Por Sofía Durand Fernández
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"Me siento distinta en el agua, me siento liviana, me siento niña, libre, poderosa, juguetona, queriendo más, y al mismo tiempo, disfrutando cada instante".
Este es un fragmento del texto con el que Inés Errandonea se presenta en Spotify. También es una de las líneas conceptuales que aborda en Agua Viva, su último álbum. Diez canciones en las que la sensación de hacer la plancha sobre la inmensidad del océano se vuelve corpórea.
"Ese estado espectacular de tener tantas ganas y, al mismo tiempo, estar disfrutando del mismo modo lo que estás haciendo en ese instante, te da sed y te la saca, te da sed y te la saca", escribe en ese mismo texto Errandonea. Pero ahora se refiere al deseo.
Jacques Lacan lo definía como "el excedente producido por la articulación de la necesidad en la demanda". Inabarcable, insaciable. Y si se compara al mar con el deseo, es verdad que su infinitud puede causar tantas ganas de tirarse, como de huir sin mirar atrás.
Inés compone estas diez canciones como una autoexploración. Un diálogo que por momentos es solemne, y por otros deja que se filtren los rayos del sol por la ventana. Es cruda, es honesta. En consecuencia, su obra tiene frescura.
Cuando cuenta cuánto tiempo estuvo creando este álbum y relata cómo fueron las idas y vueltas hasta llegar al sonido de la voz que buscaba. Al referirse al miedo que tenía de soltar todo lo que guardaba hacia el mundo, en forma de canción. Su trabajo en el mundo del cine, su breve retorno con los videoclips. Inés Errandonea se tira a la piscina cuantas veces sean necesarias. Hay una energía vital que en el correr de la vida se va extinguiendo, pero que en ella parece mantenerse imperturbable.
En tu descripción de Spotify hablás de la relación que hay entre el deseo y el agua en tu vida. ¿Es una conclusión a la que llegás en cuanto comenzás a componer el disco, o la entendés una vez que lo terminás?
No lo vi desde el principio. En realidad, soy muy consciente de que soy una persona extremadamente acuática desde niña. De estar todo el tiempo adentro del agua, lo que te imaginás rápido de que te encanta la playa, el río y el lago, eso de que me doy duchas de 200 horas si puedo. Me gusta nadar, estar adentro del agua, todo lo que tenga que ver con eso. En la adultez me arranqué a dar cuenta de que me hacía muy bien durante periodos de mucha ansiedad, me calmaba desde la ducha hasta meterme al agua.
Era algo que siempre supe de mí misma, pero que nunca lo había asociado con esto que me pasa con el deseo. Empecé a componer el disco en plena pandemia, fue ahí que empezaron a salir las primeras canciones. Estaba muy colgada con esta idea de qué es el deseo, qué hay detrás del deseo o cómo vivo yo el deseo, sobre todo el deseo creativo. Le empecé a llamar “deseo” a esas ganas de crear o a esa sensación corpórea, física y espiritual de cuando estás con una idea atravesada de la que no querés salir y querés seguir metiéndole. Estaba muy manija con eso y al mismo tiempo escribiendo sobre eso, algo medio meta. Escribía mientras lo estaba viviendo, como un registro de mi propio cuerpo y forma de sentir.
Me empecé a colgar y a ver qué me llamaba la atención de las formas en las que los demás nombraban al deseo, cómo dialogaba yo con eso. O esto de que siempre me había sentido muy atravesada por el deseo. Se me ocurren cosas gigantes, soy muy manija, también con cosas de la vida que no van solo por lo creativo. Algo muy de niña. A la vez, el deseo es re adulto, una cosa del cuerpo, del sexo. Me di cuenta de que la palabra deseo me atravesaba en mil sentidos.
Tu puntapié es el agua y a partir de ahí abordas estos conceptos que me mencionás, pero después volvés al casillero inicial.
En realidad, parto del deseo y cuando lo nombro, cuando me doy cuenta de que la forma de escribir que tengo es acuática. Las imágenes que se me vienen a la mente son acuáticas, desde la sed, o la sed y el agua y la saciedad hasta nadar. Parto de esa investigación de mí misma y veo que lo que me nace todo el tiempo es acuático. Y también empiezo a ver que todas las canciones que no tenían específicamente que ver con eso, estaban bañadísimas de agua. Ahí se me viene eso del Agua Viva, el agua es todo lo emocional. A su vez, el agua viva es transparente. El vínculo con ese bicho nos da un poco de rechazo, asco y miedo, pero a su vez es increíble y fluorescente.
El diálogo que propone el disco es más interno que externo. Vos pasás por diferentes facetas hablándote a vos misma. Es un disco luminoso, pero con un inicio solemne. ¿Cómo se relaciona esto con el concepto que das del agua viva?
