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Contenido creado por Agustina Lombardi
Cine
Bailando a través de las llamas

House of the Dragon: la disputa por el trono de hierro abrió paso a la danza de dragones

La épica serie alcanzó casi 10 millones de espectadores en el estreno de su último capítulo. Y logró hilvanar una trama que vale la pena.

01.11.2022 17:29

Lectura: 11'

2022-11-01T17:29:00-03:00
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Por Nicolás Medina
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ATENCIÓN: Esta nota puede contener spoilers.

Luego de una primera mitad de temporada intensa, y que funcionó como punto de partida y establecimiento de contexto para el mundo de fuego y sangre, House of the Dragon aceleró su ritmo y su intensidad para dar paso a la inevitable guerra civil conocida como “danza de dragones” en el universo de Canción de Hielo y Fuego de George R. R. Martin.

La segunda mitad de temporada comienza con un salto de diez años entre el quinto y el sexto episodio de la serie. Este salto temporal despide a las actrices Milly Alcock y Emily Carey, quienes interpretaron a la princesa Rhaenyra Targaryen y a la reina Alicent Hightower en la primera mitad de temporada, para dar lugar a Emma D’Arcy y Olivia Cooke, quienes le dan vida a las versiones adultas de estos personajes. A su vez, también se introducen actores más adultos para los personajes de Laenor Velaryon (el primer esposo de Rhaenyra) y Laena Velaryon (la segunda esposa de Daemon Targaryen), ambos hijos de la Serpiente Marina (Corlys Velaryon) y “la reina que nunca fue” (Rhaenys Targaryen).

El paso del tiempo es algo crucial para entender la dinámica mucho más acelerada de esta segunda mitad de la serie, que va de elipsis en elipsis en cada nuevo episodio. Se ven evidenciadas, principalmente, por los cambios en el reparto de actores que interpretan a la nueva generación de contendientes al trono de hierro, los hijos de Rhaenyra y Alicent, así como los cambios en la apariencia de las caras ya conocidas. Especialmente en el actor Paddy Considine, quien continúa dando vida a Viserys I Targaryen, conforme este se acerca a su muerte.

Gran parte de la acción en esta segunda mitad se centra en las rivalidades que irán creciendo progresivamente no solo entre Rhaenyra y Alicent, sino también entre sus hijos. Jacaerys, Lucerys y el recién nacido Joffrey Velaryon son los tres hijos del matrimonio entre Rhaenyra y Laenor, pero es sugerido, y posteriormente afirmado, en reiteradas ocasiones, que los tres herederos son en verdad hijos bastardos de Rhaenyra con Ser Harwin Strong, hijo de Lyonel Strong (la mano del rey y señor de Harrenhal) y hermano del perverso Larys Strong (la versión de House of the Dragon de Littlefinger y consejero leal de la reina Alicent). La existencia de un affaire —o “relación abierta”, por hablar en términos de estos tiempos— estaba acordada por Laenor y Rhaenyra desde que su matrimonio fue arreglado, puesto que sus intereses carnales eran muy distintos. Pero si hay alguien que no se encuentra nada conforme ante la evidente situación es Alicent, quien también cuenta con tres hijos para el inicio de esta segunda mitad: Aegon II Targaryen, el primer hijo varón de Viserys (a quien vimos como un bebé en la mitad anterior), y quien pone en duda ante los ojos del reino el lugar de Rhaenyra como heredera al trono; Aemond Targaryen, el segundo hijo varón de Viserys, y Helaena Targaryen.

Desde el inicio del sexto capítulo de la serie se plantea cómo los dioses y la suerte parecen favorecer a Rhaenyra: sus hijos se muestran educados, respetuosos y humildes. E independientemente de su origen bastardo (que estos ignoran, pero es explicitado desde un primer momento en estos jóvenes de pelo oscuro, así como sucedía en Game of Thrones con los hijos de Robert Baratheon y Cersei Lannister), todo parece ser dicha y felicidad en el teatro que montaron Rhaenyra y Laenor para cumplir con sus obligaciones pero tener cierto libre albedrío sobre sus vidas. Por otro lado, los hijos de Alicent no corren con la misma dicha: Aegon es un completo malcriado, ególatra y libertino al que poco parece importarle su lugar; Aemond es un joven debilucho, introvertido y objeto de burla de su hermano y sus sobrinos, ya que es el único que no ha encontrado a su dragón, y Helaena es presentada como una joven tranquila y amable, cuya forma de pensar y expresarse parece funcionar en un registro que no encaja del todo con el mundo en el que vive, y constantemente hace afirmaciones y comentarios extraños que, tarde o temprano, se terminarán volviendo realidad (así como lo hacían las profecías de Aegon el Conquistador).

