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Literatura
Puro cuento

Hernán Casciari: “A esta edad me da más miedo el éxito que el fracaso”

El escritor argentino presentará su espectáculo literario este 6 de agosto en Sala Camacuá.

16.06.2025 13:46

Lectura: 11'

2025-06-16T13:46:00-03:00
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Por Sofía Durand Fernández
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"La primera vez que escuché el apellido 'Messi' fue en un chat de argentinos en Barcelona".

Así comienza el texto que Hernán Casciari escribió en 2022, mientras la República Argentina entera festejaba algo que asumían que les correspondía hace ya unos cuantos años. A ellos, pero principalmente a Lionel Messi. 

Había dejado de fumar y de escribir siete años antes. Las dos cosas iban juntas, no había escritura si no había tabaco. Pero el Mundial, Messi y la épica eran tantas, que no hubo con qué darle.

No tardó en hacerse viral hasta llegar a su protagonista, que no pudo evitar emocionarse. Este es el área de expertise de Casciari: saber el orden y la articulación que necesitan las palabras para generar emociones. Él lo llama "comunicación efectiva", pero se niega a valorarse como buen escritor. "Me chupa un huevo si sale mal, realmente no me importa en absoluto el texto", afirma en entrevista con LatidoBEAT

Lo dice con el mismo dejo de indiferencia —que podría confundirse con altanería— con el que habla del éxito y del fracaso, o de fenómenos como la cultura de la cancelación y las voces que afirman que la literatura está en vías de extinción. 

Hernán no se considera escritor ni personalidad pública. Solo hace lo que le divierte hacer. Por lo tanto, no se limita. Desde escribir, hasta fundar una comunidad cultural, subirse con su madre en un escenario y ser adaptado como un personaje de una miniserie. 

Este 23 de junio presentará La señora que me parió en el Teatro el Galpón, y el 6 de agosto volverá a Montevideo con Puro Cuento en Sala Camacuá. 

Cortesía de la producción

Cortesía de la producción

En épocas donde todo queda registrado, ¿cuál es el valor de un espectáculo con la naturaleza efímera de Puro Cuento

El teatro tiene esa ventaja. Al mismo tiempo es una desventaja si lo vemos desde el lado de que todo queda registrado. A mí me encanta que pase eso. Me parece buenísimo que estés viendo algo que sabés que solo va a ocurrir una vez. Pero me pasa con casi todas las cosas que hago arriba del escenario.

La señora que me parió no tiene un guión teatral en el que todas las veces pasa lo mismo, sino que como mi vieja está medio loca; te lleva para cualquier lado, entonces es muy divertido hacerlo. En el caso de Puro Cuento, hago los cuentos que me interesan hacer ese día, no hay nada preestablecido. Entonces, las personas que van saben de entrada que están yendo a un lugar en el que van a ver algo que no se va a repetir.

Hay algunos que predicen la muerte de la literatura. ¿Puro Cuento podría considerarse un formato que pelea contra esta predicción? 

Yo no creo que nadie esté proponiendo ni la vida ni la muerte de la literatura. En realidad, nos estamos comunicando desde que tenemos uso de razón, antes de la escritura, incluso antes del lenguaje con dibujo. Nos intentamos comunicar todo el tiempo, así que es muy difícil que se muera la comunicación. La literatura no sé bien qué es, pero la comunicación no va a morir.

¿Cómo hiciste para que tu madre acceda a subirse a un  escenario con vos?

A mi vieja hay que convencerla para que se baje del escenario; no para que suba. Mi vieja está loca, es un aparato, es un personaje de sí misma. En algún momento, se comió el personaje y ya no pudo salir, entonces en la vida privada es igual que arriba del escenario. 

No está tan bueno tenerla como madre, pero sí como partenaire arriba del escenario. Es muy buena, profesional y graciosa. Ella siempre quiso ser actriz y siempre se quejó de que el padre de ella no la dejaba. En esa época, estudiar teatro era de "puta", entonces nunca pudo. Después se casó con mi viejo, que era un contador de pueblo muy tímido, y cuando mi vieja quiso empezar a estudiar teatro no le dijo que no, pero le puso cara como diciendo: "¿te parece en un pueblo tan chico que vayas a hacer eso de noche con otra gente?". Y no lo hizo nunca. 

