Por Gustavo Kreiman | @guskreiman
Cantar para conectar con otros. Actuar como una forma de estar en los lugares en los que se quiere estar. La interpretación como una herramienta que potencia las posibilidades de la música. La canción como una manera de recorrer geografías y traer al hoy otros tiempos.
Julieta Laso es actriz y cantante, nació en Buenos Aires y ahora vive en el norte argentino. Se formó en actuación desde que era niña y creció actuando en teatro y cine independiente. Dice que algunas malas experiencias en esos medios la hicieron alejarse y encontrar en la música una forma de expresión que el teatro no le daba. También dice que algunos vínculos más recientes le permitieron volver a encontrarse, y reconocer todo su saber de actriz le permitió expandir sus posibilidades en el canto.
Fue el cantautor uruguayo Alejandro Balbis quien le dijo en el ensayo de una obra en la que formaba parte de un coro: “Vos tenés que cantar”. A partir de ahí, se animó a encarar su carrera como cantante. Sacó su primer disco solista en 2010, Tango Rante, donde trenzaba la voz con un trío de guitarras y ya permitía escuchar en su propuesta un modo disruptivo y contemporáneo de habitar el género. Entre 2013 y 2018 cantó en la Orquesta Fernández Fierro, reconocida como referencia del nuevo tango argentino, con quienes grabó dos discos (Ahora y siempre y OTFF En Vivo) y realizó muchas giras internacionales. En 2018 volvió a su carrera como solista, editó Martingala y fue nominada a los Premios Gardel como "Mejor Cantante Femenina de Tango".
Luego publicó La caldera (2021), y en esa ocasión ganó como "Mejor Álbum de Tango". Volvió a ganarlo en 2023 con su cuarto disco, Cabeza negra, que incluye “Canto de nadie”, de Zitarrosa, y en sus recitales en vivo también dialoga recurrentemente con otros autores uruguayos jóvenes, como Mocchi. En 2024 publicó Pata de perra, en el que da un salto hacia el folclore y a la canción latinoamericana. Ella afirma que forma parte de su ADN y que esos estilos siempre estuvieron presentes en su música, y si bien es cierto que en sus producciones anteriores y en sus toques en vivo se puede reconocer, en este álbum la fuerza de su interpretación se renueva al conectar de lleno con esas sonoridades.
Producido por (Aldo) Macha Asenjo, el mítico músico chileno que formó parte de agrupaciones como Chico Trujillo, Cabezas Rojas y actualmente lidera Macha y el bloque depresivo, el álbum incluye colaboraciones con Vicentico y la rapera mexicana La Dame Blanche. Tiene canciones de Violeta Parra (“Ausencia”), de Atahualpa Yupanqui (“Guitarra dímelo tú”) y del colombiano Brito (“Mi presidio”). También hay lugar para dos clásicos franceses, como “La quiero a morir” de Francis Cabrel y “No me arrepiento de nada”, popularizada por Edith Piaf, aunque reversionados con percusiones y armonías que remiten directamente a un sonido más cercano.
Así, se actualizan y se resignifican en la relación que establecen con las otras canciones que integran el disco. La cantante contó que cuando Asenjo le propuso algunos de los temas, le dio un poco de vértigo porque no sabía si iba a estar a la altura de la trayectoria que traían con ellos. Pero terminó animándose, porque confiaba en que el criterio de Macha iba a llevar a su voz a lugares nuevos. También porque tenía ganas de hacer un disco alegre, celebratorio, en momentos en que la situación social local puede dar la sensación de que la oscuridad dura varios días.
