no de un modo tan secreto, esa carga perversa que nos lleva a husmear en la mierda de los demás, les resultará intrigante y hasta divertido. Les ofrezco un texto patético, al borde del ridículo. Les prometo un viaje por la necesidad explícita de construir una historia. Les garantizo diversión y ganas de saber siempre algo más. Pero nada de respuestas. Acá no aprenderán nada. 

Mi nombre es Rodión, pero me llaman Rodi. Tengo cuarenta años. Estoy en Nueva York, como ya dije antes. Abrí un blog. El plan inicial era armar una lista de cien canciones. Todas de amor, supertristes, el soundtrack de mi vida. Canciones capaces de arruinarlo todo. Quería hacerlo mejor que Nick Hornby. Vaya torpeza