Por Sofía Durand Fernández
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Inabarcable. Así podría definirse el repertorio de Juana Molina, que ha dedicado más de tres décadas a la búsqueda de nuevas combinaciones de sonido. La frase "nadie es profeta en su tierra" es pertinente. Molina primero fue una incomprendida en esta región, y luego se convirtió en una figura distinguida de la música.
Un poco de alquimia, un poco de magia, pero nunca intención ni pensamiento previo. Según ella, así funciona su proceso creativo. Sin contar las horas de trabajo y las carpetas de música en su computadora, que muchas veces no llegan a salir a la luz.
De una de estas es que nace Exhalo (2024), una continuación y cierre de Halo (2017). Tres canciones que no lograban encastrarse junto a las demás. Una de ellas era de las favoritas, pero por su condición de "oveja negra" quedó fuera del álbum. Además, un demo, "una idea inicial con toda la carne al asador sin terminar de cocinar".
Este 29 de noviembre vuelve a Montevideo en el marco de "Adiós Halo, de pe a pa". Promete tocar todo el álbum, algo que sabe que es excepcional. Las entradas se pueden adquirir aquí.
¿Por qué Exhalo y por qué en formato EP?
Es un epilogo del disco anterior, son las canciones que quedaron afuera de Halo, por eso se llama Exhalo.
¿Por qué te dieron ganas de publicar canciones que quedaron afuera de un disco lanzado en 2017?
Son canciones muy buenas que no entraron por razones de secuencia. Cuando hago un disco siempre pienso mucho en la secuencia de cómo una canción le da lugar a la siguiente, y en los varios intentos que hice siempre quedaban afuera esas canciones. Había una que nunca encontró su lugar y era una de las canciones favoritas del disco, eso es lo raro. A pesar de ser una de las canciones más importantes del disco, quedó afuera porque no se llevaba bien con el resto, y a la oveja negra siempre hay que separarla.
Quedó afuera junto con otras dos, entonces estaban esas tres canciones que me gustaban mucho y era una pena que les pasara como a todas las demás que quedaron afuera de otros discos y que, por ahora, están guardadas en una computadora. Es un EP porque entran dos canciones por lado, y como nos faltaba una cuarta canción, elegimos un demo, uno de los del disco que quedó sin terminar. Es una idea inicial con toda la carne al asador sin terminar de cocinar. Necesitábamos que fueran dos canciones por lado y por eso buscamos un demo.
¿Cómo fue para vos volver a este material que grabaste hace años?
Grabé muchísimas cosas en el medio, un montón de cosas más que no sé qué va a pasar con ellas. Pero eran tres canciones bastante potentes que se merecían ver la luz y tener una posibilidad de existir fuera de su carpeta en la computadora. Fue Mario, mi mánager, que me dijo: “Che, Juana, con estas canciones hay que hacer algo, no las podés dejar morirse así acá”. A él se le ocurrió hacer el EP y nos venía bien hacer un cierre de Halo mientras preparo el disco nuevo. Por eso vamos a tocar el disco entero en Montevideo. Así como estas canciones quedaron afuera, de todos los discos siempre quedan afuera muchísimas canciones en los shows.
Ahora empecé con este nuevo modus operandi de hacer un show en el que toco el disco entero, porque ya cuando venga el disco nuevo otra vez van a empezar a quedar canciones afuera. Y las de Halo no van a tener ninguna posibilidad de ser tocadas en vivo, no creo que vuelva a tocar estos temas. Por lo general, uno ensaya para canciones que después las toca durante años, y van mejorando y cambiando, a estas no sé qué les va a pasar, no sé cuántas vamos a adoptar para los shows nuevos.
Es normal que tus canciones tengan varias versiones, por ejemplo, “Un día”. La capacidad de transformación de tu repertorio es una gran virtud de tu estilo.
Son consecuencias inevitables de las canciones. “Un día” ya llegó a una forma bastante definitiva, según cómo la toques, pero sin duda es una canción muy importante. No sé si la voy a tocar en este show, porque nos va a quedar muy largo y sé que es una canción que es medio raro no tocarla, porque cada vez que empieza a sonar se hace una ebullición instantánea. Ir a no tocar los “hits” es un riesgo, también.
