Dicen que en el mundo hay unas 500.000 ciudades. Sin embargo, a Kevin Johansen, de todas esas, hay tres que lo marcaron. Nueva York por aquellas noches en el CBGB, un club emblemático del punk y la new wave, y de cuando se frotaba con extraños en discotecas al son del dancehall jamaiquino, hace 30 años. Buenos Aires, la que eligió para vivir, donde se quedó y su camino musical se extendió. Y Montevideo, su casa durante dos años en plena adolescencia. Porque, para Johansen, “Uruguay es una casa a la que vas y sabés que tenés todo lo que necesitás”. Y dice que, de alguna manera, las tres coinciden: tienen puertos, adoquines y son ciudades para caminar.
De esos años en Montevideo recuerda que en el ómnibus sonaba “A redoblar” en loop, esa canción de Rumbo que se convirtió en resistencia a la dictadura cívico-militar e himno de la música popular uruguaya. También de los primeros candombes que escuchó y los acordes que sacó. Porque fue en Montevideo que se encontró con la guitarra, cuando un amigo de Buenos Aires le trajo una que le mandó su tío desde Argentina. Así, en la capital uruguaya tomó sus primeras clases y, como “buen orejero”, comenzó a sacar temas de Los Beatles, muchos de Rubber Soul. Pero, más allá de la música, también recuerda la rambla, las idas en kayak a la isla Las Gaviotas, el aire fresco.
Tú ve, su último disco, tiene mucho que ver con eso: lo produjo Juan Campodónico, participan Jorge Drexler y Ruben Rada —también Natalia Lafourcade, David Byrne, Silvia Pérez Cruz y Miranda Johansen—, la foto de la tapa la sacó Matilde Campodónico. También porque cuando su inquietud le recordaba que no podía estar más de cinco horas en un estudio, se iba a la rambla, a tomar aire, a caminar, como aquellos días en los que era adolescente y vivió en Uruguay.
Este domingo 9 de octubre, el “argengringo”, que dos días después será declarado visitante ilustre de Montevideo, presenta el disco que revisita canciones suyas y versiona de otros artistas como Erasure, Violeta Parra, Leonard Cohen, Talking Heads, Eduardo Mateo, Caetano Veloso y Merle Travis, en el Auditorio Adela Reta.
El documental vino de Miranda y su pareja Bruno Adamovski, y se dieron muchas cosas muy fortuitas: la posibilidad de viajar a los estudios Orzal, de Campodónico, que vinieran a Montevideo, caminar por la rambla y todo ese trayecto hasta la calle Magallanes donde está su estudio. Que mi hija vea esa parte de conexión con otra ciudad como Montevideo, que estuviera de repente el Jorge [Drexler] ahí para grabar “Suzanne”. Bueno, también Nueva York, que justo Campodónico tenía que trabajar allá para una presentación y yo tocaba, entonces fuimos con mi hija y grabamos a Byrne, filmamos el show y la grabación. Con Natalia Lafourcade grabamos “Tú ve” en México. Hubo varias situaciones en las que justo dijimos: “Dale, vamos a hacer esto”. Fue una idea de ellos, de traer a la mesa a mí haciendo una tortilla en casa, la conexión con la música en el sótano, tocar algo. Lo que me sorprendió fueron las grabaciones que Miranda y mi hermana encontraron, en las que estoy tratando de hablar en castellano. El chiste en casa siempre fue: “Yo no quiero que ustedes sean unos gringuitos”. Toda esa conexión con mi lingüismo, con el castellano metiéndose en la oreja. Porque también te hace pensar que aprender otro idioma te ayuda con la oreja musical: los idiomas también son musicales. Eso seguramente después me ayudó para sacar temas, a ser orejero, como se dice.
Creo que el disco muestra que una canción buena siempre es nueva, sin querer queriendo, el poder de que el tiempo en la música se desdibuja. Creo que, cuando vos escuchás un tema, ya sea grabado hace 70 años u hoy, que pueda viajar en el tiempo y seguir manifestando una inquietud en el oyente y que aprendas algo: cómo cantó el artista, cómo fueron hechos los arreglos, que fueron un homenaje a algo del pasado, pero, a la vez, es futurista y mira hacia adelante. En ese sentido, la búsqueda de atemporalidad es una búsqueda constante en los cancionistas, buscan siempre desafiar el tiempo y viajar en él. Una grabación es eso: una fotografía de un momento, pero también es un viaje, que puede llevarte a que te escuchen en Marte en el 2090 o en el 3080. No sé porqué, si es por una cuestión de que queremos desafiar la finitud o la mortalidad o queremos vivir para siempre. Tú ve es la punta del iceberg. Es apenas un puñado de canciones que me han tocado dentro de un montón más.