Documento sin título
Contenido creado por Federica Bordaberry
Música
Tinta y tiempo

Jorge Drexler y una página (o un disco) completamente en blanco

El artista uruguayo se estará presentando en el Antel Arena el 15 de setiembre para presentar su último disco Tinta y Tiempo.

26.08.2022 13:07

Lectura: 16'

2022-08-26T13:07:00-03:00
Compartir en

Por Federica Bordaberry

En treinta años de carrera ya tiene lanzados catorce discos de estudio. Eso quiere decir que, en promedio, Jorge Drexler saca un disco cada dos años. Y con esa carrera en la música, en lo nacional y en lo internacional, llegó a ser parte del paisaje sonoro de los uruguayos. Jorge Drexler es, ahora, un clásico. 

Lo último, lo que escribió durante la pandemia, cuando lo que estaba presente era lo incierto, lo doloroso, lo difícil y lo solitario, tiene forma y se llama Tinta y Tiempo. La forma es, obviamente, el decimocuarto disco.

Llegó el 22 de abril de 2022, casi cinco años después del disco Salvavidas de hielo —su anterior largo—, acompañado de un videoclip. Llegó con una portada prácticamente blanca porque, en el caos y en la presión, Drexler desaprendió y aprendió a escribir canciones. 

Por eso, la hoja en blanco o el disco, es un refugio al cual volver. 

Con el estreno de Tinta y Tiempo, arranca una gira de presentación internacional que incluye, obviamente, un show en Uruguay. Drexler se estará presentando en el Antel Arena el 15 de setiembre a las 21:00 horas.

Estará acompañado en el escenario por Borja Barrueta (batería), Meritxell Neddermann (teclados y voces), Javier Calequi (guitarra y voces), Carles Campi Campón (bajo y programaciones), Alana Sinkëy y Myriam Latrece (voces).

A esta altura, después de tantos años, ¿por qué te seguís dedicando a la música? 

La verdad es que porque me encanta. No sé qué otra respuesta dar. Estaba pensando, realmente la música es una disciplina en la que puedo ir como enhebrando todas las cosas que me van pasando en la vida, puedo ir aprendiendo a ver el mundo a través del reflejo de lo que decimos en las canciones. 

Cuando decimos “la música”, en realidad, a mí siempre me gusta hacer la precisión de decir “las canciones”, porque nos comportamos como si las canciones fueran solo música. Las canciones tienen, por lo menos, una mitad de lenguaje verbal, digamos. Es el lado oscuro de la Luna, nadie lo ve, nadie invierte en eso, nadie invierte recursos, ni tiempo. Todos nos compramos instrumentos nuevos, software, micrófonos, amplificadores de todo tipo para mejorar nuestro sonido, aprendemos a usar programas maravillosos nuevos y nadie tiene un diccionario de rimas ni consulta un libro de poesía. No nadie, pero muy poca gente. La mayor parte invierte para el lado de la música.

Ya que lo mencionaste, me gusta siempre la idea de canciones. La canción es un género compuesto, como el cómic. Es como un cómic, no es solo dibujo, la canción no es tampoco solo música. 

Me dedico a la música porque siempre hay algo para ver, en las canciones siempre hay algo sorprendente. Llevo unos años estudiando la parte de las letras que, antes, siempre era secundario para mí. Los primeros diez años de mi carrera nunca había escrito la letra antes que la música. A partir del 2004, con un disco que se llamaba Eco, empecé a escribir primero letras que música.

Entonces, estuve estudiando la métrica durante todos esos años. Después, me aburrí de la métrica clásica y tuve que aprender a desaprender las cuestiones métricas, y a volver a escribir con más libertad de rima, y con más libertad de acentos. Siempre hay cosas nuevas para aprender. En este último disco, por ejemplo, hay dos canciones que tienen una estructura métrica completamente nueva para mí “Tocarte” y “¡Oh, Algoritmo!”, que tuve que aprender a escribir en un formato de rima repetitiva. Por ejemplo, yo nunca había escrito así, copiando rimas una atrás de la otra, pero lo hice porque en esa canción lo propuso Noga Erez. En “Tocarte”, lo propuso Pucho Tangana, C. Tangana. 

Por eso me dedico a la música, porque me mantiene abierto, me mantiene aprendiendo, me mantiene ilusionado, y porque es un modo de vida que elegí conscientemente hace unos años, cuando yo venía orientado hacia otro tipo de vida.

Si existe este Jorge de ahora, adulto, quiere decir que hubo un niño, quizá un adolescente, que quiso dedicarse a la música. ¿La razón de aquel entonces es la misma que la de ahora?

