Por Carlos Dopico
Carlos Dopico
Juan Casanova es una de las voces más claras del rock posdictadura. Primero, y durante casi dos décadas, al frente de Los Traidores; más tarde en Assimo; y, desde hace más de 20 años, como artífice de una carrera errática pero consecuente al frente de Poesía de guerra, su proyecto artístico, del que ha sido parte una buena camada de músicos locales.
A lo largo de su recorrido por los escenarios siempre ocupó el lugar de un músico combativo, de poesía filosa, mirada firme y postura intransigente, pero, en 2020, en medio de la incertidumbre por la pandemia, Casanova comenzó a mostrar los dientes con mayor enfado. Su más reciente composición “Adhoc Manifesto”, un tema de aires sandinistas que evoca la veta más rebelde de los Clash, es una clara respuesta a la libertad responsable tan manoseada en aquellos días. “La libertad se toma, no se pide prestada”, sentencia sin aflojar la mandíbula en cada estribillo del tema, al tiempo que advierte, en entrevista con LatidoBEAT: “La libertad es nuestra y ningún hijo de puta te puede encerrar ni decir a quién abrazar y a quién no. Es así. A mí me hierve la sangre. A veces, lo que para uno es patente u obvio —y por eso manifesto— para la gran mayoría parece que no lo es. Por eso es que me molesto en hacer ese tipo de canciones, para decirles: ‘¡Mirá que te están cagando!’”, apunta con el índice y frunce el ceño.
El próximo jueves 24 de noviembre, Juan Casanova despide el año en La Trastienda Club de Montevideo y, en ese acto, despide también parte del repertorio que ha entonado por años. “Quiero jubilar varios temas. Hay varias canciones de Los Traidores que no voy a cantar nunca más, que me tienen los huevos llenos”, sentencia sin reparos ni atisbo alguno de nostalgia. Es que la sombra de Los Traidores ha sido pesada, por momentos, para Casanova, aunque todo lo que haga musicalmente sea a partir de aquel proyecto.
De su pasado artístico, sus anhelos, su postura combativa, sus nuevos proyectos, su lugar en la escena, sus renuncias, del costo de los procesos, de lo asertivo de su pluma, la militancia política, de la Lupita y eso de que “el cielo llama guerreros” habló en esta entrevista de largo aliento con LatidoBEAT.
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Juan Casanova tiene hoy 56 años y lleva más de 40 confrontando —micrófono en mano— las injusticias del sistema. Desde aquel Montevideo agoniza, publicado en 1986, hasta la fecha, ha ido perfeccionando su pulso para escribir canciones más certeras. Hoy, siente que es su mejor versión como cantante —algo para lo que ha trabajado toda su vida—, pero cree que aún debe pulir el trazo de su escritura para llegar con mayor claridad.
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Puede que no hayas estudiado formalmente canto, pero aprendiste a cantar.
Yo no soy un músico de escuela, no sé tocar ningún instrumento, nunca aprendí a cantar. Sí aprendí y tengo las herramientas para escribir.
Aprendí haciéndome en la cancha, pero siempre queda.
Pero ¿no te sentís un buen cantante, al menos uno al que vos escucharías?
Bueno, sí. Después de los 50 te podría decir que sí… Recién desde ahí aprendí a manejar las herramientas vocales, pero nunca tuve una formación académica. Sigo abrazado al hazlo tú mismo, al do it yourself. ¡Chau! Dejar todo en la cancha sería el leitmotiv del asunto; si vos ponés toda la carne en el asador para mí está bien. Puede que no seas el mejor cantante o escribas las mejores canciones, pero si dejaste todo ahí, te creo. Ese es el tipo de música que me gusta escuchar, hacer y a la que le creo.
Y como escritor, ¿esta es tu mejor versión?