Creo que soy así. No me marqué un proceso, sino que fue una autoexploración. Yo entregada a la música y a componer, a jugar y probar cosas, que venga lo que venga. Obvio que siempre es autorreferencial. La muerte, la vida y la belleza y la mugre son cosas que están bastante presentes en mi otro disco, pero dichas de una manera muy distinta. Todo eso que vos decís es mi mirada. Con respecto al orden, a “Iuju” no la siento una canción muy luminosa, pero es esa dualidad. Incluso la letra de la última canción del disco dice “en un velorio”. El disco encuentra una luminosidad que no deja de habitar el dolor. Pensando en el orden del disco, pero también en la vuelta que da en el proceso creativo de una, en “El sol está mojado” en un momento dice, “él intentaba un suicidio y no había oscuridad”. La primera y la última nombran a la muerte. Tiene sentido, son canciones que surgieron medio que al mismo tiempo. Es un poco habitar todos esos terrenos de la vida que no están en orden, sino que son todo el tiempo, todos los días, todos ellos.
¿Cómo nace la idea de hacer el disco?
Nace cuando empiezo a manijearme con esto del deseo y cuando veo que está totalmente atravesado por el agua empiezo a pensar: “Bueno, capaz que voy a seguir componiendo desde esta mirada”. Es la primera vez que empiezo con un disco asumiendo que estoy haciéndolo, no eligiendo de mis canciones. Después había algunas canciones que eran claramente parte de este proyecto. Cuando fui a grabar dije, “esto sí, esto no, esta no pensaba que tenía que ver y tiene que ver”.
Cronológicamente varias canciones empezaron en 2020, mientras sacaba el otro disco. Me di cuenta de que me van los procesos largos. Con la presentación del disco lo pienso un poco así. Soy manija para hacer, necesito dedicarle un montón de tiempo, pero soy re obsesiva también. Si voy a presentar un disco, voy a trabajar un montón en eso hasta que sienta que está bien. La primera canción suelta que lancé del disco, salió con un video en el que venía pensando hace un montón de tiempo. Siento que a los procesos artísticos los estamos apurando un poco, hay una presión por sacar material nuevo. Después de que sacás el disco, lo tenés que presentar ya. Todo un correr que, no sé, no quiero.
Igual, la industria musical uruguaya no va a ese ritmo. Las cosas toman más tiempo.
Toman más tiempo porque la industria es una artesanía, hay tiempos muy logísticos. Tiempo de conseguir el dinero, de pagar las cosas. Es re Uruguay. Y además no nos pertenece mucho ese ritmo.
También es respetar la propia obra y respetarse a una haciendo. Es un montón dedicarse a esto, un montón de trabajo y tiene que ser para estar contenta de hacerlo. Estar contenta no quiere decir no sufrir, hay momentos de sufrimiento en relación con el trabajo que forman parte de nuestras vidas. Pero sí, por lo menos, decir: “Esto está terminado”, o “es momento de que lo suelte”.
Comenzaste a componer en 2020, ¿cuándo llegaste al estudio a grabar?
A fines de 2022 empecé a grabar unas cancioncitas sueltas. Yo ya sabía que quería hacer un disco. Me empecé a juntar con Juani (Juanito el Cantor), que es el mismo productor de mi disco pasado. Ahí ya tenía todas las ganas de hacerlo, pero todavía no tenía tanta plata. En ese entonces gané el Fondo Concursable para la Cultura. Ya tenía todas las canciones, terminamos de seleccionar y bajar, y ahí empezamos un proceso con Juani bastante lento también, atravesado por idas y vueltas, giras, su vida, la mía. Siguiendo con todas las otras cosas que hacen a una vida. No tanto contra mi voluntad, sino que tranquila con que estuviera sucediendo mientras sucedía la vida. Hay gente que se va diez días a un estudio y graba el disco entero. Esto fue lejos de ser así. Ir grabando a medida que pasa el tiempo es una modalidad re común, en este pedazo del mundo es lo más normal. Pero fue muy así y lo grabamos, en gran parte, el año pasado.
Este año habían quedado varias voces y cuando llegó el momento de grabarlas, me di cuenta de que quería explorar algo distinto con la voz. Sobre todo, quería cuidar mucho de que no me pasara algo que sentí que me había pasado en el disco anterior, que es que en el espacio del estudio no me quedara la voz muy pulcra por cuidar demasiado. Que no vaya a perder la interpretación o las mugres que necesitara. Empecé a explorar mi voz de nuevo, desde otro lugar, y ahí hice todo un camino mío. Quedaron varias para grabar este año. El año pasado me fui de gira, de viaje.
Parte del proceso creativo ocurrió en pandemia. ¿Creés que hay algo de esa experiencia en el álbum?