Hay razones que se mantienen iguales. Esta misma fascinación que yo tenía por el formato de la música, y por aprender, es la misma que sentí el primer día que entré al Estudio Records en Montevideo con Walter Linás, en el año 91, y empecé a preguntar para qué servían esas perillas y para qué servía una mesa de grabación, y qué era un micrófono y cómo funcionaba. Todo eso, también esa sorpresa, esa curiosidad, me movían por lo mismo. 

Cuando empecé a hacer canciones y saqué mi primer disco, La luz que sabe robar, yo lo único que quería era tener un casete, el cual poder poner en la biblioteca en el sector que decía “música popular uruguaya” y dejarlo al lado de mis ídolos de ese momento, que siguen siendo en este momento, Fernando Cabrera, Jaime Roos, Leo Maslíah, Ruben Olivera, Ruben Rada, Eduardo Mateo. Poner uno más ahí en esa colección de la música uruguaya de ese momento. 

Después, más adelante, el gran regalo que me hizo la canción a mí fue Iberoamérica entera. Fue el hecho de aprender a sentirme en casa en Lima, en Badajos, en Girona, en Temoco, en Rocha, en Salta y en Brasil. Me fue abriendo esos horizontes, y ya mi intención también era sentirme perteneciente a una tradición más amplia que solamente la uruguaya, una tradición que implicaba autores de otros lados y autoras de otros lados.

Si aquel Jorge del 91, que entraba por primera vez a un estudio, mirara al Jorge de ahora, ¿qué pensaría ese primer Jorge? 

Pues se daría cuenta que la juventud no es para siempre, primera cosa. Ese es el primer impacto que tendría. Y que el paso del tiempo deja sus marcas y deja sus señales en las caras y los cuerpos de las personas, eso sería lo primero. Lo segundo, si te soy sincero, yo creo que estaría orgulloso y contento. Yo tenía en el 91 una veneración por la gente que se dedicaba a la música, como una melancolía de sentir que yo no lo iba a poder hacer y, a su vez, un sueño como de poder hacerlo. Yo estaba en la Comisión de Cultura de Facultad de Medicina y después de la Universidad, en los años 85, 86, 87 y 88, nos dedicábamos a organizar conciertos.

Venían a tocar todos, Ruben Olivera, Fernando Cabrera, Eduardo Darnauchans. Venían a tocar a conciertos que organizábamos nosotros y yo los miraba como diciendo, “qué sueño, qué trabajo”. Es un sueño maravilloso poder vivir de la música, ir de facultad en facultad con tu guitarra, cantando cosas que escribiste en tu casa y que la gente escuche y conoce, “qué maravilla, cómo será vivir así”. 

Entonces, me acuerdo de que después, un poco más adelante, me tocó hacer de telonero de Chaval, de Joe Bosco, de Caetano Veloso, Ruben Olivera, de Sabina, y yo pensaba, “qué maravilla debe ser viajar, escribir, llegar a otro país y que la gente conozca tus canciones en otros países y que tus canciones formen parte de un repertorio”. Y si ese Jorge de ese momento, que tenía esa añoranza, me viera hoy en día creo que estaría muy contento, no se lo podría creer. Me parece que no daría mucho crédito. Es bastante increíble todo lo que pasó en este tiempo, no paro de dar gracias. Supongo que estaría contento ese Jorge.

Foto: Antón Goiri

Foto: Antón Goiri

Y si pudieras decirle algo, ¿qué le dirías?

A mí me gustaría volver a ese momento, ahí. Creo que todos los momentos son atractivos por alguna cosa y también duros por otras. No sé qué le diría, no lo sé, intentaría que no se confundiera ese cuento. Estoy muy contento con cómo evolucionó mi vida. Imaginate si le digo algo y se asusta, o cambia de orientación. Yo creo que las cosas pasaron como tenían que pasar, no cambiaría nada. No le diría nada, intentaría no interferir. Estoy contento con cómo fue mi vida. La repetiría punto a punto, la verdad, con errores y con todo.

Jorge, este es tu decimocuarto disco de estudio en 30 años, lo que indica que estarías sacando casi un disco cada 2 años. ¿Qué es lo que dicen tus discos? ¿Sobre qué componés?

Los discos tienen muchas maneras de decir cosas. Está muy bien formulada la pregunta porque no estás preguntando sobre las temáticas, sino qué dicen. Yo, muchas veces, no escribo las canciones por las temáticas. Las canciones, a veces, son juegos de palabras. El eje de la temática, a veces, es bastante intrascendente. Muchas veces. Es decir, una canción dedicada al amor, por ejemplo: podés prender la radio y el 90% de las canciones que vas a escuchar van a ser canciones de amor. 