No, creo que mi mejor versión fue en Assimo. Hay una canción que tengo inédita de aquel momento, todavía… Pero es difícil saberlo… ¿Cómo medir si sos o no la mejor versión? Una manera puede ser que la gente pueda acercarse a lo que hacés… Entonces, me parece que esta de hoy no es mi versión más feliz. Todavía necesito “planchificar” [sic] mucho lo que quiero decir para conseguir desde la otra parte una escucha, un entendimiento. (Risas) A veces me voy muy al carajo. En Assimo me pasaba un poco. En Traidores, ni hablar; luego de Radio Babilonia se complicaron las cosas… En una canción como “Máquina” (Radio Babilonia, 1995), que dice: “Autómatas sin alma, despojos en la noche negra, / soy un extraño, un espectador. / Los párpados pesan, tiemblan las manos; / mi programa se confunde, ya no se quién soy…”. Algunas personas me decían: “¡Yo pensaba que hablaba de la merca!”. (Risas) Esa era la comprensión que tenían de eso… Y era un tema que hablaba de la simbiosis del mundo tecnológico con el mundo digital, de la bioconvergencia y la hibridación; eso lo estamos viendo recién ahora. Fijate, por ejemplo, en Neuralink [empresa de neurotecnología especializada en el desarrollo de interfaces implantables, cerebro-computadora]. Por eso, la mejor versión como escritor de canciones será cuando trasmita más claramente lo que quiero decir.
Pero no se pueden controlar las distintas interpretaciones.
No, claro. Por eso hay veces en que escribir sin hablar absolutamente de nada —don que no tengo— también funciona, porque la gente imagina cualquier cosa, sin importar de lo que hables. Muchas veces me pasa con temas de La Vela Puerca; el Enano no sé de qué me está hablando… (Risas) Igual me llega.
¿Y, el Juan Casanova más certero dónde lo encontrás: cantando, rezando la poesía de la canción o hablando como en este tipo de encuentros?
Lo que realmente quiero decir, te lo digo en el bar, seguro. Porque hay cosas que no puedo decir públicamente ni cantando, hay leyes mordaza que no te dejan hablar de ciertas cosas. Siempre digo que Radio Babilonia tiene ese título porque no puede tener el adecuado porque podría ir preso si digo la palabrita que tiene que ir ahí… Es Radio algo. Como no puede llevar el nombre que debería entonces alude a cosas espirituales, a Babilonia en el sentido que le da Bob Marley o los rastafaris, a algo espiritual. Es complicadísimo escribir ideas complejas y a su vez teniendo recaudos.
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Un par de años antes del 2002, fecha en la que publicó Primavera digital, quinto y a la postre, último álbum de estudio de Los Traidores, Juan Casanova había comenzado a edificar un recorrido en solitario paralelo a la banda, al que más tarde identificaría como Poesía de guerra. La principal influencia para eso la había encontrado en sus amigos de La Vela Puerca, quienes habían desarrollado un proyecto paralelo para presentarse en lugares más pequeños sin el peso ni la masividad a cuestas: Yo y el Enano Mandril. Desde entonces, Juan comenzó a invitar distintos músicos —Guzmán Mendaro, Luciano Supervielle, Garo Arakelian o Luis Angelero, entre otros— con los que labrar en vivo un repertorio propio y ajeno. Algo de aquello inspiraría también lo que más tarde consolidaron Spuntone & Mendaro.
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¿Podríamos definir Poesía de guerra como un binomio compositivo/interpretativo autobiográfico?
Sí. (Risas) Poesía de guerra define exactamente lo que ha sido mi postura artística a lo largo de toda la vida. Es guerrear generando belleza, haciendo canciones, música. Uno guerrea en el sentido de que tiene una lectura crítica de la realidad que vive; eso es lo que he hecho a lo largo de toda mi vida y es indistinguible de mi carrera artística. ¡Soy un testigo de los tiempos que vivo y no la careteo! Desconfío de las cosas que pasan y creo que los avatares que nos tocan como gente común están digitados y no para nuestro propio bien.
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El nombre del proyecto venía de más atrás en el tiempo cuando, a principios de los 90 y tras la disolución del núcleo fundador de Traidores, Juan Casanova se había proyectado vivir en Brasil. Había hecho sus bolsos y emigrado a Bahía, donde luego de un tiempo escribiría la canción que en sus versos contenía la fórmula: “Canción rebelde” (Radio Babilionia, 1995).
“Mira alrededor, decime lo que ves / en esta confusión, / escucha con atención / esta canción rebelde, / poesía de guerra”, cantaba Juan Casanova.
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Ese fue el momento en que Pablo Pato Dana deja el proyecto.
Sí, se había terminado el núcleo original que conformábamos Pato, Víctor y yo. Al principio estaba también [Alejandro] Bourdillón, pero que apenas había llegado a grabar el primer disco, a duras penas. Cuando Traidores termina de grabar los tres primeros discos, como puede, se disuelve. Pato se va de la banda…
¿Es ahí que decidís emigrar?
