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Contenido creado por Valentina Temesio
Literatura
Los libros y sus autores

Juan Andrés Acosta: “La literatura salva de la soledad, la angustia, la ignorancia”

En 2022 el contador público y docente universitario publicó “Atahualpa”, su primera novela.

17.08.2023 12:52

Lectura: 6'

2023-08-17T12:52:00-03:00
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Juan Andrés Acosta nació en 1973 en Paysandú. Es contador Público y docente universitario, publicó diversos artículos técnicos relacionados a su actividad profesional y académica. Además, escribe narrativa y poesía. En 2014 ganó el Primer Premio del Concurso de Cuentos de la Intendencia de San José y en 2018 el Primer Premio del Concurso de Cuento de la Cátedra Washington Benavídez, entre otras distinciones en concursos literarios. Atahualpa, ganadora del Premio Nacional de Literatura en 2022, es su primera novela.

¿Preferirías viajar al futuro o al pasado?

Siempre estoy viajando al pasado. O sea que un viaje al futuro no me vendría mal.

Si pudieras ser un personaje de tu libro, ¿cuál serías?

El conductor de la camioneta, sin duda.

Si pudieras cambiar el final de cualquier libro famoso, ¿cuál elegirías y cómo sería el nuevo final?

El proceso, de Franz Kafka. Tuve la esperanza de que el final no fuera el que fue y que el protagonista pudiera escapar

Si pudieras vivir en el mundo de cualquier libro, ¿cuál elegirías y por qué?

La Odisea. Allí están casi todos los mundos.

Si pudieras invitar a tres personajes literarios a cenar, ¿quiénes serían y por qué?  

Me imagino cenando hamburguesas con papas fritas en un local de comidas rápidas con Oliver Twist, Huckleberry Finn y Marco. Quiero que me cuenten más detalles de sus aventuras.

¿Cuál es tu técnica más extraña o inusual para superar el bloqueo de escritor?

Ninguna en especial. Cuando me pongo a escribir ya tengo una idea en la cabeza.

¿Qué cinco cosas guardarías en una cápsula del tiempo?

Una foto del Bar Yatay de Paysandú, un banderín de Bella Vista, una máquina de escribir Olivetti, un Chajá y un reloj de bolsillo.

Tu autobiografía en una frase.

Un sobreviviente que todavía anda en la vuelta.

Contanos qué estás leyendo ahora.

Los cuentos completos de Paco Espínola y los de Robert L. Stevenson.

Si pudieras tener una conversación de una hora con cualquier escritor famoso, pero después nunca más podrías leer ninguna de sus obras, ¿a quién elegirías para tener esa conversación?

Paul Auster.

Si tus libros fueran adaptados al cine, ¿a quién te gustaría que interpretara al personaje principal?

Bill Murray.

El primer verso que te viene a la mente.

Los relojes son molinos de tiempo.

¿Para qué literatura en el tiempo del desamparo?

La literatura salva de la soledad, la angustia, la ignorancia. Y también del desamparo.

Lo último que comiste va a ser el menú para toda tu vida ¿qué es?

La tortilla de papas de mi abuela o de mi madre.

Tu idea de felicidad y tu idea de miseria.

La felicidad es un estado que se experimenta de a ratos, son momentos. En particular me pone muy feliz algunas conversaciones con amigos, familiares, compañeros de trabajo. Tengo en la memoria una frase de Francisco de La Rochefoucauld: “Nunca se es tan infeliz como se cree, ni tan feliz como se había esperado”. Y en cuanto a la miseria, desde una perspectiva más general, veo que el mundo se está volviendo cada vez más miserable, lleno de odio, violencia, intolerancia, veo una carencia cada vez más grande de cultura de paz.

Atahualpa. Foto: Hum y Estuario

Atahualpa. Foto: Hum y Estuario

Fragmento de Atahualpa

El domingo es el día de la madre. A la salida traían los regalos que les habían fabricado a sus madres en la escuela. Subieron contentos, pero en sus caras se adivinaba el temor de ser descubiertos y que aquello deje de ser una sorpresa. Las hermanas Lucifer habían hecho dibujos casi idénticos. La única diferencia era que uno estaba pintado con crayolas y otro con acuarelas. Se trataban de una mujer abrazando a una niña, con un corazón en la parte superior. El corazón que había dibujado Fernanda era más grande que el de su hermana menor. Cuando una vio el dibujo de la otra se miraron entre sí con cierta decepción. Luego de estacionar frente al edificio, la hermana mayor se encargó de esconder los dos dibujos. De todas maneras su madre no las estaba esperando. Todo había vuelto a la normalidad y las esperaba el portero que en ese momento estaba conversando con el enano. Así que los dibujos no corrieron riesgo de ser vistos.

Ezequiel llevaba una flor hecha de papel. Tenía pétalos rojos y violetas y el tallo era verde. Me parecía extraño verlo preocupado más por la flor que por el celular. Le sonreía a la flor, como imaginando el rostro de su madre al ver el regalo. Quedaba raro. Tremendo grandote sosteniendo esa flor infantil entre sus dedos. No paraba de sonreírle con sus cachetes brillantes, como si lo que hubiese hecho fuera una obra de arte. Cuando lo dejé, se paró frente a uno de los balcones y miró las macetas. Volvió a mirar la flor y volvió a sonreír.

Lautaro tenía en sus manos el dibujo de una casa sencilla, rodeada por montañas, con la luna enorme en el fondo. Era un dibujo colorido, tan colorido como el gorro que siempre lleva puesto.

—¿Y eso? —le pregunté antes de que bajara.

—Ahí vivíamos, al lado de la montaña. Cuando mamá reza todas las noches le pide a su diosito volver allí, y volver a tener cuatro cabras como tenía antes y poder ordeñarlas y hacer queso y vender leche y de noche mirar la luna ocultarse detrás de la montaña.

—¿Y porque ya no tiene las cabras?

—Mi mamá se olvidó de entrarlas al corral y las mataron los pumas y su hermano la echó de casa y entonces nos quedamos sin nada, y por eso mi mamá dice que solo un milagro de su diosito nos puede salvar.

En la puerta de esa casa en ruinas la esperaba su madre, con una mirada triste, pensando en las montañas, supongo. Antes de bajar, lo ayudé a esconder el regalo en su mochila, pensando que los milagros solo caben dentro de un bolillero, con un montón de números adentro.