Ella se percibe como una buscadora de canciones. No compone, pero va eligiendo temas cuyos autores y poéticas le resuenan con lo que siente y con lo que piensa. A través de sus discos, la nostalgia y el lamento habitual del tango, va adquiriendo sentidos nuevos que se transforman en una mirada crítica y femenina del presente. Puede inventar una montaña en el medio de la ciudad elevando su voz sobre el rebote del cuero en la madera. Puede hacer de una cumbia un motivo de celebración del encuentro, pero advertir con la poesía y la garganta que ese festejo también es una manera de resistir y generar alternativas a las injusticias inmediatas. Puede hacer de la reflexión sobre el dolor una manera de reinventar el amor. Proponer narraciones sobre cómo vivir juntos, que desatiendan la hegemonía y la inmediatez de comprarse y venderse en versiones edulcoradas y simplistas de nosotros mismos.
Después de un tiempo de desarrollarse solo como cantante, se reencontró con la actuación a través de grupos y personas queridas. Volvió a actuar en teatro el año pasado de la mano de Toto Castiñeiras, en las obras Ojo de pombero -por la que ganó el premio Trinidad Guevara a "Actriz Revelación"- y La lágrima de los animales marinos (con funciones programadas para este año y el que viene en el Teatro Nacional Cervantes, de Buenos Aires). También participó en la película Puan (2023), co-dirigida por una amiga muy cercana, María Alché, junto a Benjamín Naishat. Pero quizá sea en Terminal norte (2021), el mediometraje documental dirigido por su pareja, Lucrecia Martel, donde podamos encontrarnos uno de los retratos más nítidos de cómo Julieta Laso genera vínculos afectivos multiplicadores desde el arte.
Durante la pandemia decidió irse a vivir a Salta, de donde Martel es oriunda, y junto a otras artistas de la zona se dedicaron a preparar y ensayar un recital que finalmente se canceló por la emergencia sanitaria. Ese proceso quedó registrado en el mediometraje, en el que Julieta comparte encuentros, análisis y trances, viajes en auto y caminatas por la montaña con la coplera Mariana Carrizo, Lorena Carpanchay (la primera coplera trans de los valles calchaquíes), la trapera B Yami y el dúo feminista de noise Las Whisky, entre otras. El documental, que fue premiado con el Cóndor de Plata, revela una manera disidente y comunitaria no solo de sobrellevar el confinamiento, sino también de vivir el presente. Tejiendo redes entre mujeres desde el canto, en contacto con las luces de la noche y las sombras de la naturaleza.
Algo de su visceralidad y de las variantes expresivas que recorre en cada canción y en el conjunto de su repertorio hace que su música levante personajes y despliegue narraciones que aportan una mirada crítica sobre la situación social. En la pluralidad de texturas con las que dialoga con la tradición, aparece una sensibilidad contemporánea, un testimonio muy singular de cómo mirar con lucidez lo que está pasando ahora. Desde sus canciones, los pueblos ancestrales, los grupos étnicos sometidos, las poblaciones marginadas de las centralidades que se normalizan como únicas, más que reivindicarse parecen existir en plenitud. Como si cantando advirtiera que hay otros modos de existencia posibles, y que si aprendemos más de ellos, podemos distribuir mejor el poder simbólico y material. Podemos ser más cuidadosos con el otro, ensanchar el horizonte de nuestra percepción de lo habitual, y así volvernos menos obtusos. Hacernos más fuertes en comunidad, reconocer caras nuevas de la belleza.
La cantante conversó con LatidoBEAT y contó que el amor por Uruguay va mucho más allá de su música. Es el lugar donde viven amigos y artistas que admira, y es por eso que todos los años encuentra la manera de venir; le gustaría que la relación con el público y sus colegas orientales, más que frecuente, sea continua.

Cortesía de producción
¿Cómo es tu vínculo con la actuación? ¿Te parece que está relacionada con tu forma de cantar?