Sí, me fui a vivir a Bahía. “Canción rebelde” nace allá, mirando el horizonte sur desde donde vivía. Se veía la Cruz del Sur apenas… Ahí escribo: “Canción de soledad, / San Felipe y Santiago, / siluetas en la bruma / ruedan sobre el empedrado. / Camino del olvido / siguiendo pasos perdidos, / donde el mar es como un río / anclado a tu destino”. Escribo esas cosas y me vuelvo… La terminé de escribir acá.
¿Nostalgiaste un poco?
Capaz que sí, pero ya me venía… Acá se completa la canción y de ahí es que nace Poesía de guerra, tal como he vivido en carne propia la esencia de mi vida artística. Esos son los dos colores de la paleta.
Al regreso retomás Los Traidores. Venías con canciones…
Lo que sigue luego es el dúo compositivo que siempre ha sido Víctor Nattero/Juan Casanova, chau. Eso es lo que le ha dado cierta continuidad a Traidores. En tanto y cuanto estemos Víctor y yo, somos Los Traidores, sino somos otra cosa. Después fueron avatares de la vida… Sobre el final grabamos Primavera digital, pero no llegamos ni a presentarlo. Víctor se fue a Buenos Aires a vivir.
Pero ese disco lo presentaron en Black. ¡Yo estuve ahí! Incluso recuerdo haber ido a los ensayos en un viejo boliche en Luis A. de Herrera casi Rivera (Gata Bacana).
Oh, sí, qué memoria. Lo había olvidado… Es verdad. Bueno, luego de eso, Víctor se fue y en el 2000 arranca Poesía de guerra.
Y hoy en día, ¿qué rol poético elegís, la confrontación o el cuestionamiento?
Todo tiene su lugar… En 2020, cuando había gente que pedía que nos encerraran a todos y que los milicos estuvieran en las calles era lógico que me hirviese la sangre y me pusiera súper enojado. Me enoja que nos coarten nuestros derechos constitucionales como el trabajo, la libertad ambulatoria, o el derecho de reunión. Después se me pasa ese enojo, y entiendo que las personas tienen miedo y que cada uno responde con lo que tiene y lo mejor que puede. Por tanto, me dejo de enojar y tiendo puentes. Todo tiene su lugar. Del mismo modo, en mi show y en mi vida personal, hay lugar para la confrontación y la guerra o para la poesía, el amor y la belleza de las reflexiones.
Ese fue un proceso muy costoso para vos. ¿Te sentiste solo?
¡Por supuesto! En 2020 me sentí recontra solo. Cuando en los grupos de WhatsApp que compartía con decenas de amigos de distintos partidos políticos dije: “¡Nos quieren encerrar, vamos a salir ya a tirar piedras!”, todos se quedaron calladitos, encerrados en sus casas. Era gente que yo veía como guerreros y con la que si venía el enemigo nos íbamos a dar de bomba, pero todos se callaron la boca y se guardaron debajo de la cama. Sí, me sentí tremendamente solo y muy decepcionado.
Como compositor has atravesado instancias político-sociales muy complejas: la dictadura, la crisis económica-social…
Sí, pero eso de que llamen a las bandas de nuestra generación como de posdictadura es medio una pelotudez, porque nuestro debut con Los Traidores fue en el 84 y habíamos comenzado un poco antes que eso. Nosotros no sabíamos que la dictadura estaba por terminar. Traidores fue gestada en la dictadura y por adolescentes, ¡chau!
Aquel repertorio era bastante confrontativo: “Mentiras”, “Juegos de poder”, “Viviana es una reaccionaria”. ¿O lo sentís ingenuo desde tu actual perspectiva?
En realidad, el repertorio era bastante naif porque no teníamos las herramientas. Había que inventarse todo, hasta cómo cantar en español porque la música que escuchábamos estaba en inglés.
¿De verdad te ves naif si mirás en retrospectiva?
¡Por supuesto! O, al menos, puedo decir que me veo con muchas más herramientas intelectuales ahora. Hay una evolución lógica. Si escuchás “Las noticias nacionales” de Los Traidores, que es un tema que trataba de hablar de los medios y la manipulación, y luego escuchás “Radio Babilonia” —la canción— ya notás que hay una madurez. Pero si escuchás después canciones como “Data” —que también tocan el tema—, ves que los acercamientos son más refinados. Sobre todo, lo que conseguís con las herramientas para trabajar textos es que te otorga poder de síntesis y una manera más asertiva para lo que querés decir.