La serie prioriza en esta segunda mitad la rivalidad entre lo que se conocerá como el bando de “Los Negros” (la facción de la casa Targaryen liderada por Rhaenyra) y “Los Verdes” (la facción liderada por Alicent), ambos nombres derivados de los colores que visten la princesa y la reina y los distintivos de los emblemas de sus casas. Esta rivalidad y el juego de poder se presentan de una manera muy potente a nivel de puesta en escena, que marca un quiebre con lo que ya hemos visto. Al enterarse de que Rhaenyra ha dado a luz a su tercer hijo, Joffrey, la reina Alicent decide convocarla a sus aposentos para conocer al recién nacido (claramente, para evaluar si comparte rasgos con su supuesto padre), en la otra punta del castillo.

Miguel Sapochnik, director de este primer episodio (así como también showrunner de la serie y director de algunos de los episodios más emblemáticos de Game of Thrones como “La batalla de los bastardos” o “La larga noche”), recurre a contar toda esta situación a través de un plano secuencia que hace al espectador acompañar en tiempo real a una Rhaenyra todavía débil y con su hijo recién nacido en brazos durante varios minutos a través del castillo hasta que llega a los aposentos de Alicent. Todo para evidenciar qué es lo que sucede a nivel de pujas de poder entre ambas y que Alicent ya no es la joven inocente de la primera mitad de temporada. Esto, además, esclarece el nombre del episodio: “La princesa y la reina”.

Adentrándonos más en esta segunda mitad de temporada, y si seguimos por la línea de la dirección desde el lado de la puesta en escena, hay decisiones puntuales que funcionan muy bien y crean un relato audiovisual que potencia la historia. Decisiones referidas, sobre todo, a los juegos de poder y la rivalidad entre ambos bandos (principalmente cuando intervienen los jóvenes) se acompañan con una fotografía muy certera que se adapta al lugar estratégico en el que se encuentra cada personaje en el juego de tronos. Se recurre a un montaje que se adapta siempre a la tensión y la emoción que se busca generar en el espectador (el final de temporada es sin dudas el mejor ejemplo, pero no hay que dejar de lado ni menospreciar la aparición de un Viserys completamente deteriorado en el trono de hierro para defender a su familia ante las acusaciones de Vaemond Velaryon). Algo similar ocurre en el uso del punto de vista del bando de “Los Verdes” en el penúltimo episodio de la temporada para enfatizar esta idea de conspiración ante “Los Negros” en un fuera de campo total.

Pero, al margen de esto, House of the Dragon parece no arriesgarse demasiado en términos de dirección, sino que busca centrarse en que el espectador logre hilvanar y entender la historia con una semana de diferencia entre cada capítulo, mientras se centra y deposita su mayor energía en las transformaciones y los cambios de valor de los personajes principales. En esta segunda mitad de temporada, destacan los personajes de Daemon (interpretado todavía por Matt Smith), quien ha abandonado sus aires de grandeza y su interés por el trono y se ha vuelto un hombre que se preocupa por su familia (y principalmente por su hermano, con quien protagoniza la escena más emotiva de toda la serie hasta el momento y posiblemente también de Game of Thrones). También sobresale el personaje de Aemond en su versión joven, quien una vez que consigue convertirse en el jinete del dragón Vhagar (el más feroz de todo Poniente y comparado con el dragón de Aegon el Conquistador, Balerion) se vuelve un personaje que, cada vez que es presentado en escena, genera un nivel de amenaza y tensión que adelanta lo que este terminará por desencadenar.

