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Contenido creado por Federica Bordaberry
Literatura
Los libros y sus autores

Gustavo Espinosa: “Lean poesía escrita en castellano si quieren escribir narrativa"

La editorial HUM reeditó la novela "Carlota podrida" del escritor olimareño, originalmente publicada en el 2009 y en el 2011.

14.12.2023 15:18

Lectura: 12'

2023-12-14T15:18:00-03:00
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El libro en cuestión trata sobre cómo la madura, pero todavía fascinante actriz Charlotte Rampling, visita la ciudad de Treinta y Tres en representación de un programa de beneficencia internacional. En un culto y obsesivo habitante de la pequeña ciudad empieza a crecer la delirante, grotesca idea de raptarla y enseñarle su mundo. Desde el humor negro a la lástima, desde el soliloquio enfermizo a la acción vertiginosa, Espinosa domina con infalible maestría todos los caminos de esta novela inusual, admirable y “podrida”.

“Apenas avanzada la lectura, Carlota podrida se revela como un texto de agudeza sorprendente, y mucho antes de haber llegado a la mitad cualquier lector habrá entendido, sin sombra de duda, que se topó con uno de los libros más bellos, más dolorosos y más inteligentes de la narrativa uruguaya de los últimos veinte años”, escribió Soledad Platero en El País Cultural.  

El autor de ese libro es Gustavo Espinosa. Nacido en Treinta y Tres, en 1961 (escritor, músico, docente de Literatura) ha colaborado para varios medios uruguayos con reseñas y artículos de crítica literaria y cultural. Su primera novela, China es un frasco de fetos (H editores) fue escrita en los ochenta y publicada en 2001, luego de haber sido premiada en el concurso Posdata 2000.

En 2009, obtuvo el premio Fondos Concursables del MEC para la edición de su poemario Cólico miserere (editorial Trilce). Casa editorial HUM publicó sus novelas Carlota podrida (2009; Premio Nacional de Literatura, 2011), Las arañas de Marte (2011; Premio Bartolomé Hidalgo, 2012; 2do. Premio Nacional de Literatura, 2013), Todo termina aquí (2016; Premio Bartolomé Hidalgo, 2016) y La galaxia Góngora (2021).

Foto: Kiko Quintela

Foto: Kiko Quintela

¿Preferirías viajar al futuro o al pasado?

A una mañana de otoño de 1973.

Si pudieras ser un personaje de tu libro, ¿cuál serías?

El mandarín chino que gobernará el Reino de Dinamarca en el S. XXIII (La Galaxia Góngora).

Si pudieras cambiar el final de cualquier libro famoso, ¿cuál elegirías y cómo sería el nuevo final? 

Los aqueos pierden la guerra. Ulises permanece en Troya como concubino o empleado doméstico de Eneas, y como encargado de higiene y mantenimiento del gigantesco caballo de madera.

¿Cuál es tu técnica más extraña o inusual para superar el bloqueo de escritor?

A) Emborracharme y declarar, con impostación cínica, que no voy a escribir nunca más porque no es necesario.

B) (no tan extraña) Plagiar a Bioy Casares.

¿Qué cinco cosas guardarías en una cápsula del tiempo?

Un drive con la Biblioteca del Congreso digitalizada. Un ejemplar en vinilo de Get yer ya ya’s out y tres botellas de Jim Bean.

Tu autobiografía en una frase.

“Todo puede llegar a la grandeza, pero todo es una miseria: qué le vamos a hacer” (Lezama Lima).

Contanos qué estás leyendo ahora.

Un poeta nacional. Así se llama una novela de aventuras de C. E. Feiling, que supo ser la gran esperanza blanca de la literatura argentina, pero murió a los 35 años a fines del siglo pasado. Simultáneamente: un inédito de Sandino Núñez.

Si pudieras tener una conversación de una hora con cualquier escritor famoso, pero después nunca más podrías leer ninguna de sus obras, ¿a quién elegirías para tener esa conversación?

Con Góngora (1561-1627). He tenido la precaución de aprender de memoria lo más interesante de su obra, así que no tendría necesidad de volverlo a leer.

Si tus libros fueran adaptados al cine, ¿quién te gustaría que interpretara al personaje principal?

Es obvio: Charlotte Rampling.

El primer verso que te viene a la mente.

“Mándensén (sic) mudar tuitos a la puta”.

¿Para qué literatura en el tiempo del desamparo?

Esta pregunta me tienta a responderla mediante uno de mis vicios, la aliteración: para amparar.

Lo último que comiste va a ser el menú para toda tu vida, ¿qué es?

Cualquier cosa que elija terminará resultando repulsiva: guiso de mondongo o colibríes vivos. Sin embargo, la arbitrariedad infantil de la propuesta (me recuerda aquellas situaciones que planteaban: “Estaban un chino, un alemán y un uruguayo en un camarote del Titanic”) obliga a contestar sin ironía: carne.