Mi relación con el teatro es muy grande, porque yo empecé siendo actriz. A los nueve años que me puse a estudiar teatro y ese era mi deseo. Después, por cosas de la vida, alguna que otra mala experiencia, me fui alejando de eso y la música me salvó. Fue el lugar que encontré para seguir desarrollando lo que me gustaba de actuar. Cantar, más que hacerme bien, me salva la vida. No podría imaginarme la vida sin cantar. Cantar es lo que más me conecta más rápidamente con las personas, eso siempre está bueno. Pero yo utilizo mucho la herramienta de la interpretación, entonces el teatro siempre siguió formando parte de lo que hago.
Siento que nunca despegué de ese mundo, porque el tango tiene una forma de cantar que es muy teatral, y mi forma de cantar también lo tiene. Es un amor que nunca dejé, y en este último tiempo, me animé a actuar un poco más. Estoy trabajando en una obra en el Teatro Nacional Cervantes hace meses: La lágrima de los lobos marinos, de Toto Castiñeiras, y en esa obra canto y actúo. También hice algunas cosas en cine, el año pasado tuve una participación en la película Puan, que le está yendo muy bien, por suerte. Antes había trabajado en "Ojo de pombero", una obra también de Toto Castiñeiras. Por ese trabajo me dieron el premio Trinidad Guevara, el premio "Revelación". Fue muy linda la experiencia, así que este año repetí y me tocó el teatro Cervantes, me puse muy feliz.
Más de una vez dijiste que tu música es como una fusión de géneros del folclore mundial. En Pata de perra, eso se puede escuchar con más fuerza que en tus discos anteriores. ¿Cómo es tu proceso creativo? ¿Cómo elegís los proyectos y las canciones de tu repertorio?
Yo considero que hago cada vez más música popular. Del Río de la Plata, pero es verdad que me voy empezando a abrir hacia música más del continente, folclore latinoamericano. Yo no compongo, solamente compuse una cosa muy chiquita para el disco Cabeza negra. Entonces soy una gran buscadora de canciones y de artistas que me inspiran, que me gusta lo que hacen, con los que amo trabajar, como por ejemplo Macha, que fue el productor de Pata de perra. También Lucio Mantel, Diego Baiardi, Daniel Melingo, gente que me gusta mucho cómo escribe, entonces les pido canciones. Les pido tantas que tengo muchas pendientes por grabar.
Por tus inicios se te asocia con el tango, con el arrabal de Buenos Aires, una forma de música que tiene influencia de sonidos de diversos lugares. Está muy relacionada con la inmigración. ¿Cuál dirías que es el origen de la forma de cantar el tango?
Se me asocia con el tango por más de que en mis primeros dos discos no haya ningún tango. Ni en Martingala ni en La caldera, pero sí, yo vengo de ese género. Antes de mi primer disco solista pasé cuatro años trabajando con la Orquesta Fernández Fierro, y sí, vengo de ahí. Ya venía de cantar tangos más clásicos y entiendo que también hay algo en la voz, en el timbre, que lleva a ese lugar aunque esté haciendo otro género. No reniego para nada de eso. El tango es el folclore de Buenos Aires; un pueblo donde se encontraron los mestizos, los africanos, los indígenas y los inmigrantes provenientes de Europa. Los estilos musicales de todas esas etnias combinados crearon el tango, y es una muestra más de que la inmigración no es un problema, sino es una virtud. Yo creo que ese es el origen.
Ahora estás viviendo en el norte argentino. En tus discos también hay contacto con la copla, con el canto de la montaña. En el documental Terminal Norte te vemos cantar tango y otros tipos de folclore, junto a otras artistas.
La verdad es que desde chica me interesó mucho la copla, el canto con caja, y todo lo que se hace en el gran norte argentino. Así que vivir ahí para mí es como un sueño, y cuando voy a esos encuentros de coplas, o cuando la escucho cantar a Mariana Carrizo, es realmente como si fuera medicina. Terminal Norte fue una experiencia increíble. Justo ahora estoy volviendo de una gira en París, donde canté en una retrospectiva de Lucrecia Martel, y volverlo a ver fue hermoso. Yo amo el cine, amo el teatro y amo la música, es el mundo en el que a mí me gusta estar, así que creo que ese tipo de cosas van a seguir ocurriendo. De hecho sería hermoso en algún momento hacer algún nuevo episodio de Terminal Norte, es algo que tenemos muchas ganas de hacer, solo que hay que hacerse el tiempo, y es algo que no sobra en estas épocas.
