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Contenido creado por Valentina Temesio
Música
El des-generado

Kevin Johansen: “Si encontraba público a los 20 años, hubiera sido un nabo insoportable”

El músico argentino presentará “Tú ve”, su último disco, que produjo Juan Campodónico, este domingo 9 en el Auditorio Adela Reta.

07.10.2022 14:10

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2022-10-07T14:10:00-03:00
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Por Valentina Temesio

Dicen que en el mundo hay unas 500.000 ciudades. Sin embargo, a Kevin Johansen, de todas esas, hay tres que lo marcaron. Nueva York por aquellas noches en el CBGB, un club emblemático del punk y la new wave, y de cuando se frotaba con extraños en discotecas al son del dancehall jamaiquino, hace 30 años. Buenos Aires, la que eligió para vivir, donde se quedó y su camino musical se extendió. Y Montevideo, su casa durante dos años en plena adolescencia. Porque, para Johansen, “Uruguay es una casa a la que vas y sabés que tenés todo lo que necesitás”. Y dice que, de alguna manera, las tres coinciden: tienen puertos, adoquines y son ciudades para caminar.

De esos años en Montevideo recuerda que en el ómnibus sonaba “A redoblar” en loop, esa canción de Rumbo que se convirtió en resistencia a la dictadura cívico-militar e himno de la música popular uruguaya. También de los primeros candombes que escuchó y los acordes que sacó. Porque fue en Montevideo que se encontró con la guitarra, cuando un amigo de Buenos Aires le trajo una que le mandó su tío desde Argentina. Así, en la capital uruguaya tomó sus primeras clases y, como “buen orejero”, comenzó a sacar temas de Los Beatles, muchos de Rubber Soul. Pero, más allá de la música, también recuerda la rambla, las idas en kayak a la isla Las Gaviotas, el aire fresco. 

Tú ve, su último disco, tiene mucho que ver con eso: lo produjo Juan Campodónico, participan Jorge Drexler y Ruben Rada —también Natalia Lafourcade, David Byrne, Silvia Pérez Cruz y Miranda Johansen—, la foto de la tapa la sacó Matilde Campodónico. También porque cuando su inquietud le recordaba que no podía estar más de cinco horas en un estudio, se iba a la rambla, a tomar aire, a caminar, como aquellos días en los que era adolescente y vivió en Uruguay.

Este domingo 9 de octubre, el “argengringo”, que dos días después será declarado visitante ilustre de Montevideo, presenta el disco que revisita canciones suyas y versiona de otros artistas como Erasure, Violeta Parra, Leonard Cohen, Talking Heads, Eduardo Mateo, Caetano Veloso y Merle Travis, en el Auditorio Adela Reta.

Muchas veces decís que tu género es “des-generado, es difícil de encasillar. ¿Cómo llegaste a ese sonido?

Cuando digo eso no es que estoy descubriendo la pólvora ni mucho menos. Creo que Los Beatles ya eran desgenerados, te tocaban una chanson francesa, te hacían un bolero y lo revestían con el pop de la época. Cualquier cancionista tiene un grado de permeabilidad, tenés un lado de observador, de escuchar las músicas y las sonoridades, ya sean antiguas o súper modernas. Siempre hay un ida y vuelta de lo retro a lo moderno. Un poco lo que me pasaba con este disco, Tú ve, que es de versiones, era sentir que una buena canción siempre es nueva. Como cancionista que soy, cuando digo que soy un desgenerado, no estoy diciendo otra cosa que: me gusta todo lo que escucho. Hasta lo que no me gusta me gusta.

¿Ahora que escuchás?

Los Beatles, Creedence y Sinatra —ríe—. Tengo hijos adolescentes que escuchan el último disco de Paco y Ca7riel —Saeta y El Disko—, que está buenísimo, a Zoe Gotusso. Mi hija Miranda, que está yendo y viniendo entre España y Buenos Aires, no para de mandarme cosas. Escucha desde lo más pop universal a cosas súper jazzeras. Todos somos permeables porque los oídos son un orificio que no podés cerrar, salvo que te pongas tapones, estás expuesto.

