Por Nicolás Medina
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Los estadounidenses han sabido transformar sus rutinas más mundanas en espectáculos masivos que moldean hábitos culturales alrededor del mundo. ¿Quién más podría convertir un domingo posmisa en un ritual de NFL, o darle sentido al fatídico lunes con un partido de fútbol americano? En su lógica, incluso el peor día de la semana merece un clímax.
Lo mismo aplica a sus formatos televisivos: la audiencia se alimenta de la ilusión de que, tras cada comercial, algo imperdible está por ocurrir. Ejemplos sobran. Las ceremonias de entregas de premios, las series con finales apoteósicos de los domingos o los late night shows, todos diseñados para capturar nuestra atención de manera obsesiva. Es bajo esta premisa que se entiende el fenómeno Saturday Night Live (SNL), un programa que no solo es una anomalía por su longevidad, sino por haber convertido el caos del directo en una forma de arte.
Por estas latitudes, la idea de televisión en vivo un sábado a la noche parece, cuanto menos, anacrónica. Mientras en Estados Unidos los hogares sintonizan NBC, en Uruguay el concepto de "prime time" tiene otras reglas.
SNL nació como un producto de su tiempo: un desafío a los programas enlatados, una excusa para reírse de lo inmediato y lo absurdo. Sin embargo, imaginar algo así en nuestra grilla actual es un ejercicio muy complicado. ¿Quién sacrificaría su salida de sábado por la noche por un show que exige estar presente? Pero ese es justamente el valor del programa: existe porque alguien se atrevió a intentarlo cuando todo apuntaba a que no funcionaría.
Saturday Night Live debutó en 1975 bajo la tutela de Lorne Michaels, quien imaginó un espacio en el que la comedia pudiera ser irreverente y experimental. Desde entonces, el programa ha servido de cantera para talentos que luego dominarían Hollywood: Eddie Murphy, Tina Fey, Will Ferrell y muchos más. La fórmula combina sketches en vivo, invitados especiales y actuaciones musicales, adaptándose a los tiempos sin perder su esencia. SNL ha resistido cambios tecnológicos y culturales gracias a su habilidad para renovarse, manteniendo un equilibrio entre el humor absurdo y la crítica social. Su relevancia se mide en décadas, y su influencia en generaciones de comediantes que han hecho del show un trampolín hacia la fama.
Hablar de SNL es hablar de cómo un programa puede redefinir la televisión y la cultura popular. Su impacto va más allá de los sketches; instauró un estilo de comedia que mezcla sátira política, la irreverencia y autoconsciencia. Fue pionero en darle un giro a los late night shows, integrando el caos del directo y rompiendo la cuarta pared. También impulsó el concepto de "variedades", donde la música y la comedia conviven en un mismo espacio.
Dirigida por Jason Reitman, (hijo del icónico Ivan Reitman, director de Los Cazafantasmas), Saturday Night se estrenó en un momento clave, previo al 50.º aniversario del show. La película, protagonizada por Gabriel LaBelle como un joven Lorne Michaels, se presentó en festivales como Toronto (TIFF) y Mar del Plata, donde ganó mejor guion. También obtuvo nominaciones en los Globos de Oro y los Critics' Choice Awards. Con un elenco que incluye a Dylan O’Brien, Cory Michael Smith, Rachel Sennott, Willem Dafoe y J. K. Simmons, el film recrea los eventos previos al primer episodio de SNL, capturando el caos y la creatividad que definieron aquella noche histórica para la televisión.
Lejos de las pretensiones de las biopics tradicionales, Saturday Night se aproxima más a un experimento cinematográfico que celebra el frenesí creativo detrás del nacimiento de SNL. La decisión de Jason Reitman de narrar la historia en tiempo real, comprimida en los 90 minutos previos al debut, se siente como un guiño directo a la esencia del programa: espontaneidad, caos y magia en bruto. La estética, marcada por tomas largas y un dinamismo que apenas da respiro, captura con eficacia la energía del detrás de cámaras.
El guion se permite pequeñas licencias nostálgicas, equilibrando humor y tensión con un respeto evidente hacia el legado de SNL. Más allá de los nombres y anécdotas que pueden escapar al espectador casual, lo que realmente destaca es la capacidad de la película para transmitir el vértigo de crear algo que podría cambiarlo todo. La película no es perfecta, pero logra encapsular la idea de que, incluso en el caos absoluto, hay espacio para la grandeza.

Saturday Night (2024), Jason Reitman
¿Cuál es tu primer recuerdo de SNL y tu relación con el programa?