Contanos sobre esa vez que un lector te reconoció en la vía pública.

En Treinta y Tres, donde vivo, mucha gente me conoce. Alguno de esos vecinos ha leído algún libro mío. Todo muy trivial, entonces. Sin embargo, hace poco, después de una actividad en el Solís, en torno a Macondo, me fui a tomar algo al Tasende con mis viejos amigos Beto Olalde y Gabriela Gómez. De madrugada, en el centro, me tomé un 106 o 103 para arrimarme a Tres Cruces y volver a Treinta y Tres. Llovía, no tenía ganas de separarme de aquellos amigos de la adolescencia, me acordé de que la última vez que había estado en el Tasende tal vez había sido en compañía de Amir Hamed. Entonces, me puse triste. En el bondi casi vacío me llamó la atención una mujer vestida con algo de cuero negro. Pensé que tal vez era demasiado pequeña o demasiado mayor para aquella ropa. Un poco antes de bajarme me abordó, me preguntó si yo era Gustavo Espinosa y me dijo que le gustaba mucho Las arañas de Marte. Tal vez por vanidad o narcisismo pensé que, después de todo, las cosas no estaban tan mal. Si esa persona lee esto: gracias.

Tu idea de felicidad y tu idea de miseria.

Ser millonario.

Si pudieras invitar a tres personajes literarios a cenar, ¿quiénes serían y por qué?

Estuve fantaseando con algunas repuestas surrealistas: la criatura de Frankenstein, el Bachiller Sansón Carrasco y Moby Dick. O Ignatius Reilly, Díaz Grey y Quasimodo (figurado por Charles Laughton). O Lady Macbeth, Micromegas y Celestina. Pero hubiese sido difícil explicar por qué. Además, debía colocarme a mí mismo como anfitrión de esa cena, lo cual me haría ponerme tenso o incómodo tratando de conciliar amablemente entidades tan desencontradas. Así que mejor me las arreglo con Sir John Falstaff y un personaje menor del Adán Buenosaires llamado Frankie Admunsen, ambos ingeniosos, dionisíacos y charlatanes. En tercer lugar –si vale– pondría al Borges de El Aleph o de Funes el Memorioso, que además de ser porteño como Admunsen, es amable y dado a conversar largo de literatura, cosa que podríamos hacer cuando los otros dos se mamen.

¿Por qué Carlota Podrida?

Según revela convincentemente Alma Bolón en su inteligente prólogo a la edición francesa, el tema o el núcleo conceptual, o la esencia de esta novela, es la traducción. Es natural, entonces, que Charlotte (Rampling) se convierta en Carlota. Pero, además de traducir, yo necesitaba pervertir o profanar. Así que luego de búsquedas, idas y vueltas, en un viejo número de la revista Pelo, encontré una referencia a un grupo de tercera fila llamado Ana Podrida (creo que en el slang rockero porteño de los setenta ese adjetivo se usaba para indicar algo muy radical, muy “reventado”: “canté este blues podrido que me hace sentir feliz”, dice Pappo. “Esa podrida mujer” canta el grupo Avalancha en su clásico "La rusa se fue con los basureros").

¿Cuánto tiempo te llevó escribir este libro, desde la concepción de la idea hasta la publicación final?

El embrión del libro es una idea vieja, de adolescente: la perplejidad que me causaba abstraer e incluir en una misma clase (en el sentido lógico) a un linyera horrible que manaba un líquido infeccioso por uno de sus ojos, junto a la perfección bidimensional de la imagen de Charlotte Rampling. El proceso de escritura, cabildeos, financiación, edición, publicación, debe haber llevado unos cinco años.

Contanos sobre una lectura que haya tenido un impacto significativo en tu vida. ¿Qué libro fue y por qué fue tan importante para vos?

Final del juego. Yo había tenido ciertas experiencias estéticas intensas con algunos poemas de Tacuruses de Serafín J. García, o con A un olmo seco de Machado. Pero esas intensidades estaban relacionadas con lo emocional o lo sentimental, o había en ellas más de afectivo o catártico que de estrictamente literario. Cuando leí aquellos cuentos de Cortázar, sobre todo "No se culpe a nadie" (que convierte en un drama trágico y ominoso la secuencia de un tipo poniéndose un buzo) me shockeó una especie de dislocación lúdica y poética. Claro: yo no conocía la tradición moderna de Joyce o Kafka, ni las vanguardias de las que proviene el lenguaje y la tópica de Cortázar. Un poco después descubrí los cuentos de Borges (que hasta entonces sólo era para mí un personaje que frecuentaba las revistas argentinas tanto como Guillermo Bredeston o Mirtha Legrand), y el estupor fue perfecto.

Imaginá que tenés la oportunidad de escribir una secuela para cualquier libro clásico. ¿Cuál libro elegirías continuar y qué dirección tomaría la historia en tu secuela?