Además, hay sonidos nuevos que quizá no gustan en una primera impresión, está bueno recibirlos y ver qué tal.

Exacto. Para bien o para mal. A veces decís: “Uy, qué feo ese teclado, qué horrible”, y después: “Uy, qué hermosa idea, qué buena que estaba, no la había entendido”. Son los gustos adquiridos, la evolución en la forma de escuchar música. Por suerte somos eternos alumnos.

En Tú ve revisitás canciones del pasado. ¿Cómo es el proceso de transformar?

Me parece que siempre hay algún elemento sorpresa que tenés que traer a la mesa. Cuando hacés una versión de otra persona, tenés que traer algo que le dé una vuelta de tuerca. Por un lado, para apropiártelo. A veces puede ser cambiándolo de género, otras puede ser agregándole un elemento sonoro, uno tímbrico, algo que te sorprenda. Pero, sobre todo, creo que lo que tuvo muy claro Juan Campodónico fue decir: “Quiero que haya pocos elementos y que el enfoque esté en tu voz”. Yo le digo a él que maneja un “camposónico” muy particular, muy propio, creo que encontramos un estar muy a gusto el uno con el otro por varios motivos. Él también de chico tuvo una experiencia en México, vivió otra cultura, yo también me mudé mucho. Por ahí hay una apertura, con respecto a sonidos y sonoridades. Hubo una coincidencia estética y, después, está el tema de que él maneja una elegancia natural, tiene muy buen gusto y yo no, entonces ahí nos compensamos. Él afina la puntería. 

Dijiste que si la canción es de otra persona te la apropiás, pero, cuándo es tuya, ¿cómo hacés?

Cuando es tuya también traés otro elemento. Por ejemplo, en dos de las tres canciones que son mías y están en el disco, hay dos mujeres cantando: Silvia Pérez Cruz y Natalia Lafourcade. En “Desde que te perdí”, por la temática, la voz de mujer le da otra impronta. Y en “Tú ve” también, porque habla de reencontrarse, de aceptarse, es una especie de manifiesto amoroso de querer decir lo que uno quiere escuchar que le digan respecto al amor: “Sos libre”. Lo más lindo que te pueden decir es eso: “Te amo y sos libre”, y yo también quiero que me digas lo mismo. Entonces, escucharla cantada por una mujer tiene ese elemento que necesitaba de vuelta de tuerca. Y, después, David Byrne cantando en inglés “Anoche soñé contigo”, por supuesto, era otra canción directamente. En ese sentido, creo que las voces fueron muy importantes para darle la vuelta de tuerca.

¿Para ti hay algún momento en el que una canción ya no puede tener una mejor versión?

Por lo general es desde el vamos, pienso: “Uy, qué atrevido, voy a hacer esta versión de Erasure, ‘A Little Respect’, que no hay nada igual que la versión original”. Para mí, es muy claro que esa canción es insuperable desde el vamos. Pero ¿qué puedo hacer? Y traducirla al castellano, cantarla para los que por ahí no entendemos el portugués, cantarla con una hija, ahí le das una vuelta. Esa es la forma de darle algo nuevo.

Versionar tus canciones, que salieron varios años atrás, implica mirar para atrás. ¿Lo hacés seguido?

Sí, porque es una forma de mirar hacia adelante. Ahora escuchás que dicen “música nueva” y yo me cago de la risa, porque es re vieja. Tiene un montón de homenajes, y me parece hermoso que así sea, porque hay tanto consolidado en el mundo de la música, en el funk, en el soul, en el R&B, lo que se considera música urbana. Todo ese movimiento corpóreo que lleva la música, me parece increíble la parte del baile. Me encanta que la música te lleva a tu primer instrumento, que es el cuerpo, a moverte, a querer relacionarte con otros mediante ese movimiento, es precioso. Pero es súper primal y antiguo, creo que esa vuelta a lo primitivo, obviamente, llevado por gente de nuevas generaciones, es algo nuevo. Porque no todo está escrito, por suerte. 