Con todo esto, puede resultar contradictorio plantear que House of the Dragon no se arriesga en su puesta en escena, ya que, en principio, todo parece funcionar. Sin embargo, hay momentos en los que la serie parece recaer en diálogos exhaustivos, una puesta en escena por momentos sostenida únicamente por la banda sonora de manual de épica medieval, y que, en su punto más bajo, revive uno de los mayores traumas de cualquier fanático de Game of Thrones cuando, en el episodio “Driftmark”, se recurre a un uso innecesario de la técnica conocida como “noche americana”, que consiste en fotografiar las escenas durante el día y convertirlas en noche a través de un proceso de postproducción.  Esta no solo cuenta con un valor narrativo que aquí no tiene función alguna, sino que su calidad puede resultar bastante mediocre para lo que puede acceder una serie de esta magnitud. Esto lleva a que, en muchísimas escenas de un episodio que cuenta con momentos muy importantes —como Aemond domando a Vhagar, los niños Velaryon enfrentándolo y la unión definitiva entre Rhaenyra y Daemon— no se pueda ver con total claridad o siquiera se entienda qué es lo que está sucediendo en cuadro, de la misma manera que ocurría con el episodio “La larga noche” de Game of Thrones, también fotografiado por Fabian Wagner, quien no se cansa de defender sus “decisiones creativas” que solo generan que los espectadores ajusten el brillo de sus televisiones.

En cuanto al despliegue visual de la serie en relación con la aparición de los dragones, estos cobran mucho más protagonismo en esta segunda mitad, y claramente serán protagonistas ineludibles una vez comenzada la “danza de dragones”. Si bien se nos presentan escenas de primer nivel que se ven mejor que muchas producciones cinematográficas que se exhiben en salas de cine, otras parecen estar hechas a las apuradas o no completamente curadas. Esto parece adherir a los artistas visuales de HBO a las recientes demandas y reclamos por parte de los artistas de efectos visuales ante una industria que los sobreexige por la constante necesidad de recurrir a ellos en tiempos muy limitados y condiciones de trabajo para nada ideales.

Pero, al margen de esto, HBO y el equipo detrás de la primera temporada de House of the Dragon obtuvieron lo que buscaban. No solo porque consiguieron que casi 10 millones de personas se conectaran a su plataforma de streaming HBO Max o sintonizaran el canal a través de televisión por cable la noche del estreno del último episodio (el final de temporada más visto desde los casi 20 millones de espectadores que tuvo el final de Game of Thrones), sino principalmente porque lograron contar de manera ordenada, comprensible y sin dudas muy atractiva una historia compleja, con una mitología demasiado elaborada para el soporte al que se adaptó, y que por momentos podría dejar de lado al espectador poco atento o paciente.

Con un elenco y una dirección de actores muy buena (por momentos sin duda al nivel de Game of Thrones), nos da un final de temporada construido de una manera que mantiene al espectador tenso y boquiabierto desde el momento en el que vemos al príncipe Lucerys Velryon y su dragón Arrax llegar a Storm’s End a negociar con los Baratheon y encontrarse con el gigante Vhagar casi que estacionado en la entrada del castillo —por transitiva, también está presente su tío Aemond, esperándolo dentro del castillo, dispuesto a demostrar su poder y cobrar venganza por su ojo perdido— hasta el poderoso plano final de la actriz Emma D’Arcy, quien, en silencio y furiosa, ahora se encuentra decidida a llevar a todas sus fuerzas, abanderados y dragones a la batalla.

Pero, como planteó el rey Viserys al inicio de la serie, la idea de que los Targaryen pueden controlar a los dragones no es más que una ilusión, algo que queda en evidencia en la persecución de Aemond y Vhagar a Lucerys y Arrax. Esto plantea un final abrupto que funciona como un cliffhanger que la hace completamente digna de ser la heredera de Game of Thones.

Todos los episodios de House of the Dragon se encuentran disponibles en la plataforma HBO Max y se confirmó que la serie ha sido renovada para una segunda temporada, que se estima llegará como temprano a finales de 2023, y, si no, en 2024.

Por Nicolás Medina
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