Por Valentina Temesio
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El 15 de marzo de este 2023, Bolsa de naylon en la rama de un árbol anunció el lanzamiento de un nuevo disco: Música para garchar. Sin embargo, nunca existió. Se tomaron un permiso, se dieron un lujo: el de promocionar un álbum falso y no hacerse cargo, el de recurrir al humor. Meses después, en mayo, llegó Todo, el tercer disco de la banda montevideana que lanzaron los sellos Little Butterfly Records y Feel de Agua.
Todo trajo consigo nuevas emociones. “Por primera vez estoy viviendo lo que es una banda establecida sacando un disco nuevo”, dice Diego Cotelo, compositor de la banda. Es que Todo llegó en un momento diferente al de los inicios, en uno en el que la banda está menos cerca “de la totalidad” de su público. Antes, explica Cotelo, era más evidente quiénes los escuchaban. “Ahora empiezo a tener la sensación, por comentarios que me llegan, de que la banda y su música tiene una especie de vida propia, ya en lugares a los que no accedo, y eso es reinteresante”, explica.
De repente, llegó un día en el que Cotelo no pudo monitorear más qué pasaba alrededor de Bolsa de naylon en la rama de un árbol, la banda en la que canta, toca la guitarra, produce —entre otras cosas— y comparte con Juan Manuel Cayota, Elena Ciavaglia, Juan Chilindrón, Inés Agosto y Emiliano Pereira.
Este jueves, la banda vuelve a la Sala Hugo Balzo, la misma en la que presentó su primer disco homónimo y busca reiventarla. Allí presentará Todo, que fusiona diferentes estados de ánimos, cuerdas, vientos, sintetizadores, lo pop, lo rock y lo clásico. Un conjunto de emociones, de personas —de Fernando Cabrera y Hugo Fattoruso a Fabrizio Rossi y Ani Ruiz—, de todo.
A Bolsa de naylon en la rama de un árbol la atraviesa una gran cantidad de géneros. ¿Cómo se da esa búsqueda?
Es recaprichoso; no hay ni mucho pienso ni mucho concepto que lo defienda detrás. Es según cómo pasa un año en mi vida, las cosas que se me ocurren y las que pruebo y funcionan. Por ejemplo, al tema de la Abuela Coca [“Nega”] lo hicimos porque con un amigo escuchamos El ritmo de la noche, y cuando pasó por ese tema, que es el menos hitero del disco, me di cuenta de que era re Bolsa. Dije: “Lo repodemos hacer”. Y, encima, quienes escucharon la canción como yo, de chicos, pegarían un viaje en el tiempo. Pero las decisiones pasan por ese lado, al final resulta que es un disco y tengo que entender qué es.
¿No hay una intención?
Al menos no la es súper explícita: lo que hay es la voluntad y espacio para probar lo que quiera, la suerte de tener un grupo de gente que está a disposición para eso y confía en que el resultado puede estar bueno. También hay cosas que probamos y no funcionan, se descartan un par de cosas por año. A veces el clima no es tan bueno, otras son muy complicadas, porque compongo los temas en la computadora y son incomodísimos de tocar. No hay una voluntad de hacer algo reloco ni de tal manera, sino que cada impulso que viene, tomarlo.
¿Agarrás todos los impulsos?
Yo me pregunto eso todo el tiempo, vivo intentando que no se me pierdan. Es difícil mantener esa cabeza creativa mientras también estás encarando la gestión y lo técnico. Unas pocas veces he tenido la oportunidad de estar solo de creador y me quedé sorprendido por la cantidad de cosas que si no dejaría pasar. Pero hay suficientes cosas como para estar trabajando todo el año siempre. Eso nos va poniendo en contactos con distintas artistas, comunidades, que resuenan con distintas partes. Es un tema interesante de la banda, como dentro de esa cosa multiversera: cada punta rara a la que nos vamos resuena con un tipo de gente.
¿Cómo es la identidad de Bolsa?