En el documental del disco Nada es para siempre (Salvo este amor), después de grabar con David Byrne, decís: “Otro ídolo más que es un ser humano”. ¿Qué diferencias encontrás?

A veces da miedo conocer a los ídolos porque te da miedo decepcionarte. Todos tenemos nuestras falencias, porque, de algún modo, uno idealiza mucho, y hay una parte humana que es hermosa también. Inclusive es humano el perder la brújula. A veces digo: “Qué suerte que tardé en que me fuera bien con la música y encontrar un público me llegó a los 30”. Si yo hubiera encontrado todo el cóctel de las tentaciones, de la atención, el foco y el ego a los 20, hubiera sido un gilipollas total. Un nabo subido a una nube de pedos, insoportable. Inclusive, cuando me llegó tardío, fui un nabo por un rato. Entonces, imaginate cuando pasa a los 20. Yo humanizo mucho eso, porque veo gente a la que le fue muy bien a los 20 y después tuvo que acomodarse y bajar. Creo que es como con los futbolistas: la gente que tiene un entorno piola, familiar o de amor, es ayudada a reencontrar esa conexión primera. La necesidad que tuviste de conectar desde adentro para afuera, porque somos unos mimosos. 

Si bien ya tenés canciones con Miranda, de alguna manera, este disco refleja cómo compartís con tu familia…

El documental vino de Miranda y su pareja Bruno Adamovski, y se dieron muchas cosas muy fortuitas: la posibilidad de viajar a los estudios Orzal, de Campodónico, que vinieran a Montevideo, caminar por la rambla y todo ese trayecto hasta la calle Magallanes donde está su estudio. Que mi hija vea esa parte de conexión con otra ciudad como Montevideo, que estuviera de repente el Jorge [Drexler] ahí para grabar “Suzanne”. Bueno, también Nueva York, que justo Campodónico tenía que trabajar allá para una presentación y yo tocaba, entonces fuimos con mi hija y grabamos a Byrne, filmamos el show y la grabación. Con Natalia Lafourcade grabamos “Tú ve” en México. Hubo varias situaciones en las que justo dijimos: “Dale, vamos a hacer esto”. Fue una idea de ellos, de traer a la mesa a mí haciendo una tortilla en casa, la conexión con la música en el sótano, tocar algo. Lo que me sorprendió fueron las grabaciones que Miranda y mi hermana encontraron, en las que estoy tratando de hablar en castellano. El chiste en casa siempre fue: “Yo no quiero que ustedes sean unos gringuitos”. Toda esa conexión con mi lingüismo, con el castellano metiéndose en la oreja. Porque también te hace pensar que aprender otro idioma te ayuda con la oreja musical: los idiomas también son musicales. Eso seguramente después me ayudó para sacar temas, a ser orejero, como se dice.

El disco dice ser el universo Kevin. ¿Cómo es ese universo?

Creo que el disco muestra que una canción buena siempre es nueva, sin querer queriendo, el poder de que el tiempo en la música se desdibuja. Creo que, cuando vos escuchás un tema, ya sea grabado hace 70 años u hoy, que pueda viajar en el tiempo y seguir manifestando una inquietud en el oyente y que aprendas algo: cómo cantó el artista, cómo fueron hechos los arreglos, que fueron un homenaje a algo del pasado, pero, a la vez, es futurista y mira hacia adelante. En ese sentido, la búsqueda de atemporalidad es una búsqueda constante en los cancionistas, buscan siempre desafiar el tiempo y viajar en él. Una grabación es eso: una fotografía de un momento, pero también es un viaje, que puede llevarte a que te escuchen en Marte en el 2090 o en el 3080. No sé porqué, si es por una cuestión de que queremos desafiar la finitud o la mortalidad o queremos vivir para siempre. Tú ve es la punta del iceberg. Es apenas un puñado de canciones que me han tocado dentro de un montón más.

Por Valentina Temesio