Por Federica Bordaberry
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Hay una guitarra que tiene una tapa armónica de hecha de un Cedro rojo canadiense, un árbol que fue estacionado durante 10 años. Esa misma guitarra tiene aros, puente y sobrecabeza de un Palosanto de India, que fue estacionado durante 15 años. Esa guitarra tiene mango, cabeza, barras y refuerzos de un Cedro de Honduras, un diapasón de un Ébano de Gabón estacionado durante 20 años. Esa guitarra tiene cejillas de marfil, trastes de alpaca y las palas del clavijero de nácar.
Esa guitarra fue construida de forma artesanal en Madrid, en 1980. Y la hizo Manuel Contreras, uno de los luthier más reconocidos del siglo XX, que fundó su taller en 1962. "Cada luthier, sobre todo los famosos, le dan su pequeño sello, su distinción. El diseño de ciertos refuerzos que lleva adentro la guitarra hacen que vibre de una forma, o de otra, y le da una sonoridad particular", dice Martín Monteiro, coordinador de la Fundación Zitarrosa y yerno del mismo.
Por eso, este modelo tiene el característico diseño de la cabeza Contreras, los mosaicos artesanales en la roseta y en el cordal del puente y la etiqueta de los modelos de concierto de aquella época.
Esa guitarra, se conoce en Uruguay como "La Contreras" y fue el instrumento que acompañó al Alfredo Zitarrosa (1936-1989), uno de los músicos más importantes que tuvo el país. Lo hizo durante sus años de exilio en México en la década del 80, hasta su fallecimiento en Montevideo en 1989.
Fue la última guitarra que adquirió Zitarrosa a través de José Luis Peñamaría, uno de sus guitarristas españoles. Y La Contreras vino, en realidad, después del robo de su guitarra Fleta (el luthier fue Ignacio Fleta) en México. Desde que llegó a sus manos, la guitarra acompañó a Zitarrosa en varios conciertos.
De hecho, La Contreras es protagonista de la "Melodía Larga", una de las obras más importantes del uruguayo. La milonga que abre el disco del mismo nombre, grabada el 13 de mayo de 1984 en La Batuta, Montevideo, contó con Julio Cobelli, primera guitarra del cuarteto, tocando La Contreras.
"Estas guitarras, que son de buenas maderas, de maderas finas, que tienen muchos años de estacionamiento, prácticamente se cuidan solas. Uno tiene que ofrecerle no demasiados cambios de temperatura, ni de humedad, y básicamente la guitarra se cuida sola. Después, se limpia con apenas un pañito. Las cuerdas tensas, cuando se va a tocar. No mantener las cuerdas demasiado tensas con la madera haciendo fuerza. Son esos cuidados muy mínimos", agrega Monteiro.
Y, quizá por eso, la guitarra Contreras se encuentra expuesta en el hall de entrada de la Sala Zitarrosa, tras haber estado seis meses en la exposición “La milonga es hija del candombe, así como el tango es hijo de la milonga”, en el Archivo de la Imagen y la Palabra del Sodre . Pero, otro detalle clave para mantener con vida una guitarra y no estropearla, es que tiene que seguir siendo tocada.
"Es importantísimo. Esta guitarra ha sido poco tocada en tantos años, pero las guitarras necesitan ser tocadas. Fueron hechas para ser tocadas, pero además la madera de la guitarra cambia con la vibración del sonido y, cuando pasa mucho tiempo sin ser tocada, se nota el cambio en la sonoridad del instrumento. Luego de que empieza a ser tocada vuelve a su estado normal de sonoridad. Entonces, necesita ser tocada, es parte del cuidado de una guitarra que sea tocada", dice.
Y agrega: "Por eso, este último año estuvo en un par de homenajes, el año anterior también, y queremos que eso se sostenga, que periódicamente haya algún homenaje, alguna actividad donde la guitarra vuelva a sonar". En los últimos homenajes, la guitarra estuvo en manos de los exguitarristas de Zitarrosa, Eduardo “Toto” Méndez y Julio Cobelli, los dos últimos primera guitarra del músico.
Pero, mientras tanto, La Contreras descansará de forma vertical, y detrás de un vidrio, en la Sala Zitarrosa, expuesta a cualquiera que quiera verla. Aquella exposición en el Archivo de la Imagen y la Palabra sirvió como experimento para fortalecer una idea que existía hacía años, que era la de acercar la última guitarra de Zitarrosa al público, manteniéndola tan segura como expuesta.
"Sobre todo pensamos en el hall porque es el lugar de primera llegada de la gente. Podés venir a verla sin necesidad de ir a un espectáculo. Como objeto, y lo que simboliza, la idea es que alguien la pueda venir a ver en sí misma y solo porque quiere venir a ver la guitarra de Alfredo Zitarrosa", comenta Cecilia Canessa, directora de la Sala.
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