Ahora iba a sacar “Bañera”, que habla claramente del encierro. De a ratos siento que la gente no tiene ganas de hablar de la pandemia, quisimos pasar la página. En el momento re estábamos hablando y cuando estaba en pandemia yo pensaba: “Esto es tan histórico que a partir de ahora todo va a tomar esto gigante que atravesó el mundo”. Y nada que ver, es incómodo. Cuando saqué “Bañera”, que por suerte la canción tiene mucha vida, pero habla de eso, no sabía si era algo que la gente tuviera muchas ganas de escuchar.
Juani produjo tus dos discos, ¿cómo es el vínculo entre ustedes?
Cuando fui a producir el disco anterior, había escuchado varias cosas que había producido él y me habían encantado. Me gustaba particularmente el sonido que creo que le saca a las cosas. Siempre hay una búsqueda no tan obvia de las cosas, pero tampoco es mega experimental, se suena todo y tiene una cosa re de la canción. Me gustaba eso y sentía que estaba presente en distintas obras que produjo, que a su vez eran todas diferentes entre sí. Hay productores que se meten por completo y los escuchás a ellos antes que al compositor. No me pasaba eso con él. De hecho, cuando me junté con él por primera vez, me dijo que trabajemos juntos, pero también que para él era importante escucharme, meterse adentro de mi trabajo, antes de hacer y decir nada. Me acuerdo de que me advirtió que no iba a hacer nada durante un rato. Me encantó, primero quiere saber qué hay del otro lado para saber cómo meter lo suyo. Después en este disco ya nos conocíamos un montón, fue más rápido ese comienzo. Yo re confiaba porque había escuchado un montón de cosas. En este proceso particularmente nos llevamos bien con relación a los tiempos. La otra vez me ponía un poco nerviosa, tenía más urgencia en sacar el disco, esta vez me lancé al juego y a que fuera pasando.
¿Cómo surgió la colaboración con Martín Buscaglia?
Sentimos de primera que estaría muy bueno que esa canción tuviera un feat., pedía otra voz, y ahí apareció la idea de Martín. No hice nada al respecto durante bastante tiempo, pero por cagona nomás, no sé por qué. Dejé que pasara el tiempo y este año le mande un mensaje, había compartido con él algunas cosas a partir de Coralinas. Le conté que tenía esta canción y al par de días me llega un audio de él. Yo iba a darle play y capaz me decía, “gracias, Inés, que lindo, pero...”. Me acuerdo de que lo vi y esperé a casa para escucharlo, si me iba a decepcionar quería estar tranquila. Y cuando le puse play, él estaba cantando la canción. Después me dijo que le encantaba. Fue una buena noticia en un momento en el que además me venía fantástica una buena noticia. Fue muy fácil, nos pusimos a charlar, coordinamos para encontrarnos, guitarreamos la canción, le conté más o menos lo que me imaginaba, pero le dije que estaba para que proponga algo diferente o lo que sentía. Él se grabó solo, me dijo que prefería grabarse en la soledad y me mandó esas pistas. Super generoso él.
Hiciste varios videoclips en los que actuás. ¿De dónde nace esa necesidad de plasmar tu música en lo audiovisual?
Yo trabajé muchos años en cine. Mi formación es más audiovisual que musical. Estudié Comunicación, Cine y trabajé ocho años como asistente de dirección y directora de casting de películas. Canto desde niña, pero estaba re enfocada en mi carrera en el cine. Al mismo tiempo, no hacía mis cosas propias, que era algo que cuando iba a la facultad re parecía que iba a hacerlo. Después me puse a trabajar, trabajé en cine nacional que no es nada fácil, en ese momento era más difícil. Mi mirada es re cinematográfica, supongo que a la hora de componer eso impregnó mucho. Y después, cuando solté un poco las películas porque empecé a componer, ahí se me empezaron a ocurrir ideas para videos. No es que le había errado de carrera. Empecé a hacer los videos, a veces de forma muy casera y sencilla, otras con más producción. Me parece, más allá de que justo hoy en día es una herramienta re buena para la difusión, que es otra parte. De hecho, demoré la salida de “Arde” porque yo quería hacer un video de esa canción. Me acuerdo de que una amiga me dijo que no era obligatorio sacar la canción con un video. Así como quiero hacer un disco, quería hacer un video, no es una capa de difusión, es otra pata artística mía.
En redes vos contaste que el proceso estuvo muy cargado emocionalmente. ¿Lo emocional es un combustible creativo para vos?
Sí, es un combustible que a veces preferiría no tener. Pero no puedo evitar hacer cosas con lo que me pasa. Por suerte, está buenísimo convertir las partes de mierda de la vida en otra cosa.
¿Cómo te sentís exponiendo lo que te pasa en la música?