Lo que intentaría es pensar que mis canciones hablan de los diferentes ángulos, de las diferentes incidencias de luz sobre el mismo prisma, sobre los mismos pocos prismas, digamos. Por ejemplo, “El Plan Maestro”, es la canción que abre el disco y es una canción sobre el amor. Es una canción, pero no habla, no relata una historia en concreto de amor, sino la historia del amor. Es decir, cómo hace 1600 millones de años, por primera vez, dos células deciden unirse para fundar un ser hecho a medias entre las dos, inventando el sexo, la cooperación y algo parecido al amor. Es simplemente tener un interés común con esa persona y unirse a esa persona de alguna manera.

Entonces, inventé la palabra “mesoproterosoico”, que es el momento de la historia de la vida en que eso pasó. Eso, encontrar un ángulo nuevo para un tema conocido, como dice Leonard Cohen, New Skin For The Old Ceremony. Era el nombre de aquel disco. Eso es lo que me interesa, encontrar nuevos ángulos para cuestiones que han sido importantes siempre para el ser humano, como el amor, la pertenencia, la nostalgia, la identidad, la historia de uno propio, los sentimientos.

Eso es un poco de lo que he intentado hablar. Con los años me he vuelto menos metafórico. En los primeros discos no me involucraba mucho personalmente y era simplemente la descripción del mundo exterior. He pasado a mirar más hacia el mundo interior. Quizá, fue un error, o no, pero no he tenido otra manera, he empezado a escribir más en primera persona y, cada vez más, hasta que ahora me cuesta mucho salir de mí para escribir la naturaleza alrededor. Antes, había mucho mar, mucha Luna en los discos. Ahora, hay mucha reflexión sobre el acto de escribir y sobre los componentes internos de las cosas que siento.

Justamente, sobre la reflexión de escribir, me gustaría hablar un poco del título de este último disco que es Tinta y Tiempo, ¿de dónde sale ese título?

Creo que a mí lo que me pasó es que siempre me resultó muy difícil escribir, mucho, cada vez más, y en la pandemia, además de esa dificultad natural que produce la acumulación de tantas canciones, se me sumó la incertidumbre de que de golpe estábamos cada uno en su propio lugar sin contacto humano. Entonces, tuve mucha inseguridad para escribir. Me pasó como si me hubiera olvidado de lo que era escribir y hubiera tenido que volver a explicármelo a mí mismo. 

Es como decir que lo que pongo por escrito no está tallado en granito, quitándole peso. Eso que dijiste vos de catorce discos, casi uno cada dos años. Es decir, los discos son una alegría, te ayudan a ver la vida. Lo que te decía al principio, te ayudan a entenderte y entender tu contexto, pero se van acumulando uno arriba del otro y pesan también.

Yo creo que para escribir el peso te inmoviliza, te imposibilita, las expectativas del peso de lo que tenés que escribir, pensar en lo que tenés que escribir, tiene que entrar a medirse con 300 canciones previas que escribiste. Es muy complicado, hay que quitarse eso de la cabeza. Lo que escribo no está tallado en granito, son cosas que soltás, hay que quitarle importancia, van camino al olvido así que suéltalas. Luego, sobre todo, tener la noción que es real, de que, aunque uno crea que está en control de lo que dice, no lo estás. Esa voz yo no la comando, tenés que saberlo bien. Eso también es un alivio muy grande. 

Recuerdo una línea de Leonard Cohen que decía “A heavy burden lifted from my soul / I heard that love was out of my control”. Dice, un peso muy grande se levantó de mis hombros porque aprendí que el amor estaba fuera de mi control. El hecho de sentir, de intentar controlar todo, es una responsabilidad tan comprensible y grande que es inmovilizadora para un escritor de canciones, o cualquier cosa, o para cualquier actividad humana. Tenés que entender que no estás realmente en control de lo que está pasando, y que eso te aligera la manera de ver el mundo. Y ahí pude escribir. 

Foto: Antón Goiri

Foto: Antón Goiri

Jorge, retomando eso de que este disco surgió en pandemia, ¿cuál es la necesidad artística que hay detrás de hacer este disco? 

La necesidad personal para escribir esto, en este momento, es que hay cosas que son comunes a todo el paso del tiempo, pero hay cosas nuevas. Para mí, escribir en la pandemia era una manera de sentirme vivo. No sé cómo decirlo de otra manera, de sentir que, aunque pase el tiempo, aunque estés aislado, aunque de repente la vida te ponga un paro tan grande como la pandemia, podés volverte a levantar y volver a escribir algo desde cero. Por eso, la hoja en blanco es la portada del disco. De alguna manera, es un homenaje también a la posibilidad total, al lienzo en blanco, al potencial máximo, digamos. Porque escribir es pasar del lienzo en blanco, de la no existencia, a algo. Algo empieza a existir. 

