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Contenido creado por Federica Bordaberry
Literatura
Los libros y sus autores

José Arenas y el policial que desciende a los infiernos

“Maricas muertas” es una novela queer, cruda, con el estilo más clásico de lo policial. Una colaboración con HUM y Estuario.

11.08.2022 12:48

Lectura: 7'

2022-08-11T12:48:00-03:00
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José Arenas (1989) es escritor y músico. Ejerció el periodismo cultural en diversos medios de Uruguay y Argentina. Es autor de las novelas Los rotos (2017), Con un hilo de voz (2019) y Papeles suizos (2019). En poesía publicó Fueye hembra (2014), Sofía, el tango y otros desaciertos (2015, 2016) y Teoría de la milonga (2020). También un libro doble de cuentos y poesía Si ves alguna lágrima, perdón / El chico del delivery y otros poemas (2020). Ha ganado el Premio Nacional de Música en varias oportunidades. En 2022 publicó un retrato sobre el cantor de tangos Gustavo Nocetti, y se encuentra trabajando en un libro sobre letras de tango uruguayas desde principios de siglo hasta la actualidad. Su música fue cantada y grabada por diversos grupos y solistas en ambos lados del Plata.

¿Cuándo empezaste a escribir?

Empecé a escribir desde muy chico. Todo el tiempo estaba fabulando cosas, era un gran mentiroso. Igual que ahora. En algún momento llevé esas fábulas a un papel. Tendría cerca de seis años. Luego, a los once años escribí mi primer poema. Como me daba vergüenza decir que era mío, se lo leía a mis compañeros diciéndoles que era de José Pedro Varela. Probablemente fuera mucho mejor que los pocos poemas que Varela escribió. En la adolescencia tuve el deseo realmente marcado de escribir y nunca paré.

¿Te acordás de cuál fue el primer libro que te marcó?

El primer libro que me marcó en la niñez fue Las mil y una noches. Mi madre había comprado una edición increíble para niños que, no solamente tenía unas ilustraciones que eran bestiales, sino que venía con un casete con algunos de los cuentos dramatizados. Era tenebroso y fascinante. No solté ese enorme libro por mucho tiempo. Mis padres me leían mucho, y esas historias me fueron quedando. Luego, ya con consciencia de escritura, Pedro Páramo, de Juan Rulfo, se volvió mi libro definitivo. Pero siempre estoy topándome con literatura “del encuentro” que me va marcando.

¿Dejar de leer o dejar de escribir? ¿Por qué?

Dejaría de escribir. Yo escribo porque me gusta leer. Y gente que escriba genial va a seguir habiendo. Yo soy, pugliesemente, un poroto de la máquina de tinta. Nadie extraña a un escritor, somos muy prescindibles.

Foto: Paola Scagliotti

Foto: Paola Scagliotti

Contanos qué estás leyendo ahora.

Desde que tomé consciencia de mi finitud, leo varias cosas a la vez. Ahora estoy leyendo Madame Bovary, de Flaubert. Aquende, de Juan Filloy. Escritos subversivos, de Jonathan Swift.

¿Cuáles son tus escritores uruguayos favoritos? ¿Identificás influencias? ¿Cuáles? ¿Alguno que te guste recomendar?

Son varias preguntas que requieren diferentes respuestas. En principio, mis escritores favoritos son Felipe Polleri, Nelson Díaz, Gonzalo Baz, Alfredo Fressia, Herrera y Reissig, Mercedes Rosende, Lalo Barrubia y Marosa di Giorgio. De todos ellos, las influencias —que en realidad son cosas que he decidido afanar— son de Polleri y de Marosa, sus prosas poéticas llenas de elementos tenebrosos. Esas frases infantiles que esconden un detrás muy ominoso. Me vuelven loco.

A quien recomiendo siempre y no me canso es a Gonzalo Baz porque es de mi generación y, a mi entender, es el mejor de todos nosotros. No hay con qué darle a su prosa. Y no había visto entre nuestros coetáneos alguien que manejara tan bien la técnica del cuento. Animales que vuelven es perfecto. Se sale del “yoyoyo” que se estila tanto en esta era.

¿Sos de releer? ¿A qué libro solés volver?