Sí, había mucho de naif en Traidores y la banda fue creada durante la dictadura, en las postrimerías, pero no lo sabíamos. Cuando vino esa pseudodemocracia tutelada fue mucho peor para nosotros. No nos comimos el garrón que sufrieron universitarios ni militantes porque nosotros éramos muy chicos. Pero sí sufrimos las razzias, podían llevarte preso en medio de un show, como nos pasó con Traidores.
Ahora estamos en lo mismo que en aquel entonces… Kissinger y los actores del Plan Cóndor en las dictaduras en Latinoamérica, ahora están a nivel global. Sigue siendo una situación igualmente jodida, pero a una escala mucho más grande.
Estás con la remera de la Lupita, la Virgen de Guadalupe, una estampita de la patrona mexicana que has incluido también en el video de “Data” y a la que tributaste incluso con “Como una plegaria” o “Ella sabe bien” en época de Los Traidores.
Sí, “Como una plegaria (por América del Sur)” nace en la misma circunstancia de “Canción rebelde”, también. Son dos canciones que comencé a escribir en Bahía y de la cuales conservo un par de hojas manuscritas con esos procesos. Son de la misma época.
¿Por qué te identifica y la reverenciás?
No sé cómo explicarlo. Allá, en el borde de la mata atlántica, que estás bastante más cerca del Tepeyac [el cerro perteneciente a la cadena montañosa que conforma la Sierra de Guadalupe] sentí la presencia de Lupita. Brota, no hay ninguna otra explicación. Cuando digo: “El cielo llama guerreros”, bueno, no llamo yo. Yo soy un instrumento; después hay canciones… “Ella sabe bien”.
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“Como una plegaria (por América del Sur)” es una de las canciones que Casanova reversiona junto al piano de Luciano Supervielle en el registro en vivo de Poesía de guerra.
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Volvamos a la música. ¿Lo importante para vos es hacer foco en el mensaje más allá de la distorsión?
Exacto. Hoy por hoy, donde encuentro que hay rock es en los subgraves y no tanto en la distorsión. Claro que encuentro mucho rock en la mezcla de ambas cosas. Los nuevos lenguajes digitales con la distorsión son una buena manera de vehiculizar una postura crítica ante lo que nos toca vivir.
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Esa respuesta justifica, en buena medida, otra de las recientes búsquedas sonoras de Casanova, no solo el proyecto que desarrolla junto a varios de los miembros de La Vela —Nicolás Lieutier, Rafael Di Bello, y José Canedo—, hasta ahora con pulso de reggae, sino el que conforma junto al colectivo Vaimaca Dub.
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“No tienen alma, / no sienten empatía, / los entes criminales que controlan tu vida. / La tecnocracia modela tu normalidad, / te quieren zombie y no te quieren pensando. / La data viene, la data va, / somos la mercadería en la cloaca virtual”.
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¿Hay más canciones con Vaimaca?
Sí, con los Vaimaca sigo componiendo y ojalá llegue a concretar… Le pedí a Hoenir Sarthou, uno de los pocos políticos en los que confío, comprometido con valores que otros ya no tienen, como honestidad y lealtad, que me escribiera algunas líneas para recitar poesía dub sobre unas bases.
Una colaboración inesperada de Juan Casanova con un político. Es muy gracioso. (Risas).
¿Sos un militante político rockero entonces?
De algún modo sí, pero no afiliado a ningún partido particular. Apoyo a estas ideas, como la de someter a consulta popular todos los contratos, como el del puerto, Pfizer, UPM, más allá del Gobierno de turno. Porque que el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones. Es como toda esa gente que quiere salvar al planeta… Mucha gente cree que la agenda 2030 de desarrollo sustentable de la ONU es buena para vos y para el mundo… (Risas) Militantes climáticos que terminan siendo ecofascistas. (Risas) Todas las agendas impulsadas son así…
Ya sobrepasaste los 40 años de carrera, has sido parte de otras bandas y recorrido un largo tramo en solitario, pero Los Traidores sigue siendo parte fundamental.
Sí, por supuesto. Estos son tiempos muy diferentes para la música. Todos tienen sus trabajos… Los nuevos rockeros de este país son cada vez más descafeinados y pasteurizados, no dicen absolutamente nada, pasan a tener bandas por hobby. Nosotros éramos Los Traidores las 24 horas del día, estábamos componiendo y respirando música todo el día. Así fue por años… Hasta que los muñecos se empiezan a casar y se aburguesa todo. Con Víctor igual seguimos combatiendo y resistiendo a lo que no nos gustaba; durante años mantuvimos una visión crítica de las cosas. Pero, hoy por hoy, ha cambiado muchísimo… Eso lo extraño. Por eso Traidores es tan marcante, porque durante muchos años vivíamos en eso, metidos para eso. Ahí aprendimos a componer y pararnos en un escenario, en tiempos que fueron muy difíciles para todos.