Entonces, la manera que a mí me gusta más de escribir es realmente llegar hasta el punto en el que te olvidaste de cómo se escribe una canción, no tenés ni idea. Por eso, el disco habla tanto de desaprender y de desaprender, de empezar de vuelta, del bendito desconcierto, de estar desconcertado todo el tiempo, de sorprenderte de vuelta por algo que has hecho durante mucho tiempo. Pero ¿qué pasa? Cuando vos desmantelás todo tu sistema de composición, estás muchos años sin escribir, como estoy yo todo el tiempo. Yo, ahora, hace ocho meses que no escribo una canción y voy a completar seguramente dos años, como pasa siempre, sin escribir nada. 

No me gusta escribir entre discos. Me gusta olvidarme y llegar de vuelta a pensar que no tengo ni idea cómo escribir ni voy a saber cómo escribir. Entonces, cuando escribís te volvés a sentir vivo, pero pasás mucho miedo en el interín. 

Escribir es una actividad que me asusta mucho, que me cuestiono mucho, me remueve mucho, y cada vez más elijo ejercer esa actividad solo cuando no tengo más remedio, porque es muy importante para mi escribir, es mi actividad central, la más importante que tengo, pero no es una actividad gratificante en sí misma como es tocar en vivo. Escribir es algo parecido como ir a terapia, nadie va a terapia diciendo qué divertido voy a terapia, qué bueno, lo paso genial, no es la finalidad, digamos. 

Ahora te vas a estar presentando en el Antel Arena, por lo menos en Uruguay, que es un lugar enorme, ¿cómo pretendes acercarte al público o generar algún tipo de intimidad en ese lugar tan grande?

Es una muy buena pregunta que me hago todos los días. Sí es cierto que la dimensión no es garantía de intimidad. Yo, a veces, me he sentido más conectado en el Luna Park con 8000 personas que en un bar que, de repente, hay alguien tocando y te piden que subas a cantar una canción y no enganchás. La conexión es una entidad mágica que es muy difícil de prever. Yo ya he hecho muchos teatros de esas dimensiones, solo que nunca lo he hecho en Uruguay. 

He hecho el Luna Park en Argentina, en Chile creo que es el Movistar Arena, en Puerto Rico, en Paraguay, Perú, he hecho palacios de deportes así, digamos. Yo, sinceramente, creo que la intimidad, la complicidad, son entidades intangibles, que se pueden manifestar en lugares más grandes. He tocado en estadios en circunstancias curiosas, compartiendo escenario de repente. Ahí es más difícil, pero en un lugar que es cerrado y que nosotros ingresaremos mucho. 

El formato del lugar va a ser muy de teatro, también, la gente va a estar sentada, se va a poder escuchar bien, hay muy buena calidad de sonido, que es muy importante para nosotros, y también vamos a hacer algunos replanteamientos en el formato y en el disco que nos permitan el repertorio, que nos permitan aprovechar la posibilidad que te da el hecho de estar comunicando con mucha gente. También, sobre todo, va a ser muy emocionante para mí en mi Montevideo tocar en un lugar de esa dimensión. Va a ser una especie de celebración de tantos años de relación con mi público de Montevideo, que es el primer público que tuve. Eso ya va a llenar de emoción todo lo que pase en ese rato y la emoción es el dinamo de esos conciertos, más que las dimensiones del lugar en que sucede.

¿Cuál es la diferencia entre presentarse afuera, que ya te has presentado muchísimas veces, y presentarse en Uruguay?

Siempre es más difícil presentarse en casa. Eso es algo que todo el mundo te mentirá y te dirá que no, que es muy lindo tocar en casa, pero tocar para familia y para los amigos es muy complicado. Siempre se pone uno más nervioso, pasan cosas. También tiene una cosa muy linda de volver a casa, pero uno se siente muy exigido cuando toca en familia. Esto también tiene mucho de que el escenario es un mundo de ilusión, digamos. Cuando voy a tocar a Uruguay, y la gente me conoce desde chico, tenés que pensar en si lo que vas a decir no lo has dicho ya muchas veces, qué repertorio vas a usar, porque lo que toques se hace en función de cientos de veces que tocaste antes. Es un desafío muy grande tocar ahí. También una alegría enorme, pero es un desafío. A mí me impone respeto tocar en Montevideo, es una ciudad que amo, que respeto y que me exige. 

Por Federica Bordaberry