Jason Reitman (J.R.): Creo que mi primer recuerdo es ver el programa cuando era un niño y pensar que era algo que sucedía una vez al año. Y mi padre tuvo que explicarme que, en verdad, ocurría todas las semanas. Y eso me voló la cabeza.
Gabriel LaBelle (G.L.): Mi relación con el show es de verlo todo el tiempo mientras crecía. De ver lo mejor de Will Ferrell, Chris Farley, Eddie Murphy, Mike Myers, Adam McKay o Kristen Wiig. Soy un gran fanático del show y siempre ha significado mucho para mí. La gente que ha salido de allí me ha inspirado, ya sea cómica o artísticamente. Y siento que algunas de las películas más inspiradoras para mi desarrollo han sido de gente de Saturday Night Live. Por lo cual significó mucho para mí ser parte de este proyecto.
El debut de SNL se caracterizó por el caos creativo y técnico, algo que definió su espíritu. ¿Cómo tradujiste eso a la película? ¿Fue desafiante balancearlo con la claridad narrativa?
J.R.: Es una gran pregunta, creo que nos acercamos a la película desde el inicio como si estuviéramos haciendo un musical. Mirábamos cada una de las secuencias como un número de baile que tenía diálogo. Casi como si estuviese coreografiando un número de baile que tiene ochenta personajes, que dura tres o cinco minutos y que tenés que ir moviendo de una habitación a la otra. Pero el baile es caótico. Teníamos que organizar cada decisión para que todo pareciera desorganizado. Lo cual es un poco difícil, porque cuando ponés actores en una habitación, su instinto es hacer algo que parezca ordenado. Para hacer algo que luciera como un caos verdadero, donde las cosas salen y aparecen de la nada y te sorprenden, se requiere una coreografía muy cuidadosa.
Teníamos un montón de pequeñas reglas, como por ejemplo que los actores no tenían permitido sentarse, cosas como esa. Confiamos en que el guion estaba escrito de esa manera. Estaba escrito segundo a segundo. Intentamos incorporar tanto diálogo como el oído humano pudiera escuchar. Incluso cuando está ocurriendo dos o tres veces en simultáneo.

Saturday Night (2024), Jason Reitman
Creo que eso tiene mucho que ver con el hecho de que la película está contada casi que en tiempo real.
J.R.: Sí. Creo que la naturaleza de que esté en tiempo real tiene mucho que ver con eso, pero también es parte del acercamiento a la historia. Creo que Gil Kenan, mi coguionista y yo, estábamos muy inspirados por el cine de Robert Altman y Michael Ritchie, estos cineastas que acostumbraban a tirarte en una situación y no se toman el tiempo de presentarte a los personajes. Creo que en la mayoría de las películas se te introduce a tres o cuatro o cinco personajes, y te enamorás de ellos, y seguís a un personaje principal a través de su viaje. Y queríamos hacer una película que no fuera solo sobre enamorarte de un personaje, sino con un grupo. Y que para el momento en el que tienen éxito, vos te sentís como un integrante de ese elenco. Por eso en la escena en la que se empiezan a colocar los ladrillos, la gente comienza a sentirse emocionada. Porque se sienten parte de ese equipo, la audiencia siente que está colocando los ladrillos.
A pesar de que SNL sigue en emisión, hoy estamos en una generación completamente distinta. Los tiempos han cambiado, el humor ha cambiado. ¿Cuál fue tu mayor desafío al momento de adaptar el marco temporal?
G.L.: No fue un gran desafío. Lo bueno de contar con un diseño de producción o de vestuario tan realista fue que lo único que había que poner en contexto, en términos de marco temporal, fue dónde se estaba culturalmente en esa época. Era 1975, había pasado Woodstock, Los Beatles se habían separado, se había estrenado Easy Rider, y Hollywood estaba pasando por esta revolución de alejarse de los estudios y concentrarse en las películas independientes. Y esa generación fue la primera que creció frente a una televisión desde niños, y las cadenas de televisión no habían cambiado o adaptado la programación para ellos conforme crecían, así que ellos ya no miraban televisión en ese momento. El único lugar donde podían reír era en shows de comedia o improvisación, o incluso en la calle. Y Lorne [Michaels] quería capturar esa vibra en la televisión, fue la primera vez que esa revolución cultural se acercó a la televisión. Así que el desafío fue encontrar ese hambre, ese deseo por el cambio y esa actitud disruptiva y rebelde que tenía esta gente joven.