Es recambiante, todo el tiempo autorreferencial y autofagocitante. Siempre es una mezcla de lo que ha sido hasta ahora, cosas que se abandonan y nuevas que se incorporarán. Pero, en ese sentido, Bolsa es muy viajera en el tiempo, no abandona todo lo que acaba de hacer, siempre hay cosas así. A su vez, hay una voluntad de resignificar, de traer influencias nuevas; especialmente en ir en la dirección opuesta a la anterior. Muchas veces las decisiones se toman así, pero no son ninguna de las dos en exclusiva. Se revisitan cosas viejas y se evitan: todo al mismo tiempo.
¿Qué emoción define a Todo?
Intensidad, pero eso es común en Bolsa. Particularmente, la primera mitad del disco (los primeros tres temas) encara procesos de duelos, capaz que de la manera menos ininterrumpida y más abierta que lo he hecho en la banda hasta ahora. Eso, para mí, se nota en el fluir de la información y la ausencia de hechos súper raros y cambiantes. Es como un viaje lineal.
Entonces, este disco es diferente a los otros. ¿Por qué?
Dentro del disco hay dos caras. De alguna manera, si vamos para atrás, es como si la primera parte del disco estuviese un poco más en sintonía con el primer disco de Bolsa (Bolsa de naylon en la rama de un árbol), que tiene cosas más largas y tranquilas.
La segunda mitad está más alineada con la estética del segundo (Humor/Amor), un poco más a los saltos y con cambios estéticos más abruptos. Me di cuenta un poco tarde del hecho de que este disco no era tan peleador como los otros. Entonces, tenemos ya como parte de nuestra identidad cierta cosa jocosa, irónica, autorreferencial, meta, que, al menos en la primera mitad de este disco, eso se calma un poquito. Como cuenta una historia, dice cosas de maneras más literales.
¿De dónde vino esa decisión?
No la tomé conscientemente. Me pasa mucho con las cosas de Bolsa en general, es como que voy haciendo las cosas, sintiendo que hay afinidades entre distintos temas y empiezo a pensarlos en orden, en una narración. A veces, me puede pasar esto que me está pasando ahora: ya mezclado, masterizado, un mes después de haber salido, termino de entender qué es del todo. Y eso también viene con el ida y vuelta, con la gente que lo escucha; ahora se está resignificando. La gente identifica y se agarra de la segunda mitad del disco mucho más rápido que de la primera, lo cual me deja preguntándome cosas.
¿Cuáles?
Puse los temas más pegadizos en la segunda mitad y la parte más larga e introspectiva al principio. Me gusta esa decisión. Y, a su vez, pienso que es medio anticomercial y no me lo propuse así. Porque si me lo hubiese propuesto y lo fuera, está bien. Pero acá me estoy dando cuenta y viendo qué pasa con eso. Para mí, siempre es muy nutritiva la parte de sacarlo y hablar con gente.
Es la segunda vez que colaboran con Fernando Cabrera. ¿Cómo se dio esta relación?
La transición fue hace dos años, cuando empecé a tocar con él. Lo lindo es que, por lo que me dijo, me llamó por Bolsa. Yo no entendía nada; para empezar porque era mi ídolo hablándome bien de mi banda, y, a su vez, no sabía por qué me estaba llamando y me desesperaba. Me ponía nervioso que él me estuviera hablando de Bolsa, a pesar de que era bien, pero me daba ansiedad. Además, no sabía que me iba a decir que tocara con él.
Desde entonces, hemos tocado un montonazo. Hay una afinidad estética muy grande, que es medio obvia porque yo crecí escuchándolo muchísimo; lo que me sale está muy nutrido por su estética. Entonces, que a él le gusten las cosas que hago es un honor y, a su vez, me parece muy entendible.
Es una referencia…
Claro. Cualquier cosa que yo haga está marcada por su estética, es heredada. En general, él es súper abierto a las colaboraciones. Es regeneroso y tiene una curiosidad resana; le interesa saber qué está pasando ahora, le llama la atención. Y se prende a cosas… El primer tema que grabamos era un tema de él [“Bandera Amarilla”], que era relativamente sencillo. Este segundo [“Siempre que viene mañana”] ya es un poco más raro, porque él canta el tema de otro, que ni siquiera es nuestro. Es un tema muy difícil de cantar, por lo exigente. Ese intercambio entre la letra, la melodía del tema y cómo la agarró él y la convirtió en suya (como lo hace con todo) estuvo muy bueno. Lo mismo con Hugo Fattoruso. Era un poco el propósito del tema: hacer una especie de mosaicos. Estuvo muy interesante ese intercambio con ambos.