Nunca cumplió su vocación y cuando yo pude le dije, "vamos", se subió y no bajó nunca.  

Le estás cumpliendo el sueño.  

Es obvio que no tengo por qué salir con mi vieja a actuar. Ni lo necesito económicamente ni me representa, pero sé que es algo que le gusta mucho y como a ella le gusta mucho, a mí también.  

Cortesía de la producción

Cortesía de la producción

Hace poco se estrenó El mejor infarto de mi vida, una miniserie basada en tu libro homónimo. ¿Qué tanta injerencia tuviste en la adaptación?

No estuve nada presente, solamente cedí los derechos e hicieron la adaptación. Pero me divertí mucho viéndola y luego con todas las repercusiones que tuvo después. Los que trabajaron fueron muy bestias, así que la pasé muy bien.  

La relación con el tabaco en la miniserie es casi que una historia de amor-odio en sí misma. 

No fumo desde el momento del infarto. Dejé de fumar, pero hay una relación muy intrínseca, en mi caso, entre el cigarrillo y la escritura.Cuando dejé de fumar, también dejé de escribir. Mi cerebro dijo, "no, sin cigarro no escribís", y se puso testarudo. 

¿No supliste el cigarro por otra cosa? 

No, no escribí más. Dejé de escribir durante 7 años. En realidad no suplí el cigarrillo, lo que suplí fue la escritura aprendiendo a interpretar, a leer en voz alta y a hacer cosas nuevas.

En 2022 pude y arranqué otra vez más tranquilo. Pero durante siete años enteros la cabeza me decía, "no, si vos no fumás, no escribís", era muy complicado. En realidad, sí podía escribir, pero era horrible lo que salía. Yo escribía un cuento semanal para el diario El Mundo de Madrid antes del infarto. Tuve el infarto y cuando me recuperé, escribí el cuento y no sentía nada. Después del primer párrafo, la cabeza y las manos tanteaban el tabaco y cuando veían que el tabaco no estaba, ya me ponía de mal humor y no podía concentrarme en lo que estaba escribiendo. Eso me pasó al principio, después ya era absolutamente imposible. Era muy loco darme cuenta de que había un ritual involuntario entre el tabaco y la escritura que nunca pude deshacer. Me costaba mucho corregir sin fumar, era todo un caos. 

¿Cómo hiciste para volver a escribir en 2022?

Fue cuando Argentina ganó el Mundial, me dieron muchas ganas de contar algo sobre Messi. Después fue un cuento que Messi leyó y le gustó mucho. Fue la primera vez que escribí después de siete años.  

Me sorprendió un montón porque fue, posiblemente, el cuento más viral de todos los que hice en la vida, no por mérito del cuento, sino porque Messi lo leyó y dijo algo. Si no, no hubiera sido tan viral, pero fue muy gracioso que volver a la escritura fuera así. 

Además de escribir y hacer teatro, sos fundador de la comunidad cultural Orsai, que produjo hace poco la película La uruguaya (2022). ¿De dónde nace el deseo de hacer tantas cosas?  

Yo trato de divertirme y de hacer cosas que me diviertan. Creo que cuando estás haciendo algo que te gusta no le medís la duración. Entonces, hay cosas que me gustan mucho y las hago independientemente de que estén bien o estén mal. Pero bueno, son cosas que hago cada vez que puedo.  

Cortesía de la producción

Cortesía de la producción

¿Le tenés miedo al fracaso?  

Yo creo que el miedo a fracasar se da mucho antes de empezar tu carrera, "habré elegido bien, serviré para escribir?". A esta edad, me da más miedo el éxito y no saber bajarme a tiempo de las cosas que el fracaso. A esta altura es medio complicado fracasar, ya tengo una comunidad de lectores, saco un libro y sé que mínimamente lo voy a vender. Yo recibo muchísimo más de lo que necesito para vivir, si empezara inmediatamente a fracasar y cayera el 5% de lo que gano, viviría bien, así que no le tengo miedo a eso.  