Continúo con la respuesta a la pregunta N°3: Ese final modificado de La Ilíada implicaría reformar o –dios libre y guarde- abolir La Odisea. Entonces todas las aventuras del regreso de Ulises no serían más que un sueño o una serie de sueños de ese esclavo, tal vez inducidos por los poderes telepáticos o alucinatorios de Casandra. En tanto Penélope hace de Ítaca una especie de Babilonia de prostitución galáctica. Entonces intercalaría: un canto con las aventuras de Odiseo tal y como las conocemos (aunque, quizá, ligeramente intervenidas por la irrealidad), y un canto de porno sideral regido por la fisura épica de Penélope.

Foto: Fernando Morán

Foto: Fernando Morán

Si tuvieras que describir tu libro en una sola frase, ¿cómo la formularías?

Entiendo que la pregunta se refiere a Carlota podrida. ¿O será al libro cuyo argumento acabo de improvisar en la respuesta anterior? En cualquier caso, la frase sería: “Un libro imposible de sintetizar en una sola frase”.

Si pudieras vivir en el mundo de cualquier libro, ¿cuál elegirías y por qué?

Mi sueño siempre ha sido vivir en el mundo de La fenomenología del espíritu. Sin embargo, ahora que lo pienso, no estaría mal ser cantinero en el prostíbulo transgaláctico diseñado por Penélope, establecimiento que figurará en la secuela de La Odisea (o de La Ilíada, según como se mire) que aún no he escrito. 

¿Qué consejo o frase inspiradora darías a otros escritores que están buscando su voz y estilo literario?

Primero les sugiero que lean muchos libros escritos en la lengua que utilicen para escribir (es de suponer que en la mayoría de los casos se tratará de la lengua nativa del escritor). No se debe olvidar que los libros, aún los de Tolkien y los de Carver y el de Salinger (por nombrar a próceres que deslumbran a algunos escritores más jóvenes que yo) son realizaciones concretas del inglés. Dicen los que saben que la traducción tiende a normalizar la lengua literaria. Así que no hay que andar imitando una falsificación simplificada de algo que esencialmente se ignora. Lean poesía escrita en castellano, aún si quieren escribir narrativa: sobre todo si quieren escribir narrativa. Será un buen comienzo para evitar la Prosa Jean Vernier (modalidad de la escritura que será definida y caracterizada próximamente).

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Fragmento de Carlota Podrida:

Análisis del olor de MaríaIsabel Orges Collazo

(LaLocaMarisa) 

Componentes detectados de modo claro e inmediato:

Óxido de menstruaciones asentadas, guiso, jabón Bulldog, comino, querosén, creosota, desodorante Palmolive de Luxe, vómito de bebé, chupín de pintados, duraznos.

Otros componentes (fugaces, fuerade foco):

Cascarilla, cal, toronjil, flit, tierra mojada, charque, polyfón sudado, sandalia de plástico con taco en forma de cuña transparente y una rosa artificial dentro de él, jazmines, tabaco Puerto Rico, nísperos, mate dulce, trapo quemado, perfume (¿Tabú, Amor Gaucho, Avant la Fette, Polyana?), perro mojado, cáscaras de tangerinas aplastadas contra un piso de portland, sala de hospital, primus apagado, cáscara de sandía taladrada por rastros de gusano, várice.

Reminiscencias, asociaciones:

a) Una tarde de enero. Sala de Obstetricia y Ginecología del Hospital Departamental. Un rayo de sol maligno entra por una banderola, atraviesa el olor a bacilos, revela o crea, a su paso, motas de polvo dorado; choca contra el vidrio grueso de un frasco de compota, se descompone en un espectro perverso (prisma loco, infestado) para entrar en ese mundo dulzón de pulpa amniótica donde acechan pedazos de manzana. Se oyen gemidos de mujer, pequeños y tristísimos, que parecen provenir de dentro del frasco.

b) Un atardecer de abril en un extenso llano utilizado como basural, cerca del Yerbal. En el horizonte se ven chanchos de forma ovoide, de piel rosada, como pequeños dirigibles sicodélicos (como salidos de la tapa de un disco de los años 60) del color de las nubes de ese mismo atardecer, o del color de los fetos, escudriñando (los hocicos sensibles como delicados pimpollos de flor carnívora) tesoros entre la gusanera, trufas de pudrición exquisita entre miles de botellas de plástico. Se ha levantado viento; como mariposas hechas de pólipo, de conglomerado lunar o de espuma plast, vuelan los pañales descartables. Los más pequeños y los geriátricos.

c) (Palabras que pueden servir para describir el olor y para designar grupos de heavy metal uruguayo): sotrocio, emulsión, expectorante, prótido, calostro, apósito, aguanoso, babaza, prótesis, coito, píloro, microbio, proxeneta, fibroma, seborrea, amalgama, crematorio, tos, defectuoso, esputo, sepultura, fructuoso.

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