Además de compartir con Fattoruso y Cabrera, en Todo participan varias personas del sello Feel de Agua. ¿Bolsa habita ambientes diferentes?
Bolsa es siempre como el primo raro de todas las fiestas. Es como que tenemos muy buena onda con varios grupos de bandas y colectivos. Nunca terminamos de estar alineados con ninguno. Siempre, de alguna manera, logramos ser los raros de cada juntada.
¿Se adaptan?
Es gracioso, como es un raro que, encima, es como si fuera funcional al contexto. Porque si estamos con los de Feel de Agua somos los jazzeros, los que leemos partituras. Con nuestra barra de amigos, más de conservatorio, más académicos, somos unos planchas: los raros que hacen cosas con pedales. Es como que cada barra amiga que no nos identifica plenamente nos tira para el lado opuesto. Nos deja permanentemente en el lugar de no tener tan claro qué somos, porque hay pila de afinidades, pero en cada categoría estamos un poquito afuera. Eso está interesante. Todo encima para una banda que, si bien estamos todo el tiempo hablando de la rareza de Bolsa, tampoco es cualquiera. Somos raros, pero tampoco tan mega raros. No somos absolutos en nada.
¿Les gusta usar esa rareza?
Esa ambigüedad es súper liberadora. Nos permite hacer un trap o lo que sea, porque no estamos traicionando ninguna línea estética; si queremos algo metalero está todo bien, un cover de Abuela Coca, también.
Bolsa usa mucho el humor como recurso. ¿Cómo encontraron esa fusión entre la música instrumental y el humor?
Probando. Yo hace bastantes años, después del primer disco, me di cuenta de que todas las personas que tocaban en el grupo tenían un sentido del humor afín, bizarro, juguetón, irónico, cínico, sarcástico, y que eso todavía no estaba en la música, era un poco seria. En el primer disco de Bolsa todo pasa de una manera relativamente solemne y me di cuenta de que, en general, como una visión general del entorno, el mundo de la música instrumental tendía a ser así: responsable de construir una imagen y luego defenderla. Me dieron muchísimas ganas de violentar eso y hacer una música que no le debiera nada a nadie, que no sintiese la presión de una línea estética. Ya que teníamos personas que les gustaba el humor y que permanentemente estaban haciendo chistes musicales, más allá de los chistes verbales, también tocando. Me di cuenta de que eso, de repente, era una opción para un tema, para un arreglo, para una intervención dentro del toque.
¿Qué es un chiste musical?
Dependen del contexto, pero puede ser desde tocar la melodía de “Careless Whisper” en cualquier momento. Creo que tiene mucho que ver con música que tenga una impronta muy marcada de una época o un clima y usarlo fuera de contexto. El juego principal podría estar en el elemento.
Al mismo tiempo, es lo que hacen ustedes con Bolsa, sacan cosas de contexto.
Hay algo muy gracioso en las cosas fuera de contexto: lo que pasa con el significado cuando cambiás el fondo, a veces, es súper gracioso, solo por el sinsentido. También, muchas veces, con cosas que fueron muy serias en algún momento: cambia la época y dejan de tener sentido, o de ser importantes, o tristes, y si las sustraés y le cambiás el contexto, pasan a ser graciosas. También muy de esta nueva etapa de humor meta, centennial, aunque ninguno de nosotros lo somos, estamos tocando prestado algo de esa generación. Pero nos es muy natural y afín, vamos viendo hacia dónde tiene lugar. Una vez que el disco salió, yo ya empiezo a pensar en otras cosas, estoy como pensando en cómo irnos más hacia esa dirección.
¿Hacia el humor?
Más postmeme, ese es el concepto que estoy manejando: ver cómo nos podemos volver más así, pero no sé cómo todavía. Empezamos a construir eso después.
Por Valentina Temesio
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