¿Implicó una renuncia para vos?
Claro, yo renuncié a mi vida en otros sentidos. No viví, o viví para la música. Renuncié a estudiar, por ejemplo, o a pintar. Cuando empecé en Traidores pintaba y dibujaba muy bien. Me hubiese dedicado a eso si no hubiera sido cantante. O me hubiese gustado estudiar, ir a la Universidad.
¿Y por qué hoy no lo hacés? Sé que sos muy autodidacta, pero… ¿Por qué no?
Porque la academia también está totalmente corrupta, igual que todos los estamentos de la vida. Estamos viendo la demolición controlada del mundo que conocimos y se está generando un nuevo paradigma, una nueva manera de ser y de estar en el mundo. Son tiempos muy interesantes para estar compenetrado y, en mi caso, prefiero seguir haciendo canciones para discutirlo todo. Tengo una nueva que espero estrenar este 24 que se llama “Killer”; un tema que hicimos con [Luis] Angelero [el ex Boomerang, ganador este año del Graffiti a Mejor Solista del Año en la categoría masculina].
En 2016, durante los festejos por los 30 años de Montevideo agoniza sufriste bastante, incluso con ataques de pánico antes de salir a tocar. ¿Cómo fue el desafío de volver al escenario a defender un disco fundamental en esas condiciones?
Fue muy difícil; estaba muy mal. Fue mucho, mucho estrés. Después de tantos años el cuerpo te cobra un precio por los excesos y la vida de rocanrol que tuvimos. También nosotros estuvimos siempre jugados, y eso tiene un costo… La verdad que no pude lidiar con ello, fue horrible. Me costó años poder volver al escenario y estar más o menos cómodo, pero hay gente que no lo logra más… Yo, excepto este año que voy a tocar dos veces, vengo tocando una vez por año.
Ese mismo año me contaste que podía surgir un disco nuevo de Traidores, que lo sentían un momento fértil para decir cosas. ¿Qué pasó?
Sí, de hecho, nos juntamos a componer con Víctor y salieron cosas, pero luego se cortó por los avatares de la vida. Ahora Víctor vive en Maldonado, bueno, hace años… Entonces siempre es complicado. La distancia para nosotros es compleja, no funciona. Pero si nos juntamos salen temas… La distancia es uno de tantos factores, pero Víctor es mi primo y no nos vemos nunca, ni como familiar. (Risas)
Ok, entiendo que no está en tus proyectos a futuro entonces.
Mmm… no. Ahora estoy componiendo con una nueva base musical. Con Traidores no sabés qué puede pasar mañana, pero lo veo como algo muy lejano, sino imposible. Ahora quiero ahondar en Poesía de guerra y empezar a poner todo para que la máquina compositiva con Angelero funcione. Con Lucho venimos bastante bien…
¿Estás cerrando ciclos?
Sí, estoy cerrando un ciclo. Se hizo mucho estos años; salió el disco Poesía de guerra (Montevideo Music Group, 2022), hice dos shows grandes, y luego con Luciano y Pedro metimos Suma Camerata, que estuvo tremendo. Con Luciano estamos tocando todo el tiempo y nos está yendo muy bien. Es de esos son proyectos que se consolidan y siguen a futuro. Ahora necesito cerrar este Poesía de guerra y volver a las canchas. Termino el año componiendo temas y me dan ganas de empezar grabando el año próximo para tocar un repertorio mayormente nuevo.
¿Vas a erradicar canciones de tu repertorio?
Sí, quiero jubilar varios temas. Hay varias canciones de Los Traidores que no voy a cantar nunca más, que me tienen los huevos llenos. Estoy componiendo temas nuevos. Va a ser todo un desafío lograr entrar a estudio a grabar con la misma banda con la que toqué este año. Desde Assimo que no grabo, y estamos hablando de 2007, ya pasaron 15 años.
El concierto tendrá lugar el próximo jueves 24 de noviembre a las 21:00 en La Trastienda Club
Localidades entre $600 y $800.
Por Carlos Dopico
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