¿Qué música latinoamericana estás escuchando últimamente?
Mis referentes musicales son muchísimos, incontables. Escucho mucho y soy muy admiradora de lo que hace Macha y el Bloque Depresivo, Macha en todos sus formatos, en realidad. También con Cabezas Rojas, con Chico Trujillo. Escuché mucho en el último tiempo a Mon Laferte, me parece una artista increíble. También a Daniel Melingo. Estoy escuchando muchísimo a un compositor colombiano que se llama Edson Velandia, me encanta el disco Panfletos (2022), que sacaron hace poco junto a Adriana Lizcano.
En Cabeza negra hacés una versión de “Canto de nadie” de Zitarrosa. ¿Qué encontrás en esa canción y cómo es tu relación con Uruguay?
Yo tengo un gran amor por Uruguay, por suerte todos los años en algún momento voy, siempre es una gran alegría. También tengo muchos amigos. Zitarrosa es uno de mis referentes, es un maestro. Yo amo cantar "Canto de nadie" porque son esos autores que tienen canciones tan importantes, que a veces hay otras que son increíbles pero quedan pasando más desapercibidas. Es una canción que amo y que está siempre en el repertorio. Al mismo tiempo, todos los años hago todo lo que está a mi alcance para ir a cantar una vez, y por suerte así es. Es una relación entrañable. Y por supuesto que sí, que el año que viene vamos a ir. No tengo fecha todavía pero estoy segura de que vamos a ir a Montevideo, porque hago mucha fuerza para que eso suceda. Siempre nos reciben muy bien, y es un encuentro hermoso con el público y los amigos de allá.
En "Pregón", el tema que compusiste para ese disco, cantás “Oblíguenme a salir a la calle / Para insultar a la vida ya estamos grandes”. Te expresas muy activamente por redes sociales, y en otras entrevistas también has dicho que son peligrosas. ¿Para qué te parece que sirven? ¿Te parece que pueden ser un arma de doble filo?
La relación con las redes es una cosa muy difícil sobre la que no puedo dar consejos. Creo que son un arma de doble filo, sí. Son tiempos muy difíciles, en los que va a haber que ser muy creativos. Pensar mucho y también tener cuidado. Hace seis meses eliminé Twitter, empecé a sentir que no me hacía bien. Es difícil a veces comprender las cosas que pasan, y manejar lo que a uno le sucede con eso. Últimamente trato de usarlas poco, pero para mi trabajo las necesito. Y creo que también sirven para estar en la calle, para enterarse, comunicar y estar en los lugares que considero que hay que estar. Me parece importante estar en la calle en este momento.
¿En qué estás trabajando ahora y qué proyectas para el año que viene?
Me queda una fecha en Buenos Aires y ya me voy para una gira muy importante para mí, en Chile, a la presentación de Pata de perra. Para mí es muy importante ir a presentar este disco allá porque está producido por Macha Senjo, y en la banda que lo grabó son todos chilenos. Por suerte esto se me da en enero, que voy a hacer Viña del Mar, Concepción, Santiago y Valparaíso. Así que enero va a ser en Chile. En febrero vuelvo a actuar en la obra en el Teatro Cervantes. Y mientras tanto estoy grabando, estoy trabajando hace bastante tiempo en uno que me tiene muy ilusionada, producido por Melingo. También voy a grabar con Maxi Prieto, vamos a hacer un disco juntos con unos temas hermosos que ya estuvimos cantando algunas veces acá en Buenos Aires. Esos son los dos próximos discos. Por ahí viene la cosa.
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