En la actualidad, ser una personalidad pública implica correr el riesgo de ser "cancelado" de manera constante. Incluso a vos te han atacado varias veces en redes sociales. ¿Cómo te llevás con esto?

No le doy mucha bola. Tampoco a ser una persona pública, porque en realidad no soy una persona pública presencial. Yo estoy en casa, vivo en un pueblo de 7000 habitantes lejos de Buenos Aires, no soy una persona pública. Tampoco me interesa mucho el tema de las cancelaciones porque sé que es una etapa temporal de la humanidad también. No le doy mucha bola realmente a a ninguna de esas cosas.  

Existe la palabra "lapidación" desde la Antigüedad, cuando a una persona que no hacía lo que se sospechaba que era lo correcto le tiraban piedras hasta la muerte. Es más o menos parecido, menos violento, pero igual de igual de injusto. Las personas lapidadas a través de la historia generalmente han sido mujeres a las que se las sospechaba brujas, o más adelante, personas que tenían la “osadía” de tener relaciones sexuales con personas del mismo sexo. 

La humanidad lapida y después se da cuenta, "uy, qué cagada, esto no era tan malo". A mí me parece que pasó siempre, me da la impresión de que la virtualidad genera una velocidad, un vértigo y un volumen nunca visto hasta ahora.

La velocidad de estos tiempos viene acompañada por la compulsividad del consumo. ¿Pierde valor una obra de cualquier tipo de arte si no se le dedica cierto tiempo? 

Bueno, para El principito (1943), Saint-Exupéry tardó 20 años para recabar experiencias y nosotros lo leemos en una hora, hora y media. El tema es cuánto dura en la cabeza. No es el tiempo en en el que consumimos la obra, sino cuánto tiempo nos dura la ebullición de después de haberla consumido. Yo debo haber leído El Principito en una hora a los 12 años, pero no me olvido de lo que dijo. Entonces, no importa cuánto tiempo demore en que se me introduzca esa información en la cabeza, lo importante es cuánto tiempo la retengo. 

¿Cuando te sentás a escribir buscás crear algo que resista al tiempo? 

No, pero ni de casualidad. Yo sé, porque soy un muchísimo mejor lector que escritor, que no soy un buen escritor. Es una cosa que sé de manera fehaciente. Eso a mí me saca muchísimo peso de encima. Saber que no sos un buen escritor, que tus virtudes no están en escribir bien, sino en una suerte de comunicación efectiva, hace que le tengas muchísimo menos respeto a lo que haces y que al mismo tiempo no te preguntes nada. Me chupa un huevo si sale mal, realmente no me importa en absoluto el texto, no es algo que me interese. Entonces, para mí, todo lo que hago es fragmentario y dura lo mismo que un pedo en una canasta. En mi cabeza, lo que estoy haciendo no va a durar. Después, si tengo la suerte de que dure 10 segundos más de lo que mi expectativa supone, ya me doy por satisfecho.  

No tengo capacidad de frustración porque no tengo ninguna expectativa. Entonces, como no tengo expectativa, me da lo mismo. No lo digo para hacerme el loco: no me importa mucho lo que hago, no tiene mucha importancia para mí.

Me sorprende y me gratifica si después alguna de esas cosas tiene importancia para otros, si le encuentran una vuelta de tuerca y dicen, "che, mira, seguramente esté hablando de tal cosa". Y yo no estoy hablando de nada nunca, no no tengo ni idea de lo que digo. Me divierte, me parece un bonito hobby. Yo escribiría o haría más o menos las mismas cosas que hago si nadie me pagara. Trabajaría en un trabajo de mierda y después en las horitas libres haría esto. Tengo la suerte de que esto sea mi trabajo, pero no le doy una importancia vital.  

No sufrís del famoso "síndrome del impostor", entonces. 

Escucho a mucha gente hablando de eso. No, a mí tampoco me pasa, para nada.  

Por Sofía Durand Fernández
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