J.R.: Creo que todo se reduce a la gente brillante con la que trabajo: Jess Gonchor, nuestro diseñador de producción; Danny Glicker, nuestro diseñador de vestuario, que es casi un experto en esto y obtuvo una nominación al Oscar por la película Milk con Sean Penn. Y hablamos mucho de cómo los setenta son una de las décadas más difíciles de capturar, porque cuando pensamos en esa época la pensamos humorosamente, pensamos en la disco, en John Travolta, pensamos en los setenta con mucho volumen, y la verdad es que nosotros queríamos una versión sucia de los setenta. Queríamos la huelga de basureros, queríamos un Nueva York que se sintiera cien por ciento real. Algo como los 1970 de Martin Scorsese.
Y una cosa es cuando tenés personajes en el fondo y apenas los podés ver, y otra es en esta película donde los personajes entran y salen de cuadro y todo se mueve constantemente. Cada detalle cuenta, todo tiene que sentirse real, vívido, y el punto de la película era entrar a una máquina del tiempo y sentir que estábamos realmente allí. Que si caminás por ese set vas a sentir que ese equipo ha estado ahí por veinte años, o que si abrís un cajón, vas a encontrarte con las vidas reales de la gente que trabajó allí.

Saturday Night (2024), Jason Reitman
¿Cómo fue interpretar a Lorne Michaels de manera fiel, pero también poniendo de tu propia impronta para el personaje? ¿Finalmente hablaste con él? Porque dijiste que Reitman no quería que lo hicieras.
G.L.: Es verdad. Jason no quería que hablara con él porque él es, bueno, una persona de 80 años, y es un hombre distinto al que era en esa época, y es difícil recordar las cosas como sucedieron hace 50 años. Tampoco quería que cayéramos en la mímica directa, no quería que nos centráramos en esos personajes desde su exterior, sino en su esencia, en lo que estaban atravesando en ese momento. Así que yo quería centrarme en la historia de un hombre joven que está intentando hacer algo diferente. Mi prioridad era entender que se había enfrentado a diferentes obstáculos toda su vida y que su convicción y persistencia lo llevaron a ese lugar en ese momento. Entender cómo conoció a todas estas personas que lo rodean, cómo construyó ese programa de televisión, hace cuánto estaba pensando en esa idea. Y luego de eso, trabajar en ciertas maneras y formas físicas y vocales, acertarle a su acento de Toronto, o ciertas expresiones faciales que lo había visto hacer en fotografías y material de archivo. Sin hacer una caricatura, pero encontrando consistencia en la mímica, así la gente que lo conoce en la vida real podría sentir que lo estaban viendo a él, o al menos eso esperaba.
Te conocemos de interpretar a Steven Spielberg en Los Fabelman. ¿Cómo es para vos traer a la vida fragmentos de la historia del entretenimiento?
G.L.: Al momento de hacer el trabajo, el proceso es el mismo que con cualquier personaje, es decir, construir a un personaje, entender su viaje, pero creo que la única diferencia al interpretar personajes reales es que sentís la responsabilidad de hacerlo bien. Porque no es todo cien por ciento tu interpretación, hay gente que conoce o conoció a estas personas. Y ya sea que estén detrás de la cámara diciéndote qué hacer porque es su vida, o que haya miles de personas que los han visto en televisión, es emocionante, porque se siente mucho más personal, como una persona que creció amando la televisión, el cine y la comedia, se siente importante. Se siente especial.
SNL representaba un tipo de humor irreverente y que cuestionaba las normas. El humor hoy se siente mucho más contenido, quizá por la corrección política o debates culturales. ¿Debería el humor adaptarse o desafiar lo establecido?
J.R.: No creo que deba adaptarse en ese sentido y creo que no lo hace. Saturday Night Live ha sido un espejo interesante de la cultura en los últimos 50 años, al menos de la estadounidense. Y ha encontrado una manera de evolucionar a medida que nosotros evolucionamos. Si querés medir la temperatura de cómo Estados Unidos se siente respecto a la política, podés ver Saturday Night Live cualquier semana. Pero también creo que lo que SNL ha hecho brillantemente es evolucionar en su estructura de comedia. Si ves el trabajo original, esta comedia bizarra de los setenta que era una evolución de Monty Python, está muy lejos de lo que hizo The Lonely Island o Please Don't Destroy. Creo que la voz de SNL está en constante evolución. Y refleja la política, pero sobre todo refleja la evolución del humor. Y lo que es brillante de lo que creó Lorne, es que no es un show que solo refleja el gusto de los comediantes que lo iniciaron hace 50 años. Está estructurado de una manera en la cual cualquier persona puede ser incorporado o retirado y el show va a continuar cambiando para reflejar no solo a sus creadores, sino a cada generación.
Por Nicolás Medina
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