A esta altura te diría que me acostumbre bastante, sobre todo en la música. Ese miedo me detuvo de componer directamente, durante pila de años de mi vida. Por un lado, por el miedo a que vean tanto de mí, y por otro, el miedo a que no esté bueno. Cuando me di cuenta de que empecé desesperadamente a componer igual, supongo que porque toqué fondo, ahí dije, “fa, que pavada”. Y medio que decidí poner esa propia vergüenza adelante. “Si vos me detuviste, ahora te voy a poner en el primer plano de la cámara”. Fue una venganza contra mí misma, pero bien, desde un lugar de no dejarlo escapar. Fue tomar un riesgo conmigo misma y veo que los artistas que toman un riesgo, que viven alguna incomodidad o que te permiten ver algo que no es tan llano, me conmueven. No todo el tiempo tiene que ser así y no todo el tiempo lo hago, pero es un poco lo que soy, la forma que tengo de hacer.
Es paradójico porque por miedo a que las cosas salgan mal, terminás sin hacer nada, y por lo tanto, sin saber.
Y después vivís con el miedo para siempre. Ese es el problema, que me di cuenta después. La resistencia de lo que va a haber adelante que no quiero ir por las dudas, porque va a ser horrible. Y, en realidad, estás todo el día parada en ese lugar en el que estás sintiendo ese miedo. Sin embargo, seguramente si caminabas y dabas tres pasos para adelante eso se pasaba, era la forma de que se terminara esa tortura en la que vivías. En cambio, si te quedás todo el tiempo de ese lado de la puerta quedás con ese miedo, permanece. ¿Qué tan horrible puede salir?
¿Cuándo decidiste que el disco estaba terminado?
Hubo que soltarlo un poco. Había dos canciones que sentía que algo les faltaba. “Las ganas de saben nadar” y “El deseo”. La primera me dio un trabajo bárbaro, fui y vine 200 veces, no a nivel de la composición, sino a nivel de la producción, grabábamos cosas y las sacábamos. Nunca me pasa eso con Juani, si vamos por un lado es por ahí, y en esta algo no me terminaba de funcionar. Es muy físico eso, es o no es, y no me cerraba. Cuando empezamos a sacarle otras cosas, se empezó a mover mucho la canción, en la interpretación siempre se me devela algo nuevo. En este disco sentí que la interpretación era parte de la composición. Me faltaba algo y ahí llamé a Camila Ferrari y ahí le pedí unos coros. Les dimos unas referencias muy random, cosas sueltas y le deje mucha libertad y ella grabó en su casa, me mandó y particularmente en esa canción fue, “sí, exacto, ya está”. Terminó la canción y esas fueron las últimas dos puntadas. Después vinieron las mezclas y algunas me mandaban la mezcla y estaba terminada y otras un poquito más para allá o para acá.
¿Cómo terminaste el proceso de grabación? ¿Cansada, contenta, harta?
Cero harta. Fue un disco que se terminó hace bastante poco, no es un material que tengo guardado hace mil años. Tomó tiempo, pero siguió develando nuevas capas de magia hasta último momento. Escuché los coros de Cami no tanto antes de tener que subir el disco en plataformas. Entonces seguía apareciendo una nueva cosa que te hacía sonreír de vuelta, creo que eso ayuda. No llegue harta, sí cansada, y queriendo disfrutar, permitiéndome un ratito de disfrute de que saliera y que esté por ahí dando vueltas.
Con el arte en particular nos pasó que yo empecé con el proceso a fines del año pasado, hicimos la tapa de “Arde”, y después empezamos a desarrollar todo lo que venía. Ahí le mande canciones y un montón de cosas escritas que yo tenía con relación al disco. Se lo mandé en octubre del año pasado. Este año seguimos avanzando a partir de todos los procesos que íbamos creando, cuando decidimos cómo iba a hacer la tapa, hacemos las fotos. Ella me propuso algo y yo le dije que tenía una referencia y se la mandé. Y cuando vemos las fotos que habíamos hecho y empezamos a elegir ella me dice: “Esta me parece como medusa”, con relación a la mitología griega. No sé nada de Medusa, pero me llevo a esa imagen y me parece un flash porque se llama “Agua Viva” el disco, es uno de esos secretos que no entendés pero que guardan algo. Ahí nos ponemos a googlear algo de Medusa por cinco minutos. Cuando termino todo y yo me pongo a armar la gacetilla y a recuperar las cosas que había escrito, veo que las cosas que había escrito al principio y que le había mandado a ella tenían toda una cosa sobre Medusa y la lengua de Medusa. Porque yo había pensado siempre que iba a haber una canción que iba a ser sobre la lengua, no sé cómo mierda llegue a la lengua de Medusa y tenía todas unas cosas escritas de eso. Y son como magias que decís: “Ah, esto siempre tuvo un sentido más allá de que no lo sepamos del todo”. Esos son regalitos que te dicen que estabas en lo correcto. No todo tiene que ser tan controlado por la cabeza.
Por Sofía Durand Fernández
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