Te gusta mucho la poesía, de hecho hiciste una canción sobre un poema de Marosa Di Giorgio. ¿Cómo te inspiran las distintas disciplinas artísticas a la hora de componer?
Yo no siento que otras artes influyan en la música que hago. Me alimentan y después lo que hago es un destilado de todo lo que pasó por mi filtro. “Los hongos de Marosa”, en la que claramente hablo de “Los hongos nacen en silencio”, pasó porque cuando compuse la canción me sonaba a que estaba diciendo la palabra hongos sin pensarla, me salía esa palabra. Entonces dije: “¿Hongos? Bueno, los hongos de Marosa”, me simplificó el momento de tener que escribir la letra, me ayudó, este tema habla de esto y se acabó. Pero, en general, más que una inspiración, la literatura, el cine y otras músicas son un alimento para mí. No veo la relación directa, es lo mismo que uno cuando come, porque si estás bien alimentado podés correr, saltar, estar despierto. Necesitás alimento. Pero las cosas que absorbo por otro lado no las veo directamente reflejadas en lo que después hago yo.
Tu música apela a más sentidos que el auditivo. Experimentás con sonidos que pueden formar imágenes al escucharlos.
La música tiene esa capacidad. La música que más me gusta desde muy chica es la que me lleva a ver cosas tan abstractas como la música misma. Entonces para mí es un halago, porque es lo que más me gusta de la música, cuando una combinación de notas y sonidos me lleva a un paisaje, a algo que parecería visual. Hay mucha gente que disfruta muchísimo de la música y no tiene imágenes. No es algo que se busca, es algo que pasa, o no pasa. No toda la música te genera imágenes.
A veces no tener límites es un límite en sí mismo. No sé si es posible definir tu música en un solo género, por ejemplo. ¿Cómo es tu proceso creativo y cómo generas esos sonidos que evocan imágenes?
Los sonidos me proponen las imágenes en cuanto aparecen, y cuando entramos en contacto, se comunican conmigo. Yo empiezo con una guitarra y una base, a veces viene una melodía que ya me sugiere un montón de cosas y después empiezo a buscar sonidos que, por ahí, ya los tengo en mi extensísima galería. Pero no es que yo decido lo que estoy tocando, es algo que realmente pasa solo. Yo estoy en un estado de médium, entre lo que ya está hecho y lo que viene, se van comunicando entre sí y van pasando cosas que no controlo.
Parece que estuviera diciendo algo absurdo, pero cuando hay una verdad musical, no es una decisión que yo tome, es algo que pasa. Yo me siento guiada por el sonido a hacer algo que yo no puedo pensar, es algo que surge solo. Es un poco de alquimia, un poco de magia, no sé cómo llamarlo, pero no hay pensamiento, una idea previa, un concepto. No hay una intención. Yo creo que la intención, el juicio y el pensamiento matan cualquier posibilidad de magia que pueda existir, todo eso no tiene que estar. Llegar a ese estado requiere de muchas horas de trabajo o muchas semanas de estar trabajando en algo. Las canciones en las que no me pasa eso las abandono, hay algunas canciones que me gustan mucho y no sé cómo continuarlas.
Por ejemplo, me pasó esta semana con una canción que cada vez que la oigo no sé cómo terminarla, porque si bien me encanta, le falta. Y esta semana apareció algo que la convirtió y pasó de la etapa embrión a la etapa ser. Un ser que ya existe, que tiene una entidad, una personalidad y la estructura suficiente. Pero no son decisiones, yo puedo decidir algo y la decisión no me sirve para nada. Las cosas tienen que pasar y pasan trabajando mucho, pero no insistiendo mucho. Es trabajando mucho, buscándole los ingredientes que esa canción necesita y cuando aparecen es como si fueran dos imanes que se juntan solos, no tenés que hacer nada.
Por Sofía Durand Fernández
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