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Literatura
Está de cuento

Ignacio Alcuri: “Las cancelaciones me han pasado en Twitter, no por mis libros”

El especialista del cuento humorístico breve presentó su nuevo libro, en el que ofrece —por suerte— más de lo mismo.

08.11.2023 14:12

Lectura: 5'

2023-11-08T14:12:00-03:00
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Por Gerardo Carrasco
  gcarrasco@m.uy

Allá por el año 2003, un jovencísimo Ignacio Alcuri sacudía la solemnidad literaria uruguaya con su Sobredosis pop, una selección de relatos en los que ya apuntaba maneras y prefiguraba un modo de escribir que lo caracterizaría en los siguientes años: un humor irónico, a ratos absurdo, y que dialogó con la coyuntura, y con una envidiable capacidad para plantear situaciones complejas en pocas líneas.

Desde entonces, la literatura de Alcuri ha sido como una especie de cocodrilo: se las arregló para evolucionar, sobrevivir y prosperar, sin necesidad de cambiar demasiado. Quizá por aquello de que “equipo que gana no se toca”, o porque su fórmula resulta en verdad eficaz, y lo es todavía más ahora, al refinarse mediante décadas de uso.

Ahora, esta suerte de O. Henry meridional y Saki posmoderno —perdón por las hipérboles— lanzó un nuevo volumen de relatos. Se trata de Bestuario, obra cuya presentación se llevó a cabo el martes en el Centro Cultural Charco (Maldonado 1477), con la participación y complicidad de la narradora Natalia Mardero.

Durante el evento se habló de libros, fútbol —una de las pasiones del autor, que no es un tipo muy apasionado—, cómics, y también de algunas excentricidades del artista. En ese sentido, los lectores que abarrotaron la sala se enteraron de que algunos de los pasajes más memorables de sus libros fueron escritos a mano mientras el autor caminaba por el cantero central de bulevar Artigas. O que en alguna época de su vida experimentó una suerte de horror silentium que le hacía llenar todo vacío sonoro. “Tengo una app que simula el bullicio de un bar”, reveló el autor, quien aclaró que últimamente no la usa.

Momento en que los músicos Leo y Tito Sónico irrumpen por la ventana para fastidiar al escritor

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Durante el diálogo con Mardero también se abordó el tema del humor en “tiempos de cancelación”, una realidad que ha puesto en figurillas a más de un creador, en particular a los que no se ciñen a la corrección política.

“Las cancelaciones me han pasado en Twitter, no por mis libros”, dijo Alcuri, quien es muy participativo en esa red social. De hecho, en varios de sus libros —incluido Bestuario— se incluye una recopilación de tuits.

“Para que cancelen por tus libros primero hace falta que los lean, y que lleguen a salir de cierta burbuja”, integrada por lectores habituales. Eso no es lo que sucede en Twitter, donde algunas humoradas acerca del mundo del fútbol le valieron insultos y amenazas. “Hay un hincha de Cerrito que me quiere matar. No la hinchada de Cerrito: un hincha”, explicó y detalló.

En la presentación también se leyeron relatos del libro. Algunos de ellos incluían diálogos, por lo que fueron “dramatizados” al alimón por el autor y la presentadora. Otro de ellos, que es un monólogo, fue elegido por Alcuri por su particular contenido.

Se trata de una suerte de peroración admonitoria pasivo-agresiva de un vecino de clase media a un hurgador de residuos. El texto —que compartimos al final de estas líneas— inicia con un tono empático y conciliador, y acaba por descarrillar hacia una violencia apenas embozada.

Para Alcuri, ese cuento desnuda desde la ironía “ciertos discursos que se escuchan y a veces pasan como inadvertidos, y no está bien que eso suceda”.

“Basurita”

Disculpe, señor hurgador, que lo interrumpa en plena jornada laboral. Créame que no acostumbro iniciar conversaciones con desconocidos, mucho menos con aquellos cuyo porte haría cruzar la calle al más valiente, pero he notado cierta conducta repetida en su faena diaria y creo que lo más honesto es hacerle una crítica constructiva. Me resultó imposible no notar que usted, en repetidas ocasiones, arroja una importante cantidad de desperdicios en los alrededores del contenedor de basura. Producto, quiero creer, de su frenética búsqueda de alimentos, que lo lleva a abrir con pasión las bolsas de nailon repletas de porquerías. Antes de que usted lo diga, tengo claro que carezco de autoridad moral para pedirle cuidado y paciencia a alguien cuyo santo grial es el pedazo de comida que sobró de mi plato, que arrojé en una bolsa llena de yerba usada y llevé al contenedor dos días más tarde, cuando el hedor contaminaba toda mi cocina. Sin embargo, creo que estaremos de acuerdo en que conductas como la suya, imitadas por todos aquellos que comparten su necesidad extrema, podrían tener consecuencias perjudiciales para los suyos, y por favor no se ofenda por mi uso del término los suyos, simple generalización que hace más breve esta charla, que ya el olor me está haciendo lagrimear. Le decía que algún político más propenso a llenar el ojo de la clase media podría cambiar el sistema de recolección de residuos y proponer alguno que dificulte la noble tarea a la que se encuentra abocado en este momento. Por favor no se ofenda por mi uso del término noble. Lejos estoy de utilizarlo como ironía, como si lo considerara a usted archiduque de los detritos o vizconde de las cáscaras enmohecidas. Solamente me interesaba tener este momento de reflexión con usted y recordarle que a la sociedad la construimos entre todos. Y que si sigue con esta conducta, me voy a olvidar de marcar las bolsas que tienen pedazos de vidrio. Mire que soy muy torpe y se me rompe un vaso cada dos por tres.

Por Gerardo Carrasco
  gcarrasco@m.uy