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Música
Canto expandido

La Escena Vocal, un festival que celebra la voz sin amplificar, en su máxima expresión

El festival se llevará a cabo del 7 al 11 de agosto en la Sala Verdi en Montevideo y contará con artistas locales, argentinos y mexicanos.

02.08.2022 12:55

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2022-08-02T12:55:00-03:00
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Por Federica Bordaberry

No importa si se trata de una sinfonía vocal de Mahler, en la que hay una orquesta de entre ochenta y cien músicos sobre el escenario. No importa porque el cantante hace viajar su voz por encima de la música.

No importa si es una ópera de Wagner y hay cien músicos en el foso con una escritura de orquesta muy densa. No importa porque sobre el escenario los cantantes interpretan a sus personajes.

No importa si se está en el Metropolitan de Nueva York, que tiene una capacidad de más de 4000 butacas, hasta lo más alto de los anillos del teatro. No importa si se ve el escenario de lejos y a los cantantes muy pequeños. No importa porque, de todas formas, el sonido rodea y se acerca como si estuvieran cantando para uno.

Lo mismo sucede con la música vocal de cámara, con acompañamiento de piano u otros instrumentos.

Lo que sucede en todo aquello es que no se usa micrófono.

El sonido sale de la garganta al aire, y del aire al oído del público.

“Esa es la gloria de la voz humana de que hablamos, el impacto de su potencia y brillantez y a su vez la capacidad de transmitir emociones de una forma más íntima, con las características que tiene ese estilo de canto”, dice María Julia Caamaño, curadora del festival de canto La Escena Vocal.

Se trata de un festival que celebra la voz humana cultivada para el canto clásico y el canto lírico. Un festival de géneros que no se amplifican porque el cantante se apoya en una técnica que le permite proyectar el sonido para que se escuche en todas partes del teatro. No hay ayuda de la tecnología, solamente biología.

Un ejemplo podría ser este: hace siete años, Nadine Sierra, que hoy es una estrella de ópera internacional (en aquel momento todavía no había dado el salto), estuvo en el festival. “La voz era de una belleza, de un esplendor, de una pureza, de una proyección sonora, tenía un brillo que te subyugaba, recorría todo el registro de arriba a abajo con una perfección asombrosa. No encuentro las palabras para describírtelo”, comenta Caamaño.

Y agrega: “aunque no conozcas nada de canto clásico, de canto lírico, aunque a priori hasta lo resistas, no salías indemne”.

Aunque, obviamente, no se trata solo de la voz, sino que como cualquier arte escénica, también se trata del carisma, de la capacidad de transmitir emoción, la sinceridad expresiva. “Pero tenés el instrumento a través del cual expresarte y la tradición de esa forma de canto en su máxima expresión es lo que buscamos cultivar”, dice.

En 2011, la Sala Verdi estaba recién renovada y Gustavo Zidan había sido elegido por concurso para ser su director. Él quería implementar lo que llama “programas de autor” y llamó a María Julia Caamaño para ver si no quería pensar un proyecto de música para la sala. Cuando fue a visitar la sala, “hacía mucho que no estaba allí y me envolvió ese clima particular que tiene, esa intimidad, recordé su acústica extraordinaria y no me quedó ninguna duda de qué propuesta hacer”, recuerda.

Es que es una sala hecha para la música de cámara y la música vocal de cámara, el canto es perfectamente cultivable ahí. Ese canto comprende lo que se llaman “canciones clásicas” o “canciones artísticas”, que toman nombres diferentes según el país. En Alemania se las llama lied. En Francia, la chanson o la mélodie. En Rusia, romanzas. En Italia, el aria o la canzone.

“Es una conjunción de música y poesía y nosotros subtitulamos al español todo lo que presentamos”, comenta Caamaño.

Se trata de un género, entonces, que no es masivo en ninguna parte del mundo, “pero nos sentimos como un núcleo de resistencia para que no nos gane el olvido. Son tesoros que hay que cuidar y yo propuse exactamente eso”. Luego, se agregaron las galas líricas con acompañamiento de piano, porque la ópera tiene mayor convocatoria “y una cosa trae la otra”.

Este año, este 2022, se celebra la novena edición del festival en la Sala Verdi, del 7 al 11 de agosto, luego de dos años de suspender debido a la emergencia sanitaria en nuestro país. Incluirá artistas de Argentina y México, además de los de Uruguay.

Esta edición, además, está dedicada a Eduardo Gilardoni, un pianista, clavecinista, maestro de repertorio y compositor uruguayo. “Generaciones y generaciones de cantantes se beneficiaron de sus conocimientos que entregaba a manos llenas, desinteresadamente. ¡Cuántos jóvenes estudiantes, sobre todo del interior, que se vieron en aprietos, en lo de Eduardo siempre encontraron refugio! Se nos fue este año, llevándose con él toda una época. Nos quedamos cada vez más huérfanos, sin referentes”, comenta Caamaño.

Se dice, por ejemplo, que personajes como Frank Sinatra nunca hubieran podido cantar en público si no fuera por los micrófonos, por la tecnología, por la amplificación. Pero este festival no trata de eso. “La apreciación de la voz sin amplificación en los géneros no va en detrimento de otro tipo de géneros y de canto. Solo que este festival tiene estas características. Celebra la voz humana cultivada para cantar sin amplificación y celebra a esos cultores que construyen su técnica con un trabajo minucioso día a día, porque es algo que te lleva toda la vida. Porque no es solamente un tema de proyección de la voz. Es un estilo de canto”, agrega.

Y el estilo, el arte detrás de todo esto:

“No hay que olvidar que se cantan obras escritas por el compositor que establece altura y duración de sonido. No son versiones que tú elegís cómo hacerlas, como te quede cómodo o como te guste más. Si te cuesta sostener un agudo, vas a tener que resolverlo porque no lo podés acortar porque sí. Cantás lo que está escrito -aunque hay casos de interpolación de cadencias o agregados de ornamentaciones, según el estilo y la época y hay tradiciones- pero implican justamente un desarrollo vocal. Las versiones se distinguen por lo que cada uno tiene para decir dentro de los parámetros de lo que pide la partitura, y cuanto más dominada esté la técnica mayor la libertad para expresar, para entregarse a la emoción, para jugar con las inflexiones del texto”.

Por Federica Bordaberry