Releo, claro. Blackout de María Moreno, la poesía de Fernando Noy, y los libros de los hermanos Raúl y Enrique González Tuñón están en mi mesa de luz como la Biblia de una señora fanática y evangélica. Todas las noches, literalmente, vuelvo a rondar uno de esos libros. También soy de “reescuchar” porque la poesía de la letra de tango me parece fundamental para la formación como escritor. Siempre vuelvo a Homero Manzi. Nunca se termina.

Para este fin de semana recomendanos un libro, un disco y una película.

Un libro: Una historia sencilla, de Leila Guerriero.

Una película: Chemical hearts, de Richard Tanne.

Un disco: Detox, de Nathalie Pérez.

Contanos sobre esa vez que un lector te reconoció en la vía pública.

Me estaba yendo de un bar y escuché una voz muy cargada de cerveza y melodrama que dijo: “José Arenas, te amo”. Miré al dueño de la voz y no lo reconocí. “¿Te conozco?”, le pregunté, pensando en que mi edad y las pastillas para dormir ya hacen lo suyo con mi memoria. “No, no me conocés, pero ¿no puedo conocerte yo a vos y vos a mí no?”. “Sí, claro. Pero ¿de dónde me conocés”. Hizo un gesto de obviedad sobreactuado con la cantidad de alcohol que había corrido bajo el puente, “de tus libros”.

Tu autobiografía en una frase.

“…quereme así, piantao, piantao, piantao…”.

Tenés que convivir un mes con una autora o un autor: ¿a quién elegís?

Paolo Giordano.

Foto: Paola Scagliotti

Foto: Paola Scagliotti

Un lugar para volver.

El litoral y la Mesopotamia argentina.

El primer verso que te viene a la mente.

“Tengo ganas de risas Raquel”.

¿Para qué literatura en el tiempo del desamparo?

No sé qué época del mundo no fue de desamparo. Siempre estamos pavorosamente solos, aún rodeados de gente bulliciosa y alegre. Dice la poeta brasileña Adélia Prado que todo gesto artístico, por más triste que sea, es siempre gratificante gracias a la belleza que lo mueve. Y no podría estar más de acuerdo. La literatura, como el arte, no están para sanar a la ligera. No son terapia como se quiere vender. Son un gesto de desgarro tremendo que, al final, brinda una satisfacción inefable. Pero en el medio hay que atravesar de todo. Como lector tanto como escritor, alcanzamos un espacio de placer orgásmico, pero primero se camina sobre vidrios un largo rato. La literatura elimina el desamparo una vez que nos sacamos toda la mierda instagramera de la cabeza y dejamos que los libros hagan lo suyo sobre nosotros. Que nos vejen si es necesario.

Lo último que comiste va a ser el menú para toda tu vida ¿qué es?

Un alfajor Juana la Loca. No me quejo.

Tu idea de felicidad y tu idea de miseria.

Felicidad: dormir.

Miseria: ser Mercedes Vigil.

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Sobre Maricas muertas:

José Arenas une, quizá por primera vez en la literatura uruguaya, una novela de temática queer con un crudo hard boiled en el más puro estilo clásico. El autor muestra una sociedad hipócrita y perversa que mira para otro lado, una ciudad triste, sórdida y feroz, de personajes atormentados, confundidos y violentados. Con el toque preciso de humor e ironía, y sin desarticular las formas canónicas del viejo policial, nos enfrenta a “un país indignado, dolido, indiferente, voyeur” que, a través de la mirada pueril de un show televisivo, ve cómo los jóvenes son asesinados.

Con buen pulso literario, Arenas nos lleva de la mano en un descenso a los infiernos —cuerpos degollados, ensangrentados, ahogados, penetrados—, nos cuenta del amor y el desamor, del sexo y la amistad, del trabajo y el éxito, narra los conflictos de personajes que nos suenan cercanos y reconocibles. El argumento empuja a recorrer submundos oscuros, nos hace pensar en las causas de la ferocidad, avanza y explota a través de un lenguaje a veces poético, a veces soez o descarnado, siempre preciso y reflexivo, hasta un final inteligente e inesperado.

Mercedes Rosende

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